Bibliometro #122. ¿Me van a creer que no había leído nada de Bukowski hasta este mismo momento que les escribo esta pregunta? Y no fue por falta de ganas, eso es seguro. Imposible no conocer a Bukowski, imposible no sentirse atraído por ese aura maldito y fatalista que lo rodeaba, o al menos esa impresión me daba a mí, un profano en su obra y en su persona, lo único que sabía es que era un borracho inveterado, una especie de vagabundo o errabundo que coleccionaba malos empleos y también un escritor agresivo de esos que pueden desagradar a muchos. Ya es momento de ir remediando mi ignorancia, no prometo si en orden ni a qué ritmo, todo depende de las disponibilidades de las bibliotecas públicas, pero al menos se dio la posibilidad de comenzar a adentrarnos en su obra con Cartero, su primera novela (aunque veo que había publicado un par de volúmenes de cuentos antes). Por el principio, ya vamos bien.
"LAS GRANDES PASIONES SON ENFERMEDADES INCURABLES"
-Goethe
viernes, 27 de junio de 2025
Cartero, de Charles Bukowski
Me re-contra encantó Cartero, me pareció un pedazo de novela, una literatura lírica y rabiosa, escrita abriéndose las tripas en canal, vertiéndolo todo, impúdicamente, groseramente, suicidamente, la novela como grito vital, como testimonio denuncia, como testamento: escribir con sangre sobre el dolor, sobre la rabia y, desde luego, sobre el placer.
Cartero nos cuenta los años que Henry Chinaski, alter ego del propio Bukowski, se lo pasa trabajando en el Correo de Estados Unidos, desde que no era más que un repartidor auxiliar sobreexplotado hasta bien pasada una década, ya reconvertido en una especie de oficinista-clasificador de cartas o paquetes, aún más sobreexplotado, y todo lo que pasa entre medio, período de cesantía incluido. Primero que todo vale la pena señalar y constatar que Bukowski, que escribe con pleno y cabal conocimiento de causa, no recurre a idealizar ni a romantizar ni a trivializar o banalizar ni a "tragicalizar" (perdonen, je, je) ninguno de los tormentosos, sórdidos, patéticos, alegres, acontecimientos que se suceden uno tras otro así como tampoco los sentimientos o las emociones suscitados de los mismos. Bukowski describe, expone, transmite y expresa, con todos sus tonos y atmósferas (la comedia negrísima e incorrectísima, una especie de mordaz crónica existencial, la aventura sucia y realista, el drama satírico), la realidad desnuda, descarnada: la de un puñado de seres oscuros y marginados, luminosos a su modo, luz viciada, luz opaca, la luz que va quedando luego de tantos filtros de "limpieza" o higiene social: una fauna de seres viciosos, tristes, acongojados, mal pagados, explotados, atrapados en empleos de baja cualificación, pobremente amados, apaleados, humillados, al borde del colapso mental, del abismo financiero, del pozo social, pero sobreviviendo, tirando para adelante, qué maldición acá, qué destino trágico, es la vida solamente la hija de puta, una vida repleta de cabrones hijos de puta, aprende a nadar entre ellos, a mantenerte a flote. Me ha gustado eso, esa prosa socarrona y cínica que es básicamente estar cabreado contigo mismo, con los demás y con el mundo, todo a la vez, porque así es la vida: resignación y resistencia, y en vez de lamentarse, mejor reírse porque así te vuelves loco menos rápido.
Y, claro, es también un desesperado, estupefacto, anonadado, retrato sobre un sistema podrido, corrupto, inhumano, dibujado con trazos gruesos pero aún así detallados y precisos en toda su amplia red de cloacas enmohecidas y cañerías oxidadas a lo largo de cuyo circuito te encontrarás con cadáveres vivientes, gente más muerta que viva, abandonada a su suerte por otros hombres de carne y hueso igual que tú, pero mejor posicionados, felices de aporrear y dar de latigazos a esos pobres perdedores, masticados y escupidos, que vienen del mismo lugar, del fondo del mazo de naipes. Es increíble, de verdad no puedes creer que tan pronto como te estás cagando de la risa con hilarantes anécdotas de su época de repartidor, de repente junto a Chinaski estamos viendo personajes literalmente morir en el trabajo mientras a nadie más le importa, todo perfectamente normal, Chinaski el único loco que se preocupa del bienestar de un colega (o de un amigo de las calles, de los barrios, que allá afuera igual se mueren sin que nadie se entere), y yo pensaba, ¿no es de locos no enloquecer mientras la trituradora de carne se regodea a gusto con tus huesos? ¡Lo más lúcido es enloquecer y gritar, preguntarle al aire, al viento, a quien-sea-que-camine-por-ahí, cómo es posible que todo siga igual y nadie diga nada! De verdad, es de locos, y el tramo final es demoledor en este sentido, porque para la fauna que apenas puede sobrevivir en los estratos más bajos de la sociedad, de la empleabilidad, qué les queda, no les queda nada, usan su tiempo, sus energías, su vitalidad, usan todo lo que tienen y luego adiós, aguanta o desespera, aguanta o tírate de una azotea, aguanta o déjate consumir por la oscuridad, el único descanso, cuando ya no quedan ni risas ni alegrías ni sueños o mínimas esperanzas.
No, viejo, tremenda novela, es todo un puñetazo en el estómago, un uppercut directo a la mandíbula, K.O. sin necesidad de contar hasta diez, novela rabiosa, suicida, un grito furioso contra los hipócritas, los traidores, los cerdos explotadores, en fin, demonios, vaya montaña rusa, vaya genialidad. Señor Bukowski, con usted me lanzo en la espiral descendente de su literatura, recorramos los pantanos, que ahí también hay flores y ese es el aroma que quiero conocer: la mezcla de lo bello y lo feo.
Tenemos solamente dos préstamos de este ejemplar, ambos del último par de meses, que está bastante bien cuidado, quizás hasta sea más o menos nuevecito, de paquete. Va bien, dos préstamos en tres meses. De seguro los otros ejemplares bibliometrenses también suman varias lecturas.
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