Bibliometro #120. Tokio Blues, probablemente la novela más conocida y popular de uno de los escritores japoneses mundialmente más conocidos y populares habidos y por haber. Siempre le había echado una mirada a su disponibilidad, nunca estaba. Por suerte, justo cuando correspondía leerla, ya que es la novela que publicó luego de El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas, ahí estaba. Oh, bendita suerte que a veces obra a mi favor.

De lo que le hemos leído no me parece que Tokio Blues sea la mejor novela de Murakami, de hecho no la considero una graaaan novela, pero sí es una buena novela, una novela que me ha gustado porque está hecha de los buenos ingredientes con que Murakami nos ha ido deleitando en su meteórica carrera, aunque, eso sí, hay ciertos indicios, ciertos rasgos ciertos aspectos, que podrían convertirse en irritantes lugares comunes y desconcertantes recursos acomodaticios de este autor, lo digo porque no estamos ciegos, porque lo notamos. ¿Qué cosas? Nuevamente debo defender esta novela de ciertas críticas que puedan achacarle un tufo de autoayuda, sobre todo si se sustentan en malintencionadas citas sacadas de contexto (lo mismo que dijimos en El fin del mundo y...): Tokio Blues, antes de entrar en materia, es en esencia una historia sobre personajes perdidos y desorientados, con muchas dudas vitales y personales, y es natural que de repente otro personaje, con más experiencia o al menos que ha vivido más años, aunque sea una vida imperfecta y poco satisfactoria, intente subirle el ánimo a los personajes principales con cálidas y optimistas palabras de aliento. Nada de malo en ello, es parte del relato, he visto/leído el mismo recurso en otras obras, de otros autores, que curiosamente no reciben el mismo trato de ser cursis filosofadas new age, por lo que la inquina contra Murakami se me hace sospechosa. Por lo demás, está siempre ese tono descreído y desencantado de este autor, esa especie de "sí, sí, muy lindo, muy agradable, pero de qué sirven tales palabras, ¿ah?". Como sea, admito que todo este asunto de lo naif o del exceso de candidez puede que sea algo que llegue a escapársele de las manos, pero ojo, eso lo sabremos cuando leamos sus novelas siguientes, porque de momento, en Tokio Blues, es consciente de ello y lo usa a su favor.
Otro aspecto que podría escapársele de las manos y que en esta novela se maneja con buen pulso, gracias al mencionado toque de saludable cinismo, es cierta complaciente gravedad y grandilocuencia de las tristezas y de los problemas vitales/cotidianos, que parecen ser agrandados artificialmente por sus personajes para justificar cierta dejadez, cierta desmotivación que los aqueja, para solazarse en un victimismo solipsista rogando compasión ajena, trayendo a la mente el viejo acertijo de qué fue primero, si el huevo o la gallina: ¿los problemas producen una apesadumbrada desmotivación o la desmotivación apesadumbrada produce problemas? Es algo que le achacábamos un poco a Banana Yoshimoto en N.P., sólo que en dicha novela el problema era exacerbado con oscuras, infantiles y escapistas fantasías/maldiciones que infructuosamente justificaban la inopia de sus personajes. Por suerte, en Tokio Blues no se llega tan lejos y el vacío que sienten los personajes, sus dilemas psicológicos, pueden ser explorados por sí mismos, a través de ellos mismos, desde sí mismos y desde su cotidianidad. O, dicho de otro modo, Murakami se centra realmente en el carácter de sus personajes y en la vida, práctica y tangible, que llevan, siendo la tristeza y la desmotivación uno de los tantos aspectos de esa vida. En el fondo, pienso que Murakami es todo lo contrario de un predicador de autoayuda, más bien, con sus historias y personajes, con su mirada eso sí compasiva y empática, parece genuinamente interesado en explorar, no sin cierto enfoque crítico, la depresión que asola a su generación: qué maldito velo sucio de grasa y polvo le impide a los jóvenes y adultos, gente de la mediana edad, ver cuán libre y sencilla, simple y luminosa, que no perfecta, que no abundante, que no idílica, puede ser la vida; qué trampas, colocadas por otros pero a veces por los mismos afectados (de manera inconsciente o no), se encargan de empantanar y ensombrecer sus vidas, sus expectativas, sus movimientos, sus libertades. En cualquier caso, me sorprende la popularidad de este libro; no parece ser una lectura muy recomendada para el público general, porque no me parece una historia muy alegre, muy optimista, ni muy aleccionadora o inspiradora. Quizás será que a la gente le gusta, en el fondo, leer historias que no se resuelven realmente o que no cuentan con grandes catarsis existenciales, que en el fondo continúan sin muchos cambios con el gris aunque inocuo y seguro, acolchado, discurrir de los días. Quizás la gente ya no se traga los finales felices y los amaneceres transformadores: la solución a tus penas es un buen café, una tarde de soledad, algo humilde nada más porque en media hora te esperan en el trabajo.
En fin, sobre Tokio Blues como tal. Es la historia de un hombre de casi cuarenta años que, aterrizando en un aeropuerto alemán, al escuchar Norwegian Wood, la canción de los Beatles, se pone a recordar los años de su tardía adolescencia y primera adultez, desde los 17 a los 20 o 21-22 años, fines de los sesenta y principios de los setenta en Tokio. Una época definitoria marcada por algunos suicidios, extrañas amistades con personas bien singulares y peculiares, además de amores complicados y enredados. Una época convulsa de grandes sueños y días monótonos, repetitivos, desesperanzados: soñar a lo grande mientras tomas apuntes en tu cuaderno sobre literatura o dramaturgia de siglos atrás. Y el protagonista, que nos cuenta cómo avanzaban sus días entre la abulia, el sopor, las tristezas y golpes del destino, las alegrías inesperadas y las oportunidades sorprendentes. Una novela que vuelve al terreno de Escucha la canción del viento, pero con algo menos de mala leche, con algo más de comodidad o apaciguamiento (han pasado casi diez años entre novela y novela, a fin de cuentas). La prosa es algo menos inspirada, menos lírica que en sus novelas anteriores, aunque de todas formas la suya es una prosa diáfana, cristalina, que no por sencilla carece de aliento poético y de una innegable capacidad para expresar y evocar con palabras claras, precisas, emociones y sensaciones complejas o reflexiones sobre el estado de cosas, el zeitgeist generacional, de la época; además uno igual se deja llevar sin problemas por una historia, por un relato, narrado con una naturalidad y una fluidez que son una delicia, entre personajes atractivos, llamativos y bien perfilados, bien construidos y desarrollados, que componen un crisol de cosmovisiones, conductas y escenas que dan a la novela una refrescante variedad o diversidad de tonos:
Es una novela que puede ser graciosa y ligerita sobre la vida universitaria, puede ser una simpaticona comedia romántica sobre amantes excéntricos, puede ser un hondo y estremecedor retrato psicológico sobre mentes torturadas por fantasmas o enfermedades, puede ser un sardónico paseo por los pliegues socio-políticos de la capital, puede ser un mordaz retrato sobre la superflua vida moderna de una franja de población que, carente de sueños y objetivos, se lanza a disfrazar su vacío emocional y ético con placeres mundanos y festivo solipsismo, puede ser un canto a la compasión y al humanismo, a, precisamente, ir más allá de las máscaras y descubrir lo compleja que puede ser la vida detrás de marcas de ropa, restaurantes de moda y cultura pop. Aunque parezca ser lo más importante, pienso que es un error centrarse en los amoríos del protagonista o de otros personajes. Sí, Murakami nos cuenta la historia de gente sumida, casi voluntariamente, en problemas más o menos normales que sin embargo para ciertos personajes son como una grave y eterna condena universal, pero ahí está la gracia, porque también nos muestra lo demás: no sólo lo ligero y alegre, también personajes que enfrentan sus problemas sin regodearse en sus sufrimientos, enfrentándolos como otra más de las múltiples posibilidades de una vida. Lo digo porque el protagonista está enamorado de una chica con problemas mentales a la cual rara vez puede ver aunque su presencia/ausencia parezca ensombrecerlo cada día más, y por ahí aparece una esforzada muchacha que debe cuidar de un familiar, ardua labor que no le impide llevar una vida alegre y optimista, en contraposición a nuestro protagonista, que carece de grandes responsabilidades y las pocas que tiene las cumple con una escandalosa indiferencia para no distraerse de su calvario personal. Supongo que está en cada lector el pensar que Tokio Blues sea una trágica y superlativa historia de amor bigger than life o, quizás, tan sólo quizás, una historia sobre la vida misma y sus múltiples ramificaciones en donde hay belleza en lo feo, fealdad en lo bello, alegría en la tristeza, tristeza en la alegría, vida en la muerte y muerte en la vida. Por algo, creo yo, en esta ocasión Murakami se centra más en la construcción (psicológica, entre otras) de personajes y de atmósferas humanas que en la invención de enrevesadas tramas o enredos dramáticos. Es una colección de estampas cotidianas, de acuarelas que poco a poco, pacientemente, van asentando sus formas y colores en la superficie.
Buf, vaya manera de extenderme. Me ha gustado Tokio Blues, en definitiva (aunque comedidamente, reconociendo/apreciando sus virtudes, pero no dejándome llevar por su "encanto" o "mística", que la tiene, con sus pequeñas pero visibles trampitas): su retrato de personajes; su retrato generacional en tanto época histórica, en tanto íntima etapa de la vida; su naturalidad para la descripción de lo cotidiano, de los diálogos; su decisión y su precisión al explorar los escarpados y abruptos abismos psicológicos; su capacidad para capturar y expresar todo el abanico de realidades y personalidades entrecruzadas pero no revueltas. Es una buena novela que no va sobre crecer, sobre la superación, sobre resiliencias trágicas y heroicas; si tuviera que decir algo, sería que va sobre, no lo sé, la comprensión, el entendimiento, el libre albedrío y el ir tirando para adelante, no quedarse estancado, sobre la resistencia y la resignación de vivir un poco menos mal que ayer.

Obviamente la ficha bibliometrusca de Tokio Blues iba a ser una ficha bibliográfica bien movidita, siendo uno de los libros más populares de un autor sumamente popular. En un año y medio ha sido prestado en quince ocasiones, vamos, casi una vez por mes, si eso no es prueba del magnetismo de Murakami en el público occidental, entonces nada lo es. Por cierto, estamos claros que antes de ésta había otra ficha bibliográfica, eso por fuerza, ni loco este ejemplar llegó recién el año pasado, así que imaginen, imaginen cuántos préstamos más, cuántas manos y cuántos pares de ojos, este libro ha acumulado en sus años de vida. Imaginen.