Biblioteca Nacional S05E01. Otra temporada de préstamos provenientes del Departamento de Policía de la Biblioteca Nacional, el famoso B.N.P.D. James Ellroy, el demon dog de las letras estadounidenses, Pánico, una de sus novelas más recientes en una amplia, prolífica y densa bibliografía que se ha extendido ya por más de cuarenta años, novela publicada entre medio de su segundo cuarteto de L.A. (si bien es, como se sabe, un quinteto), novela que viene a demostrar que Ellroy no está muerto, no está acabado, que todo lo contrario, está más presente que nunca y que no dejará de escribir hasta que se muera, porque eso es todo lo que hace a decir verdad, un escritor obseso que vive por y para escribir. Por lo demás, me gusta el efecto de la portada: mientras desde más lejos se mira, más "normal" parece ese ojo; mientras más cerca, se aprecian los puntos y los colores y no el panorama general, que apenas se intuye. Cómo se llama eso.
Primero que todo, si bien ya sabemos que Ellroy sitúa sus historias en lugares y tiempos verídicos, en épocas pasadas que realmente ocurrieron, con sus lugares y personajes perfectamente reconocibles, lo que entronca sus novelas negras con la narrativa histórica, debo admitir que me sorprendí al comprobar que el protagonista de esta novela, Freddy Otash, ex policía corrupto, degenerado profesional, fixer del Hollywood clásico y protopaparazzi (o sofisticado espía de estrellas de la fama), ese sujeto, existió en realidad. Lo otro es que la revista para la que trabaja, Confidential, también existió y no es una creación de Ellroy (me había confundido porque sí hay una versión ficticia, la revista Hush-Hush, que aparece en L.A. Confidential, libro y película). En efecto, grande fue mi sorpresa. El resto son nombres y rostros ya conocidos los que van desfilando y orbitando en torno al perro pervertido: una joven Liz Taylor, un Rock Hudson reticente a fingir que le gustan las mujeres, el James Dean pre-estrellato, un Nicholas Ray retratado con bastante mala leche, el ínclito J.F. Kennedy (el más rutilante y recordado miembro de los Dead Kennedys, la famosa banda de punk), el bad boy Steve Cochran, entre otros cuyas apariciones nos permite regodearnos en el vil y delicioso chisme, nosotros los gossip girls. Así que si ya nos vemos atrapados gracias a la ambientación perfectamente recreada con lujo de detalles, lo que termina por clavar el anzuelo es el estilo de Ellroy, esa prosa delirante, esquizoide, autoconsciente (el mismo Freddy O. hace alarde de su gusto por la aliteración), casi aforística, a ritmo de metralleta y con la potencia de una bala dum dum, y la trama de la novela, que como ven, se divide en tres partes y cada parte tiene su argumento propio, si bien hay una clara continuidad dramática. Debo aclarar de inmediato que, aunque no lo parezca debido a la aparente efusividad de mis palabras, no me parece que Pánico sea una gran novela, pero sí es efectiva, es solvente y es infernalmente entretenidísima; tiene todo lo que se puede esperar de Ellroy (aparte de lo ya dicho: tramas, eso sí, magistralmente hilvanadas y manejadas con suspenso; su tratamiento de la violencia, brutal y despiadada incluso, o del sexo, tan brutal y despiadado como despedazar a un ladrón a base de una lluvia de disparos), acaso de una manera más desaforada todavía, amén de la explosiva psicología y desvergonzada personalidad de su protagonista.
La novela comienza, de hecho, en el purgatorio, en donde Freddy O. lleva casi treinta años sufriendo los crueles fuegos de sus pecados terrenales y sus aún más corrosivos fuegos espirituales. ¿La solución que le es dada para poder alcanzar la paz y la armonía? Confesar, por supuesto: una confesión inclemente consigo mismo, con la época en que le tocó triunfar y fracasar, con la flora y fauna con la que sobrevivió en esa peligrosa jungla de concreto. O lo que es más o menos lo mismo: Ellroy exponiendo los pecados del Hollywood clásico de los años cuarenta y cincuenta, desmitificando ese espurio pero seductor paraíso: la corrupción policial, la corrupción política, la máquina de depravación y degeneración moral de la industria del cine, la caza de brujas en contra del comunismo, violencia doméstica, racismo, entre un sinfín de lindezas que el protagonista, con todo gusto, nos irá relatando... porque Freddy O. no fue el único cabrón hijo de puta que se arrastró por entre las palmeras de L.A., sería injusto que la Historia se ensañara sólo con él. Sólo para consignar: la primera parte cuenta cómo Freddy O. se convirtió en el hombre más temido de Hollywood luego de ser un simple policía patrullero; la segunda, ya afianzado como el no va más del cotilleo y el tráfico de influencias, lo ve resolviendo un asesinato mientras investiga las sospechosas actividades de un reconocido actor y el pasado/presente de una intimidante amante; y la tercera y final, tiene que ver con el hilarante rodaje de Rebelde sin causa y la existencia de un asesino de apellido Chessman, que le permiten a Freddy O. cerrar su particular e intensa expiación del mal propio y ajeno, librándose de la mierda al exponerla, al colocar los puntos sobre las íes. ¿Víctima o victimario de sus circunstancias? Condenado y verdugo a la vez. Emisario de la verdad escondida bajo toneladas de glamour.
Si ya conocen a Ellroy y gustan de su estilo marca de la casa, Pánico será una lectura, cuanto menos, entretenida y agradable; si no han leído nada del demon dog, puede que su prosa y su mórbido tratamiento de la sordidez y la truculencia se les atragante, pero es que así es el bueno de Ellroy: tienes que meterte en la sangrienta y brutal y procaz boca del lobo para enterarte, no hay versiones light o Disney de la mugrienta realidad. Las cosas como son.
Que un libro relativamente reciente tenga sólo dos pedidos no es de extrañar, por lo demás es seguro que este ejemplar de Pánico llegó nada más este año a los estantes de la sección de Préstamo a domicilio. Lo que me llama la atención es el modelo de la ficha bibliográfica, que se asemeja al de los libros más antiguamente circulando en la Sección que al modelo más reciente, con su perfecta e impoluta separación entre fecha y nombre de lector. Pasarán años, lustros, puede que décadas antes de que veamos la mitad de estas casillas llenas. ¿Estaremos para comprobarlo? ¿Tiene sentido poner esperanzas en ello?
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