"LAS GRANDES PASIONES SON ENFERMEDADES INCURABLES"
-Goethe

jueves, 8 de mayo de 2025

David Golder, de Irène Némirovsky

 

Biblioteca de Santiago nº24. Pensé que David Golder era una de las novelas de Irène Némirovsky que no iba a poder leer, básicamente porque no está ni en Bibliometro ni en la B.N.P.D., por suerte estas bibliotecas públicas se ayudan mutuamente y donde falta una, ahí está la otra para proveer, así que, en efecto, mirando y mirando en los amplios salones de la BDS, ahí estaba, está, ahora en mis manos, David Golder, la primera novela publicada como libro, no por partes en revistas literarias, de esta autora esencial e imprescindible. Ayer comentábamos El malentendido, un pequeño tropiezo en su obra, pero hoy se levanta, se alza, se impone, con todo su poderío literario.

David Golder podría perfectamente ser una película del gran y genial Rainer Werner Fassbinder, lo veo clarísimo, tiene todas las claves y temas y obsesiones y preocupaciones y críticas que caracterizan a la obra del genio alemán, aparte de su ánimo combativo, feroz e incendiario, insobornable, artísticamente subversivo, esa intensidad tan palpable en cada fotograma, en cada palabra. Estoy seguro, podría poner las manos al fuego, que, de haber conocido la obra de Némirovsky, Fassbinder se habría lanzado a adaptar alguna de sus novelas, incluso más de una, sin embargo, a pesar del amplio bagaje cultural, cinematográfico y literario/filosófico de Fassbinder (¿saben cómo veía películas cuando no se la pasaba en los cines? Iba a las universidades, agarraba las copias de películas no exhibidas y las veía en las moviolas de sus filmotecas o escuelas, casi como si fuera una computadora personal... A eso le llamo dedicación, Fassbinder era un lobo hambriento de arte), naturalmente sus tiempos no eran como los de hoy, en donde el acceso es mucho más fácil para quien se proponga de verdad enriquecerse con arte y cultura. Lo digo porque en su filmografía el hombre adaptó a varios clásicos y contemporáneos, pero alemanes en su mayoría, algunos estadounidenses y sólo un francés, Genet, que en la época era mucho más conocido que Némirovsky, que luego de su terrible final también pasó un poco al olvido, ella y su obra. Si conocen la obra de la escritora y del director de cine, hagan este ejercicio: imaginen David Golder (o El baile, o El caso Kurílov) como un film de Fassbinder, lindo sueño, fascinante visión imaginaria. En tiempos actuales, siguiendo este ejercicio, podríamos decir que David Golder también podría ser una película de los hermanos Safdie (bueno, ahora que están separados, pienso que la obra de Némirovsky podría ser mejor dirigida por Josh, que para mí es el loco, el gonzo, el fassbinderiano del separado tándem), que de seguro se centrarían un poco más en la conducta/psicología judía de su protagonista y, desde luego, en el frenetismo de la vida que adopta, basta mirar "Uncut Gems" y hacerse una idea, darle rienda al ejercicio mental.

Ahora bien, sobre la novela en sí, se ha notado, ¿no?: David Golder me ha encantado, me ha parecido una novela genial, apabullante, desoladora y devastadora a su modo, una novela 100% Némirovsky, una novela tan humanamente rabiosa, crítica y valiente que es imposible no dejarse llevar ni atrapar por lo descarnado de su retrato social, de clase, por la construcción psicológica y moral de sus personajes. David Golder es un viejo comerciante judío que comienza a cuestionarse los valores que han conducido su existencia, su vida, una vida consagrada al dinero, a la acumulación de riqueza y objetos materiales, al juego de máscaras y apariencias, al malabarismo de capitales y riquezas, pero que a sus sesenta años, momento en que comienza a sentir el peso de la muerte, una inminente sensación de mortalidad, se le hace poco, fútil, vacío, sobre todo cuando se observa a sí mismo y lo que tiene: una esposa que lo desprecia, una hija que sólo le hace mimos cuando quiere dinero, amistades que en realidad lo consideran un cerdo advenedizo, un impostor un intruso, y competidores que se reirían en su funeral y bailarían sobre su tumba. ¿Dinero, propiedades llenas de objetos valiosos, amores y relaciones falsas?, ¿qué demonios es eso, es ese su legado, así es como ha disfrutado su vida, ahogado en rencillas financieras de las que apenas sale a flote?

En casi 200 páginas, Némirovsky elabora una trama que tiene tanto de desesperado grito existencial como de mordaz y ácida crítica a los juegos y tejemanejes económicos, esa pseudo-ciencia que no es más que un vil juego de niños ricos ahítos de su propia petulancia, una dolida y humanista sátira social en donde el único valor que existe es el del dinero que todo lo aplasta, que todo lo disfraza. Sin embargo, vale la pena señalar que a pesar de lo intenso y feroz de su visión, la autora no cae en una burda caricatura, no obstante lo repudiable y repugnante del comportamiento de sus caprichosos personajes: son seres de carne y hueso, completamente imperfectos, y aunque la autora no los perdona, no los indulta, no los justifica, de hecho ni siquiera busca comprenderlos del todo (porque no dejan de ser farsantes que viven de la mentira, del engaño, de la estafa, de las traiciones, que han alzado sus vidas sobre una escalera de cadáveres que alguna vez fueron amigos y socios descartados), sí los presenta en toda su fragilidad y desnudez, en todo su abismante vacío: ¿de verdad esas personas tan débiles, amaneradas, melindrosas, que no pueden vivir sin derrochar en un día lo que una persona normal gana en un año, son tan poderosas? Es el sino trágico inherente en la obra de Némirovsky: la fuerza del destino, ese fatalismo arrollador, la imposibilidad del individuo de enfrentar a su clase, a la sociedad, al peso de los tiempos: nada puede cambiarse, ni siquiera David Golder, el personaje titular, odiado y temido, esta definición andante de anti-héroe, de sujeto inmoral y perverso, violento y odioso, que por esas ironías del destino es el único que parece ser capaz de despojarse de sus grilletes, aunque eso no lo haga más libre ni más feliz ni tampoco mejor persona. ¿Libre albedrío, aplastante determinismo? ¿Existe la fuerza de voluntad y decisión propia en un mundo tan comercializado? El tramo final es un verdadero mazazo, un auténtico puñetazo en el estómago, un tour de force antológico, y ya ni hablar de su último párrafo, escrito con una dureza, una melancolía, una compasión y una furia tremendas, perfecto colofón a, por cierto, una prosa, ya lo hemos dicho en otros libros suyos, elegante y de tintes clasicistas, pero a la vez sutilmente subversiva, subjetiva, hábil al adentrarse en los mundos interiores y en la sensualidad de sus personajes así como en ir hilando acontecimientos, descripciones y tramas entretenidas en términos dramáticos y reveladoras, elocuentes en lo sustancial. Entonces, ¿qué demonios puede hacer David Golder con su vida, si los negocios y la especulación ya no tienen sentido para él, si su familia y su entorno comienzan a hartarlo, si él mismo se ve como un hombre desperdiciado que ya ni siquiera está seguro de sus propias convicciones ni sentimientos? ¿Vale la pena girar en la ruleta de la vida, esperando caer en la casilla correcta? ¿Vale la pena obligarse a respirar si cada segundo, cada latido es un calvario? Si leen esta novela, les espera un verdadero descenso a los infiernos de la desesperanza y el hartazgo vital, una espiral de desaliento, abulia y otras lindezas... A Fassbinder le habría encantado, y por acá nos alegramos de volver a disfrutar plenamente con una novela de esta magnífica escritora, Irène Némirovsky.

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