"LAS GRANDES PASIONES SON ENFERMEDADES INCURABLES"
-Goethe

jueves, 27 de febrero de 2025

Las partículas elementales, de Michel Houellebecq

 

Biblioteca de Santiago nº3. Yo estaba resignándome a no poder leer la obra de Michel Houellebec de manera cronológica (no es que empezáramos cronológicamente, pero luego me propuse comenzar por el principio), en tanto Las partículas elementales, novela que siguió a Ampliación del campo de batalla, no estaba ni en Bibliometro ni en la sección de préstamo a domicilio de la Biblioteca Nacional, pero como hace poco descubrí que la Biblioteca de Santiago también presta libros a domicilio y que además tiene una gigantesca colección de libros, me dije "acá sí lo tienen", y en efecto, aquí lo tenemos: Las partículas elementales.

Las partículas elementales es un inmenso salto de calidad y de ambición con respecto a Ampliación del campo de batalla, su primera novela, que me gusta y no me gusta a la vez, que me convence a la vez que no, y que no deja de parecerme un lúcido anecdotario de un ejecutivo depresivo desencantado de la vida/sociedad, que, por desgracia, no logra cuajar de manera coherente, en tanto relato, sus ideas en un final que se antoja demasiado abrupto y forzado.

Las partículas elementales es un libro cuya lectura me ha parecido fascinante y magnética. Es una novela en donde podemos identificar los temas que obsesionan, interesan y preocupan a Houellebecq, que de por sí no son nada simples, y los desarrolla en un marco mayor que tiene toques de ciencia ficción y de apocalipsis (ejecutados con una pátina de plausibilidad científica), toques metafísicos incluso, pero sin perder en lo absoluto ese carácter fundamental de cronista de su tiempo, de observador material y humano-conductual, que distingue a Houellebecq, cronista de la civilización que lo cobijó, tan distante y calculador como extraña e inesperadamente compasivo con ella. Con su estilo o prosa impersonal elevado a la categoría de arte, sublimado a lo largo de un argumento cuyo final poco menos que te ilumina y cierra a la perfección la novela, ética y estéticamente, Houellebecq nos cuenta, en esencia, el declive de la civilización occidental, europea, mundial, lo-que-sea, desde lo íntimo desde sus entrañas, lo invisible, lo microscópico que es un individuo en una muestra universal, pero también desde lo macro, desde una visión general y globalizante que parece abarcarlo todo. Se me hace complicado explicarme bien, ja, ja. Digamos que sus personajes centrales son Michel y Bruno, dos medio hermanos muy distintos entre sí (angustias distintas, crisis distintas: Michel es un reputado y respetado biólogo molecular que vive por y para su trabajo, para la ciencia, una persona que no parece humana, desinteresado totalmente de las convenciones sociales, -inter-personales y sentimentales, como si viviera en un lejano punto de observación desde el cual observa, metódicamente, el comportamiento de sus congéneres, identificando y analizando y deconstruyendo sus características, conflictos y problemas fundamentales, y como si su misma inevitable participación e involucramiento fuera un gaje del oficio al que, aún así, se le puede sacar partido; Bruno es un hombre promedio, profesor público, de sueños frustrados y traumas que lo persiguen, en medio de una crisis de la mediana edad, un hombre vacío que intenta llenar su existencia con los efímeros placeres mundanos, sobre todo sexuales, un hombre desesperado de sexo... Vale la pena señalar que estos dos personajes pueden ser versiones algo ficticias de sí mismo del propio autor, en tanto comparte hitos y rasgos biográficos con ambos personajes), cuyas peripecias vitales, que nos son narradas desde que nacen hasta que, bueno, ya verán, reflejan, quizás, por un parte la visión rabiosamente desencantada del autor para con la sociedad francesa y, por extensión, europea y occidental, pero es que también dan cuenta de una honda reflexión sobre la misma naturaleza humana, sobre el carácter esencialmente conflictivo del hombre, sobre la aparente imposibilidad de una redención apenas ilusoria, carácter seguramente acentuado por la acusada decadencia de Europa que el autor no deja de atacar, con virulencia pero siempre con argumentos bien expuestos y lúcidos, en donde tiene presencia preponderante la ciencia y algunos de sus personajes más importantes y significativos que, a su modo, moldearon una forma de pensamiento crítico, que cambiaron el paradigma. Podríamos decir que Las partículas elementales es como un alegato o una apología a un nuevo modo de pensar y reflexionar que, quizás, podría salvar cierta terrible decadencia cultural y socio-política, a la vez que es un singular tratado o relato especulativo en donde la fantasía va de la mano con lo científico.

Y ojo, que para ser un libro escrito con esa prosa impersonal y que al menos la mitad se narra desde la perspectiva distanciada y "no-humana" de uno de los hermanos, Houellebecq trasluce una gran compasión por sus personajes, un esforzado y natural entendimiento hacia sus añoranza y sus pesares, lo que se traduce en una narración fluida, empática, de sus vidas, ya sea de sus amargas derrotas como de esas dulces o milagrosas treguas vitales. Para ser alguien dueño de una mirada algo misantrópica y de una manera de expresarse por momentos bastante virulenta y agresiva, Houellebecq también demuestra gran sensibilidad con respecto a los pensamientos y sentimientos de sus personajes (quizás porque son reflejos y fragmentos de sí mismo, pero la verdad es que también hay otros personajes por los que demuestra gran cariño y compasión, un profundo entendimiento de sus fortalezas y carencias psicológicas y emocionales), dejando que sus vidas corran libres, aunque luego se despeñen terriblemente. No sé si en general me he explicado bien, pero Las partículas elementales me ha gustado por sus personajes y la manera en que se narran sus acontecimientos vitales, por dentro y por fuera; por sus constantes reflexiones que abarcan varias disciplinas y que tienen una mirada tan analítica como impulsiva y rabiosa en ciertos momentos, lo que a la larga lo hace humano; y por traslucir un furtivo pero innegable entusiasmo por los numerosos conocimientos a los que se puede acceder y que parecen estar tan lejos de nosotros debido a esas trabas que el autor identifica y ataca con su particular y singular estilo. Crónica de personajes perdidos, crónica de un descalabro mundial que es a la vez salvación, elogio del método científico y el pensamiento crítico, una maravilla literaria que en sus páginas nos sumerge en una paradoja: lo más solidario que la humanidad puede hacer para consigo misma es abandonarse y olvidar toda esperanza...

En pocas palabras, supongo que vuelvo a lo mismo de siempre: Houellebecq me parece, debajo de ese personaje de provocador y polemista al que no hay que hacerle mucho caso a menos que se quiera entrar en el vano juego de las disputas, un agudo observador que, en esta ocasión y a diferencia de su primera novela, sí logra darles forma a sus intereses y obsesiones a través de un relato novelesco, con ambiciones literarias logradas maravillosamente. Me siento reconciliado con este autor y con renovados ánimos de seguir con su bibliografía. Ya veremos qué tal.

miércoles, 26 de febrero de 2025

McGlue, de Ottessa Moshfegh

 

Biblioteca Nacional S14E01. Nueva temporada en la B.N.P.D., hora de ir dándole espacio a otros autores y autoras. No conocía para nada a Ottessa Moshfegh, hará un par de meses (puede que más) que me enteré de su existencia porque Yorgos Lanthimos va a dirigir una adaptación cinematográfica de una novela suya titulada Mi año de descanso y relajación, por lo que, como debe ser, ante tal noticia me puse a buscar a esta autora, cuya obra luce bastante interesante, aunque no esperaba encontrármela en los estantes de la B.N.P.D., pero como de repente vi que por ahí estaba su nombre, me traje este McGlue, a ver qué tal, a fin de cuentas la portada tiene su toque, ¿no les parece, parces?


McGlue ha sido un libro sorprendentemente plano, somero, insulso, olvidable. Es de esa clase de libros que te entran por un oído y te salen por el otro de inmediato, sin decir ni dejar nada a su lamentable paso. Ni fu ni fa, sin pena ni gloria, ni chicha ni limoná. Y no deja de sorprenderme, insisto, porque comienza bastante bien, con el protagonista despertando de una borrachera monumental, sin recordar ni mierda de lo que hizo o pasó la noche anterior, solamente escuchando lo que los demás le dicen, que es, básicamente, que mató a otro hombre con un cuchillo, un hombre llamado Johnson que no es cualquiera, Johnson fue su protector, su amigo, quizás su único apoyo en el mundo fue lo que acuchilló. Además toda la ambientación resulta a priori atractiva, en tiempo antiguo, en pueblos de mala muerte, barcos de mierda, bares de peor calaña, gente embrutecida, niños y niñas que mueren como moscas por alguna gripezhina, hombres y mujeres que no saben leer, no saben escribir, apenas saben sumar o restar y se ganan la vida desde los doce años con la fuerza de sus físicos, en fin ya se imaginan, tiempos difíciles para sobrevivir si no eres un millonario. Además sumen a ello una prosa que prometía ser algo afilado y agresivo, con palabras aparentemente cargadas de mala leche, encadenadas por la carne y la sangre de su malogrado narrador, envuleta en una atmósfera lúgubre, maloliente, cochina.
Pero McGlue no deja de ser un vacuo ejercicio de estilo, un inconcreto y difuso experimento narrativo, demasiado fragmentado o fragmentario para su propio bien, pues tiene de todo, es esto y aquello, pica de aquí y de allá, sin ahondar ni profundizar en nada concreto, sólo retazos y fogonazos de momentánea buena prosa que se pierden en esta marea de palabas y hechos irrelevantes (sin relieve, sin textura), carentes de atmósfera, de pulso, de la capacidad de provocarte algo, lo cual me sigue sorprendiendo por qué cómo demonios una historia sobre personajes embrutecidos en ambientes violentos y mugrosos es incapaz de provocarte sensaciones, aunque sean sensaciones raras, grotescas, perturbadoras. Nada parece tener peso ni ser real en este libro, todos los pesares e infortunios son como bromas vulgares o como difusas ensoñaciones entre un dormitar y otro. Si pretende ser una reconstrucción o incluso deconstrucción histórica, por ahí no va; si quiere ser un relato revisionista y moderno de este tipo de historias históricas de supervivencia extrema, tampoco va por ahí; si pretende ofrecer retratos psicológicos de individuos golpeados por sus crudas y convulsas circunstancias, tampoco por ahí va la cosa, en tanto sólo tenemos planos monigotes unidimensionales (ni siquiera los personajes femeninos se salvan de tan pobres caracterizaciones, por si alguien piensa que escribir buenos personajes femeninos es prerrogativa consustancial de las escritoras); si pretende ser una suerte de thriller lisérgico-psicológico, la narración tampoco acierta en ello, al ser una simple rememoración de las desventuras que el protagonista tuvo junto al occiso antes de que supuestamente le rajara la vida; ¿un drama legal?, no me hagan reír, ¿un paseo por el antiguo sistema de justicia estadounidense?, ni lo sueñen, ¿un alegato socio-económico de la era industrial o pre-industrial sobre las condiciones infrahumanas del populacho?, por favor... McGlue es tan sólo una burda sucesión de acontecimientos a cada cual más pretenciosamente grotesco, repulsivo y escatológico que el anterior; un pueril y complaciente paseo por la mugre y fealdad humanas... Como digo, un ejercicio como infantil, una concatenación de pequeños escándalos, como si la autora pretendiera epatar al personal con mierda, ríos de alcohol y mariconerías en cada agujero alcanzado por la cerosa luz de las velas...
Uno pasa las páginas y nada te importa. He intentado culparme pero puedo asegurar que presté toda la atención que pude, sobre todo porque al inicio parecía que la cosa se venía buena, pero progresivamente McGlue se convierte en algo tan banal, tan trivial, que irremediablemente se cae en el tedio y la apatía lectora, ninguna letra tiene peso, menos aún sus personajes, su remedo de argumento. Pero el libro que leí antes y el que leí después no me ofrecieron dificultades porque sí eran interesantes, sus respectivas prosas sí contaban y expresaban cosas. Es cosa de comparar la primera página de McGlue con la primera página de Ídola, de Germán Marín, que pueden ver en sus entradas; podrán notar de inmediato cuál de las dos resulta más, digamos, estremecedora, palpable, viscosa.
En fin, no sabía qué esperar de esta escritora pero como suelo ser optimista debo decir que me siento terriblemente decepcionado, hemos comenzado con el pie izquierdo, del lado equivocado de la cama. Si encontramos algo más de ella, veremos qué tal. Yo no les recomendaría McGlue, eso sí. Sólo para sacar algo en limpio, para que no sea todo tan negativo, digamos que se valora que una escritora mujer se lance a escribir sobre estas cosas y con un tono tan turbio, lástima que no le haya salido bien. No es una novela mala, no se puede decir que esté mal escrita, pero tampoco es buena y su solvencia escritural no eleva en lo más mínimo ninguno de sus aspectos.


La tradición republicana de todo préstamo a domicilio ha resultado escuálida en esta ocasión, pero es natural en una autora quizás no tan conocida en español (aunque han sido editados/traducidos todos sus libros), aunque es más natural debido a que este ejemplar lleva menos de un año en las estanterías de la B.N.P.D. Desde agosto del año pasado hasta estos días, seis meses después, tres préstamos, uno cada dos meses.

lunes, 24 de febrero de 2025

Hozuki, la librería de Mitsuko, de Aki Shimazaki

 

Bibliometro #87. Junto con Luna llena me traje el presente libro, Hozuki, también de Aki Shimazaki. Hozuki pertenece a la tercera pentalogía escrita por la autora, de hecho es la segunda novela, lo que me causa ciertos nervios, ya saben, por si me perdí algo de la primera, pero bueno, es la novela que estaba disponible, me la pedí nomás, y por otra parte, aunque ignoro por completo, por razones obvias, si Hozuki hace muchas referencias a hechos de la novela que le precede (se habla del pasado de la protagonista y otros personajes, pero eso no quiere decir que necesariamente dichos pasados aparezcan en la novela anterior como parte de su argumento, ¿cierto?), yo como lector ignorante de esa primera novela puedo decir que Hozuki es perfectamente legible e inteligible por sí misma, lo cual a su modo me ha aliviado lo suficiente.


Hozuki es similar a Luna llena en el sentido que está narrada por su protagonista y que, en esencia, nos cuenta una rutina, una cotidianidad, trastocada por algún evento inesperado, crucial, pero no explosivo ni excesivamente dramático. Si en Luna llena dicho evento inesperado era que la esposa del protagonista, enferma de Alzheimer, ya no lo reconocía como esposo, en este caso... Bueno, vayamos por parte.
La protagonista es Mitsuko, una mujer japonesa joven, en sus treinta, que regenta una librería de lance de la que es dueña, madre soltera de un niño sordomudo y mestizo, y que por toda familia tiene nada más que a su madre, que vive con ella y la ayuda con el trabajo. La vida va bastante bien, tranquila, y sigue más o menos así cuando un buen día llega una mujer adinerada, con clase, pidiendo libros de filosofía para su marido. Esta mujer, que parece cargar con un dolor a cuestas, despierta ciertas reticencias en la protagonista, como si fuera su reverso sumiso y cobarde, como si ambas fueran dos caras de la misma moneda, aunque por lo mismo ejerce una extraña atracción, el misterio de la tristeza de esa mujer que aparenta tenerlo todo. Sin que nada cambie drásticamente, esta mujer, que tanto interés demuestra en Mitsuko (de una manera más manifiesta que la soterrada curiosidad que siente la protagonista), se inmiscuye en su mente, en su constante fluir de recuerdos y reflexiones. Si Luna llena era una novela de tono bastante jocoso y ligero, como una de esas sanas comedias sazonadas con medidos toques conmovedores, Hozuki es mucho más seria, tanto en su tono, su atmósfera, como en su prosa, que sigue siendo sencilla y minimalista, pero con una elección de palabras algo más austeras, secas, adustas. Nada de esto se siente impostado, es un recurso estilístico perfectamente coherente, pues se alinea con el carácter práctico, reservado, taciturno, distante, analítico, la cosmovisión incrédula, terrenal, material, que tiene la protagonista, una mujer que por sus escarceos vitales y biográficos ha debido apañárselas como podía, con lo que tenía a mano, sin esoterismos ni rezos, sin refugiarse en la religión o el resentimiento social, sin perder el tiempo lamentándose y autocompadeciéndose, simplemente poniéndose de pie y buscando lo que pudiera ayudarla a sobrellevar la noche y despertar al día siguiente, toda una loba solitaria. Me gusta el carácter y la forma de ser, de vivir, de la protagonista; me gusta cómo la narración (su narración) y la prosa transmiten esa dureza, y más me gusta que dicho estilo funcione como una coraza que protege un núcleo que, podemos vislumbrar a cada momento, esconde ternura, sensibilidad y sueños, sentimientos reales y auténticos que quieren protegerse de ese pesimista azar que tanto la ha perseguido.
Y así avanzan los hechos, con la extraña y triste mujer adinerada dando vueltas y desnudando su alma, siendo el motor narrativo el proceso de la protagonista de analizarse a sí misma y fortalecerse en su misión de vivir correctamente, como madre soltera de un pequeño doblemente diferente, luego de vagar e ir tanto a la deriva, ahora que tiene un hijo y una librería, que la hacen sentir menos sola y vacía que antes, aunque loba solitaria siempre será en el fondo, proceso en el que forma parte integral la susodicha mujer. Lo único que no me convenció del todo es cierto giro, cierta revelación final relacionada con esa mujer elegante que tan inusitadamente llegó a la vida de Mitsuko, pero supongo que viene a reafirmar la idea sobre la autenticidad de las relaciones o lazos afectivos (que pudimos vislumbrar en Luna llena), o sobre los dispares modos con que las personas enfrentan sus propios actos y correspondientes consecuencias y responsabilidades.
Como sea, Hozuki es una novela que me ha gustado bastante y la protagonista se ha quedado conmigo de manera más encarnada de lo que esperaba. Mitsuko le ha ganado el pulso a la vida, ¡y desde acá la saludo!


Así me gustan las fichas bibliográficas, oh sí, ordenaditas, limpias, aunque para qué me engaño, está ese rayado con lápiz pasta azul y más encima nuevamente vemos incoherencias en las fechas de devolución, ¿devolver el 21 de marzo y luego el 27? Tiene que ser forzosamente una extensión de plazo que quizás la persona haya ido a pedir presencialmente, aunque para qué, si se puede hacer online. Quizás entonces no se podía. Como sea, en dos años y fracción, Hozuki ha sido prestado en seis ocasiones. No tantas veces como uno esperaría de un bonito y atractivo libro japonés, pero oigan, no se puede leer todo en la vida. A veces hay que elegir. A veces ni siquiera podemos elegir, de hecho elegir es un lujo, de hecho elegir es la excepción a la regla, en realidad no existen reglas, no existe nada.

domingo, 23 de febrero de 2025

Luna llena, de Aki Shimazaki

 

Bibliometro #86. En mi noble misión de ir conociendo y descubriendo literatura japonesa, con intenciones tanto de satisfacer la mera curiosidad como de llevar a cabo cierta desmitificación de ciertas idealistas nociones de calidad esencialistas, cada vez que me encuentre con algún libro nipón me lo traeré para la casa, y como la web de Bibliometro y sus recomendaciones parece que me conocen bastante bien, siempre surgen títulos que lucen, a priori, la mar de interesantes. Uno de esos títulos es Luna llena, de Aki Shimazaki, escritora japonesa que, sin embargo, lleva más de cuarenta años residiendo en Canadá, creo que asentándose definitivamente en Montreal no mucho después de arribar a dicho país, y que escribe y publica en francés, incluso aunque, como se vea, sus historias sean japonesas, con personajes japoneses en ciudades y pueblos japoneses. Otro dato curioso es que Shimazaki escribe/publica en pentalogías. Ya lleva tres completas y de momento va completado la cuarta, de la que Luna llena, según la solapa de este libro, es la primera entrega.


Podemos inferir que el estilo de Aki Shimazaki es minimalista, intimista y de un modesto, cotidiano lirismo, el lirismo de la contemplación. La suya es una prosa pausada pero no alargada ni alambicada, es descriptiva pero no simplista, es sencilla y en general de un fraseo corto, escueto, conciso, pero para nada superficial ni fugaz. Es un drama bastante serio pero narrado con un tono no poco jocoso ni ligero.
Narrada en primera persona por un anciano jubilado residente en un asilo de ancianos, Luna llena (aunque su título original, semi, quiere decir "cigarra", lo que me ha traído recuerdos de La cigarra del octavo día, de Mitsuyo Kakuta, comentada por acá, cuyo título original, Yokame no semi, es un tipo específico de cigarra, criaturas con toda una interesante mitología y alegorías: parece que cada cigarra se corresponde con una forma de ser o de pensar o de sentir) nos cuenta las peripecias del protagonista luego de que su esposa, enferma de Alzheimer, finalmente ya no lo reconoce como su esposo ni recuerda nada de su matrimonio de más de cincuenta años, aunque, pequeño alivio, sí lo recuerda como su "joven novio". Este desajuste temporal en la mente de la esposa trae consigo una serie de, en fin, eventos que van de lo meramente administrativo hasta algunos algo más importantes, en tanto, se sabe, las personas aquejadas de dicho mal a veces pueden, mientras olvidan casi todo, recordar memorias imposibles, que es lo que sucede con la señora: se le mete en la cabeza que le debe devolver un dinero a cierto señor, y como al protagonista le aconsejaron no contradecir a su esposa, so peligro de agravar su enfermedad, le sigue un juego que lo llevará a revisitar y revivir tiempos pasados, y a descubrir verdades impensadas que pondrán patas arriba su versión, su visión, su perspectiva de la vida que ha tenido con su esposa, de la esposa y también de sí mismo. Supongo que por aquí viene furtivamente inserta la reflexión sobre quiénes somos y cómo saber quiénes o qué somos, si nuestras identidades se conforman desde nosotros mismos o moldeándose a través del contacto, a través del tiempo, con otras personas. Aunque bueno, la vida nunca es la misma para dos personas aunque hayan vivido juntas medio siglo; los hechos pueden variar de tono y cariz según quien lo mire, quien lo recuerde. Lo cierto es que el eje central de esta novela vendría siendo este "misterio" que el protagonista, involuntario detective de la memoria, se ve impelido a resolver, ni siquiera porque quiera sino porque de esta forma no va a perturbar la velada mente de su amada esposa. Lo que hacemos por amor, ¿no?, ahí hay otra linda reflexión/tema/tópico: el amor y los lazos; los afectos como lo más genuino, real y auténtico de las relaciones humanas, más que la carne y la sangre.
A pesar de lo duro que puede ser el tema del Alzheimer, Luna llena es una novela que evita a toda costa el tono o atmósfera de pena, de manipuladora tristeza, de sensiblería barata (me imagino esta misma novela en manos de Kyoichi Katayama, el de la recientemente comentada Un grito de amor desde el centro del mundo, y uff, me estremezco). La autora está por encima de esos efectismos emocionales, porque lo que le interesa es otra cosa, lo que hemos venido diciendo arriba. Aunque claro, el ejercicio de la memoria y de los recuerdos trae su cuota de nostalgia al ambiente, la melancolía propia del tiempo perdido (ya sea porque pasó, ya sea porque, literalmente, se perdió de su "contenedor"), y claro, también es una forma de mostrarnos cómo se lidia con personas con un Alzheimer que avanza implacablemente (sin tampoco un dejo pedagógico ni condescendiente), pero el tono de esta novela es agradablemente, no lo sé, cotidiano, sencillo: la resolución del misterio del pasado, con sus entretenidas etapas detectivescas, y esta nueva cotidianidad a la que el protagonista, la familia y las amistades deben habituarse para contener el Alzheimer de la esposa. Me imagino esta historia siendo dirigida por Maite Alberdi (una mezcla de "La memoria infinita" y "El agente topo"), quizás les sirva para ilustrar o imaginar un poco lo que digo.
Como sea, Luna llena es una novela bien bonita, honesta, se lee en un hondo y reposado suspiro. Tiene un cuidado entramado de personajes bien construidos y perfilados (incluso aunque no aparezcan mucho) y de una coherente backstory familiar cuya solidez, aunque la novela en sí no sea muy narrativamente compleja que digamos, se nota y se hace presente en cada página porque cada escena destila una naturalidad y familiaridad innegables, como si viniéramos leyendo una saga de años, a través de la cual la trama circula con esa agilidad y fluidez narrativa ya descrita.

Este ejemplar ha estado en las redes bibliometrinas menos de un año, dos tercios de año, unos ocho o nueve meses, y miren cuántos préstamos lleva en todo este tiempo: ocho, casi una por mes. Un libro muy especial, sin duda. Imaginen tener que devolverlo un 32 de julio del 2024... Yo lo devolveré el 30 de febrero.

sábado, 22 de febrero de 2025

Cuento de hadas, de Stephen King

 


Biblioteca Nacional S13E03. Otra temporada de la B.N.P.D. que llega a su fin y, a menos que aparezca como por arte de magia algún otro libro de Stephen King en sus estanterías, hemos leído todo lo que puede ofrecer del escritor de Maine (la bodega de la B.N.P.D. es otra cosa, otro procedimiento; por el momento nosotros pedimos lo que está ahí a la vista). No sentía mucha inclinación a leer Cuento de hadas, una de las novelas más recientes de King, pero dado que hemos leído tanto de él, me dije que por qué no, total, para que cerrar puertas y ventanas cuando a veces es bueno intentar dejarse sorprender aunque uno crea que sepa más o menos de qué va a tratar la cosa. Porque estoy seguro que se pueden imaginar perfectamente de qué demonios trata Cuento de hadas, ¿no?


Primero que todo debo decir que me han encantado las ilustraciones que encabezan cada uno de los 32 capítulos que componen este libro de 850 páginas. Todo un librazo, ¿no? Comenzamos esta temporada leyendo el mamotreto de Las manos del general, de 250 páginas, y la terminamos leyendo este otro de 600 páginas más. Estas ilustraciones le dan un toque especial a una historia no taaaaaaan especial como pretende ser.
Primero que todo, comencemos con algo relativamente delicado. No he leído La Torre Oscura, pero vamos..., ¿la historia de un muchacho que descubre un pasaje secreto que conduce a un mundo mágico de fantasía tan real como los pasillos de su escuela o el patio de su casa, en el que se embarca en mesiánicas aventuras en donde se convierte en la figura central y esencial para salvar dicho mundo del perfectamente delineado y definido Mal? Cuento de hadas también es, en cierto modo, casi un calco de la premisa argumental de 22/11/63, en la que un solitario profesor de escuela, mediante la amistad con un solitario y misterioso cascarrabias, descubre una manera de viajar al pasado y llevar a cabo una misión de vida o muerte. Además hay numerosas, no diré referencias sino que ideas, frases, párrafos incluso, sacados de otras novelas: eso de que si compras un auto azul no dejas de ver autos azules en todos lados (algo que Holly Gibey no deja de escuchar en ninguna de las novelas en las que aparece), entre otras cosas que para qué listar, aunque por ahí reconocí cosas de La larga marcha también, ¡una novela que escribió hace más de medio siglo! No sé qué puede significar todo esto que digo, no diré que es reciclaje barato, pero hay algo ahí que me fastidia lo suyo. No diremos que las nuevas obras de King son el summum de la originalidad, pero cuando te topas con esos detalles sacados de otros libros anteriores suyos, pierden algo importante, dejan de sentirse como entidades únicas. Es natural que la obra de todo autor tendrá leitmotives, intereses y obsesiones que se irán desarrollando a lo largo de sus trabajos, y que estética y estilísticamente también utilice recursos de manera recurrente, pero la repetición o la redundancia es otra cosa diferente, una cosa amarga. King siempre dice que él escribe a donde lo lleva la historia, que la historia es la que habla, pero no nos engañemos: cuando se repiten tantas frases y modelos novela a novela, en realidad es el autor el que moldea la historia, que por eso mismo es una historia coja que no se ha desarrollado por completo a sí misma, como quien empuja a un niño a una piscina sin que esté preparado y lo mantienen a flote con flotadores que también han sido usados en otros niños. ¿Se comprende lo que quiero decir? Hay obras de King que están bien, pero por otro lado, ¿son necesarias? ¿Es necesario, es justo para dichas historias y personajes, empujarlos y forzarlos tanto hacia una publicación?

Como sea, habiéndome sacado esto del pecho, hablemos de Cuento de hadas como novela. Como novela digamos que cumple lo que promete de manera solvente, como es de esperar, gracias a la prosa completamente acomodada e inocua de King, que a estas alturas, como hemos hablado, no está interesado en plantearse retos y desafíos, sino que escribe cualquier ocurrencia de la misma manera ya sea algo de terror, de fantasía o de su realismo tenebroso.
Debo decir que Cuento de hadas me estaba gustando e incluso encantando en su segmento "realista", en esas 200 páginas en donde el protagonista nos cuenta cómo demonios llegó a enterarse de la existencia de ese portal secreto hacia Empis, ese mágico y fantasioso otro mundo. No es nada nuevo, pero en esas 200 páginas King, he de admitir, logra transmitirte esa sensación de perpleja e infantil admiración ante lo extraordinario, logra convencerte que es algo maravilloso y hermoso creer en aquello que va más allá de nuestra imaginación y de la razón, algo que comparto con él, porque sin imaginación, ¿qué mierda sería de nosotros? Así las cosas, el muchacho nos cuenta sus complicados días de escuela, con su padre alcohólico, la muerte de su madre, el fortuito encuentro con vecino cascarrabias con quien inesperadamente entabla amistad que además es dueño de una sangrienta pastora alemana que en realidad es una dulce perrita anciana. Todo eso muy bien: la vida cotidiana, con sus altos y bajos, con sus luces y sombras y sobre todo grises, de repente convirtiéndose en una improbable aventura. Como dije, King, todavía, logra transmitirte la inasible e inefable magia de esa sensación aventurera. Ya cuando se adentra en este mundo de fantasía para cumplir su misión (que tampoco les revelaré) la cosa comienza a decaer, no tanto por el mundo en sí (buenos personajes en su mayoría, una interesante construcción "histórica", un mundo que, en la más pura exploración, es bastante entretenido y atractivo, incluso con sus ramalazos de oscuridad) como por el maldito argumento que desarrolla, la puta enésima batalla entre el Bien y el Mal con princesas malditas y villanos crueles y criaturas horrendas, ese moralismo simplón de cartón en donde todo se explica con esa burda y pueril dualidad de infantes, peor aún cuando el mismo King no deja de repetir, engañándose a sí mismo, que Cuento de hadas es un cuento de hadas para adultos, nada que ver con esas chorradas suavizadas de Disney. Resulta que sí es lo mismo, en términos morales y filosóficos, sólo que estas aventuras son más violentas y malsonantes y sangrientas, pero poco más, porque como digo, transmite y pontifica sobre la bondad y la maldad de la misma forma en que lo haría la factoría del ratón chillón ese, embotando y atontando de la misma puta manera, asumiendo que los lectores son perfectos imbéciles impresionables y moldeables. Sumen a ello los infaltables deux ex machina, entre otros trucos narrativos baratos que King se saca de la manga para resolver las cosas y no sé, la aventura en Empis se me hizo muy anodina e irritante a rabiar. Fluida y aceptablemente entretenida (no se puede decir que los personajes se atornillen en un solo lugar, el movimiento constante al menos agiliza el flujo), pero anodina y bastante decepcionante tratándose de King, quien no hace el más mínimo esfuerzo en crear algo medianamente suyo, todo Empis no es más que un "homenaje" a sus autores e historias de cabecera enmarcado en los clichés típicos de los cuentos de hadas, con estomagantes toques cursis y sensibleros del peor y más simplista e impersonal manual para novatos. De hecho, estoy seguro que Stephen King debe estar haciéndole un favor a alguien escribiendo Cuento de hadas, es que la diferencia entre el segmento realista y el segmento "mágico" es notoria, como si el mundo de Empis fuera una creación ajena y King simplemente se dedicara a redactar, con oficio de escritor multimillonario, lo que le dicta esa otra persona.
Todo lo de Empis, o sea, cuando se trata únicamente de la salvación de Empis y no de la misión original del protagonista (que baja a ese mundo con propósitos bien concretos... luego, claro, se ve atrapado en los enredos de los demás y la cosa se desbanda en un despropósito tremendo, sin pies ni cabeza) es totalmente prescindible y no se pierden de nada si no lo leen. El segmento "realista", sin traer nada nuevo a la obra de King, al menos tiene su encanto, además debo admitir que a mí me conquistó con la relación entre el protagonista y la vieja pastora alemana. ¿Quién no haría todo lo posible por su perro/a?
Cuando terminé el libro debo decir que sentí alivio, esa clase de alivio que uno sentía cuando se terminaba una de esas clases que uno está obligado a seguir hasta el final, supongo que no es lo mejor que se puede decir de una aventura "mágica", ¿cierto? No es que nadie me obligue a leer, menos Cuento de hadas, pero demonios, uno debe terminar lo que empieza y sentía curiosidad por ver si esta novela era lo que aparentaba o podía esconder sorpresas. La sorpresa es que tiene un segmento realista bien bueno, lo obvio es todo lo demás, la decepción es que, para ser alguien que tan bien sabe describir y transmitir la magia, el segmento mágico no parece escrito por el legendario escritor de Maine.


Obviamente esta novela no ha estado tanto tiempo en las estanterías de la B.N.P.D., aún así, en dos años y contando ha sido prestada en nueve ocasiones. ¿Mucho? ¿Poco? Tratándose de Stephen King y de una de sus más recientes novelas, difícil determinarlo.

jueves, 20 de febrero de 2025

El Incal, de Alejandro Jodorowsky y Moebius


¡Pero qué escándalo se ha armado con La loca del Sagrado Corazón!, y todo porque en la portada la contraparte femenina del protagonista aparece mostrando las tetas, por dios santo, ¡a dónde iremos a llegar! Bueno en fin, vayan a leer con confianza, no hay nada NSFW en esa entrada.

Bibliometro #85. ¡Miren lo que tenemos entre manos, por el amor al universo! Desde luego, al pedir La loca del Sagrado Corazón me puse a mirar si es que había otros cómics de Jodorowsky en las redes bibliometruscas y ¡bingo!, El Incal, damas y caballeros, en su edición integral, un librazo de poco más de 400 páginas de una calidad apabullante y superlativa. Todo un clásico de la ciencia ficción y de los cómics.


Debo decir que mientras leía El Incal me vine a dar cuenta que lo que me resulta tan fascinante e interesante y magnético de su lectura no es la trama en sí misma, que podríamos simplificar como el alucinante viaje de un antihéroe en medio de un complot galáctico que enfrenta a las absolutas fuerzas del bien y del mal, sino que su grandioso, complejo y rico universo pletórico de ideas, de creatividad, de significados, de infinitos detalles que se nos escapan a simple vista pero que ahí están, conformando y construyendo como en tiempo real la desquiciada aunque vivaz y en cierta forma luminosa realidad que nos proponen los autores. Si alguno llegara a decir que El Incal no ha inventado nada, sí podríamos responder que, aceptando semejante declaración/premisa tan descabellada e injustificada, al menos, en su defecto, El Incal ha sido capaz de aglutinar todos esos elementos de una manera original, novedosa, refrescante y no antes vista. Lo que en cierta forma sí es inventar: una nueva forma de narrar. No es menor, eh.
Como digo, la historia comienza con el protagonista, John Difool, siendo golpeado por enmascarados que luego lo lanzan desde lo alto de un puente hacia un lago de ácido, buscando algo que nuestro desafortunado hombre clama no tener, lo cual resulta ser el inicio de una trama que, tal como él mismo señala más adelante, parece ramificarse hacia el infinito. Todo gira en torno al Incal, una cosa que debe ser poderosísima para que tantos personajes luchen incansablemente por obtenerlo, tan poderosa que el mismo destino del universo conocido y por conocer depende de en qué manos caiga. Así las cosas, El Incal es, a todas luces, ciencia ficción pero también fantasía, un space-opera para adultos pero para nada solemne, abierta y grosera y orgullosamente satírico, desmesurado, exagerado y libre, festivo en su espíritu creador para ir apilando personajes y planetas que, por lo demás, hablan de cosas muy reales y palpables, conformando a su vez una férrea y honda crítica social, crítica humana, crítica espiritual. Comienza como una novela negra además, inspirado por la energía de aquellas negras historias de detectives de los libros pulp, salpicado también por el universo de Philip K. Dick, aunque todo orquestado de manera coherente desde el personalísimo estilo o mundo artístico de Jodorowsky. Puede que suene a que es mucho que asimilar, pero es asombrosamente asimilable. El Incal es una trama eminentemente espiritual, el viaje de su protagonista expresado a través de simbologías místicas y espirituales que alguien más ducho que yo sabrá identificar y aprehender de manera más cabal, pero algo tendrá que ver la herencia judía de Jodorowsky, el tarot con sus arcanos, la numerología, en fin ya se imaginan. Pero El Incal es, también, la historia de un futuro completamente desquiciado y desgarrado por los peores males de la humanidad y más allá, convertido en un agujero de mierda (literal) en donde la gente vive aprisionada en su propia mugre, dominados por estúpidas castas "superiores" y sistemas explotadores y esquemas políticos completamente absurdos y, por alguna razón, aún para nada obsoletos en ese futuro. Una historia sobre la Oscuridad, sobre la Luz, sobre el equilibrio y su sabiduría. El Incal es eso y muchas cosas más, es cada cosa por sí misma y todo a la vez. Es una aventura, a fin de cuentas, y quizás sea lo más importante si nos atenemos al relato en sí mismo, un fluido continuo de acontecimientos a cada cual más alocado que el anterior gracias a este universo que, en vez de cerrarse sobre sí mismo, con cada página parece florecer y florecer cada vez más, ofrecer más y más capas de realidad, de significados, impulsados por El Incal, por la búsqueda en sí misma, el viaje en sí mismo, la odisea.
El dibujo de Moebius, como pueden apreciar, es absolutamente impresionante y fenomenal, un auténtica obra de arte, que, eso sí, brilla sobre todo en esas grandes imágenes panorámicas y ciclópeas; parece contenerse cuando las páginas requieren viñetas más pequeñas y restringidas por el espacio y la información a necesariamente transmitir. Sin embargo cada página es un verdadero y auténtico placer a la vista, desde las composiciones a los colores, los trazos, esa maldita y deliciosa cantidad de detalles visuales, el juego de luces y sombras... Desearía poder explayarme más y mejor, pero el ámbito gráfico no es lo mío, sólo debo decir que dejarse llevar por la historia y los dibujos es una experiencia que se erige como la definición misma de deslumbrante.
Esta edición integral además viene con unas cien páginas extras que no es realmente necesario leer, primero porque son textos escritos por otros autores, porque no son más que informativos (además de ofrecer alguna que otra interpretación de varios aspectos de la trama) y porque además hablan de detalles argumentales de Antes del Incal y Final Incal, por lo que si, como yo, no los han leído, corren el peligro de destriparse las historias. Yo por fortuna, al darme cuenta de la naturaleza de esta sección extra, me abstuve de adentrarme mucho en sus "misterios". Sí hay un par de textos que vale la pena leer porque, en esencia, son reportajes o entrevistas a los autores sobre sus procesos creativos, sus carreras, sobre la influencia de la fallida Dune en El Incal... Pero los demás textos se los pueden ahorrar.
El resto, El Incal como tal, no se lo ahorren. Es uno de esos clasicazos que hay que leer sí o sí aunque sea una vez en la vida. Yo me compraría este volumen para tenerlo en mi biblioteca personal, sin duda es una compra que valdría la pena hacer.


No es la ficha bibliográfica más pulcra ni prolija pero supongo que una obra como El Incal, en cierta forma desordenada, no podía tener una ficha demasiado perfecta, ¿no? Además miren qué actividad, si desde hace unos seis años y contando que El Incal ha sido prestado en 23 ocasiones, aunque, curiosamente, una sola vez el 2018 y luego recién a inicios del 2022 revive para ya no parar, por lo que podríamos decir que en tres años ha sido prestado en 22 ocasiones, genial, ¿no?

lunes, 17 de febrero de 2025

Los amores de Nishino, de Hiromi Kawakami


Bibliometro #83. Seguimos con nuestra intención de ir pidiendo y leyendo libros, cuentos o novelas, provenientes de Japón, para ir descubriendo el panorama de las letras niponas más allá de sus nombres más conocidos y en cierta forma para ir desmitificando tanta noción de que todo es kawaii y esas cosas, incluso que todo lo que sale de allá es bueno sólo por ser de allá. Y qué mejor que intentarlo con un libro como Los amores de Nishino, ¿no les parece?, que imagino les empujará a asumir ciertas cosas dado el título y la portada, ¿no?


Me ha encantado y sorprendido gratamente Los amores de Nishino. No es el pastelito dulcificado y romanticón que, quizás, podía sugerirse e inferirse de su título y portada, antes al contrario, es una íntima y compleja, a la vez que desenfadada (pero por lo mismo bastante frontal, sin remilgos ni eufemismos), exploración entre los indefinidos pliegues y surcos de la memoria en donde hay espacio, naturalmente, para las observaciones, las críticas, aunque con ese mismo tono desenfadado o desprejuiciado, de índole social y política que pueden suscitarse del modus vivendi en las grandes metrópolis japonesas. Todo escrito con una prosa delicada, sencilla, pero de un lirismo bello y evocador que es capaz de enfocar la belleza de las cosas cotidianas aún cuando a simple vista parezcan despojadas de toda belleza, como por ejemplo en el segundo capítulo, mayoritariamente situado en un simple descampado lleno de malezas, basuras y árboles secos.
Los amores de Nishino es además una propuesta bien interesante y no diré esencialmente novedosa, aunque esa es la palabra que usaré a falta de una mejor: es un libro novedoso en su estructura. Resulta que Nishino es un personaje masculino (la portada me había inducido a pensar que Nishino era mujer) y que, de todas formas, no es el protagonista del libro, aunque es el objeto de cada capítulo, cada cual protagonizado por una mujer distinta, con sus respectivas y particulares historias, personalidades, estilos, cosmovisiones y ubicaciones espacio-temporales. Una niña que conoció a un Nishino escolar; adolescentes y universitarias que conocieron a Nishino cuando se estaba perfilando como ese amante taciturno, solitario y vulnerable, pero también tierno, viril, único. Mujeres adultas, maduras, madres de familia o solteras empedernidas, que se encapricharon con él o lo observaron de lejos como un curioso espécimen, un singular ejemplar de macho, tan diferente al promedio japonés, el cual, se subentiende, es un promedio de pusilánimes, cobardes e hipócritas, mientras que Nishino es brutalmente honesto consigo mismo y con las demás. A medida que cada mujer nos relata sus propias historias, vamos perfilando a este Nishino, personaje tan misterioso como desnudo y expuesto a las miradas y análisis del lector y de los otros personajes que lo conocieron, que lo amaron, que lo dejaron, que jamás lo olvidaron. Qué esconde este tipo que parece ser tan abierto y carente de secretos, qué paginas pulcramente arrancadas hay en este libro abierto que vive a la deriva, de flor en flor, buscando el amor y temiéndolo con todas sus fuerzas. Puede que haya respuestas, puede que dichas respuestas abran más misterios, nunca lo sabremos, o tal vez sí, si lo que buscan es un cierre o una conclusión lógica al comportamiento de Nishino. Lo bonito de esta fórmula, de la estructura, es que nosotros podemos hacernos una idea general de Nishino, de quién es y cómo es y por qué es como es, sin embargo cada capítulo, al ser una historia, en esencia, independiente, dueña de su propia atmósfera y de su propio misterio, mantiene deliciosamente abiertas las puertas de esa ambigüedad, porque cada Nishino es un Nishino propio y único, observado por la mirada concreta de la mujer de turno, a la vez que es todos los demás, incluso si los cambios que el tiempo y las vivencias personales operan en él resultan drásticos de un relato a otro.
Así las cosas, como digo, tenemos esta honda exploración psicológico e incluso filosófica dentro y entorno a la figura de Nishino, enmarcada en historias de diferentes tonos y estilos, desde aquellos más bien nostálgicos y algo sombríos, hasta los más luminosos y vitalistas, pasando por los más costumbristas, crónicas familiares, y otros con ciertos toques espirituales, los que son dramáticos y los que son más ligeritos e incluso cómicos... La autora demuestra versatilidad y gran habilidad para expresar sus ideas, ese fondo sustancial, a través de distintas formas ejecutadas con rotundo talento narrativo y estilístico. La calidad media de cada capítulo es sensacional y hay algunas piezas realmente geniales, como Entre la hierba, Buenas noches, Las uvas, El reino de finales de verano o El termómetro de mercurio, sin embargo, como digo, la lectura de cada capítulo es un verdadero placer, manjar y ambrosía para los sentidos lectores.
No lo duden, vayan y lean Los amores de Nishino, de Hiromi Kawakami, autora que espero podamos volver a leer por acá.
Crrjjj cambio y fuera crrjjj.


Ni siquiera me voy a molestar en analizar mucho esta precaria ficha bibliográfica, qué demonios estamos viendo, ¿¡ah!? Diez préstamos en un año y medio. No está tan mal de todas formas, la proporción tiempo de existencia/cantidad de préstamos. Espero que siga aumentando.

domingo, 16 de febrero de 2025

La larga marcha, de Stephen King


Biblioteca Nacional S13E02. No sabía que este libro estaba en las estanterías de la B.N.P.D. así que cuando lo vi aproveché de inmediato y ¡zuácate!, cambiando un poco mis planes, pero como la aparición de Las manos del general ya había cambiado mis planes entonces pensé que cambiarlos un poco más estaría de fábula, viejo. La larga marcha me interesaba sobremanera por dos razones: primero, porque King originalmente publicó esta novela bajo el seudónimo de Richard Bachman, firma bajo la que ha publicado novelas excelentes (sobre todo Carretera maldita, una de sus mejores obras en general en mi modesta y aún no completamente informada opinión); segundo, porque ésta es la primera novela escrita por Stephen King, cuando tenía 18 o 19 años, en sus tiempos de universidad. ¡La primera! Obviamente teníamos los colmillos largos para ver cómo se manejaba cuando apenas había salido del colegio.

Es una obviedad decirlo pero tampoco tanto. Además, creo que se viene notando hace rato por acá. Me gusta más la prosa, la forma de escribir del primer King que del más reciente. Aún me queda mucho por leer de su época intermedia, digamos los 2000 y finales de los noventa (o la década noventera completa), período que a priori defino como auto-revisionista (me guío por Un saco de huesos y Dolores Claiborne, únicas lecturas mías de dicho período arbitrariamente definido por mí), puede que más sofisticada, pulida y depurada en cierto sentido que la época comprendida desde que comenzó a publicar a mediados de los setenta y abarcando los ochenta completos, en donde, quizás azuzado por sus tormentos personales, la obra de King era mucho más oscura, pesimista, brutal, a veces tan insoportable que era mejor pausar la lectura, y no sólo por los hechos en sí, por esos argumentos demenciales y grotescos, sino que por la misma forma de escribir, elegante y minuciosa a la vez que indefectiblemente cruel, como si King estuviera metiendo no el dedo sino que la pluma en la llaga, en la herida, hendiéndola en sus tejidos sin consideración alguna. No me digan que no se nota, sobre todo en sus mejores cuentos, que por tener extensiones más acotadas resultan ser experiencias más reconcentradas e intensas, perfectas ilustraciones de mi punto. Dicho esto, ya en tan temprana etapa de su carrera (¡antes de que su carrera comenzara!) se nota que es la mano de King la que escribe; se nota, aún más, que no es esa forma como paternalista, alimenticia y algo didáctica con que escribe últimamente, en donde destaca su dominio y oficio, claro, pero también cierta comodidad, incluso cierta pereza (y perdónenme por decirlo). A estas alturas del partido, King no tiene que demostrarle nada a nadie, él lo sabe, quizás por lo mismo no tiene esa necesidad, esa pulsión, de plasmar en carne viva las historias en el papel. Que no siente el deseo de desafiarse, de exigirse.

La larga marcha, sin ser un prodigio de novela, tiene esa energía intensa y rabiosa que tanto apreciamos por acá, y para ser escrita por un joven de 18 o 19 años, sí está muy bien escrita, con una atención al detalle, tanto a nivel psicológico como descriptivo, que se extraña en su época más reciente. La novela nos sitúa en un futuro indeterminado y distópico, en una sociedad totalitaria gobernada por un tal Comandante, mano dura y todo eso, en la que una vez al año se lleva a cabo La larga marcha, un macabro juego/competición en el que cien adolescentes caminan, tan sólo eso, caminar por las carreteras de Maine y sepa Dios cuántos Estados más, hasta que quede uno en pie, obviamente sin detenerse nunca ni disminuir la velocidad bajo el mínimo permitido. La novela comienza cuando comienza la competición y termina cuando el último muchacho ha caído, dejando un solo ganador. Es una competencia a muerte, por si olvidé decirlo: si los competidores no respetan ciertas reglas, unos soldados que los siguen en auto los matan; también pueden morir del cansancio, de la insolación, de la deshidratación, de una descompensación, ya saben, las posibilidades de morir son virtualmente infinitas. Son 350 páginas de una larga y extenuante caminata en la que King transmite a la perfección el agotamiento, la desesperación, la impotencia, la desorientación, demostrando, a tan temprana edad, un gran talento para todo: para la descripción de paisajes, tan bellos y vastos como tenebrosos y claustrofóbicos; para describir el aplastante y asfixiante paso del tiempo; para retratar e identificar plenamente, a consciencia, a gran cantidad de personajes, con sus respectivas y particulares identidades, circunstancias, ideales y psicologías, sin perder el foco ni enredarse o confundirse; para entregar cápsulas de información naturalmente incluidas en diálogos o recuerdos, aprovechando la construcción de personajes, sin parecer exposición barata; para construir todo un mundo a partir de detalles adyacentes o tangenciales o colaterales, como quien distingue una figura no por la figura en sí misma sino que por el trasfondo del que cuya silueta destaca.

Todo esto sin hacerse cansino ni repetitivo (aunque el cansancio, la angustia, de los personajes se palpa), ni tampoco denso o pesado. Es increíble pero es verdad: King alterna perfectamente entre la competición, lo humano, lo descriptivo, ya me entienden, no es que de repente se quede, no lo sé, diez páginas enteras con el diálogo de dos personajes mientras lo demás (que es muuuucho) queda en segundo plano, al contrario, de verdad te mete en esta penosa y cruel caravana de competidores cada vez más diezmados física y anímicamente, desde la vanguardia hasta la retaguardia, con el público haciendo barra a los costados de las carreteras (como si fuera el Tour de France) y los militares siguiéndolos de cerca y monitoreando el cumplimiento de las reglas, como si estuvieras ahí mismo, en medio de todo el alboroto, mirando aquí y allá, sin perderte nada. Es un relato asombrosamente fluido y dinámico tomando en cuenta sus características argumentales. Desde luego, podemos hacer toda clase de interpretaciones, desde la más existencial (que esta Larga marcha es como una alegoría de la vida, el camino arduo y extenso que le espera a todo joven y que nunca será fácil) hasta la política (la Larga marcha como crítica de, no lo sé, el reclutamiento de jóvenes en la Guerra de Vietnam; la utilización de los jóvenes como meras herramientas para los peces gordos) y la social (la gente y su gula por los espectáculos grotescos y morbosos, esta burda idea de dura competencia como reflejo de la fortaleza o virilidad, que para ser un "triunfador" hay que derramar sangre, sudor y lágrimas), pero lo cierto es que King no recalca nada, solamente sugiere retazos generales pero elocuentes e ilustrativos que permiten al lector pintar un lienzo más completo y generalizado. Mi único achaque viene a ser algo que, esto si, se ha mantenido constante y transversal en toda la obra de King, desde sus primeras letras hasta las más recientes: que a veces se saca de la manga recursos argumentales forzados y rebuscados para que la trama avance de la manera más conveniente y algo previsible (el "enfrentamiento" final estaba cantado del principio y sin embargo no se sintió natural; para qué hablar del deceso de varios personajes que, a priori, se veían más fuertes y resistentes que el protagonista, y sin embargo, de repente, ¡snap!, perecen así como así) sin inmutarse en lo más mínimo. No es algo que se vea en tooooodas sus obras, pero es cierto que a veces a King no se le da muy bien eso de los terceros actos y clímax.

De todas formas La larga marcha es una novela intensa y que te atrapa, y que además no te suelta en ese camino en donde, junto a los personajes, empiezas a sufrir cierta desesperación y desazón, sobre todo cuando parece que la caminata será eterna, sobre todo cuando van cayendo nombres que conocías y apreciabas, sobre todo cuando la soledad y el silencio y el dolor se sobreponen a cualquier método de evasión de tan sangrante y tortuosa realidad. Y con ese final, puede que argumentalmente nada sorprendente, pero es un final negro, negro como el agujero negro más voraz del universo, un final ideal para culminar el cruel sinsentido de semejante competición, cuyo premio, por lo demás, es dinero. Así que aquí la tienen: la primera novela escrita por Stephen King, totalmente recomendable y reflejo de ese genial escritor que fue en sus primeros años: salvaje, temerario y diabólico.


No es la ficha bibliográfica más antigua (tampoco la más barbuda) pero lo parece, ¿no? Desde principios del 2018, es decir hace siete años (número de la suerte), La larga marcha ha sido prestada en quince ocasiones, dos por año prácticamente. Con esta novela, por lo demás, se da un fenómeno casi inverso a las demás de la B.N.P.D.: luego de unos cuantos préstamos el 2018 y 2019, su año de gloria fue el pasado 2024 (en empate con el 2018, me fijo ahora), lo importante es que no ha sido un libro olvidado como el resto, durmiendo la condenada siesta lectora de otros títulos rescatados por acá.