"LAS GRANDES PASIONES SON ENFERMEDADES INCURABLES"
-Goethe

jueves, 15 de mayo de 2025

N.P., de Banana Yoshimoto

 

Biblioteca de Santiago nº25. Hace un par de meses o más nos topamos con dos libros de Banana Yoshimoto en las estanterías bibliometrinas, y aunque no quedé precisamente muy encantado o entusiasmado con su obra, digamos que ni con su estilo ni con su visión, si quedé con cierta curiosidad y con ganas de echarle una mirada a otros libros suyos si llegara el caso. En la BDS me topé con N.P., novela, y su enigmático título, sumado a esa portada tan sencilla como atrayente, digamos que me convencieron, que llamaron poderosamente mi atención. Sí, digamos eso.


A la larga N.P. me ha decepcionado bastante, y eso que comienza bastante bien, nada más observen y lean ese primer párrafo, ese comienzo tan sutilmente sugerente, con que la autora nos engancha y nos sume en un aura como de misterio, como fantasmagórico, estela que sigue más o menos en las primeras cincuenta páginas o algo más, con la protagonista, lectora y admiradora de la obra de ese escritor tan misterioso y maldito, viendo cómo su vida, particularmente en un verano determinado, un verano crucial y definitorio en su vida, parece ir adquiriendo tintes sombríos y turbios, incluso peligrosos, debido precisamente a la influencia post-mortem de ese malogrado escritor.
Tampoco hay que ser un genio para darse cuenta de que todo el asunto este del escritor maldito es un Macguffin, es la excusa, la premisa, con que la autora pone en movimiento otras historias, otras tramas, otras intenciones narrativas y dramáticas, pues, en definitiva, N.P. no es más que la enésima rememoración de "aquel verano tan especial" imbuida a la fuerza de esa burda y efectista atmósfera de malditismo, de fatalismo profético para adolescentes. Porque eso son los protagonistas, independiente de la edad que tengan (en realidad son bien jóvenes, no más de 25 años), unos simples adolescentes, unas criaturas ociosas y presuntuosas que, de tan aburridos que están con sus vidas, de tan desorientados y confundidos con sus perspectivas presentas y futuras, no hallan nada mejor que perorar y embolinar la perdiz con que están malditos, que los persigue el espíritu maligno del escritor y su relato número noventa y ocho, el cual, supuestamente, provoca que cada persona que intenta traducirla al japonés se acabe suicidando (fueron escritas en inglés, el escritor era un japonés expatriado). Es decir, escapismo puro, escapismo de la peor clase: en vez de afrontar los obstáculos de la vida de frente, en lugar de mirarse al espejo con cruda honestidad y capacidad de autocrítica, estos pobres pajarillos prefieren inventarse profecías oscuras que explican y justifican todos sus fracasos sentimentales, personales, profesionales, vitales, etc. ¿Ir a terapia? Para qué, a menos que el psicólogo sea también exorcista. Así las cosas, lo que en un inicio parecía ser un intrigante y entretenido, de atmósfera enrarecida, cruce de personajes interesados en la misteriosa obra de un autor maldito, deviene inexorablemente en un tedioso y repetitivo drama generacional camuflado, protagonizado por personajes bien planos y unidimensionales que buscan hacerse los interesantes de las maneras más burdas y pueriles, y que se pasan todo el tiempo analizándose a sí mismos como si fueran personajes de ficción sin que nadie les pregunte nada, en plan "hola, ¿cómo estás?, tanto tiempo que no te veía", "resulta que siempre he sentido un vacío en mi interior que he intentado solventar con toda clase de comportamientos disolutos pero mi sed existencial persiste y esa es mi maldición, todos estamos malditos, temerosos de un dios perverso, somos personajes bergmanianos" y así todo el maldito rato, llega a exasperar, en serio, no me extraña que esta autora, Banana Yoshimoto, sea poco menos que una autora de culto y venerada por cierta generación de gente que es el vivo retrato de estos personajes: gente aburrida y ociosa que, como no tienen nada interesantes en sus vidas más allá de sus trabajos y sus rutinas, se inventan sus propios problemas, rayanos en un surrealismo bastante básico y convencional, para insuflarles aunque sea una emoción espuria a sus existencias.
En lo personal, este libro me terminó cansando, en sus últimas treinta páginas o incluso más renuncia por completo a narrar una historia y simplemente se dedica a contar, en modo anecdótico, los encuentros y desencuentros entre los personajes, que se mueven en un Tokio extrañamente provinciano, y los genéricos diálogos que sostienen entre sí, compitiendo por quién tiene un alma más maldita. Si la autora quería elaborar un retrato generacional y capturar la incertidumbre vital de un grupo de veinteañeros sumidos en el tedio gris de la ciudad impersonal, ha errado el tiro y le ha salido por la culata, pues la construcción psicológica de sus personajes es superflua y apunta más a las excentricidades y extravagancias conductuales porque sí, que también son simples comportamientos para llamar la atención de nadie, y ya ni hablar de ese misterio inicial, que acaba ignorando por completo para centrarse en todo lo inane que hemos comentado: en los lloriqueos de gente ociosa y presuntuosa.
Por rescatar algo: Yoshimoto sabe escribir, su prosa puede ser muy evocadora y potente, intensa a ratos, cuando va a la par de una buena historia, de una historia bien narrada. Lo cual provoca un efecto curioso: párrafos bellamente escritos pero que no te dejan nada porque nada de lo que pasa ni se dice es interesante, es decir queda como una bella vacuidad, una vacuidad estilosa. En los cuentos de Lagartija, seguramente debido a la extensión más bien compacta de sus relatos, hay una correspondencia más sólida entre relato y prosa. Nada del otro mundo, pero mucho mejor que N.P., que ni siquiera llega a unas 200 páginas que llegan a pesar el doble, en plan, "marica yaaaaaa, cállense un rato, déjense de llorar, terminen luego por favor". Y bueno, Tsugumi estaba bastante bien también, la escritura de Yoshimoto se lucía más y mejor porque al menos no tenía este forzado rollo metafísico/sobrenatural, pero también era la rememoración de un verano muy especial, así que meh... ¿De qué sirve una prosa bella, cuidada, lírica, si la usas para describir cosas genéricas y convencionales y superfluas?
No se dejen engañar, que les hablen en tonos sombríos no significa que quien hable sea interesante. N.P. es una estafa, no caigan.

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