"LAS GRANDES PASIONES SON ENFERMEDADES INCURABLES"
-Goethe

sábado, 26 de abril de 2025

Irène, de Pierre Lemaitre

 

Biblioteca Nacional S16E03. Debo admitir que no me sonaba Pierre Lemaitre, escritor francés bastante reputado en su país (me puse a googlear sobre él y hasta ha ganado el Goncourt, que es el premio literario de novela más importante en tierras galas), pero, escaneando los estantes de la B.N.P.D. me topé con esta novela suya, Irène, cuyo escueto título me pareció muy sugerente, además de la portada, que tiene algo bastante tétrico, oscuro (y no me refiero precisamente a la paleta de colores utilizadas), no sé por qué pero pensé en "Kill List", la película de Ben Wheatley, cuando apareció este libro en mi campo visual. Así que me lo traje y, por lo demás, otra temporada de la B.N.P.D. ha llegado a su fin. Prácticamente un año ya desde que comenzamos, 48 libros en doce meses, cuatro por mes en promedio, no está mal considerando que también vamos leyendo libros de otras benditas bibliotecas públicas.


Me ha gustado Irène, me ha parecido una novela sumamente juguetona y siniestra, una propuesta diabólica, amén de su retorcida y endemoniada trama, una novela policial, pero no cualquier novela policial, aunque también debo decir que cae un poco en su propia trampa y sus conscientes mecanismos narrativos, pero ya nos explayaremos mejor sin entrar en muchos detalles, porque Irène debe ser leída en la más absoluta sorpresa.
Primero señalemos que la novela se divide en dos partes bien diferenciadas entre sí, aunque ambas cuenten la misma historia sin interrupciones en su continuidad argumental. Segundo, el protagonista es Camille Verhoeven, comisario de policía que mide un metro y medio, policía metódico y adusto, casado con Irène y al que le cae encima un brutal caso de asesinato doble en el cual dos jóvenes son encontradas despedazadas y maltratadas de maneras inimaginables (de maneras que sólo un escritor demente podría imaginar, claro), una escena del crimen tan escandalosamente monstruosa y sin embargo pulcra, policialmente hablando, sin evidencias aparentes salvo el impune descaro de su brutalidad. Como es de esperar, este caso se expande hacia terrenos insospechados a medida que Camille Verhoeven intenta dar con el o los culpables con lo poco que tiene de partida.
Entonces. Irène parte evocando una narrativa mezcla de realismo y hard-boiled policial, verismo crudo, con una prosa seca y behaviorista, sin aspavientos ni florituras estéticas situándonos de inmediato en las entrañas de una comisaría policial con sus rutinas y procedimientos carentes de glamour y sí rebosantes de burocracia, burocracia que, por cierto, no le quita lo áspero y descarnado a la labor de la lucha contra el crimen, los vicios y la indomable oscuridad humana. Luego adquiere un tono bastante, cómo decirlo, calculado, previsible, en el sentido que toca todas las teclas que uno esperaría de una narración policial típica y tópica, describiendo por dentro y por fuera a multitud de personajes con sus respectivas y comprimidas biografías, capsulas informativas y explicativas escritas de manera solvente pero algo mecánica y ¿realmente necesarias?, ¿realmente cruciales para sostener la atmósfera recargada de cinismo y acostumbrada crueldad, el tono de afilada dureza e hiriente descreimiento? Recordemos que comenzaba de un modo más "observacional", más de registro cuasi documental, para dar el salto hacia una omnisciencia inusitada que no es nada terrible ni tampoco le resta interés al escenario y los personajes (este derroche de información no llega, afortunadamente, acompañado con efectismos o truculencias narrativas o emocionales), pero que adquiere una forma más común y convencional en su escritura. De todas formas, cuando se descubre el horrendo crimen descrito arriba, Irène toma su forma definitiva que es el del fascinante y espectacular juego del gato y el ratón, ya sin tanto realismo ni behaviorismo ni tampoco exploraciones biográficas o explicaciones protocolares policiales, solamente la admiración ante un caso de asesinato cuyo atrevimiento formal y sustento intelectual engulle por completo cualquier otro elemento, como si el doble asesinato fuera una musa o una diosa y los personajes, encabezados por un Camille Verhoeven transmutado en "personaje", sus peones; como si la gris y opaca realidad de una comisaría parisina, con toda su flora y fauna, se iluminara de un aura fabulador gracias a la osadía del o los asesinos y, sobre todo, a la luz infame de su estrella sangrienta. Es un efecto bien curioso, que tiene sus pros y contras. Pros, que el caso es condenadamente interesante y, tal como lo señalé más arriba, es un juego diabólicamente engarzado en donde nada queda al azar a pesar de que nuestro pobre Camille Verhoeven deba dar manotazos de ahogado para poder rasgar una pista, por más remota que esta sea. Un caso imaginativo, sórdido y avasallador, aunque también tenebroso y aterrador porque pareciera ser que estamos ante uno de esos casos en donde los malos ganan a pesar de la pericia y determinación del protagonista, por lo que quizás podamos albergar esperanzas, eso sugiere el tono de la novela. Otro pro es el ritmo; si el caso es interesante, el ritmo y flujo de acontecimientos y descubrimientos, cada cual más sorprendente y grotesco que el anterior, hace que la lectura se te pase volando, enganchado en esta trama que no da respiro ni cuartel. Por contra, podemos reiterar un poco en lo convencional de algunas páginas, tanto en narración como en prosa; que así como la novela no para de asombrarte y sorprenderte, de repente tiene baches de tópicos, escenas previsibles, en fin, todo lo cual resulta extrañamente calculado y autoconsciente, plenamente sabedor de que está siguiendo pautas.
En su tramo final, en su segunda parte, todo toma sentido, todo encaja en su lugar, aunque también podemos decir que todo se disloca y desfigura, pues el retorcido giro es en realidad dos giros, uno de los cuales transforma por completo la visión de todo lo narrado hasta ese momento, haciéndote cuestionar todo lo que sabías y presuponías sin ofrecerte respuestas ni alivio ni, de nuevo, descanso ni cuartel, porque esa segunda parte es un devastador e infernal descenso a la oscuridad y desamparo más absoluto, una frenética, desesperada y fatalista espiral de maldad sin concesiones, sinrazón pura y dura. En esta intensa segunda parte, sobra decirlo, el estilo y la prosa de Lemaitre se afirma y reafirma, adquiere pulso firme e implacable, desalmado incluso, y claro, tiene sentido la diferencia de tono entre dicha parte y la primera, habida cuenta de la revelación, que por mi parte no revelaré (naturalmente).
Sólo puedo decir que te hace apreciar aún más la primera parte, incluso con los notorios reparos que cualquier lector medianamente observador y curtido puede apreciar, y que te hace valorar el riesgo de este autor al asumir y abrazar o reconocer el fangoso terreno que tenía que sobrellevar por momentos para justificar el mecanismo narrativo elegido, esa arma de doble filo que así como puede rasgar la percepción del lector con prestancia también puede pasar a cortarse heridas en las manos debido a las torpezas inherentes del dispositivo. Cuando lean este libro me entenderán mejor, en cualquier caso estas palabras mías confirman que les recomiendo este libro y que de seguro les gustará porque tiene dos o tres cosas importantes: el misterio te engancha y se plantea y desarrolla y concluye con precisión y manejo del drama y el suspenso; es una novela tan inteligente como animosa y entusiasta en su labor narrativa, en su recursivo juego de espejos y puzles demoniacos; además de ser impactante y ofrecer escenas que te dejan un pozo de desaliento luego de la lectura, en plan "mierda, de verdad pasó eso, de verdad llegó hasta ese punto, de verdad no se cortó para nada al momento de cruzar ese límite".
A mí me ha gustado, me ha parecido una novela muy creativa y, como la extraña variedad de tonos y formatos de su primera parte queda justificada, también valiente a su modo. Me ha convencido. Irène, demonios, una perfecta creación novelística.


Ah, la vieja y querida tradición republicana de todo préstamo a domicilio. Irène ha sido prestada y presuntamente leída en quince ocasiones, siendo la primera en abril del 2017, es decir prácticamente ocho años exactos, casi dos veces por año, aunque un análisis súper mega híper exhaustivo nos demuestra que la mayoría de lecturas de esta novela, concretamente doce de ellas, se produjeron en la década pasada, siendo el 2017 su año de gloria. Luego del único préstamo del 2019, la típica siesta lectora de estos nuevos locos años veinte hasta el 2023, cuando dos lectores, en los meses de invierno, rescatan a Irène de su letargo, luego lo mismo, nada, hasta que he aparecido yo, el héroe que nadie pedía y que nadie necesitaba, pero que de todas formas existe porque inútiles sobran en este planeta, ¿o no?

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