"LAS GRANDES PASIONES SON ENFERMEDADES INCURABLES"
-Goethe

sábado, 31 de agosto de 2024

El agujero en la pared, de Rubem Fonseca

Bibliometro S04E07. Bien, otro final de temporada ha llegado y, como se puede comprobar, este ciclo fue mayoritariamente dedicado a Rubem Fonseca, así surgió, así se hizo, puro impulso. El agujero en la pared es un libro de cuentos, ocho en total, el séptimo en este género, que fue publicado el año 1995, siete después de Vastas emociones y pensamientos imperfectos, esa sensacional novela que ya comentamos hace unos cuantos días. (Leí los libros prestados en orden estrictamente cronológico, lo cual me ha servido para ir observando los cambios en su literatura, la evolución y progresión). La buena racha sigue presente, para disfrute nuestro.


Comencemos de inmediato con los cuentos, siguiendo el índice:
-El globo fantasma: Interesantísimo y exótico cuento (al menos para alguien que vive en un lugar que no sufre los problemas relatados) que, en esencia, es un policial sobre globos, es decir, un policía a cargo de una comisión dedicada exclusivamente al combate de la industria de los globos, que como se sabe, son peligrosos por cuanto pueden causar incendios tanto en las selvas como en asentamientos urbanos. El asunto es que, según un informante, los globeros quieren elevar el globo más grande jamás hecho por la mano del hombre, pero no hay pistas concretas, así que de eso se trata, de un policía, con sus problemas sentimentales entre medio, persiguiendo un globo que no se sabe si existe aún. Es un cuento muy entretenido, que goza de la buena prosa de un ya experimentado Fonseca que domina al revés y al derecho el relato policial aplicado a cualquier historia, a cualquier premisa, lo cual viene a demostrar la habilidad de los maestros: contar historias fuera de su zona de confort sin perder la identidad.
-La carne y los huesos. No mentiré, me he demorado en escribir este post y ya han pasado hartos días desde que no sólo leí sino que devolví este libro, y este cuento es uno que no recuerdo mucho, salvo que es sobre amores y muertes, amantes y madres muertas, la crónica de un hombre cuyos días oscilan entre esas dos energías. Pero como digo, no me dejó mucha huella.
-Idiotas que hablan otra lengua. Este cuento está escrito en formato dramatúrgico, en esencia es una obra teatral sobre un hombre con muchas mujeres que, un buen día, es incapaz de mantener en orden sus asuntos y todo le explota en la cara. Podría hablarse sobre perspectiva de género, en tanto el protagonista y sus mujeres tienen puntos de vista contrapuestos sobre el adulterio y esas cosas, pero no deja de ser una más o menos divertida banalidad, una mini guerra de los sexos.
-El enano. Este cuento sí que me gustó, y ya de que acá la cosa mejora. Brevemente, es la historia de cómo a un hombre pusilánime, débil e inútil, le cambia la vida al conocer a dos mujeres muy diferentes entre sí, tanto por su extracción social como por sus personalidades y sus formas de expresar su amor por este sujeto. Nuevamente tenemos presente la muerte, la violencia, el amor, el sexo en un cuento de enredos, que por lo demás tiene una atmósfera de humor negro que le queda delicioso. Yo me lo pasé re bien leyéndolo.
-Artes y oficios. El arte y la sociedad, la integridad artística y el éxito material. El protagonista es un pobre enriquecido, un tipo que no tenía nada y que a punta de ingenio se las arregló para hacerse millonario, para encajar en la sociedad de las apariencias y las máscaras. También tiene su toque cómico, irónico, palabras afiladas para referirse a la hipocresía y decadencia y venalidad de esa burguesía aburrida y diletante que no sabe qué demonios hacer con su falta de cultura. El pobre y el rico habitando en el mismo sujeto, y sus intentos para dejar una marca aún mayor, para erigirse como el no-va-más de la sociedad brasileña. Excelente cuento también.
-Orgullo. Una divertida miniatura, escrita y leída sin apenas suspiro, que también juega con el orgullo de clase, el orgullo personal y cómo esas consideraciones pueden marcar la diferencia entre la vida y la muerte. Muy ingenioso y logrado.
-Placebo. Acá si que es mejor no revelar mucho porque la premisa es delirante y Fonseca logra situar su relato justo en el límite entre el consciente ridículo y la seriedad de unos personajes para quienes, obviamente, el problema que tienen entre manos no es ningún chiste, aunque para nosotros, ya digo, es toda una gozada seguir esta desquiciada historia de absurdos muy serios.
-El agujero en la pared. Este es como un coming-of-age sobre un muchacho que vive en una miserable pensión, apenas en el rincón de una sala de estar (separado por un muro o un armario o algo así), y que descubre el amor, el sexo y también los problemas que todo ello trae consigo. Tiene exquisitos toques noir, el muchacho va a la Biblioteca Nacional de su ciudad a leer todo el día, se enamora de otra muchacha también despertando a la vida y sus sensaciones, y de nuevo, la presencia de la muerte, esa sombra que se cierne, como una maldición, sobre lo bello que se puede hallar en esta vida. 

En resumen, un libro de cuentos sumamente logrado, lecturas veloces pero de historias, en su mayoría, no sólo interesantes por sí mismas sino que también por la manera en que están narradas y porque Fonseca logra dotarles de un ingrediente único, singular, refrescante a cada historia, y porque además, en extensiones más acotadas, te cuenta argumentos no tan simples y te inventa personajes con bastante sustancia, todo eso con una inteligente y eficiente economía de medios. Es curioso, porque Lucía McCartney también es un libro mayoritariamente bueno, pero los cuentos de El agujero en la pared se sienten como con más empaque, más solidez estructural, más madurez, no lo sé. O quizás fue la traducción de aquel libro de cuentos, quién sabe. Estoy decidido a leer Lucía McCartney a cargo de otro traductor, quedé con esa maldita espina clavada.


Once (¡chúpalo entonce!) préstamos en poco más de nueve años es la actividad de este libro de cuentos, con una prolijidad no del todo lograda aunque algo hay, pero de todas formas hay una fecha invertida, un espacio en blanco y fechas chuecas o muy apegadas a los bordes de las casillas. Un extraño placer provoca mirar esta imperfecta ficha bibliográfica. El 2015 fue el año de gloria de este libro, luego recién el 2019 se pidió otra vez un par de veces, luego lo mismo el 2023, y parece que yo vine a romper estos intervalos de cuatro años, este 2024 que ya entra en su trimestre final.

jueves, 29 de agosto de 2024

Pánico, de James Ellroy

 

Biblioteca Nacional S05E01. Otra temporada de préstamos provenientes del Departamento de Policía de la Biblioteca Nacional, el famoso B.N.P.D. James Ellroy, el demon dog de las letras estadounidenses, Pánico, una de sus novelas más recientes en una amplia, prolífica y densa bibliografía que se ha extendido ya por más de cuarenta años, novela publicada entre medio de su segundo cuarteto de L.A. (si bien es, como se sabe, un quinteto), novela que viene a demostrar que Ellroy no está muerto, no está acabado, que todo lo contrario, está más presente que nunca y que no dejará de escribir hasta que se muera, porque eso es todo lo que hace a decir verdad, un escritor obseso que vive por y para escribir. Por lo demás, me gusta el efecto de la portada: mientras desde más lejos se mira, más "normal" parece ese ojo; mientras más cerca, se aprecian los puntos y los colores y no el panorama general, que apenas se intuye. Cómo se llama eso.


Primero que todo, si bien ya sabemos que Ellroy sitúa sus historias en lugares y tiempos verídicos, en épocas pasadas que realmente ocurrieron, con sus lugares y personajes perfectamente reconocibles, lo que entronca sus novelas negras con la narrativa histórica, debo admitir que me sorprendí al comprobar que el protagonista de esta novela, Freddy Otash, ex policía corrupto, degenerado profesional, fixer del Hollywood clásico y protopaparazzi (o sofisticado espía de estrellas de la fama), ese sujeto, existió en realidad. Lo otro es que la revista para la que trabaja, Confidential, también existió y no es una creación de Ellroy (me había confundido porque sí hay una versión ficticia, la revista Hush-Hush, que aparece en L.A. Confidential, libro y película). En efecto, grande fue mi sorpresa. El resto son nombres y rostros ya conocidos los que van desfilando y orbitando en torno al perro pervertido: una joven Liz Taylor, un Rock Hudson reticente a fingir que le gustan las mujeres, el James Dean pre-estrellato, un Nicholas Ray retratado con bastante mala leche, el ínclito J.F. Kennedy (el más rutilante y recordado miembro de los Dead Kennedys, la famosa banda de punk), el bad boy Steve Cochran, entre otros cuyas apariciones nos permite regodearnos en el vil y delicioso chisme, nosotros los gossip girls. Así que si ya nos vemos atrapados gracias a la ambientación perfectamente recreada con lujo de detalles, lo que termina por clavar el anzuelo es el estilo de Ellroy, esa prosa delirante, esquizoide, autoconsciente (el mismo Freddy O. hace alarde de su gusto por la aliteración), casi aforística, a ritmo de metralleta y con la potencia de una bala dum dum, y la trama de la novela, que como ven, se divide en tres partes y cada parte tiene su argumento propio, si bien hay una clara continuidad dramática. Debo aclarar de inmediato que, aunque no lo parezca debido a la aparente efusividad de mis palabras, no me parece que Pánico sea una gran novela, pero sí es efectiva, es solvente y es infernalmente entretenidísima; tiene todo lo que se puede esperar de Ellroy (aparte de lo ya dicho: tramas, eso sí, magistralmente hilvanadas y manejadas con suspenso; su tratamiento de la violencia, brutal y despiadada incluso, o del sexo, tan brutal y despiadado como despedazar a un ladrón a base de una lluvia de disparos), acaso de una manera más desaforada todavía, amén de la explosiva psicología y desvergonzada personalidad de su protagonista.
La novela comienza, de hecho, en el purgatorio, en donde Freddy O. lleva casi treinta años sufriendo los crueles fuegos de sus pecados terrenales y sus aún más corrosivos fuegos espirituales. ¿La solución que le es dada para poder alcanzar la paz y la armonía? Confesar, por supuesto: una confesión inclemente consigo mismo, con la época en que le tocó triunfar y fracasar, con la flora y fauna con la que sobrevivió en esa peligrosa jungla de concreto. O lo que es más o menos lo mismo: Ellroy exponiendo los pecados del Hollywood clásico de los años cuarenta y cincuenta, desmitificando ese espurio pero seductor paraíso: la corrupción policial, la corrupción política, la máquina de depravación y degeneración moral de la industria del cine, la caza de brujas en contra del comunismo, violencia doméstica, racismo, entre un sinfín de lindezas que el protagonista, con todo gusto, nos irá relatando... porque Freddy O. no fue el único cabrón hijo de puta que se arrastró por entre las palmeras de L.A., sería injusto que la Historia se ensañara sólo con él. Sólo para consignar: la primera parte cuenta cómo Freddy O. se convirtió en el hombre más temido de Hollywood luego de ser un simple policía patrullero; la segunda, ya afianzado como el no va más del cotilleo y el tráfico de influencias, lo ve resolviendo un asesinato mientras investiga las sospechosas actividades de un reconocido actor y el pasado/presente de una intimidante amante; y la tercera y final, tiene que ver con el hilarante rodaje de Rebelde sin causa y la existencia de un asesino de apellido Chessman, que le permiten a Freddy O. cerrar su particular e intensa expiación del mal propio y ajeno, librándose de la mierda al exponerla, al colocar los puntos sobre las íes. ¿Víctima o victimario de sus circunstancias? Condenado y verdugo a la vez. Emisario de la verdad escondida bajo toneladas de glamour.
Si ya conocen a Ellroy y gustan de su estilo marca de la casa, Pánico será una lectura, cuanto menos, entretenida y agradable; si no han leído nada del demon dog, puede que su prosa y su mórbido tratamiento de la sordidez y la truculencia se les atragante, pero es que así es el bueno de Ellroy: tienes que meterte en la sangrienta y brutal y procaz boca del lobo para enterarte, no hay versiones light o Disney de la mugrienta realidad. Las cosas como son.


Que un libro relativamente reciente tenga sólo dos pedidos no es de extrañar, por lo demás es seguro que este ejemplar de Pánico llegó nada más este año a los estantes de la sección de Préstamo a domicilio. Lo que me llama la atención es el modelo de la ficha bibliográfica, que se asemeja al de los libros más antiguamente circulando en la Sección que al modelo más reciente, con su perfecta e impoluta separación entre fecha y nombre de lector. Pasarán años, lustros, puede que décadas antes de que veamos la mitad de estas casillas llenas. ¿Estaremos para comprobarlo? ¿Tiene sentido poner esperanzas en ello?

martes, 27 de agosto de 2024

Vastas emociones y pensamientos imperfectos, de Rubem Fonseca

 

Bibliometro S04E06. Sí señor, más Rubem Fonseca, porque no puede ser de otra manera; cuándo el destino toma un rumbo, hay que seguirlo y no pelear contra él, al menos en materias placenteras como la lectura, como el ir conociendo la obra de un escritor que no habíamos leído. Vastas emociones y pensamientos imperfectos, novela, llega dos años después de Bufo & Spallanzani, y confirma y reafirma la buena racha del escritor brasileño, que parece haber encontrado una nueva voz, o al menos una voz más rotunda, cuidada, trabajada.


El título es la definición de los sueños, tal como el protagonista, un cineasta brasileño que busca concretar una nueva película luego de dos años de inactividad, investiga al reflexionar y analizar los singulares sueños que a lo largo de la novela se producen en su mente cada noche. Nuevamente Fonseca elabora una fusión de géneros y de intereses en un conjunto plena y coherentemente cohesionado, y que además no se repite, se permite variaciones que dan un aire fresco a su vocación fabuladora e incansablemente creativa. El protagonista, el cineasta que mencionamos, es un hombre más o menos roto, (auto)castigado: carga un dolor inmenso en el corazón y una lacerante crítica de sí mismo, al vivir contraviniendo sus principios éticos y artísticos, ya que se gana la vida trabajando en el área audiovisual de la iglesia evangélica de su embaucador pero exitoso hermano menor. Por lo demás, es atormentado por los dichosos sueños y por una especie de vértigo que le llega inesperadamente. Sin embargo, dos hechos vienen a cambiar su vida: primero, la propuesta de un acaudalado productor alemán que quiere que escriba y dirija una adaptación cinematográfica de la obra de Isaak Bábel, y lo otro, un hecho fortuito pero crucial: la ayuda que presta a una mujer que huye de unos malhechores, y que le pide que guarde una bolsa cuyo contenido no quiere ver, pero que debe ser muy valioso, a juzgar por los sangrientos acontecimientos que suceden. Así las cosas, tenemos el lado del relato negro-criminal, con este entuerto de intereses cruzados y violentas casualidades, huyendo del peligro que acecha a la vuelta de la esquina, por el otro, tenemos la intriga de cómo adaptar la obra de un escritor ruso asesinado por la burocracia soviética y todo lo que conlleva dejarse atrapar por el arte, ambas vertientes, si bien paralelas, ligadas de un modo más íntimo de lo pensado y pletóricas de misterios, de curiosidad, de deseo. Fonseca enriquece el relato con tramas complejas y cautivantes que no dan respiro, con personajes llamativos y atractivos y seductores, con un ritmo apabullante y un excelente manejo del suspenso, y de nuevo, con esa manera suya de encantar y obsesionar la realidad construida, siempre capaz de ofrecer más y más sin agotar por acumulación, antes al contrario. Fonseca, con la precisión letal de un experimentado arácnido, crea, diseña, una magistral y aparentemente infinita telaraña de la que es muy difícil escapar, porque cada rumbo y cada rincón, más que un final o un callejón sin salida, es en realidad una pantalla que abre nuevos y fascinantes recovecos que recorrer. Y, por supuesto, con una prosa que se da el tiempo de describir exquisitamente no sólo las acciones o traslados sino que también el mundo exterior e interior, los personajes, sus reflexiones, alternando entre las partes más behavioristas (que de todas formas ya no tienen ese carácter parco, brusco y abrupto de sus primeras narraciones) y las más evocativas, sensoriales, oníricas, etc. Se encontrarán leyendo esta historia en un suspiro, pero degustando cada palabra, cada oración, cada párrafo, tal es el mágico poder de su escritura.
En otras palabras, otra gran novela, así a secas, de Rubem Fonseca, que dentro de la arquitectura de Vastas emociones y pensamientos imperfectos incluye variados tipos de novela, relatos, estilos, sin perder ni tambalear su firme armazón estructural. Impresionante, ya tardan en leerlo.


Un sólo préstamo, y no, no hay ninguna ficha escondida debajo de la que se ve a simple vista. El libro está subrayado y bastante manoseado, sin embargo no parece consecuencia de su circulación por Bibliometro. Quizás haya sido una donación o quien sabe, o quizás, en vez de poner una ficha encima de otra a medida de que se llenan, en esta ocasión las quitaron y colocaron una flamante ficha nueva. En cualquier caso, un pedido en quién sabe cuanto tiempo. Yo que ustedes voy corriendo a por esta novela, no se arrepentirán.

lunes, 26 de agosto de 2024

Bufo & Spallanzani, de Rubem Fonseca

 

Bibliometro S04E05. Ya vamos avanzando a paso firme y seguro en la segunda parte de esta cuarta temporada de lecturas bibliometriñas y seguimos con Rubem Fonseca, a lo bestia. Bufo & Spallanzani es la tercera novela del escritor brasileño, pero ojo, que la publicó unos doce o trece años después de El caso Morel, y pues bueno, como ya hablaremos, se nota el paso del tiempo... para bien.


Todo lo que podíamos achacarle a El caso Morel se ve no sólo depurado y corregido sino que potenciado en Bufo & Spallanzani, una novela negra perfecta, endiabladamente divertida e interesante, diabólicamente coqueta y juguetona, coherente y cohesionada en un todo sin fisuras, cada elemento narratológico y sustancial perfectamente enlazado. Resulta que el protagonista es un exitoso, prolífico y ecléctico escritor de novelas, ensayos, poemas, obras de teatro, cuentos, erudito de las artes, amante de las mujeres, enamoradizo empedernido, vividor pleno y orgulloso, cuya vida se ve zarandeada cuando una elegante mujer, esposa de uno de los hombres más influyentes y millonarios de Brasil, aparece muerta en su lujoso Mercedes en una tranquila calle de un pudiente barrio carioca. ¿Qué tiene que ver este famoso escritor con una mujer florero? Pues eso es lo que se irá desenrollando a través no sólo del presente (y el pasado negro) del escritor, también a través de las investigaciones de un desaliñado pero efectivo detective de policía, entre otros personajes que irán apareciendo en esta intrincada maraña de secretos y apariencias, que acumula intrigas y misterios, como si fuera un estiloso juego de muñecas rusas. Así las cosas, como se puede apreciar, Fonseca nos entrega una historia muy propia de él, en donde el arte, su reflexión y degustación, es un elemento esencial para la vida incluso de aquellos a los que no les importa un pepino; en donde el sexo, el amor y el erotismo también son primordiales para el buen (o mal) vivir; y en donde el elemento noir no sólo está presente en tanto género (ética y estéticamente) sino que también como vehículo para construir un mundo ficticio que refleja las muchas aristas de la realidad, algunas de las cuales sólo pueden apreciarse a través de intrincados caminos pedregosos y terrosos - en otras palabras lo sublime y lo aciago, abyecto: la belleza del arte, las mujeres, la podredumbre moral de los hombres, de las instituciones, del sistema injusto y desigual. Es decir, como novela negra, Bufo & Spallanzani lo tiene todo, ejecutado magistralmente. Es que hasta la prosa de Fonseca ha madurado de una manera sensacional y exquisita, abandonando esa narración brusca, afilada, como a trompicones, por una prosa mucho más trabajada, cuidada, pulida, rica en figuras literarias, en oraciones y párrafos complejos, equilibrados entre lo descriptivo y lo evocativo, que mantiene, no obstante, el clima de peligro, violencia y agresividad propio de sus personajes y escenarios. Si fuera literato podría explayarme mejor, lo sé, pero si leen El caso Morel y Bufo & Spallanzani podrán notar de inmediato las diferencias y darse cuenta de cuál ofrece mejores resultados. De hecho, tan buenos resultados que es a prueba de traducciones muy pagadas de sí mismas; es obvio que la escritura de Fonseca le impide al traductor lucirse con su "toque personal" (y nótese que es el mismo al que hemos estado persistentemente pegándole palos, a pesar de que por acá no tenemos ningún tipo de formación idiomática/literaria, ja, ja). Así que más puntos todavía.
Novela imperdible, genial, y por ahora voy pensando que Fonseca era una especie de adelantado a su tiempo en ciertos aspectos; un inventor humilde y silencioso, que trabajo al alero del propio placer de la escritura, la imaginación y la fabulación.


La tradición republicana de todo préstamo nuevamente nos arroja a una ficha que en realidad es un vil papel blanco usado a la mala, que luego se dobla a la mitad para usar esa porción del reverso. La cuenta arroja dieciséis préstamos en ocho años, dos lecturas cada doce meses. Si bien no ha pasado taaaaanto tiempo desde la lectura anterior, sí es notorio que en esta década, los nuevos locos años veinte, con tres préstamos, no ha sido lo más fecundo para este magnífico y fascinante y entretenidisimo libro. Es lo que arroja.

viernes, 23 de agosto de 2024

Reinos, de Romina Reyes

 

Bibliometro S04E04. Seguimos, por supuesto, ya no con películas de momento (la gente no sabe comportarse en los cines y yo no puedo aguantarlo) pero sí con libros, leyendo en las noches porque ahí es cuando todos duermen, ergo, cuando nadie hace ruido, cuando todo es silencio, y yo sigo leyendo porque ya que estamos en esta, más me vale leer todo lo que caiga en mis manos, ya no hay vuelta atrás. Reinos es el primer libro de cuentos de nuestra compatriota Romina Reyes. Se hizo una película titulada Reinos, basada en este libro, pero no la he visto y francamente no me llama. Conocía Reinos de antes, eso sí, habiendo leído por ahí que a ciertas personas les molestaba el uso de ciertas palabras vulgares en los cuentos, y ahora habiéndolo leído yo, pienso, ¿cuál es el gusto de quejarse por quejarse? Se arman polémicas sin base, controversias que opacan los méritos de una escritora cuyos cuentos demuestran coherencia por sus cuatro costados.


Seis cuentos, seis relatos urbanos de gente solitaria y siempre al borde de un abismo de tedio, apatía y perdición existencial. Relatos sombríos, pero por el clima que construyen, por los espacios en los que se mueven los personajes, relatos nublados como la ciudad de Santiago, gran protagonista de este libro aunque a veces los personajes escapen de los límites de la capital: Santiago en el alma, Santiago es el monstruo que devora los colores y los escupe en forma de rutina. Se usa la palabra "culear" (yo prefiero decir/escribir "culiar"), he ahí la controversia para ciertos puristas del lenguaje. Pero qué quieren, los personajes son chilenos, gente de clase media o media baja por lo demás, es LA palabra que se usa para tener sexo, especialmente en el habla coloquial, cotidiano, casual, especialmente cuando se habla de encuentros casuales, sin mayor peso emocional, o de sexo en parejas que ya pasaron la primera etapa del enamoramiento y la solemnidad donde todo es bello y especial, porque luego el sexo es rutina y la rutina es ciega, sin adornos ni disfraces, y hay que culiar con la misma urgencia con que hay que almorzar o ir al puto trabajo. Y ojo que no es lo mismo que mis quejas con la traducción de Lucía McCartney y El caso Morel (ya expuse mis puntos en dichos posts, pero igual), en Reinos queda natural por razones obvias, pero no puedes forzarle un habla muy específica a historias provenientes de otro país. Además, los cuentos están bien escritos, la palabra "culear" no cambia el hecho de que Romina Reyes utilice una cuidada y bastante elegante prosa para describir los dramas de sus personajes. No es como si por usar la palabra "culear" no supiera escribir (al contrario).
Saldada la cuestión, pasemos a los cuentos, que son seis nada más.

Julio. A través de una narración en primera persona, a lo largo del mes de Julio, como si fuera un diario, el protagonista nos cuenta su complicada vida que se complica más y más a medida que pasan los días, días llenos de frustración, aislamiento, rabia, tristeza, resentimiento, etc. La esposa del protagonista está internada y él se queda a cargo del hijo en su casa, en donde se alojan varias personas más para ayudarlo, entre esas personas una muchacha que lo perturba, lo incomoda, lo atrae. Una historia bien interesante porque se trata, en esencia, sobre un tipo pusilánime, contradictorio, irresponsable (entre otros epítetos y calificativos que será mejor ahorrarse, más que nada para no revelar mucho de lo que hace), el típico y promedio macho chilensis víctima de una conspiración nacional en su contra para despojarle su libertad e impedirle su felicidad y castrarle su potencial, pero que podemos conocerlo de dentro (es el narrador, mal que mal), lo cual no lo justifica ni lo hace mejor persona, pero lo hace más persona, más real, en el sentido de revelarnos qué pasa dentro de la mente y del corazón de un tipo así para el que el pasto del vecino siempre será más verde que el suyo.

La Karen. Este cuento tiene un enfoque algo más humorístico y nos cuenta lo que hace un gris y simple oficinista un fin de semana luego de terminar la jornada laboral. Los colegas, el trabajo, el departamento solo, la rutina del loser, la ex, una fiesta, los what-if, las anécdotas, las peleas de borrachos, las proyecciones, las expectativas, la realidad. Nuevamente la autora destaca por plasmar con vivacidad y una sensación de verismo una forma de vida bien común, y por perfilar de manera competente y sutil la desgarrada y encriptada psicología de los personajes.

Geert Lehmann/Los gringos. Un cuento en dos partes. Variedad de voces y estilos. Un alemán viene a Chile a investigar sobre su pasado, sobre su identidad. Lo ayuda un sureño que vive en un bloque de departamentos sociales. En su viaje conoce multitud de personajes y formas de vida, nada especial desde luego, la autora no engalana la realidad, no hace maravilloso costumbrismo o realismo mágico. El alemán conoce y se rodea de personas comunes y corrientes que hacen lo que se puede hacer en una ciudad: vivir a duras penas, tomar, vagar, culear, idear formas de reunir un billetito. La vida tal cual es: simple y directa.

Larvas. Primero que todo debo decir que no es lo mismo duodécimo que doceavo. Duodécimo sería algo secuencial, el número doce en orden ascendente; doceavo sería algo geométrico, un todo dividido en doce, una parte de esas doce divisiones internas. O sea, no es lo mismo el doceavo día que el duodécimo día, yo me preocuparía más por esto que por el uso de la palabra culear. Pero bueno, el cuento: el cuento es sobre dos personajes que se encuentran fortuitamente en la ciudad, aunque en realidad sea un reencuentro. El encuentro transcurre mientras el pasado de ellos fluye en los recuerdos y las palabras. Es un cuento muy interesante, tanto en su composición como en el hecho que trate sobre relaciones rotas e ilusiones perdidas y los deseos infantiles de que todo vaya bien y la pulsión adulta de echarlo todo a perder porque ésa, precisamente, es la herencia que toda generación lega a la siguiente: cagarla, hacer que todo se vaya a la mierda. No se puede tener nada bonito, en resumen, ni siquiera un enamoramiento.

Ana y el resto. Sobre una muchacha que recuerda a los hombres con los que ha estado. Tiene su cuota de ironía e ingenio pero no es el cuento más fuerte ni el más inventivo u original del conjunto. Si hemos de sonsacarle algo, nuevamente puede ser eso de que la vida no va como uno lo desea, al menos no como la más reciente película de amores imposibles, y de que las relaciones sentimentales son más complicadas y complejas y planas y desencantadas de lo que aparentan, que en el fondo nada tiene sentido y hay que acostumbrarse a los azares de la vida.

Reinos. El cuento titular. Sin duda es una historia interesante sobre la obsesiva y tóxica e insana amistad entre dos universitarias, una solitaria chica de regiones, la otra una tipa que vive encerrada con su madre enferma. Una amistad que oscila entre el genuino afecto y la desesperada manipulación emocional. Una historia que tiende a una impostada pesadez nostálgica, un estilo que no me agrada mucho y que he podido notar en varios otros cuentos de jóvenes autoras chilenas. Es un vicio que no se observa, por ejemplo, en los cuentos de Lucía Berlín, que pueden tratar sobre acontecimientos sórdidos y graves, oscuros, perturbadores, tristes y lamentables, y sin embargo no tienen esta prosa tan como lastimosa de convertir cualquier banalidad, como salir a comprar papas fritas o ir al supermercado, en el antes y después del resto de tu vida. No es en lo absoluto un mal cuento, pero, no obstante sus particularidades, no deja de ser una historia bastante tópica sobre desencanto juvenil/universitario, sobre el despertar al mundo real en donde no le importas a nadie porque todo, como el tiempo, es pasajero. Todo se te desvanece frente a los ojos.

Así las cosas, tres primeros cuentos más centrados en personajes masculinos y en una forma honesta, frontal y descreída, desenfadada de retratar la realidad en sus altos y bajos, luego tres cuentos con mujeres como protagonistas en donde los elementos comunes son la decepción y la desconfianza en la sociedad, en la familia, en los hombres, en los amores, el despertar a la cruda verdad de la vida urbana (el aislamiento como estandarte), reflejado en una escritura algo más sombría y pluscuamperfecta. En conjunto, un buen puñado de cuentos que demuestran a una autora con voz y visión propias, dueña de una propuesta literaria coherente y totalmente recomendable.


La tradición republicana de todo préstamo arroja poca prolijidad formal y poca actividad lectora en casi dos años, con cuatro préstamos. Timbres mal colocados, lápiz pasta en la tercera cajita, luego el rotundo e intenso rótulo del 26 de Agosto del 2024. Si hay compatriotas por acá, vayan a por Reinos, lectura que vale completamente la pena.

miércoles, 21 de agosto de 2024

El caso Morel, de Rubem Fonseca

 

Bibliometro S04E03. Primero que todo debo avisar que en el post de Lucía McCartney (también de Fonseca, Rubem) agregué algo más al final, en las fichas bibliográficas, pues no me había percatado de que había otro papelito con devoluciones. Informada tal cuestión, continuemos, como ven, con El caso Morel, primera novela del brasileño Rubem Fonseca, que publicó el año 1973, y que sería su cuarta publicación, en una década, luego de tres volúmenes de cuentos.


Bien, la traducción, del mismo sujeto que tradujo Lucía McCartney, sigue teniendo los mismos baches (baches en mi opinión), es decir, primordialmente, darle una jerga barriobajera chilena a una novela brasileña. Como dijimos con el libro de cuentos, es notorio que Fonseca apuesta por un lenguaje procaz, sobre todo en los diálogos, para situarnos de tú a tú con los personajes, que por lo demás no son nada barriobajeros, aunque cualquiera fulano puede hablar en el más vulgar y sucio chilensis si así se lo propone, a lo que voy es que los personajes no parecen ser del tipo que hablen así. En todo caso esta especie de realismo sucio, insisto, se ve roto y descontextualizado por esta traducción mal perfilada. Además, el libro está lleno de erratas, así que más distracción innecesaria a la lectura. Como sea, hablemos del libro como libro.
El caso Morel es una novela bien interesante y medianamente lograda en la que su autor intenta aunar en un todo de largo aliento (la novela no es muy larga en todo caso, doscientas páginas por ahí) los intereses y obsesiones que vislumbramos en sus cuentos: abordar la novela negra, actuar como observador social, tratar sobre el amor/sexo, reflexionar sobre el arte de vivir y vivir el arte. Este es su primer ensayo en el ámbito novelesco. El experimento tiene intenciones bien logradas pero como novela no termina de cuajar. Parece como si fuera dos novelas en una, y muy separadas una de otra, aunque el vínculo entre ambas vertientes sea el protagonista, Paul Morel, artista y pintor que recibe a un escritor en su celda para que éste escriba y/o edite una novela sobre él, sobre la vida de Morel, o eso pensamos, que la cosa va de un reo refinado y educado que se cree muy interesante y cuya vida debe ser conocida, pero ya más adelante todo se convierte en un relato policial con todas sus claves y tópicos.
Entonces tenemos una parte en la que la voz del propio Morel nos cuenta su vida: su infancia privilegiada y luego en la pobreza, su vida como pintor famoso que se codea con la rancia e hipócrita élite brasileña, y más importante, sus reflexiones sobre la importancia del arte en la vida en general y su particular forma de relacionarse con las mujeres, enamorado de una y de otra, su forma de disfrutar del erotismo y del sexo con cada mujer en concreto, cada cual única y diferente en varios aspectos (social, económico, mental, psicológico, etc.). Esta parte es bien interesante la verdad, la  voz de Morel resulta tener su toque cándido e inocente, bonachón, mientras nos cuenta sus andanzas entre atriles y faldas, y no falta el humor. La otra parte es la del escritor que va a escuchar y recoger los manuscritos de Morel, escritor que, poco a poco como iremos viendo, se propondrá resolver un misterio criminal en torno a Morel (no por nada está encarcelado el hombre), momento en el que el asunto se vuelve una seguidilla de acciones, preguntas, respuestas, correrías, un caso policial a fin de cuentas, narrado con el fraseo corto y veloz y áspero del primer Fonseca, en donde de paso el autor deja ver las distintas justicias que hay en Brasil (como en todos lados), muestra el lado sórdido y más abandonado y mísero de los asentamientos urbanos, y nos pone en contacto con esa gente desesperada y dejada a su suerte.
Para no centrarnos tanto en lo negativo, hay que destacar eso: la habilidad y agilidad de Fonseca para elaborar una mirada crítica y amplia, en donde se abarcan comentarios sociales, económicos, filosóficos, artísticos, policiales, etc., y cómo se desenvuelven dichos tópicos según qué estrato, que fluye orgánicamente con la narración en sí, con el devenir del argumento y los personajes, para unificar relato y sustancia, o dicho desde otra perspectiva, su manera de elevar el relato policial y otorgarle una visión/identidad propia. Nada parece impostado o forzado, ni aleccionador o pedante: es Fonseca construyendo una realidad narrativo-dramática, reflejo de lo que él ha visto y vivido en su vida, compleja y de múltiples capas interconectadas. ¿El problema? Que lo que no quedó orgánicamente engarzado es el estilo por así decirlo, la parte policial de la parte del retrato vital del artista/amante, parecen dos piernas que caminan en direcciones diferentes y con ritmos contrapuestos. Y, curiosamente, la prosa agresiva y ametralladora termina por cansar, como dijimos de sus cuentos, a veces parece ir avanzando a tropezones. Digo curiosamente porque, aunque comenzó a escribir y publicar antes, Fonseca no perfeccionó ese estilo como lo ha hecho James Ellroy, por ejemplo, que puede escribir novelas largas de esa forma sin parecer que le faltan dientes a la sonrisa.
En resumen, El caso Morel es un buen libro para conocer a Fonseca y su propuesta literaria, pero como novela en sí es un descompensado ejercicio que no logra dar el remate, el cierre, el broche de oro a todos sus prometedores elementos, desperdigados en varias direcciones irreconciliables... en esta ocasión. La traducción por momentos no ayuda mucho tampoco pero creo que ese problema es más mío...


La ficha bibliográfica de El caso Morel (la única que encontramos, y en esta ocasión verificamos meticulosamente), aparte de ser un verdadero desorden -timbres mal colocados, una fecha repetida ¡tres veces!, si bien el lado derecho se ve bien decente-, qué tenemos: tenemos un libro circulando desde hace más de siete años, prestado diez veces. ¿Qué podría significar ese 2 dentro de un círculo, en la columna de al medio?

lunes, 19 de agosto de 2024

Lucía McCartney, de Rubem Fonseca

Bibliometro S04E02. El caso de Rubem Fonseca es bien interesante. Publicó su primer libro de cuentos a los 38 años, podría decirse que "tarde", y puede que lo sea, pero es que tampoco comenzó siendo escritor o artista o algo similar; fue policía, un policía bueno por lo demás, moral y ética y humanamente hablando, pero además muy cumplidor y solvente, así que en un viaje a Estados Unidos para un curso policial aprendió administración de empresas y más tarde se hizo abogado, todas vivencias que luego plasmaría en su obra en combinación con sus eruditos conocimientos literarios y de otras áreas, un hombre de inteligencia superior sin duda. Lucía McCartey, el libro que ahora nos convoca, es el tercer conjunto de cuentos que Fonseca publicó, el año 1967, cuatro después del primero. El nombre de Fonseca siempre me había rondado en la cabeza (a veces cayendo en el olvido) porque en todos lados hablan de él como un experto en historias de bajos fondos, criminales, novela negra, etc., por lo que, viendo que estaba en el sistema de Bibliometro, me dije que ya era hora, siendo dichos tópicos una obsesión para mí.


Primero que todo, admitiendo que no soy un experto en la materia en lo absoluto, debo dejar constancia de mi, cómo decirlo, disconformidad con la traducción de John O'Kuinghttons, traductor chileno que vive en Brasil (y que de hecho tenía un par de blogs que abandonó hace unos tres lustros), principalmente por el sello chilensis que le imprime. Comprendo que lo que propone Fonseca es una prosa ruda, corta, ametrallada, también procaz y soez, replicando el habla de sus personajes, pero leer un libro brasileño traducido al extremo de la jerga chilena me parece un desatino, pienso que se puede mantener y respetar la agresividad prosística con un español más neutro. Y es que leer a un policía brasileño diciéndole a un sospechoso, también brasileño (porque los hechos transcurren en Brasil, casi todos en Río), "entra al auto ahueonao" te despista y descontextualiza, y ojo, que es tan sólo UN ejemplo, y por cierto el menos escandaloso y/o sangrante. No sé qué pensarán los lectores de España cuando ven casos similares, si les acomoda o les importa un pepino que una traducción, aunque parezca obligada a ello, sea muy "españolizada", o en su defecto, muy pegado a una jerga particular. Lo que es yo, quedé con una espinita clavada y tengo la intención, quizás no por lo pronto, de leer estos cuentos en la traducción de otra persona, para comparar y comprobar si mis reparos están fundados o son prejuicios de mierda.

Como sea, hablemos de los cuentos, diecinueve en total. Como conjunto, podemos inferir que Fonseca propone varias cosas, a saber:
-La prosa, ya mencionada arriba, agresiva, dura, áspera, de sentencias cortas como puñetazos y secuencias rápidas como ráfagas de disparos, combinados con diálogos (cuando el narrador no es ningún personaje, claro) como sacados directamente de los bajos fondos. Un estilo más bien behaviorista, con descripciones parcas y sucintas, pero lo suficientemente efectivas para situarnos en tal lugar, tiempo o situación, y siempre obedeciendo al influjo de la acción, del movimiento. Salvo contadas excepciones, no hay mucha introspección y hasta los mismos personajes, si se encargan de narrar los hechos, tienden a concentrarse más en lo que sucede en el exterior en vez de lo que hay entre sus dos orejas. Además hay entretenidas experimentaciones como la de la foto, con esos diálogos presentados de esa forma.
-En efecto, Fonseca escribe historias que pueden adscribirse a la narrativa negra, el noir, ciertamente con su toque brasilero, un noir consciente de sus circunstancias. Acá hay historias de peleas clandestinas, de policías y detectives, de encargos y favores, de misterios y tratos mal hechos, de delincuentes y prostitutas, comisarías y burdeles, callejones nocturnos y habitaciones iluminadas artificialmente, etc.
-Fonseca, no obstante, no se queda solamente dentro de los límites de un género literario (o sub género, quién sabe), él escribe también sobre personajes y cómo sus acciones y rutinas o rituales reflejan la humanidad interior y la podredumbre sociopolítica, la pobreza, la corrupción, la muerte, la marginalidad que les rodea. Tiene personajes entrando a la vida sin saber muy bien cómo, tiene personajes sobreviviendo a su situación concreta y urgente y primaria, tiene personajes cansados y hastiados. A pesar de la aparente sencillez de su prosa, sus cuentos son bastante más complejos de lo que aparentan (aunque, dicho sea de paso, no sean prodigios aún de narrativa), albergando varias capas dramáticas y estéticas.
-Entre medio también veremos presente dos constantes en su obra: el sexo y el arte, la teoría y la práctica de ambas manifestaciones del genio y placer humano. Sexo y arte, elementales, cruciales, vitales para el individuo.
-Por último, un interesante sentido del humor, una ironía afilada y compasiva a la vez. Como si las tragedias humanas fueran algo terrible pero también chistoso, es el absurdo de la vida quizás, para qué sufrir con algo si se puede reír.

Lo demás ya sería hilar muy fino y ponerse excesivamente específico. De los cuentos en sí, destacaría por sobre el resto el homónimo Lucía McCartney, sobre una joven prostituta que se enamora de un cliente; El cuarto sello (fragmento), una genial y entretenida historia con tintes futuristas sobre un asesinato por encargo; El caso de F.A., sobre un abogado que acepta rescatar una prostituta para un cliente empotado; *** (Asteriscos), sobre una ambiciosa y megalómana obra de teatro que amenaza con cambiar la escena teatral y dramatúrgica brasileña, puede que mundial; La materia del sueño, sobre un jovencito descubriendo los placeres de la vida, unos muy peculiares eso sí; Los inocentes, una deliciosa y sarcástica miniatura; Desempeño, sobre un peleador clandestino al que le están dando como caja y quiere dar vuelta el match; y puede que Mañana de sol, sobre un día en la calle y en las comisarías, víctimas, verdugos y delincuentes. Pienso que estos cuentos reflejan y plasman de manera más rotunda, coherente y lograda, las intenciones narrativas y estilísticas de Fonseca. Por contraparte, sin mencionar títulos, hay otros cuentos en donde esa prosa dura y corta es contraproducente y genera una sensación de ir narrando a tropezones y trompicones, en donde todo parece quedar a mitad de camino entre personajes que son apenas esbozos, historias o conflictos con lagunas o que, al final, no se comprende mucho qué querían contar más allá de lo someramente descrito. Ok, ok, digamos nombres: Un día en la vida, Víspera y Zoom, en mi opinión, no sólo son los más débiles del conjunto sino que, por sí mismos, son cuentos bien planos, quizás esa sea la palabra. Y el resto, no temamos, están muy bien; no a la altura de los otros, más que nada porque no parecen tener el mimo que Fonseca puso en, por ejemplo, Lucía McCartney o El caso de F.A., es decir tienen un carácter más bien anecdótico y juguetón o cándido, ocurrencias, pero dentro de ello son muy entretenidos, solventes y legibles.
Como resultado tenemos un conjunto de cuentos bastante sólido (sobre todo sus primeras cien páginas) que se lee con sumo interés bien recompensado al final. Uno queda con hambre de más Fonseca.

La ficha bibliográfica de Lucía McCartney es bien escueta. Cuatro préstamos en seis años, el anterior al mío fue hace cinco, luego nada. Un misterio que nunca podré comprender. Como si este libro en particular dejara de existir, como si cayera en un negro profundo, pero no es sólo éste, ya hemos visto que sucede lo mismo con otros libros. Vaya uno a saber. Por lo demás, el timbre de la década anterior era más grande y menos potente que el que usaron al último, apenas se distinguen las fechas. Lo que sí, no están tan mal colocadas.

*Bueno, bueno, no me había percatado de que bajo la ficha bibliográfica había otra ficha más, aunque llamarle ficha a ese pedazo de papel con trece fechas estampadas al tun-tún sería mucho, pero ahí lo tenemos, un libro que ha estado en circulación más tiempo del que pensábamos, dando un total de trece préstamos durante nueve años. De ahora en adelante seremos más cuidadosos al revisar las fichas, quizás cuánto nos hemos perdido...

sábado, 17 de agosto de 2024

La policía de la memoria, de Yoko Ogawa

 

Bibliometro S04E01. Comenzamos otro ciclo de préstamos bibliometrensis. Este libro en particular, La Policía de la Memoria, no lo conocía en lo absoluto; navegando en la web de Bibliometro me percaté de que estaba en la sección de recomendados o algo así, y de inmediato llamó mi atención tanto el título de la novela como su portada, algo en ese rostro fragmentado y desdibujado, en la expresión afligida, entristecida, como desesperada de ese rostro, me atrajo irremediablemente. Apenas pude me lo pedí, y acá estamos. Por cierto, este libro fue publicado originalmente en Japón el año 1994, sin embargo recién el 2019 fue traducido al inglés y, por consiguiente, al español. Si bien no es su primera obra traducida del japonés, la autora, Yoko Ogawa, reconocida y condecorada en su país, aún espera que su obra sea mayormente conocida. Nosotros, ya conquistados por esta novela, estaremos al acecho (en la medida de lo posible).


Este libro tiene casi 400 páginas y se lee en un suspiro, a ello contribuye el lenguaje poético y calmo, cual diáfano arroyo de sereno cauce, con que la protagonista narra los hechos, que, brillantemente, deja en fuera de campo elementos o atmósferas distópicas (la premisa tiene cierto aire a ciencia ficción pero también a fantasía, sin embargo poco importa: está presente, pero no es lo primordial) para centrarse en su aspecto más alegórico y metafórico. Resulta que la protagonista vive en una isla en la que siempre, desde que se tiene memoria, las cosas han ido desapareciendo, así como así, sin mayor explicación (de parte de quién, además), sólo aceptación y resignación de parte de la población, que deben adaptarse al espacio en blanco dejado por esa cosa que ya no está, que ya no existe y que, para efectos prácticos, nunca existió, pintándolo con los colores de la nueva rutina generalizada. Desaparecen animales, desaparecen objetos, desaparecen conceptos. Desaparecen personas: la Policía de la Memoria se lleva a aquellos que aún pueden recordar lo desaparecido, lo esfumado de la memoria individual y colectiva, so peligro de romper el frágil equilibrio alcanzado con el nuevo vacío. Porque desaparecen de la realidad, y a los pocos días, de la memoria, de los recuerdos.
Y la verdad no quiero venir a hablar ni a contar mucho, esta es una novela que es mejor ir descubriendo desde la total oscuridad, permitiendo que, más allá de la premisa dada, sea la autora la que los introduzca en el mundo que ha creado para ustedes. Imagino que el enfoque de estilo y relato, digamos que su visión de una historia con tintes distópicos, tiene que ver con su nacionalidad o cultura oriental y su relación, íntima y espiritual, que tiene con la naturaleza, con los elementos, en cómo la manera en que nos comportamos para con nuestros pares y todo cuanto nos rodea es un reflejo de nosotros como entes vivos. Acá los personajes humanos son tan importantes como la isla misma, con su geografía, sus ríos, sus montañas, sus costas, sus árboles y flores, sus animales, sus calles y edificios: caminar, pasear, contemplar el cielo y las nubes, escuchar el sonido de la lluvia, inhalar el perfume de la vegetación, sentir el suave tacto de la nieve. Y las desapariciones y la memoria como recurso literario (estético y dramático) para hablar, para expresar, algo muy real, algo que nos pasa a todos: las dudas y los miedos ante la pérdida, ante el sombrío manto de lo desconocido; el dolor del luto y el vacío que nos deja en el alma una muerte, un quiebre, un brusco giro en nuestro rumbo; la desesperación ante el implacable paso del tiempo y su efecto sobre nuestros cuerpos y mentes, nuestra relación con la realidad de acuerdo a nuestro estado de salud; qué tanto existimos si nadie nos recuerda o ni siquiera nosotros mismos podemos recordarnos, qué tan real somos más allá de nuestras presencias físicas. Una sociedad de fantasmas vivientes y sólidos. Puede que la prisión de la nostalgia y la melancolía de todo tiempo distinto del presente sea una cárcel aún más terrible que cualquier cuarto cerrado con siete llaves: la vida, el mundo, la realidad, fluyen y quizás no sacamos nada con resistirnos tan rígidamente al discurrir del tiempo. Si te quedas rígido sirves tanto como un árbol seco y muerto que, eventualmente, será derribado por el viento.
Y vaya que podría seguir hablando y reflexionando sobre esta novela, ja, ja, pero será mejor que la lean ustedes y ya me contarán, o mejor a alguien más porque para qué conmigo, qué les parece. No sólo es de una belleza formal y simbólica tremenda, no sólo cuenta con una cautivante y evocadora atmósfera eminentemente sensorial, sensual, sutilmente seductora, también es de lo más entretenida en su argumento y relato, es imposible no engancharse desde las primeras palabras hasta las sorprendentes frases postreras (en donde descansa todo), todo está tan bien hecho: los personajes y sus relaciones, el conflicto y sus derivas, la descripción y las evocaciones... Una novela verdaderamente magistral y memorable. No se olviden, ¿ah?

Cinco pedidos desde marzo de este año, lo cual no es malo tomando en cuenta lo poco conocida que es la autora. Lo que más destaca, sin embargo, en la infaltable tradición republicana de todo préstamo, en el exhaustivo análisis de las fichas bibliográficas, es que el timbre del 29 de abril está chueco y que dejaron un hueco entre la misma fecha y la que sigue, 12 de julio. Y miren ese 5 de agosto, por dios. Nunca quedaremos felices con estas fichas :(

jueves, 15 de agosto de 2024

La casa de los encuentros, de Martin Amis


Biblioteca Nacional S04E03. Terminamos el cuarto ciclo de préstamos de la B.N.P.D. con una divertida y curiosa coincidencia: tanto ésta como la temporada anterior siguieron el mismo orden: Lucía Berlín - Jonathan Franzen - Martin Amis. ¿Notáronlo? La temporada anterior, eso sí, no terminó con mucho entusiasmo, ¿será diferente ahora con La casa de los encuentros? Antes de continuar vale la pena señalar que, luego de la pobre recepción que tuvo Perro callejero (nosotros dimos buena cuenta de dicho libro), Amis se sumió en una especie de estupor y desasosiego que lo llevó a radicarse en Uruguay unos cuantos años, lugar en donde escribió el presente libro, así que la pregunta viene de nuevo: ¿se habrá redimido ahora con La casa de los encuentros?


Con mi habitual exageración y dramatismo, luego de lo disconforme e insatisfecho que me dejó Perro callejero comencé a preguntarme, insistentemente y sin contemplaciones, "¿será así siempre con Martin Amis de ahora en adelante, con cada libro suyo que leamos?". Menos mal que no, habría sido demasiado sufrimiento. La casa de los encuentros es un libro de rotunda calidad y a mí me ha encantado; está escrito de una manera que hace del acto en sí de leer, de seguir las palabras y las oraciones y los capítulos y la historia que se nos cuenta, todo un placer cuasi estético. Lo primero que puedo destacar, y que fue lo que en comparación con Perro callejero marca una gran diferencia, es que en este libro todo es más concreto y sucinto, incluso sus aspectos más metafóricos e introspectivos, reflexivos y filosóficos. Esa otra novela era un fallido ejercicio de simbolismo e intelectualización demasiado embobado en sus propias características estilísticas como para darse cuenta de que sus elementos (personajes, conflictos, ideas) se deshacían en una maraña de inconcreción y perdían la esencia misma de las cosas, es decir perdían su humanidad: personajes que debían significar "algo más" pero que no podías creértelos, empatizar, solidarizar, porque todo lo que (les) pasaba acontecía en un plano o una dimensión ajena a cualquier mortal, es decir, "más acá" carecían de real sustancia. En el presente caso, felizmente, los personajes son lo que son: meros humanos imperfectos cargando la cruz de sus propios pecados, y los hechos son los hechos, y los sentimientos y pensamientos son ideas y corrientes internas que responden coherentemente a la propia naturaleza o núcleo del relato: su carácter testimonial.
La casa de los encuentros es una carta y una novela que el protagonista, un ruso asentado y enriquecido en Estados Unidos, le legó a una muchachita muy importante en su vida cuando se dio cuenta que sus días iban a llegar a su fin. La escribió para explicar, que no justificar, ese modo de ser suyo tan misterioso a ojos ajenos, tan cerrado en sí mismo, tan reservado, como un animal salvaje domesticado pero aún receloso, o temeroso o incluso nostálgico, de su latente pulsión feral. Y la suya es una historia que se desenvuelve en las entrañas de revoluciones, de guerras mundiales (con sus atroces y bestiales responsabilidades), de gulags, de grises burocracias, de un perpetuo clima de miedo y desconfianza, de líderes carismáticos e inclementes, de los fríos y oxidados engranajes de la omnipresente y omnipotente maquinaria Estatal, del proyecto soviético. Es una historia de familia, de amores, de sueños y del control: sobre los demás, sobre nosotros mismos, de parte de otros sobre nosotros y sobre los otros. Escrito en un estilo nada sentimentalista (aunque honesto y a corazón abierto), más o menos seco y sobrio (lo que le queda muy bien), deliciosamente culto, indudablemente propio de la persona a la que pertenecen los hechos, el protagonista relata y reflexiona sobre cómo todos los acontecimientos históricos que vivió le afectaron a él como persona, como ente social e individual, así como también a su hermano, con quien compartió la privación de libertad en el mismo gulag y quien probablemente sea la persona más importante de su vida (un hombre pacifista que actúa en claro contraste al narrador), y a la esposa de éste, una chica judía de la que nuestro hombre igual se enamoró, todos acompañados y hasta atormentados de los espectros de sí mismos provocados por las heridas infligidas por el tiempo. De paso Amis reflexiona sobre temas que ya estaban presentes, de manera menos afortunada y lograda, en Perro callejero: la masculinidad del hombre moderno (y no tan moderno), el comportamiento del individuo en su laberíntica sociedad, el retrato de los distintos tipos de cultura (occidental, oriental, rusa) que imperan en el mundo y su impacto en el hombre de a pie, etc... Pero acá se entienden, se integran, porque pertenecen a sus personajes, todo nace de los personajes y termina en ellos, dentro de ellos. Es decir, aunque no me lo esperaba, una novela muy humana, incluso dolorosamente humana: porque qué dolor más grande que tener que aceptar que, a fin de cuentas, en última instancia, los responsables de los actos cometidos, por más terribles y masivos que sean, somos o nosotros o personas importantes para nosotros, los que eligen y toman una u otra decisión. Esa es la cruz que carga el protagonista: al tanto de su entorno socio-político y de sus circunstancias históricas, es cierto, pero responsable y sobre todo muy consciente de sus propios actos.
La casa de los encuentros es una novela a la vez legible, asequible, sumamente bien escrita y aterrizada, todo eso en lo primordial, pero además excitantemente compleja, colmada de capas y capas de significados que se pueden ir descubriendo en nuevas relecturas o en serias reflexionas post-lectura. En cualquier caso, un libro sumamente recomendable y de incuestionable calidad. Felizmente, me ha reconciliado con este escritor tan interesante y necesario como lo es Martin Amis.


Vaya vaya, qué tenemos acá, mon dieu! Una ficha bibliográfica de la antigüedad, sin la división entre fecha de devolución y nombre del lector, sólo cuadritos en donde se debe consignar la fecha, como debe ser por lo demás. Sin embargo, ya desde la primera fecha anotada, allá a mediados de diciembre del 2008, podemos notar una terrible desprolijidad. No me malentiendan, soy alguien que aprecia el caos y el desorden en tal o cual aspecto de la vida, pero vamos, cómo va a ser tan difícil escribir una fecha dentro de unos límites espaciales perfectamente razonables. La segunda fila, virtualmente, no se utilizó y fue desperdiciada. Queda la cuarta, la de más a la derecha, y no queda otra más que anotar bien las fechas, si es que alguien más pide prestado este libro. Por cierto, ¡de nuevo! (¡¡qué demonios!!), entre el préstamo anterior y el mío han pasado la friolera de casi cinco años, maldita sea. Qué soy, ¿un profanador de tumbas? Volviendo a la ineficacia: de los 64 espacios para anotar fechas, se han utilizado, en casi 16 años de circulación bibliotecaria, 28 rectangulitos. Ni la mitad, y pareciera que casi no queda espacio. Qué horror. Y para terminar con una nota cómica, hay un préstamo que cayó para un místico 11/11/11, once del once del once, o dicho de una manera más vulgar y coloquial y chilensis, un triple ¡chúpalo entonce!

martes, 13 de agosto de 2024

Libertad, de Jonathan Franzen


Biblioteca Nacional S04E02. Ajá, Jonathan Franzen otra vez. En la temporada anterior de la B.N.P.D. leímos Las correcciones, esa colosal novela estadounidense (la gran novela "americana") que además es un brutal y potente zarpazo emocional cuyos últimos capítulos son todo un reto para leer sin ponerse a llorar desconsoladamente. A veces continúo recordando pasajes, diálogos, imágenes, y me sigo conmoviendo. A fin de cuentas para eso es el arte, para sentir, o lo es para mí, como descargas de emoción y vida propinadas por un desfibrilador a un corazón moribundo, a una cáscara vacía de alma. Por lo que cuando vimos que estaba Libertad, la novela que Franzen publicó nueve años después, ni corto ni perezoso dijimos "venga pa' acá compadre". Por cierto, este libro lo leí durante todos los putos días en que no tenía luz: leía un poco con la luz del día a mano, luego ya de noche, con una linterna hasta que ésta acabara su carga.


Cuando las típicas webs de ventas de libros o de reseñas literarias hablan de Libertad como la crónica de una familia del midwest estadounidense... Viejo, lo hacen parecer como si fuera una suerte de repetición de Las correcciones, que de seguro también la tienen como la crónica de una familia del midwest estadounidense... Y claro, puede que haya similitudes, pero son diferentes entre sí, no es Jonathan Franzen repitiéndose, hay una suerte de núcleo inasible e inefable que, no obstante las similitudes, hacen que esta lectura sea una experiencia tan única como Las correcciones. O dicho de otra forma, uno no piensa en dicha novela leyendo ésta. Como sea...

Como sea, Libertad es otro ejemplo de cómo escribir una novela que sea tan íntima a la vez que extensa en su magnitud de miras, en su ambición. Abarca mucho y mucho aprieta. Primero que todo, parte de una minuciosa y compleja construcción de variopintos y heterogéneos personajes de todas edades y trasfondos e ideas o ideologías, con sus respectivas genealogías y generaciones, y de cómo la visión del mundo, de sí mismos y de los demás que tienen va cambiando con el paso de los años y de los acontecimientos, siempre debiendo enfrentar ese espejo que tienen en su interior, rehuyendo su mirada o clavando la vista en los ojos de ese reflejo a veces opaco, a veces nítido, o quebrado, o intacto, o sucio, o impoluto, o distorsionado, en fin, espejos que de todas formas van cambiando a medida que la experiencia de la vida se desenvuelve con sus crisis existenciales, sus frustraciones, sus anhelos, los sueños, las decepciones, el amor y el sexo, el maldito reto de convivir en sociedad, en una sociedad tan furtivamente restrictiva, acomodaticia, lista para encadenarte. Porque todo tiene consecuencias, como el manoseado efecto mariposa.

Por otra parte está su punzante y mordaz crítica social, una sátira con exquisita y necesaria mala leche, ese retrato detallado, con nombres y apellidos, no sólo de ese país, USA S.A., sino que de la sociedad occidental y moderna, el famoso e imperante zeitgeist, la era de las ansias y la histeria, del consumo en masa, de las contradicciones inevitables, del capitalismo salvaje, del individualismo feroz e inhumano (siempre he pensado que, de hecho, sí existe un individualismo profundamente generoso y compasivo), de la competitividad psicótica, de la mentalidad de rebaño y de los putos mercados financieros con sus teorías exactas e infalibles que siempre se resuelven solas y para bien de todos y todas. Esta es una novela bastante política, en tanto que la política está mucho más presente en los personajes y en sus vidas, activamente incluso, porque como bien dice su nombre, el elefante en la habitación de cada páginas es la libertad, eso que sobrevuela orgullosa y majestuosamente por sobre nuestras cabezas o se arrastra y serpentea imperceptiblemente por entre nuestras piernas: la libertad de los individuos, de las comunidades, de los mercados financieros, de los países y las democracias, de los políticos; el libre albedrío, la libertad de prensa, la libre regulación del mercado, la autonomía de nuestros representantes parlamentarios, las posibilidades infinitas de los empresarios... Y mucho más, porque, por más que, tal como demuestra esta novela, "libertad" sea una palabra y un concepto fetichizados hasta el cansancio, invariablemente también es algo que está presente en nuestras vidas todos los días, cada minuto, cada momento, pensemos o no al respecto. Puede que para algunos sea más importante proteger y garantizar la libertad de los explotadores para destruir ecosistemas o abusar de trabajadores, o la libertad de la corrupción impune, por sobre la libertad de una persona común y corriente de poder elegir, así a secas, en la medida de cuanto dinero tenga en su cuenta sin importar la gravedad o importancia del asunto (hay gente no lo suficientemente libre de elegir un buen tratamiento médico), pero es que, aunque la libertad esté presente en todo, aunque la libertad sea una entidad cuasi cuatridimensional, ¿se puede definir realmente? Todos pueden ser libres, o no, según cómo se mire.

El caso es que los personajes principales revolotean alrededor de la familia Berglund: Walter, el patriarca, un hombre amable y preocupado por el exceso de población mundial y el efecto de dicho fenómeno en el medioambiente (y por ende, en la calidad de vida de los humanos), que para poder ir tomando acción respecto de sus preocupaciones recurre a métodos cada vez más poco ortodoxos (como codearse con empresarios mineros, que sabemos que son de los peores); su esposa Patty, una neurótica ama de casa en constante lucha consigo misma entre dos extremos de su personalidad, como lo es la competitividad o la desinteresada dedicación a otros, entre más complicados aspectos suyos; el hijo Joey, un ganador nato que piensa que el mundo está hecho para que triunfe a lo grande, un todo vale para quien el fin justifica los medios, y el fin es el lujo, el buen vivir; y Richard Katz, un músico punk amigo del matrimonio Berglund que, también, se pasa la vida en perpetuo conflicto consigo mismo y con cómo el arte y la música pueden ser tan liberadores como la cárcel del consumo masivo, de las exigencias del mainstream. De todas formas, no es que Libertad sea una novela muy sencilla de reseñar o de analizar sin alargarse en exceso. Como digo, la construcción de personajes, ideas, líneas temporales, políticas, etc., es compleja y vasta, y sin embargo amable, legible, precisamente porque todo el torrente de fenómenos, reflexiones y críticas socio-políticas se vive a través de los personajes, todos de carne y hueso, llenos de luces y sombras, matices, imperfectos pero auténticos en su ser.

Y todo escrito con esa adictiva prosa de Franzen, que no es muy estilosa o rimbombante, tampoco particularmente poética, pero que tiene de todo un poco y que logra aunar un tono algo serio, solemne, estudiado, con un aire informal y desprejuiciado, incluso anárquico, muy refrescante y delicioso, hábil en las descripciones tanto como en unos diálogos fluidos, muy naturales y creíbles, y que además, para todo lo que cuenta, en tanto información y acontecimientos y sentimientos y pensamientos (siempre con su curioso toque misterioso e impredecible, caótico, que te invita a seguir y seguir: método en el caos), halla un ritmo ideal y preciso que, como digo, te hace leer como un obseso. Por lo demás, si bien acá el zarpazo emocional no es tan grande (menos mal, ja, ja), uno se encariña genuinamente con los personajes y se emociona con la deriva que llevan sus vidas, a fin de cuentas, son personas que intentan hacerlo lo mejor posible, encontrando gran compañía en la mirada compasiva, comprensiva y sin embargo crítica del autor, como debe ser.

Y eso tenemos, otra gran novela de Jonathan Franzen: Libertad, una experiencia y lectura única que lo confirma como uno de los grandes (vivos) de las letras gringas. De seguro se me quedan muchas cosas en el tintero, pero soy un tipo simple y limitado, y no lo puedo evitar. Por lo menos hice mi parte, la de compartir, y ahora es turno de ustedes, si pueden.


La ficha de préstamos/devoluciones es del mismo modelo que vimos en el de Una vida nueva, de Lucía Berlín, pero se ve un poco más amarillenta, naturalmente, por el paso del tiempo. Además, para qué poner el nombre del lector, de qué sirve, ni siquiera escriben el nombre del lector, es una pérdida de espacio, podrían haber dos columnas o incluso tres en ese espacio. Como sea, desde finales de diciembre del 2011, es decir hace casi catorce años nada menos, Libertad ha sido pedido veinte veces, más de una vez por año, no es mal comienzo. Como es usual, entre el pedido anterior y el mío hay, ya no nos sorprendemos, más de seis años de diferencia. ¿Tanto tiempo estuvo este libro en el librero, durmiendo tranquilo, puede que sin ser observado por nadie? No deja de asombrarme ese aspecto. Es interesante especular que algunas fechas casi consecutivas sean del mismo lector que necesitó de una extensión para terminar esta novela de casi 700 páginas. Como el del 19/01/12 seguido del 23/01/12. O el 30/4/14 al 7/5/4, una semanita más por favor. Porque, desde luego, no todos tienen tanto tiempo libre como yo, que a estas alturas debo considerarme un inútil profesional, un tipo que puede trabajar excelentemente pero al que cada vez más le desagrada este maldito sistema sin alma.