"LAS GRANDES PASIONES SON ENFERMEDADES INCURABLES"
-Goethe
martes, 29 de abril de 2025
Doctor Sueño, de Stephen King
lunes, 28 de abril de 2025
El cazador de sueños, de Stephen King
sábado, 26 de abril de 2025
Irène, de Pierre Lemaitre
Biblioteca Nacional S16E03. Debo admitir que no me sonaba Pierre Lemaitre, escritor francés bastante reputado en su país (me puse a googlear sobre él y hasta ha ganado el Goncourt, que es el premio literario de novela más importante en tierras galas), pero, escaneando los estantes de la B.N.P.D. me topé con esta novela suya, Irène, cuyo escueto título me pareció muy sugerente, además de la portada, que tiene algo bastante tétrico, oscuro (y no me refiero precisamente a la paleta de colores utilizadas), no sé por qué pero pensé en "Kill List", la película de Ben Wheatley, cuando apareció este libro en mi campo visual. Así que me lo traje y, por lo demás, otra temporada de la B.N.P.D. ha llegado a su fin. Prácticamente un año ya desde que comenzamos, 48 libros en doce meses, cuatro por mes en promedio, no está mal considerando que también vamos leyendo libros de otras benditas bibliotecas públicas.
jueves, 24 de abril de 2025
Las dos después de medianoche, de Stephen King
martes, 22 de abril de 2025
Más allá del equinoccio de primavera, de Natsume Soseki
Bibliometro #97. Debo decir que no conocía en lo absoluto el nombre y la obra de Natsume Soseki. Recién lo vine a conocer navegando en el catálogo de Bibliometro, que tiene un par de libros suyos disponibles, y como por acá estamos dándole duro a la literatura japonesa, abarcando cantidad y variedad de autores, naturalmente fuimos y nos trajimos un libro suyo. Y luego, investigando un poco sobre él, me entero de que Soseki está considerado uno de los grandes de la literatura nipona, siempre es mencionado junto a otros colosos y titanes como Oe, Mishima, Kawabata, Akutagawa, Tanizaki, Dazai... Y yo ni idea, lo cual, como ya sabemos, siempre nos entusiasma: conocer y conocer más, es mi hambre, la única que tengo por estos días.
Más allá del equinoccio de primavera (que, según el traductor de Google, es una traducción bastante buena; el título original significa algo cercano a "Hasta el equinoccio") es una novela bastante curiosa en estructura y estilo, o quizás en espíritu. Es un buen libro, que quede claro, una lectura reveladora a su modo, a su modo desenfadado y libérrimo; una novela profunda y compleja aunque, consciente y deliberadamente, no lo aparente, mostrándose como un sencillo relato/retrato costumbrista-urbano generacional (y, como de todas formas lo es, lo hace con gran calidad, gran sutileza: pintando el cuadro a través de trazos individuales, dejando que el color y los matices propios de cada personaje vaya completando "por su cuenta" el panorama general, en lugar de hacerlo al revés y forzar una plantilla previa encima de los personajes y sus elásticos, acuosos contornos) aunque en realidad sea un mordaz y agridulce relato de formación, un canto humanista, vitalista y filosófico tan desesperado y desolado como optimista y luminoso, oscilando entre un gris de penumbra y una asombrosa nitidez existencial... como la vida misma para quienes se sienten a la deriva, perdidos en el cruce de caminos del destino tal como el protagonista, un joven recién graduado de la universidad, en la carrera de Derecho, pero al que se le hace extremadamente difícil encontrar trabajo, desocupación que lo sume en un ocioso pesimismo, en un estado de ánimo ambivalente e impredecible que puede conducirlo ya sea a barrer las calles de Tokio para encontrar trabajo o disfrazar su inactividad vital como a hundirse en inconclusas cavilaciones sobre su valor como ser humano, como individuo, sobre qué demonios se hace con la vida de uno, en especial cuando los intentos resultan ser infructuosos... ¿Se puede torcer el destino, se puede cambiar la cara de la rutina, se puede tomar las riendas de nuestra vida realmente? Las reflexiones del protagonista y la descripción de esa vida incierta y desalentadora que lleva, ambas vertientes, están escritas con unas deliciosas sencillez y sutileza que no por ello le resta peso a su poderío dramático y narrativo, el autor de verdad te hace sentir en los poros esa rutina del hastío: el denso rumiar de esos oscuros pensamientos, la gris belleza que se puede hallar en una hora muerta del día en algún punto olvidado de la ciudad... Una novela tan introspectiva como contemplativa, observadora.
Y eso no es todo porque en realidad el protagonista es una especie de falso protagonista; un personaje sumamente bien construido y perfilado en su moral, psicología y personalidad, que sin embargo puede ser tanto el centro de la telaraña de almas como un observador externo de dicha red. Así las cosas, en sus ánimos y empeños por encontrar trabajo e insuflarle algo de sustancia y experiencia a su vida, el protagonista, Keitaro, va conociendo distintos personajes, de diverso género y situación económica, que tienen también historias que contar y compartir: hay espacio para historias sentimentales y románticas; para una trama exquisitamente de "espías" y toque noir; sagas familiares con sus secretos y pecados ocultos; salvajes y exóticas aventuras de hombres andariegos y (auto)marginados del tejido social, de la maquinaria humana, de esa bota que te pisa el alma, el corazón; muertes y amoríos, un crisol de almas y personalidades, de cosmovisiones enfrentadas y contrapuestas, todo por lo demás variando el estilo, de primera persona a tercera persona, desde cierto gélido distanciamiento crítico y estético hasta el vibrante testimonio de un animoso narrador, con una erudita elegancia por momentos hasta un nivel más bien conversacional... Naturalmente este mecanismo estructural puede sorprender o fragmentar la atención de según qué lector, pero para qué digo estas cosas, no es más que una "advertencia", en lo personal me agradó esta variedad de tramas y estilos presentados con tanta naturalidad, jovialidad y también seriedad, gravedad, aceptando que la vida, en tanto rutina y en tanto existencia, es un conjunto de impresiones agridulces, de altibajos, especialmente si la estabilidad y uniformidad no es lo tuyo. No diría que estamos ante una graaaaaan novela, de esas que te cambian la vida, pero es innegable que estamos ante una obra singular, dueña de una voz y visión propia y distinguible, que propone algo y que lo ejecuta a cabalidad, además de estar bien escrita, con claridad tanto para lo descriptivo como para su componente introspectivo, existencial, filosófico. Esa atmósfera, entre esperanzada y entusiasta, entre desolada y hastiada, no es casualidad y nos demuestra que estamos ante un autor que tiene mucho que decir y que sabe cómo hacerlo, como transmitirlo y expresarlo, además de tener una notable capacidad imaginativa y fabuladora. Un lúcido contador de historias, en definitiva, que atrapa tu atención tanto por los avatares argumentales como por sus ganchos más hondamente significativos. Supongo que si nos ponemos más o menos teóricos, Más allá del equinoccio de primavera aúna cierta exquisitez clásica (ese invariablemente dulce y fascinante aire clasicista de las grandes obras) con, sin ser experto, un adelanto de los estimulantes recursos, temas y tratamientos literarios propios de la modernidad. Tenemos el hombre contra el destino, el hombre contra la sociedad, el hombre contra sí mismo; el paisaje, la patria, la mente o el alma. En fin, me ha gustado un montón esta novela, ofrece mucho más de lo que aparenta. Me convence de que Natsume Soseki es uno de los grandes y señeros novelistas japoneses. Descúbranlo.
En fin, hemos hecho debutar este ejemplar bibliometrusco. Esperemos que siga siendo leído con fruición de ahora en adelante.
domingo, 20 de abril de 2025
Éxtasis. Tres relatos de amor químico, de Irvine Welsh
viernes, 18 de abril de 2025
El Palacio de la Luna, de Paul Auster
Biblioteca Nacional S16E02. Primero leímos Sunset Park, mero impulso, esa vez vimos un libro de Paul Auster a mano y lo pedimos, irresistible como es. Tiempo después, bastante tiempo, vimos en la B.N.P.D. La trilogía de Nueva York, la primera novela que Auster publicó como tal (antes lanzó una novela de detectives bajo seudónimo), que habíamos leído hace varios años y que quisimos leer de nuevo porque por qué no, irresistible como es. Luego, por casualidad, por uno de esos azares que tanto le gustarían a Auster, nos encontramos con El país de las últimas cosas, que resulta ser la novela que siguió a la Trilogía..., momento en el que pensé "¿será que podremos leer la obra novelística de Auster de manera lo más cronológica posible?", así que me fijé y observen, en la B.N.P.D. estaba El Palacio de la Luna, la novela que sigue a El país..., y me la traje porque es una novela de Paul Auster, irresistible como es...
Maldita sea ¿cómo puede escribir tan bien una persona? El Palacio de la Luna me ha EN-CAN-TA-DO. Esta vez, luego de un libro de misterios existenciales/metafísicos y de un survival horror intelectual, Auster se enmarca, según mi opinión, en el terreno de una novela de formación, o coming-of-age, que es una expresión que me gusta más, que siento más cercana, para amoldar dicho modelo a su visión/voz/estilo de la literatura a la vez que amolda su visión/voz/estilo de la literatura a dicho modelo. En esta novela, asumiendo las claves del tipo de relato elegido, Auster, tal como en sus títulos primeros, vuelve a verter sus intereses y preocupaciones estéticas, intelectuales y humanistas, todo en perfecta armonía, en ideal simbiosis, en absoluta conjunción artística y narrativa con el marco dramático del duro proceso de crecimiento, resiliencia y maduración del protagonista. Por cierto, comienza a configurarse y cristalizarse de manera más precisa y nítida lo que denominaremos como el (anti)héroe Auster, esto es un individuo perdido, confundido y desesperado en un mar de incertidumbre, en una jungla de verdades falsas, de imágenes ilusorias, de convicciones y principios tambaleantes, de reglas y cadenas y chalecos de fuerza débiles y raquíticos que pueden ser tan fuertes como lo sea la necesidad de domesticación y aprobación de cada persona y ciudadano del mundo y de la vida; un individuo rebelde, inconformista, heterodoxo... obstinado e insobornable en su intención de zafarse de toda norma castrante, devoradora, inhumana; un individuo tan rabioso y peligroso y loco de atar como frágil, melancólico, inerme y resignado a los azares que lo rodean, recluido en su propia personalidad que es tan liberadora como aplastante, una bendición pero también una maldición, porque nadie nunca ha pedido estar al margen de la luz y la felicidad que los otros disfrutan sin cuestionar, aunque una vez que lo ves desde afuera, esa luz y esa felicidad no te parecen más que una mala obra teatral, una farsa una comedia, una ampolleta debilitada y velada por el uso, por la humedad, por el polvo impregnado en su materia. El protagonista es M. S. Fogg, un muchacho algo solitario, sin familia, de vida ajetreada y dura, que nos narra todos los acontecimientos y pesares, tribulaciones y desgracias, que más o menos resume en esa primera página que pueden ver abajo, además de varios pormenores biográficos previos. La época en que comenzó a vivir, en que podríamos decir que despertó, que abrió los ojos; sin sentimentalismos romanticones, sin idealismos melosos, sin añoranzas simplonas: con el debido respeto al pasado y a la experiencia formadora, con la debida valentía para no olvidar, pero con la suficiente insolencia para saber mirar hacia adelante y poner al pasado en su lugar: lejos, lejos de mí, maldita sea. Y su historia, una historia marcada por personajes y hechos (y secretos) fascinantes y atractivos, viene aderezada con planteamientos filosóficos, con reflexiones en torno a la importancia de la existencia, la soledad o el amor y la camaradería, punzantes aunque sutiles críticas a ese capitalismo salvaje competitivo del sálvese quien pueda, el gusto y el placer por el arte y la cultura, por las historias y las narraciones, por aquello que ilumina nuestras vidas y que nos salva y que nos mantiene a flote, todo aquello que nos forma a la vez que nos moldea permanentemente, por la sana ingenuidad de dejarse sorprender ante lo que te depara el mundo y el tiempo... Básicamente, a pesar de las dificultades y oscuridades que hay que pasar, El Palacio de la Luna es el lado luminoso de la moneda del azar: el lado liberador, tan liberador como el animalillo que tenemos en nuestro interior, sediento y hambriento de aventuras, de conocimientos y de libertad de movimiento. No mucho más puedo decir, salvo que se dejen llevar en el placentero y potente caudal narrativo de esta deliciosa novela, de esta hermosa y conmovedora novela, escrita, por lo demás, con el habitual y exquisito buen gusto de su autor, esa prosa profundamente humana, sensible y cercana, cándida y curiosa, pero también implacable a su modo, gélida y feroz en su distanciamiento crítico con el propio ser y con el entorno, como en guardia. En fin, qué puedo decir, me hace genuinamente feliz leer algo de Auster, esperemos que sigamos con la buena racha si seguimos encontrando novelas suyas por ahí...
¿Tan sólo una lectura, la mía, en la ficha bibliográfica de un libro de Paul Auster? Me cuesta creerlo, pero las pruebas están a la vista. Nada más queda decir, salvo lo de siempre: vayan a por este libro, les va a gustar, Paul Auster es un grande, hay que darle un Nobel póstumo, y si no existe hay que inventarlo por él, maldita sea.