Bibliometro #58. No conocía a Takashi Hiraide y de hecho llegué a El gato que venía del cielo por pura casualidad, esas benditas casualidades, y acá siempre estamos abiertos a eso de expandir los horizontes. Tengo que reconocer que gracias a Bibliometro he podido descubrir y conocer novelas japonesas de nombres que van más allá de los archiconocidos Kawabata, Mishima, Oe, Murakami... Si han estado conmigo en este blog desde que lo retomamos quizás lo recuerden: La policía de la memoria, La cigarra del octavo día, las recopilaciones fantasmales de Kaiki... Y les aseguro que seguiremos descubriendo más, están en carpeta, espero que nadie se nos adelante eso sí o que el tiempo no se nos escape de las manos, no se reduzca a un terrón de azúcar disuelto en la hirviente taza del día a día.
El gato que venía del cielo (curiosa traducción del título, pues en japonés, según el traductor de google, el título es "El gato invitado", que es como se tituló en inglés, "The Guest Cat", y eso que en inglés suelen poner títulos muy extraños y poco coherentes o respetuosos con sus originales) es una novela de lenguaje sencillo pero evocador y poético, un sereno slice-of-life que narra los altos y bajos propios de toda rutina a la vez que nos sumerge en una atmósfera eminentemente sensorial. Es la historia de una pareja de profesionales que llevan una vida bastante tranquila, viviendo en una pequeña casita ubicada en el jardín de una casona más grande, dedicándose al trabajo editorial aunque con sueños y deseos de llevar sus vidas un paso más allá, cuando de repente aparece un gato, un gatito muy singular y especial que, bueno, les hace observar y considerar las cosas desde otro prisma. No teman: no habrá cursilería barata; de hecho el narrador es bastante consciente de ese pueril encantamiento que muchos adultos sienten hacia los felinos y nos cuenta la nueva vida junto a este gato de manera distanciada pero transparente y por lo mismo convincente, presentando las cosas tal como son (en su universo ficticio literario, claro), tierna pero clínica si cabe, de hecho con una mirada bastante madura, para nada naif, para nada edulcorada, sólo compartiendo esa mirada, esa mirada asombrada que también nos contagia a nosotros porque, sin duda, el gatito en cuestión es un ser vivo único y no se necesitan recursos simplones para que nos conquiste, simplemente es como es: aventurero, misterioso, intrigante. Otro aspecto que me gustó y que obra en favor de esta novela es que no se centra exclusivamente en el gato; es la vida de una pareja, el gato es un elemento más, sin embargo un elemento muy importante que ejerce notoria influencia en los acontecimientos posteriores, que de todas formas habrían ocurrido porque son cosas que van más allá de la existencia del gato, a saber: mercado inmobiliario, problemas laborales, ese tipo de cosas. El gato es el compañero que de repente llegó inesperadamente, aportando su granito de arena de maravillosa perplejidad a una rutina que por momentos puede ser gris y desolada, y que seguirá siéndolo sin duda, aunque siempre es de agradecer un bendito paréntesis, una bendita tregua cuyos ecos se sigan escuchando tiempo después.
Es una novela de bellos y sencillos sentimientos (ahí radica la grandeza de los mismos), de honestas reflexiones y observaciones, de una poética de lo cotidiano, de pequeños grandes acontecimientos de esos que sólo ocurren en la intimidad de un puñadito de personas, como la llegada de un gatito que no cambiará el rumbo del mundo, y puede que tampoco el sendero vital de los humanos que se encuentren con él, pero que sin duda hará que dicho sendero florezca y se ilumine con esa luz espontánea que proviene de tierras fantásticas.
Muy recomendable lectura. Una pequeña gran novela.
En poco más de un año El gato que venía del cielo ha sido prestado en nueve ocasiones, con los timbres colocados de una manera bastante ordenada, no a la perfección, pero al menos sin ese irritante descuido que solemos ver en otros ejemplares. Un libro que trata sobre un gato debería ser leído más, digo yo, pero quién sabe, a lo mejor los fanáticos de los gatos no leen más que a Murakami. Por último, nuevamente algo raro: los dos primeros timbres, véanlos: fecha de entrega el 11 de agosto, ¿luego el 18? No parece muy transparente, se supone que te dan dos semanas de plazo inicial y la extensión de préstamo se puede hacer online. Como sea, ¿me importa? ¡Claro que me importa, demonios!