Bibliometro #63. Muy bien, tenemos entre manos ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, la novela del gran y genial Philip K. Dick que fue adaptada al cine con el nombre de "Blade Runner" para convertirse en uno de esos grandes clásicos cinematográficos de todos los tiempos. Hace poco comentábamos Fluyan mis lágrimas, dijo el policía, así que aprovechando el impulso nos pedimos este otro libro del escritor estadounidense.
Me ha gustado este libro y he podido apreciar aún más la adaptación cinematográfica, pues son varias las diferencias entre ambas obras, sin embargo lo medular y sustancial está ahí, presente, no obstante ciertos cambios y licencias argumentales y narrativas. En esta ocasión, empero, no haremos ese juego de comparaciones como lo hicimos cuando comentamos El resplandor, la novela de King, y aprovechamos de hablar un poquitito de la película de Kubrick.
De todas formas la premisa ya deben conocerla: en un futuro bastante desolado en el cual la tierra está relativamente desocupada debido a las colonizaciones humanas en distintos cuerpos celestes del espacio exterior (debido a su vez a un polvo tóxico que emanaba de la tierra misma, desde sus entrañas), Rick Deckard es un cazarrecompensas al servicio de la policía, encargado de aniquilar y finiquitar androides infiltrados en el planeta tierra. En esta ocasión debe eliminar ocho peligrosos androides que andan pululando por la ciudad, peligrosos por ser el último modelo fabricado a la fecha, de una sofisticación técnica tal que se hace difícil detectar si son, en efecto, humanos o androides, lo cual le complicará mucho el trabajo a Deckard, sobre todo a nivel filosófico y existencial.
Nuevamente podemos destacar esa atmósfera pausada, anticlimática, elegíaca, con la que Dick construye esa ciencia ficción poética, en donde impera un clima de deterioro, decadencia, una pulsión vital y universal trágica. En este escenario, si bien Dick nos cuenta una historia bastante entretenida y a veces diabólicamente intrincada (complots de grandes corporaciones, juegos mentales de percepciones y realidades alteradas, experiencias lisérgicas y demenciales), la importancia radica primordialmente en cómo los personajes lidian a nivel personal con ese futuro tan lúgubre y sombrío en el que están atrapados, porque nadie está libre, de alguna u otra forma todos los habitantes de lo que queda del planeta están ahogados en una muerte lenta y tortuosa, una forma de inexistencia deshumanizadora, razón por la cual se aferran con tanto ímpetu y desesperación a ciertos rasgos o costumbres que les recuerdan que son humanos (esa loca religión a la que casi todos parecen pertenecer, el mercerismo; el inusitado cuidado por el bienestar de los animales orgánicos), pero de todas formas, ¿qué demonios es o significa ser humano? ¿Qué es la humanidad? ¿Es una cuestión de carne y hueso y órganos? ¿Es una cuestión de consciencia y empatía? En esa duda, en esa discusión, se puede apreciar la enorme lucidez poética y filosófica de la pregunta que es también el título de esta novela. Son las grandes preguntas que nos plantea Dick, la esencia es: ¿somos capaces de reconocer nuestra propia naturaleza?, ¿somos capaces de reconocernos a nosotros mismos, ya sea como individuos o como especie?, ¿somos capaces de distinguir lo artificial de lo orgánico? En fin, muchas preguntas, muchas potenciales respuestas, he ahí la grandeza y genialidad de este autor, y hasta por ahí lo iremos dejando porque si es por eso podríamos estar farfullando ideas e hipótesis hasta el fin de los tiempos.
Lo único que le achaco, nuevamente, es la manera como apresurada y hasta indiferente con que Dick despacha el conflicto argumental. Es cierto que, como ya hemos visto, esta premisa sobre cazar androides es el macguffin para reflexionar sobre los mentados temas filosóficos, sin embargo cuando ya llega el momento del clímax y de los enfrentamientos finales la narración o escritura de Dick parece totalmente desinteresada en aprovechar la tensión y el suspenso que caracterizaban las páginas con que iniciaba y desarrollaba esta trama. Al final es como "ok solucionemos esto rápido, ¡bang bang! aquí y ¡bum bum! allá, listo adiós". Tendrán que leerlo para entenderme mejor, supongo, para no entrar en detalles, pero se nota que a esas alturas Dick ya había usado los recursos que quería para reflexionar sobre la naturaleza humana. Al final, el autor parece tan agotado como su protagonista, un Deckard que quiere que todo el asunto se acabe de una vez por todas. Es curioso porque la novela se resiente con esa energía, sin por ello afectarle demasiado tampoco.
Con todo, me sigue pareciendo un libro sumamente interesante, potente y entretenido, cuyas excelentes características no se ven echadas a perder por esa resolución menos lograda. Dick parece ser capaz de convencerte de lo que sea, y es que el futuro que nos cuenta en esta novela es tan demencial y sin embargo resulta de todas formas verosímil y creíble, precisamente porque habla de desesperación y vacío. Y cuando es demasiado el vacío, cualquier cosa llega para llenarlo. Hay que aplaudirlo por eso: por elaborar futuros que son retratos dolorosamente precisos, quirúrgicos y punzantes, del presente. A fin de cuentas, los grandes temas filosóficos y existenciales puede "bajarse" a dilemas cotidianos, que son los que sufren sus personajes de esta y otras historias: depresión, soledad, abulia, apatía...
Recomendadísima. Para leer más de una vez, si ello llegara a ser posible.
Ocho préstamos en poco más de dos años, con una ficha bibliográfica no tan desprolija ni desordenada. Pero deberían ser nueve timbres porque si se fijan el último es para el 01 de octubre de este año, claramente mucho antes de que yo pidiera prestado este ejemplar. Para que vean, esa es la organización.
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