"LAS GRANDES PASIONES SON ENFERMEDADES INCURABLES"
-Goethe

sábado, 31 de mayo de 2025

La regla de los nueve, de Paula Ilabaca

 

Bibliometro #110. Con La regla de los nueve venimos a completar la obra narrativa de Paula Ilabaca (queda su obra poética, pero de ello no les hablaremos: por acá hemos estado leyendo poesía de manera silenciosa, porque además no sé cómo comentar poesía, ¿cómo explico si un libro de poesía me gusta o no me gusta?, ¿cómo le hago para explicar si tal o cual poema, en mi opinión, funciona o no funciona?), y resulta graciosa la manera en que leímos sus novelas: partimos por la segunda, Camino cerrado, seguimos con la tercera y de momento última, La mujer del río, y terminamos/completamos todo con el presente libro. El efecto es bien interesante porque, con conocimiento de causa, les puedo decir que estas tres novelas comparten el mismo universo: hechos, sucesos, personajes, y me gustó el orden de lectura con el que me adentré en la narrativa de Ilabaca, de hecho me alegro de este para nada planificado orden, lo prefiero a haber seguido el orden de publicación cronológico. Supongo que suena raro que un tipo tan ordenado y maniático como yo lo diga, pero así es como es. Eso es lo que hay, diría El Chute Pop.


En efecto, fue toda una agradable sorpresa leer La regla de los nueve debido a los personajes y hechos compartidos con las otras dos novelas posteriores de Ilabaca. Por ejemplo, Camino cerrado está protagonizada por la detective Leiva, que investiga un femicidio al mismo tiempo que reabre el antiguo caso de un joven calcinado, caso que resulta ser el que nos convoca en esta novela: un joven universitario llamado Gabriel, que producto de un incendio en su habitación muere asfixiado, su cadáver calcinado, joven en torno al cual iremos conociendo su vida, sus rincones oscuros, gracias al testimonio y la rememoración de otros personajes, a la lectura de ciertos documentos, todo lo cual quizás nos permita ir descubriendo aspectos desconocidos de este joven, aspectos que, quizás, de alguna manera, iluminen ciertas zonas oscuras de un caso que aparentemente no ofrece ningún misterio real a resolver. La detective Leiva aparece, de hecho, en esta novela; también aparece, ya mayor y más experimentado, el detective Cuevas, que en La mujer del río era un recién graduado detective, novato pero aplicado; y hasta se deja ver brevemente el perito en huellas Reyes, que en La mujer... impone su recta presencia. La detective Leiva nos explica, en Camino cerrado, que se hizo detective inspirada en la subcomisario Torrealba, la "protagonista" de La mujer del río, novela que comienza con la mentada detective resolviendo el caso del atropello del amigo de una Leiva preadolescente. Un cruce y juego de perspectivas, de intertextualidad, que me ha gustado mucho, que me ha parecido sumamente estimulante.
Ahora bien, sobre La regla de los nueve como tal. Para empezar, es una excelente y elocuente novela debut, no sólo por la calidad de la prosa, de la escritura de Ilabaca, ágil y hábil al moverse y saltar entre primeras y terceras y furtivas segundas personas, también para no sólo alternar sino que fundir estilos más bien frontales, directos, callejeros, coloquiales, conversacionales, con otros más líricos, poéticos, literariamente compuestos y complejos, sin que el conjunto se resienta en lo más mínimo, antes al contrario, dotándolo de gran fuerza expresiva y una coherencia interna a prueba de balas. Porque lo que Ilabaca elabora con esta novela es lo que también ha elaborado, con importantes variaciones (y dispar suerte) en sus dos novelas posteriores, esto es: un relato policial sustentado en la humanidad de sus involucrados sin perder de vista el procedimiento, o mejor, el misterio inherente, porque a fin de cuentas todo parte de un hecho a investigar: un incendio que a todas luces luce como un accidente, pero que, habida cuenta del arisco y reservado carácter de su presunta víctima, ¿quizás podría albergar espacio a dudas? En cualquier caso, estas alrededor de 150 páginas están conformadas por las voces o testimonios de la madre de la víctima, del mismo Gabriel con su diario de vida, algunas cartas de una novia poeta que tenía, la detective Leiva y sus pesquisas, la de su superior el detective Cuevas, entre otras que van surgiendo, pidiendo y cediendo su lugar. Eso por la parte, digamos, formal, narrativa, argumental de esta novela.
Lo otro que destaca, aparte de la fluidez y solidez narrativa y argumental y estilística, es la manera tan aparentemente sencilla y natural con que Ilabaca crea personajes, lugares, con que transmite las palpitaciones de vida de estas personas y sus entornos: el ambiente universitario, la cultura laboral/esprit de corps de la PDI por parte de Leiva, la apretada y urgida y casi ilusoria placidez de una vida, con sus costumbres y rituales y limitaciones y libertades, de clase media: la vida modesta que sustituye la limitación de medios por una desbocada e ilimitada capacidad de soñar, de planificar, una vida de expectativas y de promesas cuasi inminentes, de no ser porque de vez en cuando hay que ponerse a contar monedas y hacer malabares con el presupuesto... Ilabaca debe saber de lo que habla, su retrato de la clase media, de un estilo de vida que puede llegar a ser tan amplio como variable, en mi modesta opinión, es materialmente adecuado, pero también emocional y filosófica o espiritualmente acertadísimo: así son los días, tediosos y sin glamour, rutinarios, pero con la esperanza de la abundancia a la vuelta de la esquina mientras de momento te escapas un poco con gustos o actividades por encima de tus posibilidades, los lujos que todos nos merecemos a veces. Nada que ver con la desconectada, ignorante e insultante proyección chic y pretenciosa de Fuguet, por ejemplo, que en su horripilante Ciertos chicos hace el ridículo y da vergüenza ajena al pretender que sus personajes sean de "clase media". Leer La regla de los nueve, más allá o más acá de su componente policial, es como volver al pasado, a una forma de vivir que ya no se lleva, que sería imposible de llevar, no sólo por los cambios en la juventud (a fin de cuentas este libro es una suerte de retrato generacional chilensis sobre jóvenes disconformes que buscan una salida sentimental y romántica o artística a un destino gris y convencional: la rutina de vivir con lo justo mes a mes, sin sufrir de carencias graves, permitiéndose ocasionales lujos y vacaciones, en los confines de su casa ampliada en esos barrios clónicos) sino que también por los flujos sociales, económicos, etc.: esta novela es sobre una clase media que ya no existe. 
Parece que, cuéntate una nueva, me alargué y hasta me puse a dar la lata. Pero me ha gustado mucho esta novela: como está escrita, como está contada, sus personajes, su argumento, su narración aparentemente libre a la vez que calculada, su certero y desnudo aunque para nada forzado retrato social y generacional y hasta temporal, histórico a su modo. Es una novela con mucho corazón, auténtica y genuina, de carne y hueso, que da cuenta de realidades y problemáticas, tan vigentes entonces como ahora, sin casi proponérselo, porque son los personajes y la narración las que respiran y desprenden dichas realidades y problemáticas. Ilabaca parece seguir el procedimiento contrario a otros/as escritores/as más recientes, que escriben sus historias a partir de o debido a tales temáticas (un cuento sobre la violencia de género, un cuento sobre la marginalidad, un cuento sobre la desigualdad socio-económica), que aunque queden bien escritas y todo, rezuman ese aire teledirigido, encorsetado, "obligado", moldeado, mientras que la escritura, la obra de Ilabaca rezuma libertad creativa, coherencia literaria, es un ejercicio tan vigoroso como necesario: es una verdadera escritura de la memoria, de una memoria esencialmente emocional e íntima, personal, cuyo hilo único, enlazado con otros hilos únicos, con otras memorias, va enhebrando un tejido social y político mayor, más grande, y abarcando multitud y variedad de temas de una manera más orgánica y natural, y multidisciplinar, "multiperspectivas", a fin de cuentas las personas viven y sobrellevan toda clase de problemáticas en su día a día: la vida no es únicamente una anécdota nocturna concreta, la vida es lo que Ilabaca construye, a lo que da rienda suelta en La regla de los nueve, con resultados más rotundos, robustos y sustanciosos (menos quejumbrosos, sobre todo).
Y ahora sí me despido, pero supongo que es necesario a veces dejarse llevar por las reflexiones críticas. Espero que se entiendan, je, je.


En nueve años La regla de los nueve, la novela debut de Paula Ilabaca, ha sido prestada en dieciséis ocasiones. Lleva bastante tiempo en la red bibliometrina, creo que es el único ejemplar, pero no me tomen la palabra no me he molestado en confirmar tal aseveración. Es un libro que, por lo demás, se ha mantenido activo a lo largo de los años. La pulcritud de las fechas estampadas no destaca mucho, ¿no?, pero qué le vamos a hacer, siempre decimos eso, qué le vamos a hacer... es lo único que se puede hacer, que alguien como yo puede hacer.

No hay comentarios. :