Uno de los juegos con los que me topé navegando por el catálogo de Steam es Beholder, primera entrega de toda una saga que incluye una segunda y tercera continuación, además de un spin-off que prontamente será lanzado. Yo, que soy dado a los juegos sin muchas estridencias y que centran su jugabilidad en aspectos más allá de las formalidades o gráficas, me vi atraído por esta propuesta que parece descansar altamente en las elecciones/decisiones del jugador, que es algo tan fascinante y estimulante como estresante, pero en un modo agradable supongo. Como sea, allá vamos, porque obviamente aproveché una oferta que incluía todo a un ridículo precio de ganga.
Si jugaron Papers, please y This War of Mine entonces verán que Beholder, aún siendo un producto con personalidad propia, recoge inspiración en las jugabilidades y temáticas y mecánicas de ambos títulos. De Papers, please (al que brinda directa alusión y homenaje con una misión titulada de esa forma y un personaje que, básicamente, es el protagonista de aquel videojuego... bueno, uno entiende la referencia, claro) tenemos el escenario y la temática: vivimos en un país totalitario, de reminiscencias soviéticas, cuyo régimen se basa duramente en la vigilancia, la delación, la disminución de las libertades individuales y colectivas, etc., siendo nosotros, los protagonistas, un engranaje más de esa vil burocracia sin alma. Nuestro personaje es Carl Stein, administrador de un edificio cuya misión es sencilla: vigilar a los inquilinos e informar de cualquier irregularidad. Si hacemos mal nuestro trabajo, nos dan de baja. Pero, tal como en el juego de Lucas Pope, acá las cosas no serán sencillas y prontamente veremos que, entre las tareas comandadas por el Ministerio del Orden y los favores que nos piden los inquilinos y otros personajes, no hay mucha armonía que digamos, y seremos obligados a tomar decisiones de índole moral y ética que, dependiendo de lo uno o lo otro, cambiarán el curso de las vidas en juego e, incluso, de toda una nación. Será nuestro deber aprendernos las normas y directivas del régimen, estar atentos a posibles faltas, todo dependiendo de si queremos ser un ser humano o un robot al servicio de la maquinaria antidemocrática y propagandística. De This War of Mine, el cual no he jugado y por tanto ignoro si tiene homenajes o referencias (probablemente), puedo afirmar que recoge el escenario propiamente tal del juego: como ven en las capturas, el edificio con sus distintos pisos y apartamentos, el sótano, la calle, los interiores; y todas las herramientas que tenemos disponibles para nuestra labor: cámaras, principalmente, sin las cuales no podemos ver lo que sucede dentro de los apartamentos, y dinero y prestigio/influencia, como se sabe una moneda a veces más poderosa que el billete. También hay otros objetos que podemos revender en el mercado negro, y así. Le mecánica de juego de Beholder ofrece múltiples posibilidades tanto en lo narrativo/argumental como en la jugabilidad propiamente tal, pues podemos llegar a mismos resultados de modos distintos, o, créanlo o no, el mismo modo puede arrojar un resultado diferente dependiendo de otros factores: uno tiene bastante libertad para moverse de la manera que estime más conviene, a medio camino entre un mini sandbox y un scripted sequence game. Considero banal detallar todas las mecánicas y dinámicas de juego, la gracia es, mediante el ensayo y error (aunque sea doloroso en ocasiones constatar que nuestras decisiones o modus operandi conducen a desenlaces fatales), ir aprendiendo esto o aquello, sacarle ventaja a tal aspecto o mejor cuidarse del doble filo de otro. Por sobre todo, ¿qué está en juego? Nuestra familia: Carl Stein llega con su mujer, su hijo y su hija. Cualquier cosa podría pasarles y nosotros no queremos que sea nada malo, pero a qué costo.
Beholder, antes de lanzar su segunda parte, lanzó un DLC igual de bueno y desafiante que el juego principal. Este DLC se titula Blissful Sleep y, para usar referencias recientes, es lo que Furiosa es a Fury Road, es decir, narra precisa y justamente lo que sucedió antes y el final encaja inmediatamente con el inicio del otro. Porque en la introducción de Beholder vemos la llegada de Carl Stein con su familia a este edificio, justo en el momento en que la policía está desalojando violentamente a su predecesor: Hector Medina (curioso nombre, ¿no?), nuestro protagonista en este DLC. Con un arco temporal algo más acotado, veremos qué demonios sucedió para que acabara de esa forma... o puede que de otra. El contexto es el siguiente, en todo caso: el Líder de este gobierno autoritario saca una ley de eutanasia a todos los ciudadanos que cumplan 85 años. Hector, que en realidad tiene 65, recibe un plazo de dos semanas para arreglar sus asuntos e ir al centro de eutanasia, porque según los papeles del gobierno acaba de cumplir 85, y nadie va a admitir el error. Entonces, ¿no tenemos salida? En ese lapso dado tendremos que idear una forma de corregir la situación, mientras vamos cumpliendo nuestra ingrata labor y a la vez ayudando a los inquilinos, quienes en agradecimiento podrían echar una manito de vuelta, ¿no? Bueno, eso va dependiendo de cada jugador. Obediencia o rebelión, qué será, ¿ah? Este DLC añade dificultad en tanto encontramos niños, quienes, como saben, siempre andan dando vueltas y no te dejan mucho tiempo para inmiscuirte en los apartamentos a husmear y buscar cosas o instalar cámaras. Por lo demás, como si el peso de las elecciones morales y éticas no fuera suficiente, al ser una precuela arroja una nueva perspectiva a los personajes que vimos en el juego principal y cuyas acciones en ése adquieren nuevos significados; lo digo porque en Beholder hay un inquilino que fabrica y vende drogas, y de inmediato queda como villano para nosotros, alguien a quien es fácil acusar y mandar a la cárcel si queremos, pero en este DLC vemos que no siempre fue así, vemo las razones de su decadencia y la verdad es que me pareció bastante desolador el efecto. Notable y meritorio de parte de los desarrolladores, pero desolador al fin y al cabo. Y de eso se trata, a fin de cuentas.
Para ir cerrando, Beholder y su DLC son juegos de considerable duración (tomando en cuenta su escala); la jugabilidad es bastante sencilla y directa pero a la vez compleja y desafiante; hay una gran construcción de personajes y de mundo, es decir una gran inmersión narrativa que además se potencia con esta atmósfera como de urgencia y peligro (peligro por no poder cumplir, peligro de que te pillen husmeando, peligro de todo en general: el escenario de este juego es pesimista, sombrío, como sin esperanzas, triste incluso), como de un peso que se cierne sobre nosotros implacablemente; y la verdad es que el mecanismo de las decisiones y de ir conociendo personajes en profundidad lleva un mensaje que queda vibrando y resonando: el valor de la individualidad y de la humanidad como fuentes de luz y esperanza. Y si son medios maniáticos y perfeccionistas, Beholder será un juego completamente adictivo, como un reto personal y constante.
A mí me sorprendió gratamente. Pedía algo bueno y jugable, obviamente, pero no esperaba algo tan bien hecho y que me hiciera sentir tan implicado moral y emocionalmente. Agradecido, mano.
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