"LAS GRANDES PASIONES SON ENFERMEDADES INCURABLES"
-Goethe

sábado, 21 de junio de 2025

Kim Ji-young, nacida en 1982, de Cho Nam-joo

 

Bibliometro #118. Hemos estado leyendo harta literatura japonesa de ayer y de hoy, autores clásicos y autores contemporáneos, hartas escritoras niponas también, hemos descubierto un montón de historias que, en su gran mayoría, nos han encantado tanto por la calidad de dichas obras como por la variedad de estilos, de miradas, de relatos. De literatura coreana poco y nada, de hecho nada, lo único que por acá hemos oído es de Han Kang, que es la más reciente ganadora del Nobel, y obviamente la intención de leerla está, pero, por ejemplo en Bibliometro, sus libros no están disponibles, tienen cuatro de ella, imagino que los cuatro están en manos de otros lectores sedientos de novedades. Como sea, por ahí apareció un artículo sobre literatura coreana, aprovechando el impulso de la popularidad cosechada tras el reconocimiento a Kang, y una de las novelas mencionadas es Kim Ji-young, nacida en 1982, de Cho Nam-joo. Yo solamente me metí al artículo para ver qué libros mencionan, no a leerlo, ustedes saben que no me interesan las opiniones vertidas en grandes medios, solamente leo blogueros/as como tú y como yo, gente común y corriente que escribe porque quiere, porque tiene el genuino impulso de compartir lo que esté descubriendo y disfrutando más allá de tendencias, "influencias" y similares. Así que anoté títulos y me puse a verificar, y bingo: Kim Ji-young, nacida en 1982, disponible, cómo resistirme a ese título tan sencillo y directo pero sugerente y prometedor, además de esa portada tan evocador, ese rostro más o menos realista pero distorsionado con ecos impresionistas.

Kim Ji-young, nacida en 1982, es la crónica vital de su protagonista, Kim Ji-young, nacida el año 1982 en una familia de clase media compuesta por una hermana mayor, un hermano menor, la madre, ama de casa bien vivaracha e inteligente, el padre, un funcionario público solvente y mediocre o conformista, y la abuela paterna, que ahí vive con ellos y nada más, vieja rancia y orgullosa. Con una breve introducción en la cual se nos cuenta que la protagonista, una mujer casada y que se dedica al cuidado de su hija luego de haber renunciado a su empleo, comienza a mostrar síntomas de algún tipo de desorden psicológico, luego damos el salto al año de su nacimiento, a partir del momento en que vamos siguiendo, paso a paso, su recorrido vital, quizás con la intención paralela de descubrir, de hallar, de encontrar, en qué momento pudo su mente haber comenzado a dar pequeños cortocircuitos que luego se transformarían en los incómodos exabruptos del inicio.

Con una prosa mayoritariamente distanciada, seria, descriptiva, equilibrando esa observación de contextos y situaciones con su justa medida de introspección o análisis psicológico, la presente novela es un relato esencialmente intimista, tanto individual como familiar (aunque a medida que va creciendo la narración se queda en exclusiva con nuestra Kim Ji-young), que desde dicha intimidad va construyendo un certero retrato de esa Corea del Sur machista, clasista y conservadora, retrógrada, rancia, el país en crisis económica, familias viviendo en "viviendas" de 30 mts2, una escala de valores tan jerarquizada e internalizada que hasta en las mismas familias, que se suponen deben ser refugios, se dan injustas y desequilibradas dinámicas de poder, la presión familiar para tomar carreras tradicionales, lo femenino visto como lo secundario, ya saben, cosas en las que no es necesario explicar mucho porque ya nos imaginamos, por desgracia, cómo es el asunto: Corea del Sur no es el único país con serios y graves problemas sociales, económicos y de género. La novela, de este modo, cumple de manera impecable lo que se propone, es decir, primordialmente, contarnos la vida de su protagonista, con sus altos y bajos, con sus momentos de felicidad y con sus dificultades, en distintas etapas (infancia, adolescencia, juventud/universidad, adultez joven/búsqueda de empleo y estabilidad, adultez propiamente tal y la supuesta consolidación de la posición propia dentro de la sociedad) que, cada cual, va reflejando ese retrato del país y cómo sus defectos, ya desde lo más temprano e incluso antes (antes de que nazcamos ya llegamos cargando nuestros castigos y estigmas para los que no se nos dan las herramientas con que liberarnos del todo), altera y modifica, en mayor o menor medida, de manera más notoria o más disimulada, la vida de sus habitantes. Si hay escenas lindas y simpáticas, también vendrán otras muy bien logradas en cuanto a lo incómodo, a lo perturbador, a lo indignante, a lo terrible que resultan ciertas verdades, conductas y situaciones que no son realmente ficción, sucedieron y siguen sucediendo, hablen con alguna amiga y pregúntenle, se sorprenderán de las cosas que pasan coladas y normalizadas. Por lo mismo, resulta particularmente extraño que, no pocas veces, la autora sea tan obvia, tan aleccionadora, considerando que el relato y la prosa misma bastan y sobran para transmitir su mensaje sin la necesidad de que la voz narradora de repente nos diga "tal cosa es correcta, tal cosa es incorrecta e injusta y criticable y deplorable", sumado al hecho de que también se incluyen continuamente estadísticas que, claro, refrendan e ilustran las experiencias personales de la protagonista como situaciones no aisladas sino que como problemáticas a gran escala que requieren cambios administrativos así como culturales, pero oigan, ¿es necesario ponerse en modo periodístico? Insisto, la crónica vital de la protagonista no resultaría menos elocuente ni legible si no incluyeran esos datos estadísticos, y los mismos no hacen que, en términos dramáticos, el relato sea más potente: el relato es potente por cómo esté escrito, por cómo esté narrado, y a grandes rasgos Kim Ji-young es una novela bien escrita y bien narrada, que por alguna razón se deja llevar por condescendientes impulsos aleccionadores y pedagógicos que minan la calidad de su propuesta.

Sigue siendo una buena novela en todo caso, recomendable y todo, pero no pierdan los estribos, tan sólo acá en Chilito, en los años sesenta (¡hace sesenta años!), escritoras como Mercedes Valdivieso o Elisa Serrana, con sus novelas La brecha y Chilena, casada, sin profesión, respectivamente (y por mencionar títulos más similares a Kim Ji-young..., porque por ahí también están María Elena Gertner, Elena Aldunate, Matilde Ladrón de Guevara, Teresa Hamel, María Carolina Geel), ya estaban publicando novelas protagonizadas por mujeres cuyas crónicas vitales, cuyas perspectivas, son la base para elaborar un certero y crítico retrato del país en que nacen, crecen, viven, se desarrollan, envejecen y mueren, escribiendo con estilo y, miren ustedes, sin ese tonito aleccionador, pedagógico de "yo sé más porque soy la autora de la novela". Como dije, Kim Ji-young, nacida en 1982 es una buena novela, sí, pero si has leído más, si tu bagaje es mayor, sabrás apreciar una buena novela con mayores y mejores perspectivas, sabrás colocarla en su justo lugar sin caer en superlativos y desmedidos elogios, sin ponerse a babear. A menos, claro, que la novela te toque la fibra, en esos casos es válido, tus novelas favoritas de la vida no tienen porqué ser "objetivamente" las mejores o las más sólidas o las más memorables. Como sea, les recomiendo este libro, demuestra que la escritora tiene herramientas, sólo que, al parecer, de repente se le sale su lado más sentimental, más débilmente humano, el que alecciona y "enseña", y se sobrepone a su lado novelista, el que escribe, el que narra, el que expresa mediante herramientas literarias.

Definitivamente la literatura coreana tiene un boom de lecturas. En poco más de un año, Kim Ji-young, nacida en 1982 acumula siete préstamos, que no es poco, eh. Eso sí, ¿no podría tener la ficha algo de esa pulcritud coreana? Tan sólo miren la fecha escrita con lápiz pasta, la fecha estampada dos veces... ¿por qué?, por qué, ¡por qué!

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