"LAS GRANDES PASIONES SON ENFERMEDADES INCURABLES"
-Goethe

jueves, 26 de diciembre de 2024

El caso Kurílov, de Irène Némirovsky

 

Bibliometro #65. Hace un tiempo comentábamos por acá Los perros y los lobos, de Irène Némirovsky, una novela que debo decir que me gustó, a grandes rasgos, aunque su primera parte sea notoria y sensiblemente mejor que la segunda, cuando decide convertirse en una especie de previsible drama romántico entre pobres y aristocráticos, en lugar de la cruda experiencia que proponía al inicio, al ser una crónica de supervivencia de una familia judía en la ciudad de Kiev. Lo que podíamos destacar, a pesar de ese cambio de lógica dramática, era la construcción de personajes que la autora llevaba a cabo, con personalidades complejas y bien perfiladas en sus naturales ambigüedades, virtudes y defectos. Digo todo esto porque en esa ocasión el libro que yo quería pedir era el que tenemos ahora entre manos, El caso Kurílov, pero como no estaba, me llevé ese otro por ser de la misma autora. Debo decir que me pone contento leer por fin este libro. Ya saben, esos pequeños placeres que la vida nos ofrece: los tan necesarios cierres.


El caso Kurílov, a modo de manuscrito autobiográfico, cuenta la historia, o la vida, en voz de su protagonista, de un revolucionario ruso, desde que nace hasta que espera a la muerte escribiendo sus memorias, retirado en una calmada y tranquila casita de Niza, aunque, como puede esperarse, la novela se centra en el caso Kurílov, la primera gesta revolucionaria del viejo/muchacho, que rememora los pormenores de su vida que lo fueron llevando a la vida clandestina y peligrosa, su infancia dura y solitaria, los primeros contactos con las células revolucionarias y luego la misión de por sí, que tiene dos excelentes vertientes: por un parte, el lado de la intriga, del complot, de toda esa tensión y suspenso propios de esta clase de historias (reuniones secretas, conversaciones oídas desde las sombras, personeros y autoridades importantes del Imperio ruso, los morbosos tejemanejes políticos y de casta, etc.), y por el otro, un lado que potencia lo primero, me refiero al componente humano, en donde Némirovsky eleva esta novela a cotas magníficas de calidad.
El retrato de personajes, humanos de carne y hueso, extraña y paradójicamente vulnerables a pesar de cargar con matanzas y numerosos hechos atroces, ese clima de ambigüedad e incertidumbre moral en que nos sumerge la autora, sobre todo en la inesperada relación entre el protagonista, médico infiltrado, y Kurílov, un ministro del zar, que entablan cierta amistad que pone todo patas arriba, porque las categorías de aliados y enemigos no cambian, esa frontera está delimitada a fuego, pero... ¿maldad, bondad? No hay villanos ni héroes, la violencia parece ser universal, el desprecio, la confusión de caracteres y personalidades, frases hirientes que vienen de un lado y de otro, irónicas similitudes entre enemigos que comparten mucho más de lo que les gustaría saber y luego admitir... Por otra parte hay otra vertiente interesante: el retrato histórico, sutil, es decir para nada machacón, sin ese afán detallista y documental de ciertos best-sellers "históricos" (hay veces en que me dan ganas de revisar la definición de tal género, porque hay novelas que son la misma mierda trillada de siempre, pero ambientadas en tiempos pasados, lo que las hace "históricas"... muy por encima), aunque de todas formas consigue meterte en esos tiempos, en sus ciudades, en sus calles, en esa suerte de zeitgeist tan convulso e impredecible, en esa muda desesperación. En ese carácter ruso para enfrentar las cosas. Todo, por lo demás, escrito con exquisito gusto por Némirovsky, una narrativa sencilla y elegante pero no por ello menos evocadora y conmovedora, no por ello menos potente o intensa en sus imágenes, en sus palabras, en sus personajes, en sus emociones de decepción y confusión, en su equilibrio entre acción y descripción, entre paisaje y lirismo. Me pregunto si Martin Amis habrá leído El caso Kurílov, si se empapó del espíritu humildemente épico de esta obra para su estupenda La casa de los encuentros (en sus notas confirma otras referencias, así que probablemente no).
En resumidas cuentas, El caso Kurílov es una grandiosa novela, coherente, conmovedora e irremediablemente cruda y trágica. Lo que Némirovsky logra, con pulso certero y oscura mordacidad, es transformar un cierto aire triunfal, orgulloso, de gesta heroica y monumental digna de pasar a la posteridad, en una atmósfera de totalizante derrota, de fracaso transversal, de recuerdo amargo e inútil y trivial, fútil y banal, porque así como no hay héroes ni villanos, tampoco hay victorias, sólo derrotas, sólo correrías de niños engrandecidos demasiado estúpidos y tercos para admitir que no son más que peones en un juego brutal y carente de sentido, el cual, triste sea decirlo, es lo que les confiere peso y dignidad a sus existencias, o bueno eso es lo que piensan. Las motivaciones de la gente siempre son extrañas, ¿no? Némirovsky pregunta, Némirovsky responde, Némirovsky apunta y grita: qué pequeños podemos llegar a ser y qué ridículas las ilusiones para soslayar semejante sentencia, semejante verdad. Supongo que podríamos considerar esta novela como un elogio del individualismo, que acaso la belleza de cada individuo podemos encontrarla si es que logramos escarbar y vislumbrar al ser humano enterrado bajo tanta parafernalia y adorno... O encadenado, voluntariamente apresado, por dicha parafernalia.
Magnífica.


La ficha bibliográfica de El caso Kurílov indica dos cosas bien notorias: este libro lleva harto tiempo paseando entre las sucursales bibliometrinas, específicamente desde finales del 2011, hace casi exactamente trece años, tiempo en el que ha sido prestado en 32 ocasiones, siendo el 2012 su año de absoluta gloria, para luego ir diluyéndose y acabar en lo mismo de siempre: préstamos que se detienen el 2019, libros que caen en siestas lectoras de las que despiertan gracias a mí. Oh mi pobre Kurílov, que no habías sido leído en más de cinco años, ¡que injusta es la vida a veces y tan poco podemos hacer! En cuanto a prolijidad, mejor no digamos nada, mejor quedémonos sin comentarios, porque, bueno, ya ven que alguien decidió estampar una fecha fuera de la ficha, ¿se fijaron?, excelente criterio, así que partiendo de eso, qué más se puede esperar.

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