"LAS GRANDES PASIONES SON ENFERMEDADES INCURABLES"
-Goethe

miércoles, 4 de diciembre de 2024

El gato que venía del cielo, Takashi Hiraide


Bibliometro #58. No conocía a Takashi Hiraide y de hecho llegué a El gato que venía del cielo por pura casualidad, esas benditas casualidades, y acá siempre estamos abiertos a eso de expandir los horizontes. Tengo que reconocer que gracias a Bibliometro he podido descubrir y conocer novelas japonesas de nombres que van más allá de los archiconocidos Kawabata, Mishima, Oe, Murakami... Si han estado conmigo en este blog desde que lo retomamos quizás lo recuerden: La policía de la memoria, La cigarra del octavo día, las recopilaciones fantasmales de Kaiki... Y les aseguro que seguiremos descubriendo más, están en carpeta, espero que nadie se nos adelante eso sí o que el tiempo no se nos escape de las manos, no se reduzca a un terrón de azúcar disuelto en la hirviente taza del día a día.


El gato que venía del cielo (curiosa traducción del título, pues en japonés, según el traductor de google, el título es "El gato invitado", que es como se tituló en inglés, "The Guest Cat", y eso que en inglés suelen poner títulos muy extraños y poco coherentes o respetuosos con sus originales) es una novela de lenguaje sencillo pero evocador y poético, un sereno slice-of-life que narra los altos y bajos propios de toda rutina a la vez que nos sumerge en una atmósfera eminentemente sensorial. Es la historia de una pareja de profesionales que llevan una vida bastante tranquila, viviendo en una pequeña casita ubicada en el jardín de una casona más grande, dedicándose al trabajo editorial aunque con sueños y deseos de llevar sus vidas un paso más allá, cuando de repente aparece un gato, un gatito muy singular y especial que, bueno, les hace observar y considerar las cosas desde otro prisma. No teman: no habrá cursilería barata; de hecho el narrador es bastante consciente de ese pueril encantamiento que muchos adultos sienten hacia los felinos y nos cuenta la nueva vida junto a este gato de manera distanciada pero transparente y por lo mismo convincente, presentando las cosas tal como son (en su universo ficticio literario, claro), tierna pero clínica si cabe, de hecho con una mirada bastante madura, para nada naif, para nada edulcorada, sólo compartiendo esa mirada, esa mirada asombrada que también nos contagia a nosotros porque, sin duda, el gatito en cuestión es un ser vivo único y no se necesitan recursos simplones para que nos conquiste, simplemente es como es: aventurero, misterioso, intrigante. Otro aspecto que me gustó y que obra en favor de esta novela es que no se centra exclusivamente en el gato; es la vida de una pareja, el gato es un elemento más, sin embargo un elemento muy importante que ejerce notoria influencia en los acontecimientos posteriores, que de todas formas habrían ocurrido porque son cosas que van más allá de la existencia del gato, a saber: mercado inmobiliario, problemas laborales, ese tipo de cosas. El gato es el compañero que de repente llegó inesperadamente, aportando su granito de arena de maravillosa perplejidad a una rutina que por momentos puede ser gris y desolada, y que seguirá siéndolo sin duda, aunque siempre es de agradecer un bendito paréntesis, una bendita tregua cuyos ecos se sigan escuchando tiempo después.
Es una novela de bellos y sencillos sentimientos (ahí radica la grandeza de los mismos), de honestas reflexiones y observaciones, de una poética de lo cotidiano, de pequeños grandes acontecimientos de esos que sólo ocurren en la intimidad de un puñadito de personas, como la llegada de un gatito que no cambiará el rumbo del mundo, y puede que tampoco el sendero vital de los humanos que se encuentren con él, pero que sin duda hará que dicho sendero florezca y se ilumine con esa luz espontánea que proviene de tierras fantásticas.
Muy recomendable lectura. Una pequeña gran novela.


En poco más de un año El gato que venía del cielo ha sido prestado en nueve ocasiones, con los timbres colocados de una manera bastante ordenada, no a la perfección, pero al menos sin ese irritante descuido que solemos ver en otros ejemplares. Un libro que trata sobre un gato debería ser leído más, digo yo, pero quién sabe, a lo mejor los fanáticos de los gatos no leen más que a Murakami. Por último, nuevamente algo raro: los dos primeros timbres, véanlos: fecha de entrega el 11 de agosto, ¿luego el 18? No parece muy transparente, se supone que te dan dos semanas de plazo inicial y la extensión de préstamo se puede hacer online. Como sea, ¿me importa? ¡Claro que me importa, demonios!

lunes, 2 de diciembre de 2024

Cementerio de animales, de Stephen King


Biblioteca Nacional S09E02. Cementerio de animales es otra de las novelas de Stephen King a la que le tenía grandes ganas, tanto por cierta fama que tiene (creo) como porque yo mismo no dejaba de imaginar con qué demonios saldría el bueno de King estando involucrado un cementerio que, además, es de mascotas. En esta ocasión hubo suerte: no hubo problemas de traducción o erratas en las palabras. Supongo que la edición de Christine (o el ejemplar en específico que nos tocó) que leímos era la mediocre.


Acá sí tenemos una novela satisfactoria pero no sólo eso, sino que también brutal y oscura, y ciertamente perturbadora. Un perfecto equilibrio entre el talento de King para contar una historia eminentemente humana, al estilo slice-of-life, en este caso sobre una familia (conformada por el padre, médico, la esposa, la hija mayor -que no deja de ser una infanta de 5 años- y el hijo menor, aún un bebé) que se muda a una gran casona ubicada en un pueblito rural de Maine provenientes desde la ruidosa, contaminada y caótica Chicago, en donde comienzan a aclimatarse a su nueva forma de vida, en su mayor parte maravillosa y apacible (buenos vecinos, buenos colegas de trabajo, buen ambiente en general), aunque no todo entre humanos sea miel sobre hojuelas porque siempre habrá espacio para las mezquindades y las silentes recriminaciones, todo eso ya lo saben, entonces decía que ese aspecto lo equilibra, o mejor dicho lo combina e imbrica perfectamente con el aspecto sobrenatural, el monstruoso, el horroroso, el oscuramente mágico, que en este caso es una fuerza que proviene de un informal semanterio de mascotas en el cual los niños y adolescentes de todas las generaciones del pueblo han ido a enterrar a sus seres queridos animales (un cementerio que se ubica en los terrenos de la casa familiar, prácticamente el patio), lugar que tiene su propia mitología, que como todas las mitologías, es tan peligrosa como fascinante. Y vaya que King se encarga de lograr que esta mitología resulte fascinante y peligrosa, y a la larga extrema y horripilante, porque las cosas toman un giro decididamente tenebroso y grotesco, esquizoide incluso, y en cierta forma inesperado (de todas formas hay pistas que King deja aquí y allá para ir "adelantando" una parte del horror que viene en camino, suspenso le llaman, el fino y nada fácil arte de crear expectativas y sugerir imágenes sin echarlo todo por la borda demasiado temprano y rápido, para que nos imaginemos el infierno que está por desatarse y nosotros, ingenuamente, prefiramos decir "no, no puede llegar a tanto, no puede ir tan lejos oh no por favor por favor no diosito aaarrrrggghhh" y luego no nos quede más que aceptar los hechos con un lacónico "en fin...").
Podría hablar un poco más sobre que bajo la premisa argumental, ese relato subterráneo que avanza paralelamente a la historia que se nos cuenta por arriba de la superficie, King nos quiere hablar sobre, no lo sé, el miedo a la muerte o el miedo al miedo, o el miedo a todo lo desconocido que, invariablemente, se viste y enmascara con la forma de la muerte. Quizás el núcleo de la novela sea más filosófico de lo que pensamos: hay que aprender a convivir con la muerte, a respetar la muerte, a dejar a la muerte descansar. A no mezclar los planos, como diría un arquitecto. A aceptar que hay algo tan muerto dentro de nosotros como hay algo igual de vivo dentro de los muertos. Que la locura es el húmedo beso o la espantosa cópula entre la vida y la muerte, que la locura es el reverso de la belleza. Muchas lecturas, en efecto, pueden hacerse. Por una vez, debo decirlo, pienso que estamos ante uno de esos libros en donde lo que hay es lo que se nos cuenta, razón por la cual el resultado es tan potente e intenso: una crónica familiar desarrollada a la par de esa siniestra historia secreta del pueblito, que lo acaba devorando todo. Todo lo demás viene por su cuenta.
De Cementerio de animales prefiero no hablar ni contar mucho, es mejor que ustedes se adentren en sus diabólicos vericuetos de la manera más virginal posible. Como diría ese genial campeón mundial de ajedrez, Mikhail Tal, "You must take your opponent into a deep dark forest...", y eso es lo que, a su manera, hace King con esta novela y con nosotros los lectores: llevarnos hacia un bosque profundamente oscuro en el cual 2+2=5 y el único sendero de salida solamente es ancho para uno solo. Por cierto, la referencia al ajedrez no es gratuita: estos días se está jugando el campeonato mundial de ajedrez entre Ding Liren, el defensor, y su contrincante Gukesh D., ¿no se habían enterado? Ya van seis juegos, ha habido una victoria de lado y lado y el resto empates, algunos dicen que el enfrentamiento no está siendo el que se esperaba, sin embargo, en la era post Magnum Carlsen, ¿qué se puede esperar?
Volviendo a lo nuestro (que, de todas formas, es TODO: de esto y aquello, de aquí y de allá, del ayer y del hoy y del mañana), la conclusión es sencilla: lean Cementerio de animales. Y cuiden y amen a sus compañeros animales, sienten tanto o más que ustedes. Palabra.

Bueno, bueno, tenemos de vuelta otra de esas fichas bien movidas y rellenitas. Desde mediados del 2017, Cementerio de animales ha sido prestado en 22 ocasiones, siendo el 2019 su año de gloria. Curiosamente, aunque nosotros no fuimos los que hicimos la interrupción como suele ocurrir, este ejemplar sí tuvo una larga hibernación de 5 años, desde finales del 2019 hasta principios de este nuestro año en que vivimos, el 2024, en el que ha sido prestado en cinco ocasiones. Insisto: qué pasa con las lecturas de estos nuevos locos años veinte. ¿Ah?