"LAS GRANDES PASIONES SON ENFERMEDADES INCURABLES"
-Goethe

jueves, 3 de julio de 2025

La subasta del lote 49, de Thomas Pynchon

 

Biblioteca de Santiago nº 32. Thomas Pynchon, el ínclito, el escritor que lleva publicando libros desde principios de los sesenta (¡piensen en ello detenidamente!: ¡sesenta años!), el escritor que publicó su primera novela con 25 años aproximadamente y que está pronto a publicar nueva novela a sus casi noventa años de edad, ese escritor precisamente siempre ha sido un escritor que me ha interesado y atraído, aunque tan sólo he leído Vicio propio (que me gustó mucho cuando la leí, hace más de diez años ya, motivado por la adaptación cinematográfica de Paul Thomas Anderson) y algunos de los cuentos de Lento aprendizaje porque, por la misma época, no sé el porqué, se me anduvieron resistiendo. La BDS tiene libros de Pynchon, me fijé, y me saqué La subasta del lote 49 porque, ja, estaba mal informado: como es la novela más corta de este autor tan críptico (no alcanza las 200 páginas, en concreto, son unas 185), pensé que también sería la primera, ya saben, Pynchon comenzando con calma. Resulta que La subasta... es su segunda novela (la primera es V.) y, aunque ésta fuera su debut literario/editorial, demonios, no es que haya empezado con calma precisamente. Y por eso nos gusta, oh sí.

De inmediato les digo que si quieren quedar con el cerebro molido y licuado, macerado en sus propios fluidos durante varios días y noches, entonces péguense un programa doble de La subasta del lote 49 y El péndulo de Foucault, de Umberto Eco... Y ojo, que esto no es gratuito en lo absoluto, y si ya conocen la sesuda, críptica y sinuosa novela del italiano, comprenderán entonces por dónde van los tiros con la de Pynchon.

La subasta del lote 49 nos cuenta la historia de Edipa Maas, una mujer promedio de clase media más o menos privilegiada y desahogada, dueña de casa en una tranquila y artificial urbanización californiana, que recibe una noticia doblemente impactante: ha muerto un antiguo amante suyo, que era nada más y nada menos que un prominente y extravagante magnate inmobiliario (aunque invertía en toda clase de oportunidades comerciales: un magnate renacentista, vamos) y genio especulador de suelos y terrenos, y en el testamento éste ha dejado por escrito que quiere que Edipa sea la albacea y administradora de su fortuna. Aunque no le parece algo muy razonable ni verosímil que se le encargue semejante tarea, habida cuenta de sus nulos conocimientos en materia de derecho testamentario o administración financiera y patrimonial, acepta el encargo como una más de las excentricidades de su lejano amante. Y mientras desempeña sus funciones, trasladada a la ciudad en donde estaba radicado el fallecido, las cosas se ponen definitivamente extrañas de un modo demencial, surrealista y desquiciado, y la protagonista no sabe si se está volviendo loca o qué, porque al parecer descubre una gran conspiración que trasciende épocas, siglos, países, sociedades, continentes..., una conspiración que podría remontarse a los tiempos del Imperio Romano (¡!), pero entonces ¿cómo todo encaja con todo, con ella, con el amante muerto, con nada? La segunda novela de Pynchon es una novela tan fascinante como agotadora a su estimulante modo: es un salto al vacío, al abismo de la paranoia y de la información, de las dudosas y sospechosas asociaciones, de la desconfianza... Es adentrarse en la psiquis progresivamente deteriorada de su agobiada protagonista, pero es también adentrarse de lleno en las brumas y sombras de una era, de un lugar, de una atmósfera (que es vaga y precisa a la vez: la California de los años sesenta, en los albores de los hippies, de las fechorías de la Familia de Manson, y de la psicodelia desenfrenada y libre, en donde los miedos eran más etéreos y menos "sociales", menos personales por así decirlo: se sospechaba del aire, no del prójimo), en los difusos contornos de una sociedad artificial y artificiosa en donde todo, incluso lo real, es invención y proyección. Imagino que Pynchon debe conocer en detalle todo al respecto, en cierta forma nunca ha dejado de escribir sobre ello: sobre la paranoia sobre todo, sobre la mutación de esa paranoia en distintas máscaras y disfraces amorfos, pero no deja de ser un adelantado a su tiempo me parece, afirmación valiente por mi parte dada mi falta de cabal información literaria, pero pondría las manos al fuego que Pynchon es uno de los pioneros en este tipo de relatos en donde la trama, cuidadamente enrevesada y diabólica, es en realidad un laberinto carente de importancia, una especie de espejo deformante de una realidad igual de compleja y bestial, igual de absurda, vaciada, sedienta y hambrienta de "emociones" en tanto estímulos.

En términos concretos, la historia es genial. Primero, porque narra con fluidez y bastante claridad (sí, sabiendo que es una novela de Pynchon) tanto los endemoniados recovecos de esta presunta conspiración milenaria como los múltiples personajes, acontecimientos y tramas en los que la protagonista comienza a desplazarse confusamente, es decir nosotros no nos perdemos, podemos atestiguar sin problemas la descendente espiral por la que va cayendo nuestra Edipa Maas. A la vez, aunque parezca contradictorio o paradójico, la prosa es Pynchon es también seductoramente compleja, críptica, sinuosa, abrumadora, pesadillesca por momentos, como una de esas pesadillas perfectamente discernibles en todos sus aspectos pero de igual forma sobrecogedoras, precisamente por esa suerte de hiperrealismo demencial. A fin de cuentas, de eso se trata la novela: el progresivo desmoronamiento de la percepción de la realidad a manos de las dudas, de la paranoia, de los miedos que todo lo desestabilizan, que nada concreto dejan en pie, sólo el polvo flotante que queda tras el derrumbe. Se los digo, es estimulante y fascinante, pero en lectores poco preparados puede ser una experiencia exigente. Y tampoco es que por acá lo hayamos tenido muy fácil según qué tramos...

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