Bien, estoy oxidado con el mundo del cómic así que mis referencias se han acotado a unas pocas y puede que tampoco acierte por completo, pero Malas ventas es un agridulce slice-of-life seguramente inspirado en obras de Harvey Peckar, Robert Crumb, Terry Moore, Daniel Clowes, Peter Bagge, los hermanos Hernandez con su esencial e imprescindible Love and Rockets, entre otros referentes del cómic underground estadounidense, aunque Robinson ha dicho en entrevistas que su principal inspiración, al menos para escribir y publicar Malas ventas del modo en que fue escrita y publicada es Cerebus de un tal Dave Sim (canadiense), aparte de que es natural que esta colosal novela gráfica rebose amor por la literatura y los cómics, todo tipo de cómics, desde las clásicas historietas de superhéroes y detectives pulp, los visionarios trabajos de Eisner, el proto-underground de esas historietas "calientes" y paródicas, entre otros muchos referentes que cualquier conocerá mejor que yo, que tan sólo he disfrutado y gozado la punta del iceberg.
Malas ventas nos narra las rutinarias aventuras que un grupo de personas comunes y corrientes viven día a día en la Nueva York de mediados de los noventa, un grupo de veinteañeros apostados en el cruce de caminos vital, en los "últimos años" de la juventud antes de que deban dar el paso aparentemente definitivo hacia la adultez, hacia el resto de su vida, momento en que toda oportunidad que hayan tenido quizás no vuelva a presentárseles. Uno de ellos, presunto protagonista, es Sherman Davies, un aspirante a escritor que, sin embargo, no puede escribir nada que lo satisfaga y que vive sumido en una ociosa desdicha y frustración, acrecentada por un desgastante empleo mal pagado en una librería y la acuciante impresión de que su situación no va a cambiar en lo absoluto. Otro personaje es Ed, el amigo dibujante de cómics que aún vive con sus padres, que es virgen y cuyo talento artístico sigue escondido en las sombras, sin que nadie quiera echarle una mirada a las historias y personajes que ha ido trabajando y dibujando desde hace años. También está la pareja conformada por Stephen, un imponente profesor de historia (debe causar la misma primera impresión que causaría el gran Nacho Rodríguez de Saber y ganar, estoy seguro), y Jane, otra dibujante de cómics más establecida dentro del panorama editorial, con quienes Sherman llega a vivir rentándoles una habitación. Está Dorothy, una inestable editora menor o algo así de una importante revista con quien Sherman inicia una tormentosa relación; está también Flavor, un veterano y anciano dibujante de cómics de la Era Dorada que emplea a Ed como ayudante, y vaya que lo ayudará cuando éste se entere de que Flavor es el creador de uno de los personajes más lucrativos de una célebre factoría de ideas, aunque el pobre viejecillo no reciba un centavo y viva en una mugrosa ignominia. Hay también otros personajes que aparecen más, aparecen menos, pero que conforman un bello y genuino crisol de personalidades imperfectas pero de carne y hueso, de sueños rotos o a la espera, de presentes y rutinas aburridas y desesperanzadas o inspiradoras y alegres. Es un slice-of-life, maldita sea, ya saben qué significa eso: tenemos un magnífico y profundo desarrollo de personajes, tan simples como complejos, llevado a cabo a lo largo de las más de 600 páginas, siguiendo tramas y subtramas intercaladas con deliciosas capsulas episódicas, historias autoconclusivas, llamativos paneles biográficos, a través de los cuales Robinson experimenta tanto en el tono narrativo o prosístico (por ejemplo, en la naturalidad de los diálogos; a veces, en lo lírico de los cuadros narrativos que narran imágenes "mudas"; a veces, en páginas que son más novela que cómic y que apuntan a una nostalgia nada idealizada en lugar de ese desprejuiciado y cándido realismo, sin mencionar sus escapadas de realismo mágico) como en la técnica de dibujo, que puede ir desde el clásico y tradicional panel de seis u ocho cuadros por página hasta lisérgicas y oníricas composiciones o diseños de viñetas y paneles, además de la misma pluma, que puede ser realista y detallista como lanzarse de lleno hacia un expresionismo alemán, un impresionismo francés e incluso un minimalismo y abstracción europeos.
Malas ventas, como dije, es creación pura, amor por el arte del cómic, de la narración, del dibujo. ¿No se nota en las imágenes que he compartido? Claro que se nota, la belleza gráfica de estas vidas cruzadas, la belleza dramática. Y hasta acá llegamos, porque las palabras van sobrando y las ideas han quedado claras: Malas ventas es una obra preciosa, excelentemente escrita y dibujada, que te transmite todo el amplio espectro de emociones y sensaciones que viven sus personajes, y que te deja con ganas de más, aunque sabemos, todo llega a su fin y hay que saber dar vuelta la página. Magistral, excelente, imprescindible. Alex Robinson, eres un genio. Muchas gracias por esta bella obra de arte.
Pero qué ficha bibliográfica más curiosa y asombrosa tenemos entre manos: ¡Malas ventas ha estado en las sucursales bibliometrinas desde principios del 2011! ¡Hace catorce años y contando! ¡14! Hasta mayo de 2013 fue prestado en ocho ocasiones, luego se sumió en una siesta lectora de casi diez años, cuando alguien lo pidió en febrero del 2024, aunque nos permitimos dudar porque la última fecha estampada dice abril del 2024, que es cuando YO debo devolver este ejemplar, sólo que estamos a 2025, entonces, ¿la fecha anterior estará correcta? Como sea, no deja de ser sorprendente que Malas ventas haya estado tanto tiempo olvidado, qué bueno que he llegado yo para compartirles mis impresiones y recomendarles su lectura, o su compra si se lo pueden permitir. No se arrepentirán, hagan lo que hagan.
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