Vamos a ir apurando un poco esto porque, en primer lugar, no puedo estar semanas hablando de un sólo libro (aunque sea la recopilación de toda una obra cuentística), y en segundo lugar y más importante, se nos van a ir acumulando los materiales de los posts, y no quiero que eso suceda, claro que no. Así que hoy vamos a darle fin a Todos los cuentos de Clarice Lispector de una vez por todas, estos cuentos tan conflictivos para mí.
Todos los cuentos que quedan fueron publicados (y presumiblemente escritos, si bien Lispector tiende a reciclar o remodelar ideas, conceptos, historias o personajes) ya en la década de los setenta, a la postre la última década en la que la escritora viviría hasta que un cáncer de ovario se la llevara tempranamente el año 1977. Y las fechas son importantes, porque se aprecian muchas cosas en la escritura de Felicidad clandestina y Dónde estuviste de noche. Yo no soy experto en la vida de Lispector y muchas cosas de su biografía se me escapan, pero ciertas notas y comentarios críticos y de los editores de esta recopilación indican que, por diversos problemas de la vida (de salud, por ejemplo, entre otros), la escritora había decaído en una visión de vida más pesimista o huraña, casi nihilista, lo cual, partiendo de esa personalidad anárquica, iconoclasta, contenidamente rabiosa y profundamente dicotómica (la individualidad versus el rol social como persona, como mujer) que intuíamos en sus primeros cuentos escritos en los cuarenta, claramente encontraría un potente acento en sus obras, que además de ser más breves, veremos que tienden a ser más tempestuosas, violentas, directas, tórridas y completamente desprejuiciadas. Que Lispector se dé a sí misma voz a través de sus personajes no es de extrañar, y varios personajes claman que la literatura no importa para nada, que los escritos son meras anécdotas y que su interés radica en escribir sobre lo que acontece en la realidad más cruda, para desagrado de sus críticos más intransigentes y lacerantes.
Dicho esto, y como ya no recuerdo con exactitud lo que sucede en todos los títulos, sí puedo afirmar que los cuentos de Felicidad clandestina aún no se inclinan hacia la vertiente más feroz y nihilista de sus últimos escritos; aún hay un tono ingenuo en estas historias, como si Lispector se resistiera a lanzarse por completo al desencanto y la rabia incendiaria; un tono ingenuo y juguetón que se combina la mar de bien con las atmósferas propias de cada cuento, algunas más sugestivas y oníricas, otras más costumbristas y "realistas", otras más descriptivas y otras más evocativas o introspectivas. El primero, que da nombre al conjunto es sobre una niña, amante de la lectura, que sufre las burlas de una niña rica que tiene todos los libros que la protagonista desea, pero que no se los presta y la hace sufrir de imaginativas formas. Cuando por fin puede acceder a sus lecturas, la invade una felicidad que considera prudente esconder, nuevamente el conflicto entre el goce desprendido o el pudor del "comportamiento en sociedad decente". Similar cosa ocurre en Restos del carnaval, sobre una niña que ansía con todas sus fuerzas asistir al carnaval de su ciudad, si bien hay un abismo de diferencia entre las expectativas que nos formamos y las circunstancias que rodean los hechos una vez ocurren: la magia existe pero no es fácil de invocar o, para tales efectos, sostener en la palma de la mano. Los tres cuentos que siguen son entretenidos e ingeniosos juegos sobre niños filosofando inocentemente, una mujer enojada con Dios y las pruebas que pone en su camino, y robos y ladrones que se exculpan de todas las maneras. La criada, desde una perspectiva externa, analiza el misterio que supone la personalidad de una criada, de buenas a primeras una persona simple pero que, interiormente, puede ser más compleja de lo que aparenta. Los demás, como ven de dos o tres páginas de extensión, van en la misma dirección y dejan con buen sabor de boca, sin impresiones muy sombrías o ambiguas.
Algo similar con la mayoría de los cuentos de Dónde estuviste de noche, que desde Manifiesto de la ciudad hasta Vida al natural también va sobre personajes interesantes o singulares, momentos incandescentes, momentos únicos, pensamientos, descripciones, reflexiones... Oscilando entre un estilo relativamente coloquial, cuasi hablado al natural, y esas construcciones algo más elegantes y complejas en su composición, sin caer en el exceso de hermetismo y trucos recursivos que hacían un suplicio la lectura de cuentos anteriores. Debo comentar un par que me gustaron o llamaron la atención de alguna forma: Tanta mansedumbre es sobre una mujer que se sorprende de sentir tanta calma; y en Tempestad de almas Lispector básicamente admite que le gusta escribir lo primero que se le venga a la mente y dejarlo así, un poco en sintonía con su carácter desafiante y de buscar la belleza en lo extraño, en el caos (claro que para el lector la cosa se hace menos amable, menos legible). Los cinco primeros son más largos pero, en general, sumamente interesantes y logrados. En busca de una dignidad es como un relato kafkiano, como de pesadilla, en una ciudad laberíntica e ilógica a través de cuyas brumas arquitectónicas la protagonista se mueve no muy convencida, no muy segura, preguntándose por el sentido de sus actos, de sí misma, cuando lo cierto es que al parecer le complica el hecho de que aún pueda calentarse... La partida del tren es un entrañable cuento sobre dos pasajeras de un viaje en tren que reflexionan sobre los motivos de sus respectivos viajes mientras entablan conversación. Seco estudio de caballos es uno de esos típicos devaneos de Lispector que comienza casi como un informe común y corriente y termina casi como si de una leyenda o algo sobrenatural se tratara, entre medio multitud de frases y aforismos apreciando a los caballos, la belleza, lo místico, en fin... Dónde estuviste de noche, curiosamente, es un cuento bien místico, misterioso, surreal, onírico, pero está escrito como relato, la cosa se entiende y de hecho es la mar de interesante: un grupo de personas están de noche en lo que parece ser un rito de alguna religión tribal, con sus deidades crueles y sangrientas (estoy seguro que Mariana Enriquez ha leído este cuentazo), cada cual dejando sus impresiones y todo eso, mientras éste se desarrolla en el misterio de la noche, hasta que se hace de día y la gente vuelve a sus realidades mundanas, como si hubiera sido un sueño... ¿Lo fue? Informe de la cosa es un ejercicio de anti-literatura... dejémoslo ahí.
Muy bien, ya para ir terminando. En El Viacrucis del cuerpo es donde encontramos a la Clarice Lispector más desencantada, desafiante, rabiosa a la vez que resignada, nihilista, cuentos que son como puñetazos al estómago, escupos al rostro de los solemnes, patadas en las bolas, cuentos que por lo demás, según la misma autora, fueron escritos en máximo una semana, amén de esta energía más bien visceral, incendiaria, contestataria... Como mezclando el ímpetu e idealismo juvenil con la amarga y descascarante experiencia de los años. En estos cuentos se habla de sexo sin tapujos, de personas que reniegan de Dios, de la religión, que abrazan la soledad, el individualismo, Lispector despotricando contra el valor de su arte y de su literatura, completamente desinteresada en la recepción que pueda tener, simplemente volcando en el papel esa masa palpitante que hierve por dentro. Como si estuviera cuestionando todo lo que antes significaba algo para ella, como una tardía pero nunca innecesaria rebeldía. Es mejor no reseñar nada y dejar que ustedes se sorprendan por sí mismos.
Por último: Brasilia, escrito en dos tiempos, primero en los sesenta y luego en los setenta. Es como una crónica, la crónica que Clarice Lispector hizo de cada visita a esta ciudad de diseño, una ciudad hecha a medida. No es una crónica normal, es otro torrente de idas de olla (o ideas... ideas de olla) que te habla de los habitantes, la arquitectura, a la vez que ininteligibles tramas subyacentes que, en fin, parecen querer rizar el rizo porque sí. La mirada mordaz y aguda de Lispector encontraría perfecta expresión en una crónica normal.
La bella y la bestia es un entretenido y bastante consciente cuento sobre la esposa de un acaudalado banquero cuya vida se complica al tener que darle limosna a un vagabundo mutilado. Aunque no está presente de manera muy directa o explícita en su obra, este cuento parece girar sobre las diferencias de clase y cómo dichas circunstancias afectan la mirada sobre la realidad. Eso, y que es un estudio de personajes bien irónico e inteligente. Muy recomendable.
Un día menos. Una treintañera solterona se queda sin su criada por unos días y veremos cómo se las apaña para vivir por su cuenta. También, muy interesante, entretenido y escrito con claridad y bastante mala leche, pero también compasión.
Y eso, hemos llegado al final de esta recopilación. Una tarea ardua, no les voy a mentir. Quise desistir en algunos cuentos, me molesta cuando no puedo imaginar lo que se narra, y pasaba continuamente, tantos cuentos que son como el aire hablándole al aire. Con todo, una lectura valiosa en tanto Lispector es una autora muy singular y dueña de una mirada propia, conflictiva como su escritura, pero de múltiples recursos y hallazgos, elegante pero con sentido del humor, observadora e imaginativa. Puede que sus cuentos no me hayan dejado mucha huella, quizás me lancé a lo bestia, no sé, con otros cuentos completos no me pasa, primera vez ahora. Dudo que le dé otra oportunidad a este volumen, no suelo repetirme las cosas (las pelis, los libros: siempre hay nuevas historias por descubrir y degustar), pero en algún punto creo que merecerá el intento, quizás la vida me dé lo que ahora (quizás) me haya faltado.
Anímense.
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