"LAS GRANDES PASIONES SON ENFERMEDADES INCURABLES"
-Goethe

martes, 4 de junio de 2024

Ruido, de Álvaro Bisama


Bien, el segundo libro leído de los prestados a Bibliometro es Ruido, cuarta novela de Álvaro Bisama, autor chileno que también ha incursionado en los cuentos y en los ensayos, en la crítica, en las crónicas, habiendo publicado libros de reseñas y otros más elaborados sobre importantes figuras de la literatura chilena (el poeta Pablo de Rokha y Carlos Droguett, el rabioso e insobornable Carlos Droguett). Bisama siempre me ha generado sensaciones encontradas, y eso que no lo había leído hasta ahora; el asunto es que, si bien su obra luce bastante interesante, también siento que hay cierto postureo (surgido de lo auténtico y todo lo que quieran, pero postureo al fin y al cabo, como un improbable esnobismo) en su figura, la de alguien que utiliza el frikismo por el frikismo, como si el solo hecho de escribir sobre cosas raras (ufología, cultura underground, satanismo, cruces invertidas, cine de terror serie Z...) fuera suficiente razón de calidad, o peor; escribir con indisimulado o exagerado entusiasmo al respecto con motivos menos nobles, por ejemplo valerse de lo raro para destacar. Desconfío de gente así, siempre he pensado que hay que ser ecléctico en lo que consumimos; al fin y al cabo, más que motivos críticos, para esas personas lo freak es un simple refugio y, como alguien que valora el arte por encima de todo y no la parte sentimental, tal cosa me parece patético. Uno no ve películas o lee libros para pasar penas de amor, para cerrarse en uno mismo, antes al contrario, lo hace para abrirse al mundo, lo hace para descubrir nuevas formas de arte y narración y luego compartirlo hasta con las personas más insospechadas... ¿o no?
No dejaban de ser prejuicios, dado que no había leído nada aún de su obra narrativa, pero ya hemos dado el primer paso con Ruido, y algo de eso hay, indicios no faltan...


Podría decirse que Ruido es una novela fundamentalmente conceptual, una novela que gira, valga la redundancia, en torno al ruido, a los ruidos, y que en cierta forma acaba siendo puro ruido, mucho ruido y pocas nueces. Una novela que se vale de un artificioso y plástico manto de impostado misterio (en su escritura, en su desarrollo argumental) para parecer más interesante de lo que realmente es, es decir prácticamente nada, solo chispazos aquí y allá. Ahora bien, ¿es esto un ejercicio consciente de "ruido" por parte del autor, como un meta-gesto hacia lo que quiere contar o lograr o provocar en/con estas páginas? Es que quizás no quería contar nada, quizás quería hacer como que contaba algo, quizás quería probar que podía no contar nada concreto y aún así mantener cierta atención del lector gracias a su efectista modo de escribir, como un burdo y pueril experimento. En cualquier caso, a mí me pareció una lectura insulsa, repetitiva y bastante irritante, porque ese artificioso manto lo veo como un escape cobarde de la realidad: apuntar con el dedo y luego esconderse.
Pero ya, ¿de qué trata Ruido? A fin de cuentas, trata sobre la anodina, aburrida y soporífera vida de unos cuarentones que, ya sea por una crisis de la mediana edad disfrazada de hartazgo existencial o confusión vocacional, simplemente recuerdan tiempos no mejores, pero por lo menos más interesantes y divertidos, o en el peor de los casos, no dados al aburrimiento mortal. Sin hablar claramente al respecto (es decir, sin mencionar nombres propios o ubicaciones, siempre hablando de manera indeterminada: eso, la cosa, lo otro, el tal o el cual...), apelando al conocimiento del lector, la cosa gira en torno a la aparición del vidente de Peñablanca, en Villa Alemana, aquel drogadicto que decía comunicarse con la Vírgen María en lo alto de un cerro en los años ochenta, es decir en plena dictadura militar de Pinochet. O más bien este curioso hecho sirve como telón de fondo para que el narrador hable sobre la vida en Villa Alemana (el pueblo sin nombre en el que ocurre esto, en donde viven los muchachos sin futuro ni prospectos porque la vida en ciertos pueblos es un permanente estado de nada y repetición), sobre que nada pasaba hasta que apareció el vidente, sobre la cotidianidad de un pueblo de provincia, sobre el ir creciendo en un país en dictadura-transición-democracia.
Es decir, sobre esta aparición, Bisama nos relata el auge y caída del vidente, con todas sus ramificaciones sociales y políticas en el Chile de la dictadura; nos habla un poco de la historia de ese pueblo; de paso habla sobre escritores, poetas y otros famosillos que posaron bajo las fulgurantes y efímeras luces de la notoriedad chilensis (aunque sin mencionar nombres, pero uno cacha po); y, en resumidas cuentas, habla sobre el paso del tiempo (o el no-tiempo) sobre todas esas cosas, sobre los cambios (o no-cambios) que sobrevienen en uno, en los demás, en todo. Y acá hay espacio para la nostalgia, el humor, la crítica, las reseñas sobre las cosas frikis y underground que gustaban al narrador en su juventud y mediana adultez, sazonar las cosas con teorías conspirativas y predicciones catastróficas del fin del mundo por si fuera poco... Una mezcla gratuita y arbitraria (y de nula profundidad psicológica, individual o colectiva) que, sin embargo, en lo aparente luce bien cohesionado porque se vale del misterio amplio e indomable de la memoria. La memoria, eso se me escapaba.
Acaso la memoria sea lo más importante de Ruido, la memoria en un país desmemoriado, la memoria quebrada y manipulable de un país que a veces parece un cruel espectáculo circense o de un ilusionista de pacotilla, la memoria poco confiable de los individuos, la memoria como escenario de la realidad que fue, porque la realidad no puede volver a ser y sólo tiene a la memoria y sus diferentes expresiones (Historia, artes, oralidad) para generar la ilusión de volver a ser (aunque toda representación nunca pueda ser del todo transparente, pues siempre habrá ruido en su materialidad representada, en su soporte físico). Y claro, como concepto narrativo y argumental este asunto de la memoria parece interesante y hasta prometedor, pero es que en Ruido queda como una simple y poco lograda excusa para hacerse el interesante, como un truco de magia que todos ya nos sabemos, amén de este narrador que de repente se pone a hablar incoherencias o a jugar con la veracidad y apariencia de lo rememorado, y que oooohhh, que la ficción y lo real, que oohhh, las brumas de los recuerdos y el polvo seco de la realidad, que oohhh, que el pasado es una película de mala calidad y el presente es un cine en ruinas, ooohhh...
Al final, termina siendo un ejercicio superficial que no ahonda nada en nada, ni en el horror de la cotidianidad en dictadura (qué lejos está de Mariana Enríquez en general, y de Nuestra parte de noche en particular, que construía una rotunda y palpable simbiosis de horror real-humano y horror de género: un relato de terror propiamente tal -con sus referentes incluidos- y un relato coming-of-age en los años de la dictadura argentina), ni en el horror de los relatos que se construyen oficialmente para justificar la realidad (esas cortinas de humo, ese ruido), ni en el horror de querer escapar de la realidad a través de los recuerdos o nuestras adicciones, es decir en nada socio-político ni psicológico o humano: son sólo elementos epatantes para lectores susceptibles e impresionables. 
No sé, me da que Bisama quería reírse de esos creyentes, de las personas que intentaron sacar provecho de la situación, de las personas que cayeron en ese embrujo; que quería reírse de nosotros, de los chilenos, y de nosotros, los lectores. Lo que es yo, no le vi la gracia. Y por eso digo que ese ridículo manto de misterio es un acto de cobardía, porque con eso siempre puede negar que se está burlando y riendo de todo eso.
Menos mal son como 170 páginas o algo así, me lo leí en dos noches. De puro imbécil que soy lo leería de nuevo, por si me perdí algo... Pero lo dudo, dudo de ambas suposiciones.

Por último, la tradición republicana de todo préstamo a domicilio. En esta ocasión se da para un análisis bien entretenido.
Primero que todo, se nota que los bibliotecarios han ido cambiando y sobre todo variando en sus estilos: están los que timbran en el espacio correspondiente (18/29 FEB... 08/31 AGO), están los que lo intentan al menos (01 FEB... 14 MAR), y bueno, están los que ponen el timbre en cualquier lugar, como ese que está al revés. Para una persona como yo es... mmmm, y si estuviera a cargo de alguna forma, dejaría ver mi descontento y ansiedad ante tanto desorden, pero no deja de ser un chiste, así que para qué ir tan en serio, ¿eh?
Segundo, este libro lleva más de ocho años siendo prestado, con saludable actividad entre el 2016 y el 2019, hasta que luego del retorno del 25 de marzo de 2019... ¿me quieren decir que nadie más lo ha pedido prestado hasta que llegué yo, con devolución para el inminente 10 de junio? ¿En serio este libro ha estado en la oscuridad por más de cinco años? Mmmmmmm... Sospechoso...
Por último-último, antes que yo, 24 personas han pedido prestado y (presumiblemente) leído Ruido. Yo soy el nº25. ¿Seguirá siendo leído o fui la excepción en medio de la oscuridad? Nunca lo sabremos...

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