Bibliometro S03E04. Mariana Enríquez otra vez por acá, ya dijimos que íbamos a hincarle el diente a su obra disponible. Aviso de inmediato que hasta por acá llegaríamos con ella porque, extrañamente, ni Bibliometro ni la sección de préstamo a domicilio de la Biblioteca Nacional (la sala de lectura podría ser otra cosa, pero por ahora no está en nuestros planes ir a leer allá... por ahora) tienen ninguno de sus libros de cuentos, claramente una tarea pendiente. Claro que también faltan libros de otras autoras argentinas tan interesantes como Enríquez, tal sería el caso de María Gainza, por ejemplo. También iba a decir otra cosa pero se me olvidó.
Bajar es lo peor es la primera novela de Mariana Enríquez, la cual escribió a los 19 y publicó a los 21, y que no quiso corregir o leer de nuevo para la reedición hecha por Anagrama (naturalmente, la primera edición publicada, allá por los noventa, ya era inencontrable, casi un objeto mitológico, un tesoro urbano legendario), porque, con toda razón, para qué: hay que respetar las obras, hay que respetar a la persona que las hizo, aunque sea uno mismo pero tantos años atrás.
En esta novela, ya conociendo su obra posterior, podemos constatar el interés, o la saludable y estimulante obsesión, que Enríquez ha tenido siempre con lo macabro, lo oscuro u oscurantista, como un elemento consustancial a la realidad, más aún, a ese realismo sucio, de personajes como sacados directamente de las calles de los vecindarios, de los pubs, de los boliches, que pueden ser casi tan horroroso o terrible como cualquier pesadilla que te pueda hacer pasar alguna criatura sobrenatural si el día o la noche te pilla en mal momento. En el caso de Bajar es lo peor, por lo demás, este vínculo, tan descarnado como íntimo y privado, viene cubierto por un interesante velo de ambigüedad, porque, tal como lo indica el título, la historia, o mejor dicho los personajes, sufren otro tipo de padecimientos. Sin ser una novela de argumento propiamente tal, lo que nos cuenta la autora son las andanzas de Narval y Facundo (junto a otro puñado de personajes perdidos en la noche), el primero un joven marginado sin oficio ni beneficio que vive por y para el alcohol, las drogas y el sexo (y que además se ve constantemente perseguido por espantosas y asquerosas criaturas que vienen de quién sabe dónde, y que sólo él puede ver); el segundo un gigoló de belleza angelical y extraterrestre, que vive de su cuerpo para disfrutar de los placeres que pueda pagarse, distante de los asuntos que afectan a las demás personas; ambos, una improbable pareja, acaso una historia de amor imposible. Aunque las distancias son muchas y las similitudes más bien circunstanciales, para que se hagan una idea, Bajar es lo peor es como una Trainspotting argentina (ambas novelas escritas más o menos al mismo tiempo, interesante ¿no?), con sus estrafalarios personajes y sus alocadas y desesperadas triquiñuelas para ir pasando los días: irse a los boliches a bailar y tomar, hacer la calle un rato para conseguirse unos billetes, robar casas o revender drogas para hacer más plata aún, tener problemas con los dealers y con los amantes adinerados, huir de la policía y de los matones, pasarse el día en cama, durmiendo o picándose o fumando, el horror de la abstinencia, la desesperación de la soledad, la decepción de los amores rotos, el desgano vital, la decadencia o deterioro personal emocional mental. Enríquez nos construye una escena y ésta sería la crónica del fin de tiempo de esa escena, más o menos lo que suele ocurrir: ningún paraíso terrenal es eterno. Y, como se sabe, con frecuencia no son fuerzas externas sino los propios ángeles caídos los que terminan incendiando su pequeño oasis celestial.
Interesante y entretenida como es en su seguidilla de anécdotas y amoríos y líos de drogas y dinero, que Enríquez retrata con una vivacidad y fisicidad notables (aunque sin la prosa arrabalera de Welsh, por decir), empero, no me parece que Bajar es lo peor sea una muy buena novela, al menos no en un sentido de magistralidad o excelencia. Por ejemplo, si bien los personajes están bien definidos en sus personalidades y psicologías, tampoco presentan mayor profundidad humana y a la larga no te causan mucha empatía, acaban siendo unos alocados compulsivos que te llegan a cansar; por lo demás, ciertas acciones que conducen al abrupto y algo forzado final no se entienden del todo, como que un momento están bien, disfrutando de la gozosa precariedad de sus vidas, y de repente les baja un deterioro extremo el cual, insisto, parece más bien precipitado para terminar la novela de alguna forma (y no, no les "baja" el deterioro porque estén dejando las drogas). La seguidilla de vivencias también puede agotar por acumulación, porque no varían mucho entre anécdota y anécdota, si bien tienen su aire atractivo, cómo no, pero uno se contagia porque todos terminan aburridos de lo que hacen para vivir. Es un universo variopinto y prometedor el que construye Enríquez en esta novela pero este microcosmos se consume a sí mismo demasiado rápido y llegamos al final por inercia, hasta por capricho, porque ése es el principal motor de los personajes: sus caprichosos impulsos. Por eso, más allá de Facun y Val, el resto de personajes, que aparecen y desaparecen a conveniencia, se convierten en arquetipos (con sentimientos, pero arquetipos al fin y al cabo que no escapan de sus lugares comunes). Igual la cita de Nietzsche explica bien todo, creo, pero hacerlo en forma de relato es otra cosa...
Con todo, me ha gustado leer esta novela, puede que imperfecta, pero rebosante de entusiasmo y pasión, además de varias señas de identidad junto a una forma de narrar que Mariana Enríquez ha ido perfeccionando con el tiempo y que, bueno, alcanzó grandes cotas de calidad con Nuestra parte de noche, esa sí, una auténtica obra maestra. En este caso está todo muy junto y revuelto, y está bien al inicio, hasta que los recursos se agotan...
Eso eso, lo que iba a decir era que vaya que me costó pillar un ejemplar de Bajar es lo peor en Bibliometro. Cada vez que veía que había uno disponible en alguna sucursal conveniente para mí, desaparecía. Tuve que ir a una sucursal no tan conveniente (que además estaba fuera de la zona de pago), pero vaya que me alivié cuando por fin lo tuve en mis manos, en mi mochila. Como es de esperar, entonces, se puede apreciar que Bajar es lo peor ha sido un libro altamente pedido desde su primera aparición en Bibliometro, un día después del día de los enamorados de este año. Por alguna razón el segundo préstamo fue estampado dos veces, y más abajo, justo arriba de la fecha que me corresponde a mí, hay dos estampados que ocupan una sola casilla, como si quisiera ahorrar espacio. De cualquiera forma, un préstamo por mes prácticamente, nada mal, ¿ah? De hecho en promedio más de un préstamo por mes... Debe haber alguien desesperado para que yo por fin vaya a devolver esta la primera novela de Mariana Enríquez. Tranqui, bro, falta poco.