Bibliometro #49. Verdad que ahora tenemos nuevo formato para los préstamos bibliometrinos. Ya estaba preguntándome qué temporada era esta, y no señor, ahora nos guiamos por una estricta secuencialidad hasta el infinito. ¡El infinito y más allá! Hablando de cosas infinitas... ¿Cuántos libros de Stephen King creen ustedes que hay en Bibliometro? ¿Cuántos llevamos? ¿Leeremos algo distinto? ¿Fue aposta, en el mes del terror, el maestro del terror? Bueno, no todo es terror/horror en la obra de King, eso ya lo hemos aprendido hace rato, lo aprendimos con su primer libro leído. Dolores Claiborne viene a ser el octavo o noveno, si no me equivoco.
Primero que todo debo señalar que, tal como se dice en el prólogo, Dolores Claiborne es, podría decirse, una novela hermana de El juego de Gerald, unidas ambas historias por un eclipse de sol y por el hecho de situarse cada una en un extremo de Maine (tal como se muestra en el mapa). ¿Qué tan crucial es esa unión, ese breve chispazo en donde una aparece en la vida/historia de la otra? Tendremos que leer El juego de Gerald para saberlo, aunque dicha novela no está ni en Bibliometro ni en la B.N.P.D., eso lo adelanto de inmediato. Pero he quedado con la curiosidad picada...
Dolores Claiborne es una novela, más corta de lo usual para Stephen King (unas 270 páginas, más menos), que destaca no necesariamente por estar narrada en primera persona sino que por replicar el habla de su protagonista (lo que también significa que viviremos todo lo que sigue desde su perspectiva, con los pies en sus zapatos, adentrándonos en su moral, su alma, su psiquis con una transparencia total), en tanto Dolores va a la estación de policía local (una pequeña isla frente al Océano Atlántico) a contar su historia, su verdad, y así acallar esos malditos y malintencionados rumores que circulan en torno a ella a raíz de la muerte de su jefa, de la que es sospechosa. De manera no lineal, alternando pasado y presente, Dolores no se limita a responder un par de preguntas de qué y cómo pasó tal o cual cosa, sino que hace un pormenorizado recuento de acontecimientos que contextualiza no sólo los hechos de interés, sino que también el espíritu del tiempo y el lugar en el que le tocó vivir. Años sesenta, lo más al norte de Estados Unidos, una comunidad rural, aislada, devotamente cristiana. Racismo, conservadurismo, violencia intrafamiliar, sexismo. Pobreza, falta de oportunidades. Dolores, una muchacha que se casó, apurada por haberse preñado, con un bruto alcohólico. Que trabaja y trabajó toda su vida con sus manos, su espalda, astillándolas hasta la extenuación. El amor por sus hijos, el instinto maternal. La belleza del mar, del cielo despejado, de los árboles y los caminos. Y la tragedia de ser humano, el círculo de la violencia, los tormentos de la muerte y de la culpa, el horror de la conciencia que se muerde la cola, las buenas intenciones que pavimentan el camino al infierno. Dolores nos pone en lugar, en contexto, y nos hace recorrer junto a ella el infierno que ha debido enfrentar casi toda su vida, un recorrido emprendido con entereza y fortaleza, nada de autocompasión y lamentaciones: King, se sabe, es un gran creador de personajes, dotándolos de dignidad y humanidad como pocos logran hacerlo en el ámbito del terror, si bien, como ha quedado claro, Dolores Claiborne no es una novela de terror, de género; acaso el horror se encuentra en los pequeños monstruos que nos rodean (el infierno son los otros), el monstruo de la envidia, de los celos, de la ira, de la lujuria, de la soledad, de la locura... Monstruos que, en mayor o menor medida, consumen e incineran por dentro a las personas. Qué más terrorífico que te atormenten fantasmas dentro de tu alma. Porque no todas son como Dolores, no todas pueden enfrentarse a los demonios propios y ajenos y vivir para contarla.
Así las cosas, tenemos una historia sumamente entretenida, terrible también por los pesares que viven sus personajes, escrita con el oficio maestro de King, con su innegable agilidad narrativo-dramática que aúna a la perfección el "estilo" literario-oral de su protagonista con el propio estilo del autor. Terror más, terror menos, Stephen King es el gran narrador de Maine: un gran observador, investigador y escritor que ha tallado en la literatura la historia de la zona. Como lo que Hernán Rivera Letelier ha hecho con la pampa y los pampinos: darles visibilidad a través de las letras. Dolores Claiborne no será la mejor o más ambiciosa novela de King (quizás sea una gran novela, pero por ser parte de semejante corpus bibliográfico sufre de menor consideración, "una obra menor"), pero sí es una novela 100% King que tiene todo lo que hace grande a su narrativa: interés y retrato humano/comunidad, misterio-suspenso, construcción de tiempos y lugares, y claro, lo terrorífico y sus múltiples formas. Totalmente recomendada. Además, Dolores es pura actitud, estoy seguro que nadie podría aburrirse de escuchar a una mujer con semejante personalidad y manera de ver/contar las cosas.
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