Biblioteca de Santiago nº26. Partamos diciendo que no sé por qué demonios le ponen estos títulos tan obviamente, tan descaradamente romanticones a los libros de Hiromi Kawakami, una escritora cuya obra está lejos de ser una simple colección de novelas rosas y sentimentales, pero que al menos en estas publicaciones, tanto en títulos como en portadas, te hacen evocar poco menos que cursis y azucarados romances para adolescentes. Según el traductor de Google y algunas otras fuentes algo más fiables, el título original de esta novela podría ser algo cercano a La tienda de trastos viejos del señor Nakano, que es un título mucho más respetuoso con la maldita novela que tenemos entre manos, que no trata, se los adelanto, sobre los amoríos del tal señor Nakano. Como sea, gracias a Bibliometro hemos leído y comentado tres novelas de Kawakami, y como en la BDS encontramos otros títulos más, por supuesto que nos lanzamos de cabeza, porque esta autora me interesa mucho: es mucho más de lo que parece, es mucho más compleja, profunda y única de lo que sugiere el tratamiento simplón que le dan las editoriales en español.
Leí El señor Nakano y las mujeres luego de haber leído N.P. de Banana Yoshimoto, lo cual no sólo supuso un soplo de aire fresco y de alivio lector (como siempre quedo, tras una lectura insatisfecha, con cierto grado de culpabilidad, comprobar luego con libros mejores que mis reproches y descontentos para con los libros malos no son meros caprichos ni tampoco se deben a factores personales externos me provoca una agradable sensación vindicatoria: que tengo razón, maldita sea), sino que me hizo apreciar aún más la sólida, rotunda y coherente propuesta literaria, narrativa, dramática, de Hiromi Kawakami, que no necesita de truquitos efectistas o de falsas atmósferas de misterio para contarte historias genuinamente interesantes y personajes auténticamente atractivos, para escribir, a fin de cuentas, una buena novela que se lee con fluidez, amén de la prosa cristalina y sencilla, pero de mirada honda y trazos precisos, detallados, y que se aprecia con la profunda placidez con que uno se quedaría observando una pintura de grandes dimensiones cuyo estilo quizás no se acerque a un puntilloso hiperrealismo como a cierto toque naif capaz de captar y expresar en/a-través-de sus formas más sencillas la esencia y la naturaleza, compleja y de múltiples capas, de sus objetos, retratos, paisajes, todo enmarcado dentro de esta narración al estilo slice-of-life que se desarrolla en la Prendería Nakano, una tienda en donde se venden objetos usados, tienda regentada por el mentado señor Nakano, todo un personaje bien particular y llamativo, en la cual trabajan Takeo, un taciturno joven, y Hitomi, la cajera, una bonachona muchacha que es la que nos cuenta cómo transcurre el tiempo, los días y los meses, entre el ajetreo laboral, las relaciones profesionales, las anécdotas de un día y de otro, las vidas de cada empleado que vamos conociendo a medida que pasan las páginas, sus peculiaridades, sus personalidades, en fin ya se imaginan...
Por eso destaco con tanta fuerza la calidad en la prosa, en la mirada, en la narrativa de Kawakami (que destaca por sí sola, no necesariamente en comparación con Banana Yoshimoto), porque en esencia también en esta novela nos cuenta los altos y bajos personales y emocionales de un puñado de personajes a lo largo de cierto marco temporal (que por suerte no es otro "nostálgico verano"), con sus sueños, sus penas, sus frustraciones, sus alegrías, sus secretos, sus lágrimas, lo que dicen y lo que callan, lo que esconden y lo que exteriorizan, pero todo es real, de carne y hueso, son problemas y sucesos y tramas que nacen de lo concreto, de lo cotidiano, de sus rutinas, todos sus líos emocionales y mentales remiten a sus vidas, a lo que viven, y no son burdas invenciones ociosas ni exagerados remolinos dentro de un vaso de agua. Si están tristes y andan con pena no es porque se sientan malditos o algo así, es porque tuvieron un mal día en el trabajo, o sufrieron un desengaño amoroso, o chocaron con una contrariedad inesperada, etc., y si se sienten felices e inspirados o rebosantes de energía no es porque sean parte de una profecía o les haya hablado un oráculo o una epifanía se les apareciera en sueños, es porque tuvieron un buen día, o compartieron lindos momentos con alguien especial, o una buena noticia trae consigo promesas futuras... Hay una evolución y desarrollo de personajes, uno termina implicado con sus vidas, familiarizado, convirtiéndose en el miembro invisible y mudo de la familia, pero que está ahí, con ellas y ellos, desde que se abre la tienda hasta que cierran y se quedan a comer todos juntos, o quizás vayan a tomar algo por ahí, o se visiten en sus casas o departamentos, o cada uno se vaya a su hogar a pasar el tiempo a solas, rumiando su existencia, contando ovejas, pensando y reflexionando e intentando no pensar ni reflexionar, sino yacer en un espacio blanco.
El señor Nakano y las mujeres es un agridulce, pero potente y honesto, y bello y sencillo, slice-of-life que te llega hasta adentro, que lo sientes en las entrañas, porque está escrito con una rabiosa modestia, o una modesta fiereza, y que entretiene tanto como desalienta a veces, como la vida misma tiene de todo, (sus intrigas, sus silencios incómodos, sus discusiones monosilábicas, sus sorpresas interesantes, sus hechos de sangre, sus verdades que duelen), pues la vida no es un sueño, la vida no se detiene, es decir todo lo bueno, todo lo lindo, todo lo agradable pasa, avanza, nada es para siempre, no se puede trabajar en una tienda de objetos usados toda la vida por ejemplo... En ese sentido, esperen a llegar al último capítulo, todo un mazazo, y quizás no por las razones que se imaginen. Como sea, gran libro, bellísimo libro, una oda a las vidas sencillas, a la literatura sencilla y de calidad, a la literatura cristalina y de la claridad, de palabras y emociones inteligibles, que precisamente debido a la transparencia de su estilo resulta ser mucho más poderosa que cualquier vano y enredado artilugio onanista. Yo feliz me compraría este libro para guardarlo en un lugar especial de mi biblioteca personal, y para releerlo cada vez que se me ocurra.
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