Bibliometro S02E04. Germán Marín es un escritor que me encanta. Su obra posee una fuerza descomunal, rabiosa, singular, salvaje, salvajísima. La suya es una voz con autoridad. Y hace años que he podido leer casi toda su obra gracias a la Biblioteca Nacional, luego de lo cual he ido comprando sus libros en la medida en que los he ido encontrando, elusivos como son algunas ediciones. Por ejemplo, el presente volumen de cuentos, Compases al amanecer, que a pesar de no ser un libro antiguo ni de una editorial extinta (Hueders, vivita y coleando), no lo encuentro a la venta en ninguna parte. Y henos acá, por fin leyéndolo, adentrándonos más aún en el mundo literario de este escritor al que no se le valoró lo suficiente, por desgracia (y cuyo homenaje a Braulio Arenas, en las primeras páginas, quizás resultó premonitorio en el trato que se le dispensó a él), y que pasó a mejor vida a finales del 2019, en una noticia que recibí con bastante pesar, a decir verdad, pero que no iba a extrañar a nadie que se informara medianamente del estado de salud de un escritor que no dejó de escribir ni publicar hasta que dio su último aliento. Que en paz descanse.
Marín solía decir que lo suyo era vocación, la vocación de escribir y de narrar. Que le daba lo mismo "la carrera literaria". Le daba lo mismo todo el juego de los premios y reconocimientos literarios hacia su obra, impulsada por el deseo de plasmar en sus páginas su ácida y cáustica visión del país, no de recolectar premios, por lo demás, como editor que también era, enterado de todos los tejemanejes y engranajes que suceden detrás de escena cuando, por ejemplo, llega el momento del Premio Nacional de Literatura, más un desfile de influencias y sordas rencillas que una auténtica demostración de aprecio a los méritos literarios (que a mi juicio son innegables en quienes han recibido tal distinción en el último tiempo). Marín siempre fue un perro rabioso que iba a la contra, sin pelos en la lengua, y que además podía estar a la altura de sus palabras gracias a su obra, rotunda y certera como un bisturí. Pero es que además a través de su obra refleja el Chile hipócrita y falso, de opereta, que vino después de la dictadura. Las sonrisas de plástico, las palabras de buena crianza, el olvido... El que nada pasó, el para qué mirar atrás. Marín en sus cuentos y novelas enrostra a todos los hipócritas que el horror sigue presente, camuflado entre los pliegues de la democracia, que ese horror no es un eco, es una voz aún latente entre nosotros que quiere disfrazarse y pasar desapercibida. Marín dice: tú eres cómplice, tú sabes quienes se esconden entre nosotros, esta normalidad es una careta repugnante y eres parte de eso, eres cómplice de eso. Marín, el escritor incómodo, el escritor que revive el horror y honra el sufrimiento de las víctimas con hechos, con sangre y sudor y lágrimas reales, en el país donde se vive y se resuelve todo simbólicamente. Si Poli Délano es el escritor chileno que mejor y más escribió sobre el insoportable y cruel dolor del exilio, Germán Marín, que salió al exilio poco después del Golpe y retornó a Chile el año 92, es el que mejor escribió sobre los fantasmas reales de la dictadura en democracia. Si se fijan, los 17 años de la dictadura no están presentes en su obra como tal: sus historias se ambientan antes o después, pero la dictadura está presente porque Marín lo sabía: la dictadura nunca se fue. El dictador nunca fue procesado, muchos de sus verdugos se escondieron en las sombras, los defensores siguieron haciendo política, y la gente, por desgracia, la gente piensa que fue una época necesaria...
Con todo lo anterior, no todos los cuentos de Compases al amanecer tratan sobre la dictadura. Marín escribe también sobre el tedio y la superficialidad de la sociedad moderna, del hartazgo y cobardía existencial del hombre promedio, de la hipocresía, de las relaciones humanas marcadas por la incomunicación y los abismos interpersonales, del deseo y la frustración, de la desigualdad inherente entre toda persona, de las ciudades y su rostro de concreto erosionado por el sol, por el tiempo... A menudo las suyas son historias lúgubres, sórdidas, macabras, de desaliento y desespero, soledad, vacío. Sobre las bajas pasiones, las expectativas y los sueños, el sino trágico del fracasado, del marginado, del perdido. Los secretos, lo que se ve. Marín coquetea continuamente con vidas anodinas que entran en contacto con el lado oscuro de la vida y de la ciudad, tomando giros a menudo irreversibles.
Espíritu de cuerpo va un poco sobre lo que decíamos. Es una reunión de excompañeros de la Escuela Militar y de cómo el protagonista, un exiliado de izquierda, está sentado, compartiendo copas y risas, con quienes alguna vez fueron directos partícipes del horror.
Talante, La invitada, Detalle y Me acuso son breves textos en donde se exponen los demonios internos de sus respectivos narradores, con un lenguaje directo y furioso que llega a perturbar bastante.
No hay mejor espejo que la tinta va un poco sobre el tras bambalinas del mundillo literario. Mucha ironía, mucha decepción, mucha resignación.
El presente es un desolador e imaginativo cuento sobre un amnésico que, al tomar consciencia de su amnesia, no sabe qué hacer con su vida, perdido como queda en una ciudad también amnésica.
Carecueca es sobre uno de esos civiles que encontró su vocación como cómplice de la dictadura, ahora siendo un modesto viejo que vive tranquilamente... pero siempre mirando por encima del hombro.
Cansancio, La Bambi, La diosa y Tetas de invierno, incluso Intimidad, van sobre la tentación que provocan las mujeres en la vida de unos hombres a veces pusilánimes, a veces débiles, a veces deshonestos, pero siempre proclives a caer en la desesperación de un elástico y cálido cuerpo femenino.
Tiempo, A Gerardo de Pompier, El Majestic y "Si vas para Chile", a su manera, hablan sobre el paso del tiempo y lo que queda del pasado en el ahora, a veces visto con desilusión y aburrimiento, a veces con ímpetu y energía, incluso rozando lo surreal y sobrenatural, pues se sabe lo malvado y perverso tiene sus formas de subvertir el plano de lo real.
Lengua bruta es un divertido ejercicio en donde se replica el hablar de un hombre simple y arrabalero que cuenta por qué mató a un amigo suyo.
"No soy de aquí, ni soy de allá" es sobre un mexicano en Chile y cómo se las arregló durante la dictadura de Pinocho. Se le agradece el humor, eso es lo otro que tiene Marín: esa capacidad para traer lo cómico (o tragicómico) incluso de los hechos más atroces si es que es necesario. El patetismo como ingrediente consustancial al hombre de a pie, moderno, actual, habitante tristemente cómico de esta jungla de cemento, de esta urbe impersonal y voraz.
Un verdadero placer de lectura. Siempre rescato mucho de la obra de Germán Marín, siempre me quedan revoloteando sus letras en mi mente. Porque para ser alguien que escribe bastante sobre lo real, sobre lo olvidado, Marín posee una imaginación sin límites aparentes. Un verdadero escritor, un verdadero creador, a fin de cuentas. Ya lo verán a medida que vaya comentando su obra, que iré colando mientras pido libros prestados. Espérense nomás.
La tradición republicana. La ficha nos dice que este libro ha estado en circulación en Bibliometro prácticamente desde su lanzamiento, desde su publicación, el año 2010. En más de doce años, hasta hoy, 16 personas han pedido y leído este libro. Espero que esas 16 personas hayan disfrutado el libro del que fue un excelente escritor, cuya obra no debería quedar en el maldito olvido jamás de los jamases. Si pueden, léanlo. Si son de acá, inscríbanse y pídanlo. Y si son de afuera, búsquenlo, cómprenlo y luego me lo mandan de regalo :)
No hay comentarios. :
Publicar un comentario