"LAS GRANDES PASIONES SON ENFERMEDADES INCURABLES"
-Goethe

martes, 27 de mayo de 2025

La tumba de las luciérnagas. Las algas americanas, de Akiyuki Nosaka

 

Biblioteca de Santiago nº27. Palabra que no tenía la menor idea de que "La tumba de las luciérnagas", la aclamada película animada de Isao Takahata, estaba basada en un libro, en una novela corta, de alguien llamado Akiyuki Nosaka, pero mientras miraba en las estanterías de la BDS me topé con este libro y apenas lo vi pensé "¡Demonios!, así que es un libro a fin de cuentas, venga pa' acá", y acá me tienen ahora.


Bueno, como pueden ver este libro contiene dos novelas cortas que, aunque no comparten personajes, bien podrían ser historias paralelas, en tanto se sitúan en la misma región o ciudad (Kobe) y en el mismo período (finales de la Segunda Guerra Mundial y la post-guerra), ambas basadas o inspiradas en la vida de su autor, que no sólo fue escritor sino que también cantante, periodista, político (ocupó un cargo de elección popular), además de haber tenido unas infancia y adolescencia durísimas, sufriendo toda clase de desgracias y vejaciones. Al parecer es un escritor bastante reconocido, además de haber sido adaptado al cine en numerosas ocasiones por importantes cineastas, por ejemplo, aparte de Takahata, Shoehi Imamura dirigió una película basada en un libro suyo, también Kenji Misumi y Yasuzo Masumura, directores no tan aclamados como los primeros pero igualmente importantísimos. Todo un ecléctico, un aventurero. Murió hace tan sólo unos diez años, un hombre de otra época que sobrevivió a lo largo y ancho de tiempos y cambios sociales y avances mundiales convulsos. Hablemos ahora de estas dos novelas cortas.

-La tumba de las luciérnagas, de unas cincuenta páginas, bastante breve novela corta.
Miren, una cosa es que la película de Takahata (hay por ahí otra adaptación live action, ¿alguien la conoce?) sea aclamada y reconocida y todo lo que quieran (no he tenido la oportunidad de ver esa película, es una de mis tantas deudas); su intachable recepción de crítica y público no quiere decir, necesariamente, que la obra literaria en la que se basa vaya a ser igual de buena o mejor. Lo digo porque esta novela corta no ha terminado de convencerme, aunque su lectura sea, indudable e inevitablemente, estremecedora y te provoque tristeza, rabia, impotencia, porque así son los acontecimientos que describe, es imposible quedarse indiferente ante semejante seguidilla de infortunios, para más remate sufridos por un muchachito pre-adolescente y su hermana menor, de tan sólo cuatro años, quienes, luego de los bombardeos que destruyen su ciudad, su casa, sus vidas reducidas a cenizas y escombros, intentan desesperadamente sobrevivir por su cuenta, sin que encuentren mucha ayuda de ninguna parte, tan sólo la realidad que les da la espalda mientras se nos describe la inevitable y lenta agonía de estas dos inocentes criaturas.
¿Qué sería lo que no me convence, entonces? Mmmm... Digamos que cierta sensación de premura con que el autor (d)escribe esta historia, que en casi todo momento parece, primordialmente, un apretujado y apresurado y amontonado recuento de desgracias en los que apenas alcanza a adentrarse un poco en, no lo sé, los estados emocionales o psicológicos de sus personajes, ya sean individuos o grupos o una comunidad, y luego llega otro golpe y otro cambio y así, saltando de un infortunio a otro hasta que, bueno, llegamos al final, que es donde comenzaba el relato, pues La tumba de las luciérnagas, al menos esta novela, comienza por el final, con la solitaria agonía del muchacho. Está claro que el autor elabora, o intenta elaborar, una especie de retrato de la crueldad y de la desesperación y del egoísmo imperantes en tan catastrófica situación, con gente que lo ha perdido todo y que intenta rasgar lo que puede con tal de sobrevivir un poco más o un poco mejor que el resto, aún a costa de la vida de otros, sin embargo, como digo, la escritura del autor queda "muy por encima", como si se desentendiera de dotarlo de algún peso o estilo escritural, y descansara en el impacto inherente de sus acontecimientos. Por lo demás, y relacionado con lo anterior, esta novela está escrita con un estilo bien distanciado, bien gélido, que en primera instancia parece funcionar, dejando que los hechos se presenten en toda su crudeza, pero claro, con el correr de las páginas esta decisión estilística pierde fuerza, queda reducida a, ya lo dije, un mero recuento de terribles adversidades plasmadas casi como si no hubiera ningún punto de vista de por medio, ninguna mirada, ninguna intención o mensaje, sólo un montón de tristes escenas en las que apenas podemos introducirnos porque de un momento a otro ya estamos con otra triste escena y así sucesivamente. Pequeñas pausas entre una desgracia y otra nos dejan pozos de amargura o tristeza, nos permite conectar algo más con este hermano y hermana, pero son contadas ocasiones: no es el tour de force que uno auguraba.
En resumen, una historia que no deja indiferente, sobre todo por lo atroz y devastador de sus acontecimientos, pero cuya escritura y narración quedan al debe, sin estar a la altura de sus elementos, bien blandita en términos narrativos y dramáticos, como si pusieras una cámara en un punto fijo mostrando escenas apocalípticas dejando que éstas hagan el trabajo por ti, sin escala de planos, sin apenas montaje, ¿se entiende el quid de mi descontento y disconformidad con esta novela?

Las algas americanas, la segunda novela corta, de unas ochenta páginas, una novela hermana de la anterior (que sería la hermana inválida o lisiada), mientras que ésta es la hermana inteligente, con estilo, con gracia, con visión, con algo que decir, con ideas claras y con la clara idea de cómo expresar esas ideas. Como con la anterior novela nos alargamos mucho, procuraremos ser breves ahora:
Las algas americanas es una comedia negra, una sátira, que aborda con mordacidad e ironía el carácter japonés y la sociedad nipona de fin de guerra y posguerra: cuán hondo caló en un país orgulloso, imperial, una derrota tan humillante y capadora, a manos de un país que no sólo los derrotó, borró del mapa dos ciudades enteras con sendas bombas atómicas, destruyó otras tantas ciudades, sino que luego llegó a ocupar su territorio y, entre muchos aspectos de índole político, llegó a plantar su simiente cultural, "violando" esa identidad japonesa que hasta entonces no había aceptado ninguna incidencia extranjera, soldados gringos mirando por encima del hombro a esos hombrecillos de ojos rasgados mientras van caminando de la mano con esas delicadas féminas de piel de porcelana que los tratan como reyes... Traumas y soterradas secuelas socio-culturales que continuaron aún después de la desocupación de Japón, pero con otro color, con otro tono, con otra dinámica.
El protagonista es un hombre adulto, en la treintena, que vivió de adolescente todo el horror de la guerra y la humillación de la posguerra, pero que en el presente, plenos años sesenta, observa con estupor cómo esa ocupación sigue presente de otra manera: la cultural, con la imperiosa necesidad de aprender inglés, la nueva casta de japoneses nacidos en Estados Unidos, costumbres extranjeras mimetizadas con las viejas tradiciones olvidadas o deformadas, como si Estados Unidos fuera el no va más, el salvador, el extranjero benévolo que con su grandeza asiste y cobija a su vecino disminuido, una nueva generación de jóvenes que saben más de Mickey Mouse y Marilyn Monroe que, no lo sé, de Momotaro o Osamu Tezuka, jóvenes que sueñan con vivir el sueño "americano" en lugar de echar raíces en su milenaria tierra natal. Para peor, la esposa, que alguna vez anduvo vacacionando con el hijo de ambos en Hawaii, ha invitado a un matrimonio de gringos jubilados que conocieron en dichas vacaciones a su casa como gesto de amistad. Le llegada de este matrimonio provoca en el protagonista toda una ola de humillantes recuerdos de los años de la guerra (paralelamente a la agonía de los abandonados hermanos de La tumba de las luciérnagas): el contraste entre el férreo orgullo nipón de antes de la rendición y el repulsivo servilismo posterior, además del esperable choque cultural una vez ocupados, todo lo cual es visto casi por perplejidad por el protagonista, un adolescente al que le rebotan todas esas soflamas políticas con tal de sobrevivir a la catástrofe bélica, pero que quedan ahí en su interior, como una mala semilla germinando hasta que florece como una flor negra de resentimiento ya de adulto, en el presente: Una vez arribe el matrimonio los sentimientos y pensamientos o principios/valores ético-patrióticos del protagonista vivirán toda una montaña rusa, sobre todo cuando se dé cuenta de que, a pesar de su rencor, de su resentimiento, de su odio, de su orgullo nacionalista latente, hará todo lo posible para contentar al viejo gringo que llega a Japón, a su casa, y se pasea por aquí y por allá como si fuera el dueño de todo, con una arrogancia tal que es como si, en efecto, la ocupación no hubiese terminado aún.
Y bueno, me alargué de todas formas, ya me conocen qué le vamos a hacer. Esta novela, a diferencia de la anterior, es entretenidísima, está bien escrita y narrada (escrita y narrada con intención, con una visión que plasma perfectamente en palabras), tiene un mensaje, capacidad de (auto)crítica y observación, además de contarte algunas escenas antológicas, como cierto "servicio" de sexo en vivo. Vamos, una inteligentísima y divertidísima novela negra con todas las de la ley, el autor debió haber liberado mucha bilis mientras escribía esta imprescindible genialidad, imprescindible no sólo por su calidad y su tono diferente del catastrofismo esperable con que se suelen abordar las guerras y sus secuelas, sino que por ser una especie de tardío grito generacional que funciona como retrato social de una época y de una sociedad soterradamente dividida, con heridas internas que parecen ser barridas bajo la alfombra en lugar de ser enfrentadas y sanadas...

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