"LAS GRANDES PASIONES SON ENFERMEDADES INCURABLES"
-Goethe

lunes, 28 de abril de 2025

El cazador de sueños, de Stephen King

Biblioteca de Santiago nº22. ¡Seguimos avanzando con la bibliografía de Stephen King!, ¡no nos detendremos hasta que nos veamos obligados a detenernos, obvio!, ¡ya sea porque no hay más libros suyos disponibles en las bibliotecas públicas ya sea porque habremos logrado leer todo lo que ha publicado! Bueno bueno dejemos de gritar, calmémonos un poco. El cazador de sueños llamaba mi atención, aunque no era precisamente una novela por la que sintiera gran urgencia de leer, sin embargo le ha llegado el turno y quería saber un par de cosas: primero, el título, ¿no se supone que en el original es Dreamcatcher, es decir atrapasueños, como esos aparatitos que se cuelgan en los dormitorios para atrapar los sueños malos? ¿Por qué, entonces, le pusieron El cazador de sueños, como sugiriendo que por ahí habría una especie de Freddy Krueger? Sumen a ello además esa portada, con el tipo de la escopeta y esas luces claramente de ovnis, en ánimo persecutorio. Lo otro... bueno, creo que lo otro era lo de la portada, lo de las luces de ovnis... ¿Con qué clase de locura saldría el bueno de Steve en su primera novela escrita post atropello? Porque ya deben saber que a King lo atropellaron y que estuvo bastante grave, ¿cierto?


En efecto, luego de ese casi fatal atropello del que Stephen King fue víctima en una de esas carreteritas de su querido Maine (un atropello real, no un atropello moral o intelectual: una van le pasó por encima), mientras se recuperaba, escribió El cazador de sueños, a mano por cierto, papel y bolígrafo. Imagino que debió estar bajo los efectos no sólo del dolor y de cierto desconsuelo (el malestar físico se inyecta en el cerebro cosa mala) sino que también de medicamentos, analgésicos, sedantes, etc. Lo digo porque se nota en el resultado final de esta novela de casi 800 páginas que aguantan el viaje, no lo negaremos, pero que a la vez se sienten bastante descompensadas y descafeinadas, sosteniéndose en una coherencia interna al filo de la inconcreción y el despelote. Lo que más destaca, seguramente porque escribir a mano le aporta una nunca bien ponderada intensidad y fisicidad a las palabras, una suerte de urgencia instintiva y visceral, es la prosa, como coloquial y desfachatada, desprejuiciada y algo irreverente, con que King construye a los personajes con sus respectivos y convulsos mundos internos, personalidades y psicologías, además de un conjunto de acontecimientos cada vez más descolocante que, de no ser por ese inusitado y elástico humor negro, no habría tenido mucha gracia a pesar de lo insólito y desconcertante de sus sucesos. Sin embargo, esta pulsión algo libérrima se ve contenida y limitada, de seguro, por una revisión o reescritura más "profesional" y "seria" que no le juega mucho a su favor, aunque la trama de por sí tampoco es que sea el colmo de la originalidad, del riesgo dramático, del arrojo narrativo, del impacto argumental... Curiosamente, la lectura se sostenía y avanzaba gracias al estilo, pero si lo "aplanas", qué queda.
Resulta que El cazador de sueños comienza con un prólogo, lo mejor de la novela, en donde King nos adentra en la aburrida y hastiada vida de cuatro amigos adultos, casi cuarentones, desencantados y disconformes con sus vidas, lejos de aquella magia de su niñez y adolescencia en donde los sueños eran promesas de felicidad y provecho que nunca llegaron a cumplirse. En ese retrato de hartazgo generacional, de crisis existencial, King nos ofrece un prólogo brillante y bastante desolador, por lo crudo y real, sacando un poco a su irreverente y mordaz ciudadano interior, a ese punzante e irónico, aunque también humano y compasivo, observador de la realidad, retratista del fracaso y del cansancio, de la resignación vital: mientras nada sea peor, mientras materialmente no me falte lo esencial, no puedo quejarme de que mi vida no sea lo que soñaba: es preferible un vacío en el alma que un vacío en la billetera, en el refrigerador, en el estómago... a fin de cuentas uno puede morirse de frío, de hambre, pero no de frustración. Este retrato de hombres en crisis va aderezado con un leve toque fantástico (cada uno de los cuatro amigos tiene una leve habilidad "extrasensorial" que les otorga pequeñas ventajas, pero que no mejora sus vidas en lo absoluto) que claramente adelantará por dónde irán los tiros eventualmente: la presencia de un quinto amigo de la infancia, un niño especial con ciertas habilidades extrasensoriales, de quien no tienen señas en la actualidad, pero que ante el horror de lo que vendrá va a adquirir un inusitado rol preponderante y fundamental, por más absurdo que ello suene.
Luego, la trama en sí. Los cuatro amigos se juntan una semana de noviembre, ritual para mantenerse en contacto, en una cabaña ubicada en los nevados y salvajes bosques del norte de Maine, casi en la frontera con Canadá, a cazar y mantener el fuego de la amistad. Aparece un cazador perdido, un tipo muy raro, y luego la cosa se pone más extraña aún, una gringada de tomo y lomo, como una poco imaginativa película de ciencia ficción de desorbitante presupuesto y grandilocuentes ambiciones, en donde hay espacio para extraterrestres (cero sorpresas: las primeras páginas están dedicadas a una colección de noticias sobre avistamientos de ovnis), parásitos marcianos, viles y brutales organismos secretos gubernamentales, militares implacables y desalmados, además de sensibleros y cursis flashbacks de aquel pasado feliz en Derry (sí, la infame Derry, ahí crecieron los amigos) con aquel "brillante" amigo especial, ya saben la remembranza sentimentaloide de la infancia, poderes psíquicos, paradojas mentales, el amigo especial que de repente es la llave y la clave para solucionar esta pequeña invasión extraterrestre (¡en serio!), sueños y realidades en un confuso e íntimo abrazo de pieles y tejidos fundidos... Toda una excesiva locura de hechos cada cual más desquiciado e insensato que el anterior, que, sin embargo, no sorprenden ni impactan ni enganchan, aunque al menos no se destripa en una churretera desastrosa y sonrojante, al menos yo pude mantener la cara de póker mientras leía estas, reitero, casi 800 páginas de disímiles lugares comunes reunidos al tún tún (mezclas "Carrie" con "Stand By Me" con los extraterrestres de Spielberg y Cameron con un dulce toque Irvine Welsh -aunque ignoro si Steve lo haya leído, pero es una referencia ilustrativa- con ese militarismo rancio con un fallido impulso emulador de Heinlein y/o Verhoeven... o sea, wtf?!). Lo más gracioso es que King parece plenamente consciente de la ida de olla que se está mandando: los mismos personajes dicen que se sienten como en una mala película de James Cameron, por ejemplo, además de que tenemos monstruitos que van destrozando anos con más eficacia que un BBC ensartado en una pocket girl, King desatado en una espiral escatológica bastante inesperada incluso en alguien que ha descrito toda clase de atrocidades y lindezas.
No lo sé. La multitud y diversidad de estilos, tonos e intenciones que no terminan de cuajar ni armonizar, pero que se mantienen a flote a la fuerza, provoca un efecto extraño mientras lees. ¿Una historia de espíritu clase B o incluso Z que juega a ser una superproducción de grandes ligas? ¿Era necesario poner a prueba la amistad de cuatro + 1 amigos inventándose una invasión extraterrestre? ¿Era necesario que una historia de militares y extraterrestres se resolviera rebuscadamente en la íntima y sentimental infancia de cuatro tipos cualquiera? Quizás más que la desbordada amalgama de tonos y géneros, lo que más me tira para atrás es la prosa como agotada de King, que se esfuerza en escribir con gracia y con actitud y con viveza, pero que no deja de sucumbir a notorios bajones, como una escritura somnolienta, una escritura que dormita, como una onda que te ofrece altos con tanta frecuencia como bajos, de repente tienes páginas muy entretenidas, con una prosa enérgica y entusiasta, luego, con más frecuencia, tienes páginas escritas como por rutina, por cumplimiento, palabras  y oraciones formulistas.
En fin, no es un mal libro per sé. El cazador de sueños es un completo rara avis, una obra absolutamente aparte, desubicada, dislocada, de la obra de King: no tiene la fiereza ni el sufrimiento de su primera etapa, tampoco la pericia revisionista de su etapa intermedia. No es una novela ni una historia memorable, no es tampoco una obra menor de por sí y como es tan rara es difícil de olvidarla de buenas a primeras, sin embargo dudo que alguien te vaya a recomendar su lectura. Yo no la recomiendo, a menos que te guste mucho King, que estés en un afán completista como yo, o que te importe un pepino la opinión mía y quieras descubrir por tu cuenta si vale la pena o no, lo cual es válido por supuesto. Pero estoy seguro que, de todas formas, acabarán dándome la razón. A su riesgo queda; en lo que a mí respecta, siento que El cazador de sueños no me ha dejado nada valioso ni importante, y no es la sensación más agradable para un amante de las historias y de las narraciones.

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