Bibliometro #51. Sorpresa me causó encontrar un manga del maestro Jiro Taniguchi en Bibliometro, pero no puedo decir que me haya apresurado a asegurarme con un préstamo inmediato. Hace meses que estoy al tanto de la existencia de El almanaque de mi padre, pero recién ahora me decidí a pedirlo, principalmente por puro impulso, improvisación, para aprovechar el viaje a su respectiva sucursal, si bien, en el fondo, siempre he estado deseoso de por fin tener este ejemplar en mis manos. Durante mi tiempo de bartender, o lo que es lo mismo, de hombre asalariado, compré varios mangas de Taniguchi, pero nunca pude encontrar disponible El almanaque de mi padre, así que alegría, alegría, arriba los corazones. Estamos empezando a cumplir objetivos de vida. Qué lindo que se cumplan tus sueños...
La obra de Taniguchi es extensa, prolífica y ecléctica. A su haber pueden encontrar historias de misterios/detectives, incursiones en la ciencia ficción e incluso en el western, pero, sin tener ánimo de encasillarlo, no es incorrecto afirmar que a Taniguchi se le conoce principalmente por sus historias slice-of-life, relatos de hondo calado emocional y espiritual, retratos humanos sobre personas comunes y corrientes de atmósferas vitalistas y nostálgicas o melancólicas, que ponen especial atención a las relaciones interpersonales y al paso del tiempo, sobre todo el paso del tiempo. No estoy al tanto de cuántas de sus obras han sido traducidas al español, pero son bastantes, y bastantes han quedado inéditas en nuestra lengua. También se puede afirmar que Taniguchi, maestro como es, puede aplicar su mirada humanista y compasiva (pero crítica, aguda, punzante) a cualquier género, seña inequívoca de que, en efecto, estamos ante un maestro (como Junji Ito siendo capaz de abordar otros géneros y narrativas apartes del terror, pero algún día hablaremos de él; o Stephen King, de quién sí hemos venido hablando harto últimamente y comprobando esta teoría de primera mano).
En El almanaque de mi padre también podemos observar otro tema bastante importante en la obra de Taniguchi: la relación del hombre con la naturaleza y las diferencias entre la vida en un entorno rural, más cercano a los elementos, y en una gran metrópoli, como lo es Tokio por ejemplo. El caso es que esta historia está protagonizada por un hombre ya adulto, que vive en la gran ciudad junto a su esposa, que recibe la noticia de que su padre, peluquero/barbero de toda la vida, ha fallecido en su tierra natal. Aunque el trabajo es mucho y las ganas de viajar son pocas, el hombre no puede ausentarse de la última despedida a su padre, por lo que viaja tan pronto puede. De hecho, no había visitado a la familia en su tierra natal desde hace años de años, un tipo totalmente distanciado de su sangre. Ya de vuelta, el reencuentro con la tierra que lo vio crecer y formarse, además de antiguas amistades/conocidos y la familia, le servirá al protagonista para enfrentar el pasado del pueblo, de su familia y el suyo propio; para confrontar sus conflictivos sentimientos a su padre, a quien no le guarda mucha estima, aunque puede que dicha impresión, a la luz de todo el afecto y aprecio que los dolientes demuestran en su despedida, le hará cambiar de opinión y poder encontrar algún tipo de cierre y aceptación con su propia historia.
Del resto es mejor no hablar mucho porque es preferible que lleguen lo más frescos y limpios a este conmovedor sendero familiar en donde hay invierno y primavera, dolor, alegría, rabia, incomprensión... Es también la forma en que Taniguchi reflexiona sobre los valores modernos, el inclemente paso del progreso, la alienación, la soledad, el aislamiento como pilares de una nueva forma de vida que, para bien o para mal, hay que aceptar. O: la clave para una vida feliz está en mantener los equilibrios entre el yo y los otros, entre pasado y futuro (mientras más equilibrado, más plácido el presente, dicen), entre la naturaleza y las nuevas tecnologías. Pero oigan, eso es lo bonito de leer y compartir y recomendar: es el turno de ustedes.
Lo cierto es que El almanaque de mi padre es otra magnífica muestra más de la maestría de un narrador único e inigualable. Estarán leyendo sus páginas con un nudo en la garganta.
Por cierto, no me centré mucho en el aspecto gráfico, pero en pocas palabras: qué hermosura de dibujos, de trazos: la manera de captar las expresiones y gestos humanos, además del detalle en los interiores/exteriores... Esas imágenes de contemplativo poder, que parecen emanar la paz (o el caótico trasiego) de sus paisajes. Una obra redonda y magistral, en resumen. Una recomendación a ciegas, no se lo piensen dos veces.
La ficha bibliográfica de El almanaque de mi padre no es muy movida, pero es que tampoco es que el manga sea un formato muy leído, y estoy seguro de que las personas que gustan de los cómics japoneses tienen otras formas de acceder a sus historias favoritas. O dicho de otro modo, puede que sea difícil pensar que en Bibliometro van a encontrar mangas; ciertamente, yo me sorprendí. De todas formas, como digo, ocho préstamos en dos años no está mal. Me pregunto si serán lectores casuales o conocedores de la obra de Taniguchi, o quizás no conocedores necesariamente, pero sí personas al tanto de la importancia de su nombre. Porque es un nombre importante, sin duda alguna, Taniguchi es un grande. Si pueden, léanlo.
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