Bibliometro #107. He acá uno de esos libros de los que no sabíamos absolutamente nada al respecto, y por lo mismo, y como se da la casualidad de ser una autora japonesa (estamos dándole cosa buena a la literatura japonesa de ayer y de hoy), nos aseguramos y lo pedimos para saciar la curiosidad provocada por un título como La mujer de la falda violeta, de una tal Natsuko Imamura (que es muy reconocida en su país, como no podía ser de otra manera, y que, por cierto, hasta donde pude comprobar, no está emparentada con el director de cine Shohei Imamura). Casi me dio un pequeño ataque cuando noté esa cita de una reseña que se puede ver bajo el título: "Una novela sobre lo difícil que es encontrar un lugar en el mundo", y yo pensé "demonios, ¡maldita sea!, por favor que no sea una historia cursi y almibarada con banales filosofadas y aleccionamientos existenciales de aeropuerto", no mentiré si les digo que me puse a leer esta novela con ciertos temores.
En serio, ¿qué demonios es esa cita?, ¿a quién se le ocurrió que era una buena idea colocarla en ese estratégico lugar de la portada siendo que no tiene nada que ver con lo que cuenta, narra y expresa esta novela? Es como si el de The Japan News no la hubiera leído y, por decir algo, escupió la primera frase trillada que se le vino a la cabeza. "Encontrar su lugar en el mundo" las pelotas, dios santo...
Ahora bien, La mujer de la falda violeta guarda no pocas sorpresas en varios aspectos, tanto desde el punto de vista de su narradora como en el tono, en la atmósfera y en la oscuridad latente de su trama y sus personajes. Escrito en un estilo bien directo, bien sencillo, bien ligero incluso, en un lenguaje carente de palabras rebuscadas o de artificios narratológicos, describiendo de manera sucinta y digamos que hasta objetiva lo que hay, los entornos y lo que hacen/dicen los personajes, a esta novela tampoco le falta cierto encanto, cierto carisma en su narración, que a pesar de lo recién descrito no tiene, por mencionar una obra recientemente leída y comentada, ese minimalismo impersonal, seco y desapasionado de No es país para viejos, o el apresurado, amontonado y distanciado recuento de adversidades de La tumba de las luciérnagas. Podríamos decir que La mujer de la falda violeta es una novela escrita en tonos pastel, con un leve toque Wesandersoniano pero, obviamente, sin tanta artificiosidad visual ni ampulosidad plástica (es más bien otra pequeña referencia ilustrativa). La novela de Natsuko Imamura se ubica en una zona intermedia entre cierto distanciamiento narrativo y una cercanía omnisciente, lo cual es claramente una decisión, una muy coherente por lo demás y que de por sí es una de las claves para entender y disfrutar esta propuesta inesperadamente compleja, inusitadamente sutil, un llamativo ejercicio de observación de la realidad, o de observar la realidad haciéndola llamativa: transformar lo común y corriente, gracias a la mirada de los observadores/lectores, en algo digno de atención.
La protagonista apenas habla de sí misma, casi exclusivamente nos habla sobre la mujer de la falda violeta, lo que hace, cómo vive, su rutina, sus peculiaridades y particularidades, sus extravagancias, su aparente soledad inveterada, su curiosa fragilidad, su atractivo mutismo, su extraña y como involuntaria capacidad para abstraerse de todo lo que la rodea... Las cosas se ponen en movimiento cuando la protagonista, que no sabemos quién es ni cómo demonios sabe tanto sobre la mujer de la falda violeta ni cómo es capaz de seguirle los pasos día a día, se propone el objetivo de hacerse amiga de esa mujer, en convertirse su mejor amiga, su única amiga, su amiga íntima y de confianza, quién más si no hay nadie en la vida de dicha mujer hasta donde ha podido observar, por lo que se pondrá manos a la obra a idear maneras de "acercar", de "unir" ambos destinos. De esta manera, la novela se desarrolla a dos niveles: el rutinario, el cotidiano, con la vida de la mujer de la falda violeta intentando mantenerse a flote, buscando trabajo, etc., y el otro nivel, el nivel improbablemente perturbador, tenebroso, siniestro, y que uno intuye precisamente debido a esas preguntas que nos hacemos: ¿Cómo mierda la narradora tiene tanto tiempo y tanta energía para satisfacer su fijación con la mujer de la falda violeta? ¿Qué produce dicha fijación, qué puede esperarse de una persona que virtualmente no tiene vida salvo para espiar la vida de otra mujer a la que no conoce? Lo que me parece especialmente estimulante y genial es que, sin perder ese tono ligero, pastel, la trama de La mujer de la falda violeta va dejando sentir, palpable, una energía subyacente bien oscura, bien sospechosa, bien inquietante, esa es la palabra, inquietante, porque... ¿podemos confiar en la persona que nos narra esta historia? Y ambos niveles de observación y confianza se entrelazan en unos acontecimientos que son tan artificiales como orgánicos, porque ¿hasta qué punto una persona obsesionada puede manejar los hilos de su objeto de admiración? ¿Qué tan reales son las reacciones, las relaciones, qué tanto tienen de fabricación?
Así que como ven, no es esta una novela sobre "lo difícil de encontrar un lugar en el mundo", a menos que la sometas a una lectura e interpretación sumamente tendenciosa, forzada y rebuscada que se alinee con semejante bajeza de conclusión. Podríamos decir, por decir algo, que es sobre la soledad, la alienación, incluso sobre la locura, cierta locura, sobre los peligros escondidos bajo una rutilante paleta de colores, sobre los fantasmas agazapados tras el velo de la normalidad, sobre los lobos escondidos en piel de oveja, qué sé yo, sobre que la sociedad es como un ente cerrado, en el que es imposible de encajar sin perder tus rasgos únicos y distintivos... En cualquier caso, en primer lugar, el enfoque de la autora sería menos filosófico/existencial que social/material/sociológico, ya saben, más centrada en los recovecos de las estructuras del tejido social y humano, e incluso psicológico, habida cuenta de la desconcertante personalidad de la mujer de la falda violeta y, sobre todo, de su implacable observadora, sin mencionar la mordacidad crítica con que retrata ciertos entornos laborales y urbanos (clasismo, privacidad, etc.) o describe ciertas conductas normalizadas a regañadientes pero bien rancias, bien retrógradas, bien hipócritas (el machismo nipón, bien camuflado bajo tanto brillo neón-kawai), así que no teman, no están ante una novela pueril, cursi y simplona en plan autoayuda disfrazada de ficción. En segundo lugar, toda interpretación les corresponde a ustedes, porque la autora, Natsuko Imamura, escribe esta novela siguiendo una premisa bien cinematográfica: sugiere, no expliques ni explicites ni menos te compliques: déjate llevar, disfruta lo que pasa, el mensaje y la sustancia brotarán naturalmente gracias a la interacción obra-lector. Porque es increíble todo lo que emana de esta historias y estos personajes sin que la autora recalque ni subraye nada, es cosa de dejarse llevar por esta novela que no lo parece, pero que es mucho más sombría y desoladora de lo que aparenta. En última instancia, quizás sea una novela sobre la desesperación, sobre el abandono, sobre abismos de angustia y de compañerismos en la tormenta...
Atrévanse, se van a sorprender: La mujer de la falda violeta, de Natsuko Imamura.
Unos trece meses de existencia bibliometrense lleva La mujer de la falda violeta, ocho préstamos en total, lo cual no hace un mal promedio, además las fechas están estampadas de manera bastante pulcra, no perfecto, pero oigan, se ve agradablemente ordenado. Es una buena lectura, sorprendente además, si le dan una oportunidad estoy seguro que terminarán con una sonrisa cómplice, la autora de verdad logra sobreponerse a todo lugar común.
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