"LAS GRANDES PASIONES SON ENFERMEDADES INCURABLES"
-Goethe

domingo, 4 de mayo de 2025

Bailarinas, de Yasunari Kawabata

 

Bibliometro #100. Debo decir que, luego de País de nieve, quedé un poco con la espina clavada. Kawabata es un premio Nobel y acá no nos gustó mucho que digamos esa novela. Y claro, supongo que no pasa nada si no te gusta algo de un Nobel, nadie está obligado a obedecer criterios, por más prestigiosos que estos sean (tampoco es que esté menospreciando la importancia de dicho galardón). A veces pasa que no congeniamos con ciertas obras, qué le vamos a hacer, y no negaré que no congeniar con autores/obras tan alabados genera algo de culpabilidad, incluso inseguridad. Pero a la larga uno debe aceptarse, no es que uno vaya no congeniando a propósito, si por mí fuera congeniaría con todo lo que se lee, mientras más congeniemos y disfrutemos mejor, ¿no? Por eso, apenas se pudo, me traje otra novela de Kawabata a casa, Bailarinas, con esa horrenda portada que no atrae mucho la verdad, en realidad no atrae nada, ¿no tenían una imagen más nipona por así decirlo?, más parece la foto para ilustrar un taller de danza o algo así. En fin, hablemos de lo que nos convoca.

En esta ocasión Kawabata me ha dejado mejores sensaciones, pero sigo con sensaciones encontradas. Me ha gustado el lirismo de su prosa; su uso sencillo, calmo, modesto de las palabras para transmitir una sensación, una impresión, una imagen: la belleza o la melancolía de lo efímero y cotidiano así como de lo permanente, lo imperecedero e inasible. Me he sentido más conectado con los personajes, al menos en comparación con País de nieve, una familia común y corriente, padre, madre, hija mayor e hijo menor (aunque ambos ya bien grandes, mayores de edad al menos) que, aunque vivan bajo el mismo techo y mantengan una relación bastante cordial, en realidad es una familia desgastada y al borde del colapso, emocionalmente dislocada y distante, separada y trizada por dentro como un pilar de madera que se ha visto sometido a demasiado peso. Kawabata, de manera delicada aunque frontal, lo que provoca un efecto bastante fuerte (porque, despojado de efectismos y truculencias, la desolación de esta familia, más aún con ese lenguaje poético, en su desnudez luce mucho más terrible), nos sumerge en los pormenores que afectan a esta familia en conjunto y a cada miembro por separado: la arrogancia moral e intelectual del padre, menospreciando la práctica de baile de su esposa e hija, que en realidad es un aprovechado que no aporta nada al sustento material del hogar; la sumisión y culpabilidad de la madre, que desprecia a su marido y ama a su amante, aunque no pueda contentar a ninguno a cabalidad y eso la haga cuestionarse también como madre; la hija, bailarina como su madre, que calla todo lo que observa y que vuelca en el baile todos sus cercos emocionales; y el hijo, cercano al padre aunque progresivamente desencantado y decepcionado con él a medida que descubre el lado canalla, hipócrita y embaucador de su progenitor. También Kawabata perfila y transmite con solvencia, con suficiencia, la psicología, la personalidad, el mundo interior de estos personajes, individuos enredados en caprichos ajenos, en responsabilidades impuestas, sugiriendo una velada crítica social con la cual, por lo velada, no se compromete de lleno.

Todo lo anterior, sumado a la naturalidad y dinamismo de los diálogos, por ejemplo, o a la fluidez y familiaridad con que introduce personajes y conflictos o problemas, hace que la lectura de Bailarinas sea plenamente recomendable, sin embargo, qué puedo decir, pienso que hay algo tan modesto y anecdótico en esta novela (compuesta de ocho capítulos que siguen tramas continuadas a lo largo del conjunto aunque en cada uno el motor narrativo sea un conflicto auto-contenido que revela algo más de cada personaje), algo tan ligero y tan leve, tan ingrávido, tan carente de complejidad, de verdadera profundidad, de intensidad, que no parece una novela que perdure o remueva mucho, que tenga mucho peso o significación, que se distinga claramente de otras historias de familias disfuncionales (por mencionar tan sólo un aspecto). Es raro, lo admito, pero aunque me ha gustado su lectura y aunque me he sentido implicado con los personajes, en especial con la madre y la hija intentando ser felices con el baile mientras el padre lo único que hace es sembrar esas semillas de discordia y desprecio, su lectura, ulteriormente, no me ha dejado mucho, por no decir nada. Una cosa es que me haya agradado, pero de ahí a sentir que estoy ante una gran obra, dueña de una visión contundente, hay una gran diferencia. Por ejemplo, en comparación con Tanizaki o Soseki, el retrato de la soledad, la alienación y la complejidad psicológica de sus personajes palidece; los autores mencionados expresan mejor los conflictos internos de sus personajes, con más pulso dramático, son más certeros sin por ello perder el inherentemente japonés toque poético (la idea de armonía interna y externa contrastada con, por ejemplo, la falta de empleo o la precariedad mental), mientras que por momentos la descripción psicológica de Kawabata, en comparación insisto, llega a ser muy etérea y abstracta, haciendo que emociones concretas se esfumen en estados ilegibles surgidos de la nada en lugar de problemas concretos y prácticos. Por ende, los diálogos son lo que más me ha quedado: el estilo, la composición, el revelador lirismo y la sutil complejidad emocional/psicológica de esas conversaciones, mejor logradas que la explicativa prosa en sí. Sin los diálogos de Kawabata, sus novelas pierden mucho (incluso en País de nieve, novela que se me hizo más soportable precisamente porque los diálogos le aportaban algo más de, no lo sé, vivacidad y credibilidad, a una trama estancada y apalancada). Si leen esta novela, quedarán encantados con las escenas entre la madre y su amante o entre la madre y la hija, la manera en que se hablan, en que transmiten sus ideas y sentimientos, pienso que en esas palabras hay más poderío literario que en los párrafos descriptivos propiamente tales (y eso que hemos alabado la prosa del autor en esta ocasión), aunque en este caso tengamos una historia más interesante y sustanciosa, y por lo tanto la construcción de espacios y paisajes y lugares, atmósferas, ambientes, posea un flujo y materialidad más natural.

Bueno, en fin, para ir terminando... Todavía no sé qué pensar o cómo sentirme realmente. ¿Me ha gustado esta novela? Supongo que es la palabra que más se acerca a mis sensaciones. ¿Me ha parecido una gran novela, magnífica, grandiosa, genial? No, en verdad no, para nada. Me siento algo pasmado ante lo poco que me deja a pesar de sus innegables méritos que hemos halagado. Quizás sea su narración anticlimática también, aunque yo no soy de esos que se molesten o mosqueen porque "no te resuelvan claramente las tramas" o porque "no esté pasando nada", de hecho esa es la gracia, su presunto estudio de personajes. Entonces ¿cuál demonios es mi problema? Quizás ninguno, quizás lo vayamos descubriendo a medida que pillemos más libros de Kawabata y todos sean así. Tendremos que averiguarlo.


No se puede decir que Bailarinas no sea un libro movido. Desde diciembre del 2021 hasta nuestras fechas, es decir tres años y cuatro meses después, es decir cuarenta meses en total, esta novela de Kawabata ha sido pedida en 21 ocasiones, destacando que ha tenido un notorio y prometedor repunte en lo que va del 2025, con cinco pedidos (uno por mes), un completo vacío lector el 2022, el 2023 siendo su año de gloria (nueve préstamos), y una desprolijidad lamentable, basta ver que hay fechas repetidas hasta tres veces, espacios mal utilizados, en resumen una ficha bibliográfica que es el vivo infierno de un maniático del orden, como yo dirán ustedes, pero es que entonces no han visto mi habitación, el orden está en mi cabeza.

No hay comentarios. :