Bibliometro #112. Uno de los descubrimientos de Bibliometro que más agradezco es el de la escritora japonesa Yoko Ogawa, de quien primero leímos La policía de la memoria, una magnífica novela de ciencia ficción filosófica, muy poética también, que nos dejó absolutamente entusiasmados con su obra, que luego pudimos conocer algo más con El museo del silencio, una novela igual de sugerente, atmosférica, arriesgada a su modo al adentrarse en códigos de narrativas más tradicionales (como por ejemplo el policial/criminal) sin por ello perder su toque poético-costumbrista, onírico, pero que lamentablemente, en mi opinión, se despeña en un inverosímil tercio final (o clímax) en donde los focos abiertos de su intrigante y enigmático argumento se resuelven de manera abrupta, apresurada y casi irreflexiva, dejando una sensación contraria a toda la certera y compleja construcción narrativo-dramática previa. En Bibliometro sólo quedaba por leer La fórmula preferida del profesor, libro que cuenta con un sólo ejemplar en este servicio, y que siempre me resultaba esquivo: una persona se lo pedía prestado y se lo llevaba a la mierda del mundo, luego aparecía en una sucursal a la que, honestamente, no me iba a trasladar. Por suerte, de repente me fijé que estaba en un puesto que me quedaba cómodamente de paso, y así, por fin, leemos otra novela de Yoko Ogawa, la última de momento porque no sé si la B.N.P.D. o la BDS tienen libros de esta escritora tan única.
La fórmula preferida del profesor (cuyo título original, según el traductor de Google por supuesto, sería algo aproximado a "El primer paso es descubrirlo"... tan sólo dejo este dato aquí, no sé qué tan en serio tomarme dicha traducción) es una bella novela en la cual una joven madre soltera que trabaja como niñera para una agencia es asignada a un cliente muy particular, un cliente con algo de mala reputación porque las niñeras caen como moscas, no duran mucho en su servicio, de hecho nuestra protagonista es la décima que va a trabajar con este cliente, un viejo de sesenta años bastante descuidado y solitario, un genio de las matemáticas, que sin embargo vive con una singular y trágica, maldita condición: un accidente de tráfico le provocó, como consecuencia, que su memoria tan sólo dure ochenta minutos, al menos la memoria reciente, a corto plazo, pues la memoria que tenía hasta el terrible accidente sigue intacta: sus amistades, sus empleos, su genio matemático... Como un señor que vive en el pasado, inevitablemente en el pasado, clavado en ese 1975, siendo que la novela transcurre en los noventa. En un gesto al estilo "Memento", el profesor se deja recuerdos por el cuerpo para recordar asuntos recientes una vez superado el plazo de su memoria; claro que no se tatúa, tan sólo escribe notas de papel que, con pinches, se cuelga en su ropa, por lo que da la impresión de que el viejo profesor viste un particular plumaje de papel, un plumaje de recuerdos, nuestra memoria como la ropa que nos cobija, la memoria que es tan física y tangible como introspectiva y abstracta: está dentro de nosotros, pero también nos rodea como un nimbo contra las tinieblas del presente.
Y bueno, qué más se puede decir. La novela, con sus dramas y conflictos, es decir sus puntos dramáticos, es una sencilla historia de, no lo sé, inspiración, aprendizaje, amistad, superación, pero no en plan cursi, en lo absoluto, no tiene ese tufo de camuflada autoayuda de algunas otras novelas. La fórmula preferida... es un canto humanista, un canto al conocimiento y al entendimiento mutuo. La curiosidad que el profesor despierta en la protagonista por las matemáticas; las matemáticas como una nueva mirada para entender, para comprender, para observar el mundo que le rodea, para hallar cierta paz y armonía en los hechos; el profesor, que en la persona de la niñera, que conoce y a su modo reconoce cada día, también descubre una inesperada manera de vivir la vida, de echar a andar la existencia; y claro, el hijo de la niñera, que con su respetuoso desparpajo también parece ser una mezcla de ambas personalidades, como si en su pequeña figura cristalizaran los mejores rasgos tanto del profesor como de su esforzada madre. Además se habla harto de béisbol así que si hay algún lector que le guste dicho deporte, más va a disfrutar todavía (y yo, que no entiendo nada y tampoco me gusta realmente, me empapé del entusiasmo de los personajes, de la pasión por juegos memorables, jugadores legendarios y partidos/campañas infartantes). La novela está narrada con esa prosa pausada, observacional y conversacional, costumbrista y poética, tan característica de Yoko Ogawa, capaz de hacerte vivir entre metáforas y figuras retóricas, despertar y desayunar y caminar entre alegorías que son como el calor de la estufa o el aroma de las sopas, una poesía humilde pero inmensa por lo mismo. Su prosa no tiene un tono paternalista ni manipulador ni tendencioso o emocionalmente efectista; al contrario, destaca por una sencillez que resulta poderosa y profunda, que permite que las emociones individuales y las dinámicas o relaciones interpersonales entre los personajes principales hablen por sí solas, transmitiendo esa armonía frágil y aparente entre este singular trío pero no por ello menos genuino su lazo, menos rotundo, menos bella su íntima y modesta y privada normalidad, como una cápsula de bienestar dentro de un mundo de caos y desorden. Una novela de lazos, de la belleza de esos lazos humanos, y también, claro, una novela sobre asuntos más filosóficos: la memoria, la realidad y su naturaleza aparente, tangible, real, interpretable, etc., las ciencias exactas como arte, como cosmovisión filosófica, estilos de vida prácticos, pragmáticos, las fórmulas vitales, buscar el equilibrio personal y mutuo... Una novela de la claridad: personajes claros, prosa clara, conflictos/dramas claros..., aderezados con su agradable toque de excentricidad, de misterio, pero siendo, en el fondo y tal como dijimos casi recién, una historia sobre lazos y sobre seres humanos, sobre la vida misma en su cotidiano discurrir, con sus luces y sombras, con sus verdades y sus nudos, con sus campos abiertos y sus callejones sin salida, con sus velos y con sus pistas sus revelaciones...
Una novela maravillosa, realmente maravillosa. Se la van a leer de un tirón, encantados por la sinceridad y autenticidad y belleza de su propuesta. Imprescindible. Y si no la han leído, descubran a esta autora.
Este ejemplar en particular lleva poco tiempo en las redes bibliometrinas, menos de un año, unos nueve meses, por lo que se viene un parto lector, sea lo que eso sea. Como sea, mal que sea, en dicho período de gestación La fórmula preferida del profesor ha sido prestado en siete ocasiones, casi una vez por mes, para nada mal promedio, siendo este 2025 su momentáneo año de gloria. Esperemos que siga siendo leído, es un libro excelente, tal como hemos señalado. Podrían cambiar la tinta de las estampas, quizás así el no-tan-desprolijo orden en que han sido estampadas las fechas podría verse mejor, más armónico, incluso podríamos ignorar esa fecha estampada al revés...
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