Bibliometro #87. Junto con Luna llena me traje el presente libro, Hozuki, también de Aki Shimazaki. Hozuki pertenece a la tercera pentalogía escrita por la autora, de hecho es la segunda novela, lo que me causa ciertos nervios, ya saben, por si me perdí algo de la primera, pero bueno, es la novela que estaba disponible, me la pedí nomás, y por otra parte, aunque ignoro por completo, por razones obvias, si Hozuki hace muchas referencias a hechos de la novela que le precede (se habla del pasado de la protagonista y otros personajes, pero eso no quiere decir que necesariamente dichos pasados aparezcan en la novela anterior como parte de su argumento, ¿cierto?), yo como lector ignorante de esa primera novela puedo decir que Hozuki es perfectamente legible e inteligible por sí misma, lo cual a su modo me ha aliviado lo suficiente.
Hozuki es similar a Luna llena en el sentido que está narrada por su protagonista y que, en esencia, nos cuenta una rutina, una cotidianidad, trastocada por algún evento inesperado, crucial, pero no explosivo ni excesivamente dramático. Si en Luna llena dicho evento inesperado era que la esposa del protagonista, enferma de Alzheimer, ya no lo reconocía como esposo, en este caso... Bueno, vayamos por parte.
La protagonista es Mitsuko, una mujer japonesa joven, en sus treinta, que regenta una librería de lance de la que es dueña, madre soltera de un niño sordomudo y mestizo, y que por toda familia tiene nada más que a su madre, que vive con ella y la ayuda con el trabajo. La vida va bastante bien, tranquila, y sigue más o menos así cuando un buen día llega una mujer adinerada, con clase, pidiendo libros de filosofía para su marido. Esta mujer, que parece cargar con un dolor a cuestas, despierta ciertas reticencias en la protagonista, como si fuera su reverso sumiso y cobarde, como si ambas fueran dos caras de la misma moneda, aunque por lo mismo ejerce una extraña atracción, el misterio de la tristeza de esa mujer que aparenta tenerlo todo. Sin que nada cambie drásticamente, esta mujer, que tanto interés demuestra en Mitsuko (de una manera más manifiesta que la soterrada curiosidad que siente la protagonista), se inmiscuye en su mente, en su constante fluir de recuerdos y reflexiones. Si Luna llena era una novela de tono bastante jocoso y ligero, como una de esas sanas comedias sazonadas con medidos toques conmovedores, Hozuki es mucho más seria, tanto en su tono, su atmósfera, como en su prosa, que sigue siendo sencilla y minimalista, pero con una elección de palabras algo más austeras, secas, adustas. Nada de esto se siente impostado, es un recurso estilístico perfectamente coherente, pues se alinea con el carácter práctico, reservado, taciturno, distante, analítico, la cosmovisión incrédula, terrenal, material, que tiene la protagonista, una mujer que por sus escarceos vitales y biográficos ha debido apañárselas como podía, con lo que tenía a mano, sin esoterismos ni rezos, sin refugiarse en la religión o el resentimiento social, sin perder el tiempo lamentándose y autocompadeciéndose, simplemente poniéndose de pie y buscando lo que pudiera ayudarla a sobrellevar la noche y despertar al día siguiente, toda una loba solitaria. Me gusta el carácter y la forma de ser, de vivir, de la protagonista; me gusta cómo la narración (su narración) y la prosa transmiten esa dureza, y más me gusta que dicho estilo funcione como una coraza que protege un núcleo que, podemos vislumbrar a cada momento, esconde ternura, sensibilidad y sueños, sentimientos reales y auténticos que quieren protegerse de ese pesimista azar que tanto la ha perseguido.
Y así avanzan los hechos, con la extraña y triste mujer adinerada dando vueltas y desnudando su alma, siendo el motor narrativo el proceso de la protagonista de analizarse a sí misma y fortalecerse en su misión de vivir correctamente, como madre soltera de un pequeño doblemente diferente, luego de vagar e ir tanto a la deriva, ahora que tiene un hijo y una librería, que la hacen sentir menos sola y vacía que antes, aunque loba solitaria siempre será en el fondo, proceso en el que forma parte integral la susodicha mujer. Lo único que no me convenció del todo es cierto giro, cierta revelación final relacionada con esa mujer elegante que tan inusitadamente llegó a la vida de Mitsuko, pero supongo que viene a reafirmar la idea sobre la autenticidad de las relaciones o lazos afectivos (que pudimos vislumbrar en Luna llena), o sobre los dispares modos con que las personas enfrentan sus propios actos y correspondientes consecuencias y responsabilidades.
Como sea, Hozuki es una novela que me ha gustado bastante y la protagonista se ha quedado conmigo de manera más encarnada de lo que esperaba. Mitsuko le ha ganado el pulso a la vida, ¡y desde acá la saludo!
Así me gustan las fichas bibliográficas, oh sí, ordenaditas, limpias, aunque para qué me engaño, está ese rayado con lápiz pasta azul y más encima nuevamente vemos incoherencias en las fechas de devolución, ¿devolver el 21 de marzo y luego el 27? Tiene que ser forzosamente una extensión de plazo que quizás la persona haya ido a pedir presencialmente, aunque para qué, si se puede hacer online. Quizás entonces no se podía. Como sea, en dos años y fracción, Hozuki ha sido prestado en seis ocasiones. No tantas veces como uno esperaría de un bonito y atractivo libro japonés, pero oigan, no se puede leer todo en la vida. A veces hay que elegir. A veces ni siquiera podemos elegir, de hecho elegir es un lujo, de hecho elegir es la excepción a la regla, en realidad no existen reglas, no existe nada.
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