"LAS GRANDES PASIONES SON ENFERMEDADES INCURABLES"
-Goethe

viernes, 20 de septiembre de 2024

El tren que ahora se aleja..., de Pablo García

Jimmyteca personal #1. Comenzamos una nueva colección, ¡gran inauguración!, démosle la bienvenida por favor. Ni se imaginan la cantidad de libros que tengo, que he ido comprando mientras trabajaba y tenía un sueldo fijo (que aumentaba con las propinas semanales), por desgracia el ritmo de trabajo no me permitía realmente leer todo lo que tenía, fue una de las cosas que me hacían sentir miserable, apenas leí unos cuantos libros en las dos o tres vacaciones que pedí, y así no se puede, si uno ama leer, no leer es un castigo horrible. Felizmente estos meses eso ha cambiado, pero apenas he tocado mis libros si no únicamente para ordenarlos, así que un buen día, más o menos poco después de cierto libro cuya lectura me dejó traumado, quise cambiar brevemente de aires y comenzar a compartir los libros que tengo. Qué mejor que inaugurar la colección con El tren que ahora se aleja..., de Pablo García, escritor chileno cuya obra es una de mis preferidas y a quien conocí gracias a un librero llamado Octavio Rivano, hijo del escritor Luis Rivano, quien un día, viéndome algo perdido entre tanto escritor chileno que descubrir, e intuyendo por dónde iban mis intereses más intensos y viscerales (porque, como saben, mis intereses suelen ser bastante eclécticos), me recomienda cierta novela escrita por García, novela que me hipnotizó y sorprendió, jamás imaginé que algo así podría escribirse en este país, pero bueno ya hablaremos de eso cuando le llegue su turno. El tren que ahora se aleja... lo leí en la Biblioteca Nacional, en uno de sus salones de lectura, era en los tiempos en que pensaba que nunca tendría dinero así que mejor leer gratis en dicha querida biblioteca pública. Ya con dinero, me puse a buscar los libros de este autor y apenas vi este conjunto de cuentos, ¡zas!, mío mío mío. Y me meto de nuevo en sus páginas y recuerdo por qué me gusta leer, el placer que  te provoca la lectura. Santo remedio, bendito antídoto :)


Un pequeño volumen de cuatro cuentos que Pablo García, hijo de un estricto pastor protestante al que en casa no se le decía padre sino reverendo, y que vivió en ambientes rudos y proletarios, y que ya de adulto era empleado público, trabajando en distintos poblachos, según dicen hombre de carácter áspero y sombrías obsesiones, escribió luego de su poemario El estrellero inútil (que también tengo, por cierto), en el cual, desde ya y marcados a fuego y sangre, quedan patentes los intereses y los temas que surcarían hondamente la obra de este escritor, sus atmósferas densas, pesadas, negras, oscuras, asfixiantes, en la que se mueven personajes heridos, sufrientes y castigados por los demonios internos y externos, por el fracaso personal y colectivo o individual (pero inseparable del contexto social), siempre presente el componente religioso en ese castigo, la sombra de Dios encima de los deplorables o sublimes actos de estos seres humanos de carne y hueso, de carnes trémulas y huesos frágiles, y la brutalidad de la vida, de la realidad: la pobreza, la soledad, el patetismo y el aburrimiento, esa cruel verdad que es una mentira a la que se despierta cuando se abandona la hermosa niñez, cuando se ensucia su pureza de alma y de corazón. Rumiando la derrota, hirviendo de ira y de pena, ahogándose en la incertidumbre de lo que viene y no será. Expresado todo a través de una escritura afilada y cortante, dura como un mazazo, cada palabra un golpe directo al estómago, al mentón, al pecho, dotado de un lirismo visceral, de un fatalismo poético que dan cuenta de una cosmovisión de gran sensibilidad, de un profundo romanticismo inevitablemente teñido de cinismo y decepción. Son historias de alguien desilusionado pero que se niega a dejar de soñar.

Los tres primeros cuentos están escritos en primera persona y dan cuenta de manera directa del tormento que viven sus protagonistas, producidos por penas de amor, por culpa de la cobardía, por el peso de la soledad desesperante. El tren que ahora se aleja... es una carta que un introvertido hombre le escribe a una muchacha a la que no se atreve a cortejar mientras abandona el pueblo para siempre. Notas de un formulario para telegrama es como un cuaderno de notas en donde el protagonista escribe pensamientos e impresiones, naturalmente provenientes de un alma atormentada pero lúcida y observadora, curtida en esto de soportar los violentos embates de la vida. Gavota triste para un amor lejano es sobre un hombre hablándole a una amante que ya no está.
La canción que estoy cantando, el relato más largo de los cuatro, se diferencia en primer lugar por su estilo en tercera persona sobre un moribundo anciano que, al borde de la muerte, comienza a revivir acontecimientos de su infancia, de su adolescencia, de los amores espirituales y carnales, los pueblos en los que vivió y padeció. Un relato más poético que los anteriores, temáticamente similar pero, al ser un narrador no-personaje, se permite esta construcción más sofisticada, más ordenada si cabe (en los primeros tres el autor apostaba por cierto caos estructural sustentado notablemente por el caos emocional y psicológico de sus protagonistas), más novelesca, para repasar la vida de un hombre a través de los pilares fundamentales de su existencia. De paso, el autor también elabora un retrato o construcción de esos ambientes oscuros y del bajo mundo que luego caracterizarían su obra literaria, de esos personajes perdidos y patéticos, consumidos por sus demonios, masticados y escupidos por la sociedad, esperando el tiro de gracia. La muerte siempre presente en la vida, una certeza tan grave que se nota en cada palabra, en cada gesto, en cada momento: cómo luchar contra ese destino que se asoma en cada esquina, cómo encontrar la paz interior cuando todo a tu alrededor parece confabularse para hacerte caer. Una profunda compasión se desprende de la escritura de Pablo García, aún más intensa y potente precisamente por la pesada y cautivante atmósfera que rodea a sus personajes, esa penumbra que no los abandona nunca. Imaginen una película de Bela Tarr, imaginen "Karhozat", ese es Pablo García, pero con sus propios términos y principios.

Cuatro cuentos que son un poderoso y elocuente inicio en la obra de un escritor único que, silenciosamente, construyó un sólido mundo que no es apto para ojos susceptibles. Su literatura no es amable ni reconfortante, pero es genuina, auténtica, honesta, coherente, aparte de ser estilística y formalmente deslumbrante y magnética. Es tan sólo el inicio del camino.

Obviamente no hay ficha bibliográfica que analizar, pero quise tomarle una foto a la contratapa por su fecha: 1952. ¿No les parece maravilloso? Solemos leer libros de fechas similares o anteriores, clásicos de siglos pasados, pero... pero en ediciones recientes, de este milenio. No digo que sea algo único, pero cada vez que compro un libro realmente confeccionado, impreso, todo-eso, de los años sesenta, cincuenta, cuarenta, treinta (creo no tener nada del veinte), quedo... no sabría describirlo. Es como un viaje en el tiempo en cierta forma: ¿un librito de mediados del siglo pasado, en una ciudad sureña, que ha resistido setenta años de existencia y un viaje de 500 km.? El esmero en la portada, en las letras, en los colores, en el papel mismo, me hace sentir un extraño placer, una extraña felicidad: es el trabajo y el oficio de personas, aparte de la creación del escritor, de esa litografía, que sobrevive y sobrevivirá, que perdurará por siempre. Es inspirador.

miércoles, 18 de septiembre de 2024

Serotonina, de Michel Houellebecq


Bibliometro S05E06. Serotonina, del siempre polémico Michel Houellebecq, es el último libro de esta temporada. Había un séptimo libro, pero no alcancé a leerlo; me encantaría culpar a La información, de Martin Amis (por cierto, Serotonina también sufrió estrés post-traumático por culpa del británico, pero ya en mucho menor medida), pero sería deshonesto, de todas formas no iba a alcanzar. Dicho libro no se pudo pedir de inmediato para la próxima temporada, así que ojalá esté disponible para la séptima, ojalá nadie lo pida, me ha dejado amargado tal cuestión. Por cierto, ¿cómo pronuncian el apellido de este escritor francés? Recuerdo que, cuando aún iba en el colegio, pedí justamente un libro de este sujeto y por alguna razón el bibliotecario de la sucursal a la que fui, que en ese entonces era un miserable y escuálido quiosquito apretujado en la esquina de un delgado pasillo de salida, se puso a dar su opinión y hablaba de /Jou-le-bek/, y siempre he pensado que así se pronunciaba. (En ese entonces ni siquiera leí ese libro, que ya no recuerdo cuál era, parece que uno de sus primeros). En la actualidad, la bibliotecaria que me tocó, que por alguna razón también se puso a hablar, opinar y entregar datos no sólo erróneos sino que improcedentes (¿Revival es la continuación de El resplandor?, vete a la mierda, anda a engañar a otro que sepa menos), de repente me pregunta si había leído Sumisión, le dije que no, ella me dijo que es bueno, que es súper interesante este, ejem, /Julia-bak/. Luego de eso pensé "ok, resolvamos esta mierda de una buena vez, si el tipo es francés no holandés o polaco o quién-sabe-qué-país-de-lenguas-impronunciables", y acá está la respuesta: Houellebecq se pronuncia /uel-bek/. ¿Y Virginie Despentes? ¿Será /des-pen-tes/? ¡No señor!, atentos: es /de-pant/.


Bueno, el nombre de Houellebecq siempre viene acompañado de polémicas y controversias, yo apenas he prestado atención a ello porque como no había leído nada suyo entonces para que entrar en detalles, pero a vuelo de pájaro es imposible no fijarse en que al hombre lo tachan de misógino, machista, xenófobo, clasista, en fin... Creo que Serotonina se ganó en su momento algunos de estos adjetivos, pero, como suele ocurrir, a veces toman las cosas demasiado lejos, exagerándolo para provocar una reacción en cierto consumidor no sólo pasivo sino que ignorante, en el sentido de que uno puede decir lo que sea y quien lee, si no ha leído el libro pero sí la reseña o crítica, no tiene cómo comprobar y sólo le queda reproducir el mar de violentos epítetos vertidos, y, si bien esta novela me ha gustado y me ha parecido una obra sumamente bien lograda y potente en cierto punto (sobre todo en su tramo final), la mar de lúcida, consciente y circunspecta al expresar sus minuciosas y punzantes observaciones, lo cierto es que, más allá de un par de salidas de tono, podría decirse que Serotonina es también bastante inofensiva (no por ello carente, en lo absoluto, de ironía y mordacidad, de sentido del humor), casi todo lo contrario al carácter provocador o de enfant terrible que suelen endilgarle a Houellebecq. En ese sentido me he visto sorprendido leyendo estas páginas, pero insisto, nada tiene que ver con su innegable calidad.
Serotonina es la crónica de un hombre perdido y desencantado con la vida, con la sociedad. Es un hombre enfermo (de melancolía, de depresión) en una sociedad aún más enferma, más agresiva y salvaje y brutal. El protagonista, con ese estilo lúcido y moderado que adelantábamos, disecciona fría y clínicamente sus propios demonios y fracasos (su soledad, su nula sexualidad, su desencanto moral, su hastío vital, su apatía emocional, su desesperación existencial, su inestabilidad ético-filosófica) a la vez que hace lo propio con la sociedad francesa, apuntando su mirada a múltiples asuntos de vital importancia: la política y el manejo de las políticas, de los acuerdos, de la economía y su efecto a niveles macro y micro, en los poderosos y en los vulnerables; las clases sociales y sus mundos abismantemente lejanos y diferentes, la configuración moral y existencial de sus respectivos habitantes; la vida en la ciudad y en las periferias, en sectores rurales, lo que se entiende por éxito o fracaso dependiendo de donde vives y cómo vives; las relaciones entre hombres y mujeres, la manera en que todo lo anterior afecta a cada cual, individualmente o ya juntos y revueltos. Todas opiniones sustentadas en la acción, en la narración en sí; no es un ensayo disfrazado de novela, es una novela enriquecida con características ensayísticas. El protagonista, ya completamente aburrido de su forma de vida, sin estímulos posibles que puedan entusiasmarlo (como dijimos, sexual e intelectualmente vacío y abatido, cerrado el futuro para él), decide desaparecer del mapa, deshacerse de todo aquello que podía identificarlo como hombre, ahora convertido en espectro de carne y hueso, espectro de la realidad y del presente, mientras intenta aferrarse aún a ciertas cosas a lo largo de este camino que ha decidido emprender. Entre medio también hay rememoraciones, recuerdos, recuentos del pasado: los amores fallidos, algunos fracasos profesionales, la derrota del idealismo, en fin, ya se imaginan, todo lo que lo ha llevado a ser el desolado cuarentón actual. Desde luego, no es menor el componente químico o farmacéutico (por algo se intitula de esta forma, ¿nones?): la influencia, el poder, que tienen en su personalidad los antidepresivos, cómo varía la personalidad de una persona de acuerdo no sólo a sus circunstancias socio-económicas sino que también biológicas, los niveles de serotonina, cortisol, testosterona, todas esas cosas que parecieran ser tan importantes como la configuración socio-política del constructo social en que se ha visto consumido, a todas luces un punto de vista polémico para ciertos análisis de los males de la sociedad occidental. Y así, lo que comenzaba siendo un curioso e interesante relato sobre las penurias sentimentales y sexuales de un hombre de clase media alta, poco a poco se transforma en un brutal e implacable descenso (dos descensos consecutivos, vamos en racha) a los abismos del yo y del otro, de la sociedad, cada vez más deshumanizado (capitalismo mediante) a medida que frente a sus ojos suceden escabrosos y violentos acontecimientos, relatados, como ya se dijo, con ese estilo fríamente lúcido, clínicamente sarcástico, que son como el impulso final a su (auto)exilio: no hay lugar para ti, no hay lugar para quien no comulga espiritualmente con el nuevo credo de los tiempos modernos.
En resumen, la crónica de una renuncia total que pega donde más duele y no deja títere con cabeza. Serotonina me ha gustado y convencido, es una lectura totalmente recomendable, dura, implacable. Como una película de Lars Von Trier sin tanto efectismo. Si pueden, háganle.

No es el único ejemplar, no he ido a mirar cuántos hay pero hagamos de cuenta que teníamos en mano la única Serotonina, entonces son tres lecturas en dos años, el primer timbre, por si no se nota (porque está terriblemente mal colocado), es del 29 de junio del 2022, luego dos años de silencio hasta el agosto que recién se fue y es como un revivir, quizás, pero en una de esas durante esos dos años otro ejemplar andaba moviéndose más. Tiene sentido: como se ha dicho, éste lo fui a buscar a la sucursal más lejana (no específicamente eso sí, pero dicha sucursal no contaba con algunos libros que en la web decía tener, y tuve que improvisar). Como sea, de alguna forma hay que rellenar un poco cuando la ficha bibliográfica queda tan vacía. Ya saben, clásica pregunta: como llenar el vacío.

lunes, 16 de septiembre de 2024

El hombre duplicado, de José Saramago

 

Bibliometro S05E05. El hombre duplicado es el libro que leí inmediatamente después de La información, de Martin Amis. Fue un libro que me ayudó a recuperarme, no todavía al cien por ciento por desgracia, desde luego no es culpa de la novela del portugués José Saramago, tan sólo que la sombra de la novela del británico es tan densa y oscura que no es cosa sencilla sacudirme los restos de polvo y desembotarme el frágil cerebro, pero ya entraremos en detalles. No dejaba de pensar en la película de Denis Villeneuve, Enemy (hace más de diez años, cuando el canadiense hacía películas más modestas, no engullido por la maquinaria hollywoodense), con Jake Gyllenhaal en el doble papel del hombre duplicado y es curioso porque esa película no está oficialmente basada en la novela del Nobel de literatura, digamos que no se acredita aunque siempre se habló de "inspiración", y si bien hay pequeñas diferencias argumentales, alguna adición conceptual/visual y sobre todo de tono, o de género incluso, no entiendo por qué demonios... Ok, ok, me van a perdonar pero estaba equivocado xD... Sí está acreditado y todo, no podía ser menos, como digo, la historia es la misma más allá de, como diría el finado Piraña, sus legítimas diferencias. Aclarado todo, debería ver de nuevo esa película, la tengo muy olvidada, la vi ese mismo año, el 2013, y el trailer te deja justamente con ganas locas de ponerte a ello.

Primero que todo, demás está decir que mientras leía El hombre duplicado me era inevitable imaginar al protagonista, Tertuliano Máximo Afonso, con el rostro y la voz y la impronta de Jake Gyllenhaal y a la esposa del "otro" con el dulce rostro y la bella voz de la hermosa Sarah Gadon; cosa extraña, a la novia del protagonista no me la pude imaginar como una Melanie Laurent, en mi mente era una construcción más o menos al azar a partir de las descripciones, pero creo que se parecía un poco a la Michelle Pfeiffer de Caracortada, aunque con una expresión algo más humilde, sin ese agresivo dejo arrogante, pero sí con cierta serena altivez. Y bueno, a la madre no me la imaginé como la gran Isabella Rossellini. Aclarado este asunto de poca importancia, más aún si no saben de qué película hablo, pasemos al libro propiamente tal.

El hombre duplicado es una entretenidísima novela, mucho más compleja y diabólica de lo que aparenta. Partamos de su premisa, bastante sencilla pero origen de una enmarañada red de ramificaciones argumentales: el sencillo y apocado profesor de historia de un instituto que, al ver una película, una de esas comedias del montón, estupefacto se da cuenta de que un actor es su vivo retrato, sólo que él, Tertuliano, no tiene hermanos gemelos y nunca pensó que habría un tipo igual a él en la ciudad. A partir de este aciago descubrimiento, hará todo lo posible para llegar al fondo del asunto, si bien, desde luego, poco a poco las cosas se complican sombría y peligrosamente, ya que estamos tratando de seres humanos aún más perturbados de lo usual ante tan insólita situación. Esta novela es thriller psicológico, es una achispada comedia de equívocos, es oscura novela negra en cierta forma, es un tratado filosófico o existencial sobre la naturaleza y humanidad del hombre, es un intenso drama sobre las relaciones sociales modernas, es una suerte de ensayo práctico sobre los límites de la literatura y el arte de la narración... Y todo manteniendo un tono engañosamente ligero y simpaticón, una prosa sumamente activa, como hiperactiva, exquisita y deliciosa eso sí en su vertiginoso torrente de frases y oraciones y párrafos, de metáforas y símiles y alegorías, de reflexiones y aclaraciones, de ritmo general apabullante y sólida estructura interna que te llevan de un lado a otro en un suspiro, pero colándote certeramente todas esas capas de significados que con gran habilidad y agilidad Saramago introduce bajo la superficie de este entuerto, siempre latente. A mí me ha parecido un trabajo realmente sorprendente y magnífico, la manera en que disfraza lo complejo bajo esa máscara de desprejuiciado divertimento. Es cierto que a veces el narrador, plenamente consciente de su labor (lo que lo lleva a un terreno casi meta y que, por lo demás, ayuda a crear esta atmósfera como festiva, como si te estuvieran relatando una anécdota en una agradable velada) cae en digresiones que pueden pasarse de la raya, sobre todo para alguien que aún sufre estrés post-traumático como yo, pero es parte del encanto de esta novela y la verdad es que nada es superfluo, nada sobra, todo está fría y perfectamente calculado para generar esa sensación de perpetua confusión y vértigo, pues en esencia eso es: un infernal descenso a la locura del absurdo, del sinsentido, del azar, todo expresado en el ilógico hecho de tener un duplicado tuyo pero también a través de un cotidiano igual de absurdo aunque no en lo aparente. Imaginen El extranjero, imaginen a Kafka, imaginen Enrique Araya (si lo conocen), mézclenlos. Qué es la existencia, que es la vida en sociedad, qué es el amor, ¿es todo una obligación?, ¿se puede sentir verdadero placer en el diario vivir?, qué significado tiene todo, por qué hacemos las cosas, para qué, cuál es el punto, ¿se puede tener esperanzas, expectativas?, la identidad es realidad o es ilusión, somos por propia voluntad o por un invisible pero implacable constructo social, por qué y para qué mantenemos en movimiento circulando la maquinaria social, ¿la vida moderna nos deshumaniza, nos reduce a engranajes perfectamente reemplazables?, ¿somos piezas o modelos?, cuál es el límite a lo que podemos comprender, en fin... Por encima y por debajo El hombre duplicado es un portento de escritura y narración, va narrando dos cosas a la vez, y cada capa a su vez es un laberinto. Pero por sobre todo, digamos que es una historia sumamente entretenida coronada, por lo demás, con un capítulo final sutilmente negrísimo y aterrador, que nos habla también de los límites y la profundidad de la ética, de la moral, de lo que es correcto en situaciones sin precedentes... Un final inesperado, pero perfecto.

No se priven de esta fascinante lectura, El hombre duplicado es un verdadero tesoro narrativo. Magnífico.

Un libro viejo pero de todas formas bien cuidado, desde mediados del 2017 hasta ahora, es decir siete años y pico, El hombre duplicado ha gozado de una escueta pero constante y regular actividad, con nueve préstamos en dicho lapso, varias veces en estos nuevos locos años veinte, toda una novedad dada la tendencia al olvido que esta década prodiga a ciertos libros (la mayoría). Es el único ejemplar que hay en Bibliometro y lo tuve que ir a buscar al extremo norte de la red de estaciones, ahora que lo dejé en una sucursal más o menos céntrica esperemos que sus lecturas se incrementen exponencialmente. Obrigado.

sábado, 14 de septiembre de 2024

Sunset Park, de Paul Auster

 

Bibliometro S05E04. Supongo que cualquier persona interesada en la literatura sintió la pérdida que supuso la muerte de Paul Auster este año, hace no mucho de hecho, autor de una literatura verdaderamente propia, única, inconfundible, y lo dice alguien que con suerte habrá leído un par de libros suyos, aunque la impresión que me dejan sus lecturas me empuja al atrevimiento de afirmar algo con tanta seguridad. Yo digo que Auster era madera de Nobel, pero supongo que ya no importa. Como sea, hace tiempo que quería leer algo suyo, de lo que hay bastante en Bibliometro y la B.N.P.D., y tocó el turno de Sunset Park, feliz y afortunadamente.


Feliz y afortunadamente, en efecto, porque Sunset Park es de esos libros que te dejan contento después de terminarlos, con una sonrisa de inmensurable gratitud, plenitud, satisfacción. Podría decirse que Sunset Park es una historia pequeña o modesta pero que en dicho carácter se enraíza su grandeza, su fuerza, además, claro, de la deliciosa, elegante, hondamente concisa y muy humana prosa de Auster, que así como si nada te crea personajes reales, de carne y hueso, que viven penas y alegrías con las que empatizas y encariñas de inmediato, que con sus palabras calma y maduramente ordenadas y dispuestas, te mete en un grandioso pequeño mundo de ilusiones, frustraciones, de seres humanos de admirable vitalidad tirando para adelante en un presente ni muy sombrío, ni muy luminoso, ni muy hostil ni muy amable, ni muy banal o aburrido ni muy naif o pomposo, tan sólo muy real porque es casi como si estuviera pasando junto a ti. Paul Auster captura, expresa, recrea y transmite un momento de la vida, o una sensación de vida, un estado existencial, que podría ser el paso de la inmadurez a la madurez, pero es que no tiene que ver con una edad determinada, o una generación o una época, ese momento/sensación de vida transciende dichas consideraciones y, me parece, ahora que lo pienso mejor, Auster habla del tránsito de un estado a otro, ya sea interno o externo, que claro, puede ser una maduración, pero no en ese sentido de aprendizaje necesariamente, puede que de aceptación, o resignación, o adaptación. La incertidumbre que se cierne dentro y sobre uno, ese nublado estancamiento, a fin de cuentas, que Auster es capaz de transmitir y evocar en palabras, y la búsqueda de un camino que descubrir y seguir para dejar ese ingrato estado atrás. Eso es lo otro que me gusta de Auster: que las cosas no acaban realmente, siempre están en tránsito, la historia viene de mucho antes y continuará mucho después, a lo largo y ancho de la vida de los personajes, que se nutren de sus experiencias personales así como de la experiencia de los tiempos que corren. Son personajes que saben cosas, que tienen pasiones, como tú o como yo, pero que generan fascinación porque viven acontecimientos más especiales por así decirlo.
El caso es que el protagonista es Miles Heller, un joven de casi treinta años que vive enteramente por y para o durante el presente, sin expectativas, sin sueños, exiliado de su propia vida anterior por así decirlo y exiliado de una sociedad con la que se relaciona puntual y convenientemente; tan sólo hace lo justo para vivir dignamente y disfrutar uno que otro lujo, como es la compra de libros. Este modus vivendis comienza a cambiar lenta pero inexorablemente al conocer a una entusiasta muchacha, llena de vida y prospectos, que le irá abriendo los ojos. Y entre otras cosas, tendremos los personajes que revolotean alrededor, con sus cuitas y peripecias propias, relaciones profesionales y sentimentales, con sus inmensas y complejas personalidades, el arte y la vida, la ciudad y las habitaciones cerradas, el presente y el pasado intercalándose en una inesperada e inusitada aventura urbana y anárquica. Y a lo largo de las páginas estarás sonriendo, conmoviéndote, arrobado por el vibrante despliegue de pasión y amor y literatura con que Auster retrata y relata la vida de estos personajes tan queridos.
Un verdadero y auténtico placer de libro. Sunset Park, una más que recomendada belleza y exquisitez literaria.


Aparte de éste hay otro tres ejemplares de Sunset Park circulando por las líneas del metro y por las calles que se extienden alrededor de las sucursales bibliometrinas, obviamente no las vamos a revisar, ja, ja, qué se creen. Lo cierto es que éste ejemplar de Sunset Park ha sido pedido, desde casi principios del 2018, seis veces, siendo el 2019 su año de gloria, para luego dormir un largo sueño interrumpido por mis bien cuidadas manos. En ese tiempo quizás se pidieron otros ejemplares, quién sabe. A veces contribuye la ubicación del libro, por ejemplo éste, junto con los demás de esta temporada, los fui a buscar a la estación más lejana posible, y así no dan muchas ganas, sobre todo a los lectores casuales que podrían leer este libro u otros similares si estuviesen en sucursales más céntricas. Como sea, parece que esa es nuestra vocación: rescatar ejemplares del olvido.

jueves, 12 de septiembre de 2024

Escucha la canción del viento y Pinball 1973, de Haruki Murakami

Bibliometro S05E03. Yo quería comenzar esta quinta temporada bibliometrusca con este libro pero bueno, algunas circunstancias me hicieron postergar su lectura (y no, La maldita información de Martin Amis aún no tiene nada que ver, aún no llegaba a amargarme la mente), que recoge las dos primeras novelas del célebre y mentado Haruki Murakami, eterno aspirante al Nobel de literatura, cuya obra a estas alturas se ha extendido por casi cincuenta años, abarcando novelas, cuentos, ensayos, entre otros experimentos que lo tienen bien posicionado en el kokoro popular. Yo no había leído nada de este escritor japonés y, ya que estaba la opción disponible, al menos comenzamos por el principio, lo que siempre viene bien.


Primero tenemos un agradable y sereno prólogo en el que Murakami nos cuenta la génesis no sólo de su obra sino de él en tanto escritor. Viviendo su veintena en una plácida mezcla de apuros económicos y certeros logros materiales (felizmente casado, dueño de un jazz bar que generaba dinero y liquidez para ir saldando deudas, teniendo una existencia movida pero con los ingredientes precisos), las ganas de escribir le llegan de una manera bastante curiosa e inusual: viendo un partido de béisbol, sentado en una ladera que funcionaba a modo de grada, recibiendo la inspiración literaria proveniente del cielo, más o menos: una epifanía, una revelación. Y luego procede a relatar cómo escribió su primera novela, tomando en cuenta que no sabía cómo escribir una novela, además de no tener mucho tiempo precisamente. Un desafío personal afrontado con sencillez, candidez, ingenuidad incluso, enfrentando las dificultades propias de la escritura, confrontando sus propias expectativas con la realidad del papel en blanco. Este prólogo es un perfecto antecedente tonal e incluso atmosférico, incluso formal, para Escucha la canción del viento, porque podría decirse que esa primera novela corta es, en efecto, el resultado ideal de ese arrollador impulso que lo llevó a escribir. Luego no se explaya mucho sobre Pinball 1973, salvo que la escribió en sus ratos libres, como la primera, y que luego vendería su jazz bar para dedicarse full time a ser un escritor profesional y vivir de la literatura, que es el sueño de todos los vagos del mundo.

Escucha la canción del viento me encantó, me dejó contento. Su planteamiento es sencillo: el protagonista, ya viejo, narra sus días de vacaciones en su costera ciudad natal, días de ocio, días de tedio, días de nada: la atmósfera de incertidumbre vital, o mejor dicho de pausa, detenimiento vital: la vida no avanza en eso que llamas hogar, el tiempo se congela y te ofrece instantáneas que son pasado y presente a la vez, pero no futuro. El protagonista es un estudiante de biología animal o algo por el estilo que pasa sus días tomando cerveza en el bar junto a su amigo el Rata, un adinerado nini que reniega de su clase, que pasa algunos días entablando una singular relación con una aún más singular dependienta de una tienda de vinilos, que pasa sus días pensando en días pasados, novias pasadas, amistades pasadas, ideas pasadas. A través de una prosa sencilla, minimalista, sobria, gentil, suave, evocadora, el joven y novel Murakami nos transmite y expresa una sentida exploración existencial de una generación como atrapada o asfixiada en una amenazante monotonía cotidiana, ritual, que a veces se ve también acompañada por una precariedad material: el vacío interno de una generación que acaso aspira a ser, humanamente, más de lo que la sociedad quiere que cumplan responsablemente, vacío que queda de manifiesto cuando no hay nada que hacer, cuando no hay deberes, cuando hay un descanso de estudio y trabajo: cómo llenar y avivar los días si ni siquiera sé cómo llenar o avivar mi corazón, mi mente, mi cuerpo. En otras palabras Escucha la canción del viento me ha parecido una historia sumamente honesta, que no quiere engañar a nadie en su intención de retratar el hastío de estos personajes representativos de cierta generación, quizás el hastío de los pueblos alejados de las grandes y palpitantes urbes niponas, y que se vale a la perfección de un lenguaje para nada superfluo que es capaz de crear personajes reconocibles, espacios físicos con textura y relieve, y esa sensación de tiempo detenido que choca con la olas de vitalidad que emanan de cada uno de estos personajes desesperados por romper unas invisibles cadenas que, sin saber cómo, se han cerrado en torno a sus cuellos y extremidades. Y todo encaja muy bien con lo que Murakami contaba en el prólogo: una novela notoriamente joven, felizmente sencilla, pero con voz propia, una escritura llena de ideas, entusiasmo, sensaciones, directa al grano al momento de expresar lo que había en sus entrañas. Como digo, me encantó.

Luego viene Pinball 1973 y, ya para ser su segunda novela, la cosa comienza a ponerse pantanosa. Es una secuela espiritual de Escucha la canción del viento, pero también sigue las andanzas de uno de los personajes, el Rata, que acá lo tenemos más solo y melancólico que nunca, melancólico hasta el hartazgo, hasta lo insoportable; el otro personaje es un solitario traductor, pero bastante exitoso (su negocio va viento en popa: le sobra trabajo, no le falta dinero, las preocupaciones se mantienen cómodamente a raya), que simplemente no soporta la eterna repetición de su rutina, una vida tranquila pero intrascendente. En esta segunda novela Murakami, se nota, ya comienza a creerse más escritor. Si en su primera novela era solamente un dueño de bar que se propuso escribir una novela, abrazando y aprovechando a su favor sus limitaciones o carencias de todo primerizo (sin esconderlas), ahora parece creerse más el cuento y se propone tapiar esas carencias o limitaciones con trucos o recursos que evidencian aún más dichos baches, que en un par de años no puede dominar todas las herramientas como pretende. Murakami pierde candidez y gana en pomposidad, pero no a niveles tan terribles, es más que nada por el lado del Rata, un personaje totalmente innecesario, tan innecesario que en sus segmentos Murakami se la pasa describiendo vacua e innecesariamente calles, playas, montañas, laderas, soles, vientos, estrellas, edificios, ventanas, vientos, una y otra vez, incluso cuando ya lo ha hecho antes, mientras el Rata se dedica a lamentarse por su falta de coraje para hacerse dueño de su destino, para ponerse los pantalones y tomar al toro por las astas como se dice, pero eso lo digo yo porque el personaje en realidad lamenta que su vida sea tan mierda por culpa del mundo, del universo, de los otros que no le ofrecen nada por lo que entusiasmarse, estimular su existencia.
Y así se la pasa, yendo al bar, andando en auto, caminando por el paseo marítimo, echado en su cama mirando el techo, en una irritante espiral de autocomplacencia y autocompasión que no lleva a ningún lado, todos sus segmentos lo mismo, tanto que Murakami parece olvidarse o hartarse de él y centrarse, ya por el final, en el otro personaje, cuyos segmentos son más interesantes, primero porque cuentan cosas, ya sea la rutina, las excentricidades de su existencia (entre ellas su cohabitación con dos gemelas perdidas por él, el relato de unas anécdotas bien entretenidas, ciertos inesperados hechos cotidianos que le dan color a su grisácea rutina), logrando crear esa sensación de estar en una estación de la vida, detenido en el vagón generacional en el que viaja: cuando ya es un hombre que puede mantenerse a sí mismo, cuando dejó de ser un muchacho dependiente, pero ahora qué, cumplidos los objetivos y los sueños, qué es lo que queda, lo que hay, lo que viene, eso es lo segundo bueno, porque hay personajes hábilmente retratados con sus variadas personalidades, ideas, sentimientos y existencias en cuestión. Ya saben, los hechos y los personajes avanzan a la vez que piensan, reflexionan, cuestionan, remecen. De hecho, la prosa de estos segmentos se asemeja bastante a la de Escucha la canción del viento, con algo más de construcción en sus descripciones, pero lo justo y necesario para situarnos en tal lugar o imaginarnos tal o cual persona o situación, no como sucede con lo del cansino Rata. Por lo demás, hay algo que le da buen remate al segmento del traductor: que en el tercio final le da un ataque de nostalgia por una máquina pinball en la que solía ser un maestro, ataque que lo impulsa a investigar dónde puede encontrar dicha máquina para verla otra vez, lo que se convierte como en un relato de investigación, como si fuera un detective de policía reabriendo el antiguo caso de un infante desaparecido. Si la parte del traductor estaba bien escrita y narrada, ese tramo final en clave thriller te engancha aún más y le da un coherente y buen cierre a la peripecia vital de un personaje, en efecto, perdido pero que necesita algo que le iluminase el camino del porvenir, aunque sea con una luz del pasado, ya saben, la máquina pinball como mecanismo para escudriñar su propia vida y persona, para, siguiendo el rastro de la máquina perdida, rastrear también los pasos de su extraviada biografía.
Pinball 1973 está bastante bien, de hecho es muy disfrutable, sin el juvenil e inexperto encanto de Escucha la canción del viento eso sí, pero pudo haber sido un libro sumamente redondo, ni idea por qué lo quiso joder con los lloriqueos del Rata ese (otra prueba más de que, a veces, ciertos secundarios no deben cruzar la línea de los protagonismos).

Sumando y restando, muy buenos comienzos hemos tenido con Haruki Murakami. Sus dos primeras novelas, si bien parecen adelantar posibles carencias o tropiezos, lo cierto es que adelantan varios rasgos prometedores y característicos, indudablemente dan fe de una mirada y voz propias que tiene algo que decir, y no es menor, no es nada fácil ser capaz de retratar el vacío existencial de una generación atrapada entre los bellos ecos del pasado o la infancia/adolescencia (la pared) y la agria y gris incertidumbre de un futuro aburrido (la espada), tampoco lo es ser capaz de capturar el punto exacto en donde habitan la alienación, la soledad, la apatía, y el joven Murakami transmite el sofocante clima de la Nada en que muchos viven. Por traer a colación a Amis con Perro callejero y La información, en esas novelas no es capaz de transmitir ello, solamente te transmite una soporífera superficialidad formal.
Ya veremos con qué vamos a seguir de este señor, pero hemos quedado interesados.


Este libro, que no sé si se aprecia pero está bastante manoseado y más o menos a mal traer (lo que me hace pensar que, quizás, sea una donación, porque además está subrayado en algunos pasajes y páginas, aunque no sé cómo funciona el sistema bibliometrense: si compran, reciben libros de editoriales, cómo, ah, cómo), se supone que está en circulación desde principios de este año, siendo pedido en seis ocasiones, nada mal, pero nada inesperado considerando el estatus de Murakami. Por cierto, les aseguro: no hay fichas bibliográficas debajo de la que ven. Sayonara.

martes, 10 de septiembre de 2024

La información, de Martins Amis


Biblioteca Nacional S05E03. Llegamos al cierre de otra temporada en la B.N.P.D., pero primero: vengo a percatarme que este año he publicado más posts que en todos los otros juntos, literal: en los primeros cuatro dubitativos e intermitentes años creo que no alcancé los cincuenta posts, en cambio este 2024, desde que retomamos las amadas lecturas allá por mayo, ya llevamos esa cantidad. Qué loco, ¿no? Qué locas las cosas, podría contarles algo pero no entenderían, pero digamos que hace un par de días soñé con una persona con la que hace tiempo no tenía contacto (para ser precisos: soñé que estábamos trabajando en una barra), y hace un rato me habla para ofrecerme trabajo en donde actualmente está laburando, precisamente en el momento en que llegué a casa de tramitar mi finiquito con mi oficialmente ex-empleo. Qué locuras. Pero bueno, estoy agotado y miren a quién tenemos acá, de nuevo al finado Martin Amis, una de cal y otra de arena, ahora tocó mal, horrible, los efectos perniciosos de La información se sentirán largamente en mi traumatizado cerebro, como iré contando prontamente. Pero no, por dios, qué pereza, yo que, luego de La casa de los encuentros, llegaba con tanto entusiasmo a este libro, me siento defraudado, esa es la palabra. La información va más por el lado de Perro callejero, cómo se nota el quiebre, el cambio de timón que supuso La casa...


Leer La información es como intentar salir de unas arenas movedizas. Uno no es del todo responsable pero sí hay que admitir cierta culpa porque no somos senderistas novatos en la obra de Amis, por lo tanto salirse del camino es un riesgo asumido, plenamente asumido, pero uno nunca espera ser succionado por semejante densidad, vacua y viscosa, obligándote a un ejercicio de futilidad y banalidad agotador, a una Nadería con mayúsculas. Desde luego, aunque uno esté inmerso en estas arenas movedizas una porción del rostro se libra del contacto y esta porción, para aliviarse un poco, puede (porque el ángulo se lo permite, es el único ángulo, en realidad es lo único que puede hacer) contemplar hacia arriba el cielo, las copas de los árboles, el vuelo de los pájaros, el transitar de las nubes, todo lo cual es una metáfora algo forzada y poco ingeniosa pero que viene a señalar que este libro no es cien por ciento malo o farragoso o soporífero o extremadamente cansino, digamos que lo es a un 95%, así que para mencionar cosas buenas y rescatables:
-El habla de los personajes, Martin Amis debe tener buen oído y mejor habilidad para transcribir los vibrantes y punzantes diálogos de sus personajes, que por cierto...
-Los personajes son interesantes, no lo vamos a negar, conforman una curiosa amalgama de excentricidad y absoluto convencionalismo, ya saben, simples padres de familia perdedores que de alguna forma se las arreglan para despertar la curiosidad (aunque el autor la apague bien pronto), o simples matones con ideas y actos y vestimentas llamativas, para no hablar de como fueron bautizados ante dios, la sociedad y el mundo. Por lo demás, hay que reconocer que son personajes bastante bien definidos, en sus rasgos y personalidades, y algunos hasta tienen suficientes dotes de complejidad, así que por ese lado la cosa no va mal precisamente.
-Es notorio que Martin Amis es un escritor bastante ingenioso y ocurrente, tanto en su palabrería como en su uso y abuso de recursos narratológicos. Lo digo porque hay tramos que son francamente interesantes, ideas sumamente prometedoras, párrafos bastante potentes, todo aderezado con un sentido del humor que va de la sutil pero hiriente ironía hasta unos iracundos arrebatos que se agradecen de todas formas, aunque lo que más destaca en esto de las ocurrencias son sus juegos de palabras y conceptos, ahí Amis puede creerse el rey y todo lo que quiera.
¿El problema? Todos los elementos favorables listados son circunstanciales y, peor, ensombrecidos y enterrados por los otros problemas, los peores problemas, los problemas mayores y más graves. Esta narración tan abigarrada y farragosa y cargante y pedante y onanista y autocomplaciente, embobado en parrafadas y devaneos y divagaciones que no vienen a cuento y que, la mayoría de las veces, tampoco llegan a puerto concreto, que son continuos y excesivos paréntesis de una historia que parece como tijereteada a la mala y que se suman a descripciones inútiles y repetitivas, que lo único que hacen es entorpecer más el de por sí espeso y cuestionable flujo de acontecimientos. Este es el otro puto problema, no pasa nada. Los personajes hacen cosas, dicen cosas, se mueven, pero créanme: no pasa nada. Las ¡QUINIENTAS PÁGINAS! (¡¡500!!) de este libro no ofrecen ningún tipo de evolución, tránsito, cambio, aprendizaje, adaptación, lo-que-sea, termina en nada, es un fraude argumental, un verdadero FRAUDE ARGUMENTAL que está constantemente haciendo como que pasan cosas para disfrazar el hecho que, en realidad, no hay nada que contar.
Así que para que estén bien informados: el libro trata, fundamentalmente, sobre dos personajes, dos escritores, un escritor que al parecer es bueno pero que es un fracasado, un amargado padre de familia casado con un bombón y dos gemelos que se gana la vida escribiendo reseñas de libros mientras intenta terminar su tercera novela (las dos primeras fueron relativamente conocidas aunque incomprendidas, según dice, por ser ilegibles para el público), el otro escritor es exitoso, millonario, famoso, célebre, admirado y respetado, aunque para el mal escritor, que es el protagonista, sea un escritor peor que mediocre y sus aclamadas obras, insultos para la literatura, para más inri este exitoso mal escritor está casado con una belleza con sangre Real corriendo en sus venas. Entre medio hay gángsters, editores, esposas, personajes que no aportan nada al conjunto ni nada por sí mismos, están ahí gastando tinta. Y bueno, estos dos escritores, amigos-enemigos, amor-odio, se la pasan todo el puto libro tirándose mierda, y eso es todo. Sería el total de lo que ofrece La información: el tira y afloja en la moral de dos escritores destinados a enfrentarse de las maneras más somnolientas posibles.
Somnolientas porque, como si no fuera lo suficientemente desapasionante que estos dos tipos se la pasen tirándose indirectas a veces no tan sutiles, Martin Amis siente la necesidad de rellenar dicho inane conflicto con estos otros personajes intrascendentes y descripciones, boutades y lucimientos de estilo hasta el hartazgo. De repente hablan de "la información" como si fuera poco menos que un ser mitológico, una conspiración que hace que los personajes hagan lo que hacen. La verdad no le veo la gracia ni puedo descifrar lo que Amis quería hacer salvo retratarse a sí mismo y a la escena literaria, si ese era el caso pudo haber sido perfectamente más conciso y más entretenido, porque lo de "sátira" le queda grande. El mismo autor dice que ambos personajes escritores son representaciones de él mismo, quizás él mismo esté admitiendo que su literatura es a la vez ilegible, innecesariamente complicada, y superficial o voluntarista, pero qué importa... Más que asumir algún tipo de autocrítica parece querer burlarse de los lectores, y yo me siento así, como si se hubiera reído a costa mía.
Yo he quedado agotadísimo. Me demoré dos días y medio más de lo que tenía presupuestado, me he desprogramado por completo. Hace tiempo que no lo pasaba tan mal con una lectura, creo que desde los cuentos de Clarice Lispector. Hemos tenido entre medio otros libros comentados con poco entusiasmo o con algo de mala leche, pero La información me ha consumido, quedé rendido, incapacitado, desmoralizado, deprimido, incapaz de pensar en el futuro, incapaz de pensar en algo lindo o estimulante. Tengo miedo de leer más, así me siento, así quedo, dramático como soy. Con todo el respeto que se merece Martin Amis, sobre todo porque ya no está en este plano y como tal merece descansar en paz porque a fin de cuentas fue un escritor y se asume que no hizo daño a nadie, con todo, lo lamento pero: ¡vete a la mierda, Martin Amis! Bueno me excedí, lo siento, pero entiéndanme por favor se los suplico :(


Con una ficha poco usual, tanto en modelo como en color o limpieza, no se puede decir que los bibliotecarios se hayan esforzado mucho en ser completamente prolijos, pero ya estamos acostumbrados a eso, no se puede tenerlo todo en la vida. Para variar, hemos despertado de su letargo a este libro, que llevaba durmiendo más de un lustro cuando llegó mi turno, quizás por eso, en venganza, me atacó a violentos bostezos. Si no contamos mi préstamo, La información tenía siete pedidos en ocho años, pero con el mío, se elevaron a ocho en catorce y medio. Dudo que vaya a mejorar la estadística y, para ser sinceros, no le recomiendo a nadie esta lectura, soy mejor persona que antes y ya no actúo de mala fe.

domingo, 8 de septiembre de 2024

Una hermosa doncella, de Joyce Carol Oates


S05E02. Joyce Carol Oates es una escritora estadounidense que lleva escribiendo, o mejor dicho publicando (pues llevaba escribiendo desde que era una pequeña niña), nada menos que sesenta años, toda una vida, incansablemente por lo demás, conocida por su prolífica bibliografía y gran productividad, para mí una admirable pasión e intensidad escritural, uno mira el listado de sus obras publicadas, que no sólo se limitan a las novelas y cuentos (un listado impresionante), pues también ha incursionado en la poesía, en la dramaturgia, en los ensayos, en la literatura infantil y juvenil, y no puede si no quedarse boquiabierto y pasmado ante semejante despliegue de fuerza creativa. Debo reconocer que recién vine a conocer su nombre gracias a la película de Andrew Dominik, "Blonde", que está basada en el libro homónimo de Oates, por cierto una autora más o menos controvertida según he podido ver, entre otras cosas por esa productividad que acabo de alabar, pero que a otros les parece sospechosa, o quizás porque Oates no sea una autora acomodaticia en tanto, si echamos una mirada rápida a su obra, suele abordar temas complejos, oscuros e incómodos, y no precisamente de la manera más políticamente correcta, pero, si podemos inferir desde Una hermosa doncella, lo primero que leemos de ella, siempre con gran capacidad crítica y desafiante.


Una hermosa doncella ni siquiera está en el listado de novels publicadas por Oates, está en el listado de novellas, es decir novelas cortas, y eso que estamos ante una obra de unas doscientas páginas, al menos en la edición de Alfaguara, pero qué puedo saber yo sobre clasificaciones y denominaciones y categorías, yo tan sólo me dedico a leer, felizmente. Y me ha gustado esta historia, ciertamente es algo extraña, incómoda, bastante perturbadora y estremecedora porque puede que no sea el colmo de la novedad u originalidad, pero tiene unas cuantas cosas a su favor.
Partamos por el inicio, eso sí, que es simple y directo, pero muy intenso y como onírico, irreal: una muchacha de dieciséis años de baja extracción social que trabaja de niñera en una localidad de gente adinerada es abordada por un casi septuagenario en la calle, mientras salía de paseo con los hijos de sus jefes. Desde el inicio mismo Oates, primer punto a favor, crea una atmósfera de extrañeza, incluso mágica, pero como de magia oscura, no de esa magia maravillosa de los cuentos de hadas, más bien esa magia que te convierte en un muñeco de trapo, como un hechizo malévolo, y desde el inicio esa atmósfera se siente a flor de piel, en los poros, con una pulsión y fisicidad tal que en ciertas escenas puede resultar abrumadora, como si sintiéramos el sudor, el temblor, la penumbra. Otro punto a favor es la construcción psicológica de los personajes, elaborada con complejidad y profundidad en su tándem protagonista, la muchacha y el viejo, que es un solitario, famoso y respetado artista-filántropo local. La nauseabunda mezcla de admiración, desconfianza, manipulación, proyección, coqueteo, alegría, miedos, sospechas, en fin, toda esa maraña de sentimientos y sensaciones que son un continuo y a veces angustiante tira y afloja entre esta muchacha que ve gato encerrado, que se huele que algo no anda bien pero que igual pretende aprovechar las aparentemente inocentes y cándidas dádivas del viejo, y el misterioso y seductor actuar del viejo, quien a todas luces la desea, pero que no deja de desconcertar con su conducta tan obvia a la vez que esquiva. Una lucha de poder, en el fondo. Otro punto a favor es que, si bien la narración es omnisciente y omnipresente, narra acompañando a la muchacha, narra como desde ella, desde su carne, desde su mente, desde sus turbadas entrañas, lo cual nos permite en cierta forma vivir todas estas situaciones poniéndonos en sus zapatos, como una mirada distanciada a la vez que comprometida, una mirada que permite mirar fría o intelectual o teóricamente lo brutalmente repugnante que es esta situación (el viejo aprovechándose de una niña, para más remate ella cargando el peso de una inestabilidad familiar y personal y social que la hace sentir sola y vulnerable) mientras nos hace sentir y comprender vivamente el borrascoso caudal de contradictorias ideas y emociones que inundan la alterada y conquistada psiquis de la muchacha. A su vez, este punto de vista posicionado desde la mirada y el cuerpo de la víctima nos permite mirar al depredador en toda su ambigua naturaleza: es un hombre virtualmente normal, un ser humano que puede ser encantador, generoso, divertido, también vulnerable, necesitado de ayuda y comprensión, un incomprendido a fin de cuentas que necesita ser salvado de su tormento por ella, porque él también es una víctima de la crueldad del mundo, cómo no ayudarlo, no entenderlo. Y ese sería otro punto a favor, porque, sin ser yo un entendido del tema, Oates acierta al enlazar las circunstancias internas de toda persona con sus circunstancias externas: lo correcto o incorrecto es algo maleable y, en consecuencia, con su debido esfuerzo, cualquier voluntad puede doblegarse si es que además se tiene la inestimable ayuda del azar. Y se me ha ocurrido que estamos ante otro acierto: Una hermosa doncella no pretende ser una suerte de tratado sobre las luchas de poder entre toda la diversidad de personas habitando una sociedad que casi promueve la inequidad, desigualdad y los abusos basados en esas brechas, sobre la naturaleza de la pederastia, sobre la abismal condena que significa ser una víctima, entre otros temas; solamente quiere contar una pequeña historia de dos personas cuyos destinos se unieron en circunstancias tan aciagas y abyectas, que casualmente son un viejo y una muchacha, pero debajo de esta historia de verano subyace todo lo anterior, todo un sistema de injusticias y abusos que no diremos que crea estos monstruos, pero que los alimenta y los hace crecer. Oates no tiene que ser compleja o sesuda o sentenciosa o aleccionadora o pedagógica en este libro, ni le hace falta: su poderosa sencillez y sutilidad, tanto formal como argumental y dramática, es suficiente para retratar implícitamente ese monstruo invisible y enfermo que alberga historias como esta, porque a estas alturas sabemos que no son casos excepcionales ni aislados, tristemente.
Por lo demás, el libro se lee de un tirón, escrito con una prosa sobria y elegante que también puede ser estremecedora, sucia, agitada, dependiendo de la situación, pero siempre muy hábil para mantener esta atmósfera, esta dura tensión que por momentos llegan a ser enfermizas y asfixiantes. El desenlace, desde luego, no podrá dejar indiferente a nadie.
Buen comienzo hemos tenido con Joyce Carol Oates.


Bueno, debajo de la ficha bibliográfica, que nos muestra bastante ordenadamente siete préstamos desde hace cinco años, está el típico papel en donde, ahora sí, están a lo loco, superpuestos incluso, doce fechas estampadas, comenzando en abril del 2015, con hartos préstamos el 2019 (el año de gloria de este ejemplar). Podemos concluir que los diecinueve pedidos en nueve años dan buena cuenta de una constante actividad bien esparcida y dosificada a lo largo de los años.

viernes, 6 de septiembre de 2024

Teoría King Kong, de Virginie Despentes


Bibliometro S05E01. Ha llegado una nueva temporada, es decir nuevos préstamos, es decir nuevos libros, nuevas lecturas, nuevos autores y autoras, nuevas visiones, nuevas cosmovisiones, nuevas historias, nuevos pensamientos, nuevos sentimientos, nuevos cimientos. Virginie Despentes es una artista francesa que se dedica a varias disciplinas, aparte de la escritura, que es como la tenemos presente ahora, también hace películas, de hecho su primera película es una adaptación de su primera novela, Baise-moi. Teoría King Kong, contrario a lo que pensaba, es un libro de ensayos (yo creía que era una novela) pero siempre nos viene bien cambiar de registro de vez en cuando.


Quien esté al tanto de Despentes, como lo estaba yo aunque nunca llegué a ver ninguna película suya, digamos que quien esté al tanto de su vida podrá imaginarse más o menos por dónde van los tiros en su propuesta narrativa. Despentes fue (o sigue siendo) una chica punk, desordenada y desobediente, impulsiva e independiente, inconformista e iconoclasta, que entre empleos de muy baja remuneración y mucho desgaste, también trabajó como prostituta (o call girl), y antes de todo eso fue víctima de violación en su adolescencia. Es una persona que ha vivido marginada, observando la vida y la sociedad, con sus múltiples lazos interdisciplinares, desde la marginalización, hasta podríamos decir que es una intrusa en el panorama intelectual porque rara vez surge o emerge alguien de "baja cualificación" a menos que sea por accidente (acá tenemos el caso de nuestro querido Hernán Rivera Letelier, un simple obrero salitrero amante de la literatura que, al ponerse a publicar y lograr éxito de críticas y ventas, se ganó hostilidades y menosprecios del sector más "elevado" del panorama literario en sus primeros años, pero ahí lo tienen, hace poco ganando el mayor galardón literario de Chilito). La suya es la mirada siempre necesaria de los que están fuera de los circuitos, oficiales o informales, de arte, información y política. Ya el primer texto de este libro, ese Tenientas Corruptas de la foto, es toda una declaración de intenciones para este conjunto de ensayos que, desde un punto de vista crítico y feminista (sustentando en lo teórico y en sus propias experiencias biográficas), analiza fenómenos sociales (sexualidad, relaciones afectivas, situaciones de poder e influencia) y comunicacionales y culturales (o consumistas), las películas las series la literatura, poniendo especial atención al retrato de la mujer, del hombre y de la lucha de clases. Es decir, no esperen textos académicamente pulcros o metodológicamente precisos o teóricamente definidos listos para ser evaluados por algún estirado y arrogante y sentencioso profesor para el que la importancia y validez de tu documento depende exclusivamente de cuántos y qué autores citas, aunque quién sabe, capaz que en ciertas instituciones ya te acepten citas de textos de Despentes, que aunque no habla desde la oficialidad ni tampoco presente explícitamente resultados de investigaciones o encuestas o estudios (sí dice que los hay y que amparan sus afirmaciones), sí vierte reflexiones e ideas muy interesantes, reveladoras y muy bien argumentadas. Para mí ha resultado una lectura muy valiosa y también reveladora, ya saben que a veces sucede que uno tiene ideas y no encuentra una formulación correcta hasta que alguien más expresa dichas ideas, más o menos así fueron un par de textos del presente libro, sobre todo en lo relativo a esos revenge thrillers protagonizados por mujeres.
Desde luego, para Despentes, que tiene una mirada para nada esencialista o separatista, los problemas de género o el feminismo no son situaciones apartadas o separadas de todo el constructo social y, tal como Fassbinder lo decía tantas veces en sus entrevistas y películas, en palabras simples todo se reduce a cómo este cochino sistema capitalista ensucia y altera y configura todo el entramado económico y político desde lo general hasta lo particular, cómo este cochino y denigrante sistema utilitarista e inhumano tiene miles de maneras de cercenar la libertad, el alma, el corazón y la mente de los individuos dependiendo de sus características, de esta forma los hombres son explotados con una estrategia, las mujeres son explotadas de otra manera, los viejos así, los niños asá, todo al vil servicio del sistema y los poderosos, para que sigan rodando las cadenas y los engranajes de la moledora de carne en que vivimos, todo tan normalizado y naturalizado que no puede considerarse conspiración: así es como es: todo lo que no sirve a la maquinaria se margina, se deshecha, cada quien tiene su función y si no la cumple o incluso no la tiene, adiós, no existes. Algo obvio para personas como Despentes, o Fassbinder ya que lo mencionamos una vez (y cuya vida también fue un claro ejemplo de marginación y observación desde la periferia), que simplemente, aunque puedan, no quieren vivir cumpliendo estas putas normas denigrantes sobre cómo ganarse la vida: al demonio eso de vender tu valioso tiempo por una mierda de paga.
Pero bueno, ya que son ensayos, podríamos seguir conversando toda la noche tomando cervezas porque eso es lo bueno, invita al debate y al intercambio de ideas, por lo mismo resultaría banal o cansino intentar resumir o "analizar" cada capítulo de este libro, tan sólo los invito a que lo lean, si es que tienen cómo, con mucha recepción porque Despentes escribe con las ideas claras, sin pelos en la lengua y se agradece, definitivamente es una lectura que vale la pena y de la que se puede rescatar mucho. No digo que sea una genio o que te vaya a cambiar la vida, pero sin duda es muy inteligente y observadora. Y yo siempre digo: de todo y todos se puede aprender, porque no hay que estancarse ni acomodarse jamás.


No es la ficha más prolija y ordenada, pero qué va: 10 préstamos en poco más de cinco años. Claro que estamos hablando de este ejemplar en concreto; en la sección de Préstamo a domicilio de la Biblioteca Nacional cada libro es un ejemplar, en Bibliometro puede que también, pero por ejemplo Teoría King Kong tiene como cuatro ejemplares esparcidos en diferentes sucursales, lo que quiere decir que, quién sabe, un ejemplar tenga cuatro préstamos, otro veinte, otro apenas uno... Quizás esto explique que el 2019 y el 2020 se haya pedido tanto este libro y luego un par de veces el 2022 y luego nada hasta ahora, pero a lo mejor en ese lapso otro ejemplar de Teoría King Kong fue prestado mayoritariamente durante el 2023, 2022, 2021... Recién ahora he venido a darle un vuelta algo más elaborada, pero es que a veces asumo que el libro que tengo en la mano es el único que se encuentra circulando, y en la mayoría de los casos no es así.

miércoles, 4 de septiembre de 2024

Pureza, de Jonathan Franzen


Biblioteca Nacional S05E02. Puede que ya se hayan imaginado que, luego de haber comentado Las correcciones y después Libertad, tocaba el  turno de Pureza, y si es así acertaron, adivinaron, imaginaron bien, porque Pureza, el quinto libro publicado por Jonathan Franzen, el que siguió a Libertad, también se encuentra en la Sección de Préstamo a domicilio, por lo que nos dijimos, "continuemos con esta saga". Eso sí, aviso de inmediato que Crossroads, o Encrucijadas, el libro más reciente de este autor, no se encuentra en la B.N.P.D., por lo que, de momento, hasta acá llegamos con el bueno de Franzen. Ha sido un largo y satisfactorio viaje, eso no nos lo van a quitar.


Pureza es probablemente, de sus libros comentados, el más ambicioso de Franzen, que ya es decir, además del más cercano a ser un relato plot-driven, tanto que mientras leía este libro no dejaba de pensar "vaya, si así lo quisiera Franzen podría también escribir excelentes novelas negras policiales o thrillers conspirativos", tal es el pulso, firme, preciso, rotundo, con que narra los acontecimientos de este, aún así, compendio de personajes entrelazados e interconectados que viven peripecias bigger than life y cuya atención a sus mundos interiores e íntimos también lo hace un poco un relato character-driven, si es que acaso toda esta mescolanza de términos tiene sentido alguno. Lo cierto es que dudo que los autores piensen en estas cosas mientras planifican y escriben, estos son más bien términos creados por los teóricos que se apropian, bautizándolos a veces extravagantemente, de los recursos utilizados por los narradores.
En cualquier caso, a través de su estilo incansable y pletórico, de su escritura omnipresente y omnisciente, la que le da una perspectiva a la vez clínica, distanciada, erudita e íntima, cercana, compasiva y empática, (si bien, en esta ocasión hay un capítulo en el que se atreve con la narración en primera persona de uno de los personajes), podría decirse que todo comienza, porque al menos el libro parte ahí, con Purity, la protagonista, una muchacha con una vida material y personal bastante precaria (vive en una casa okupa, tiene una deuda estudiantil escandalosa, tiene un trabajo de dudosa moralidad, no tiene novio, apenas amigos y con suerte se quiere a ella misma, además de sentirse encadenada a su peculiar e inestable madre), una muchacha que siempre ha tenido la intención de encontrar a su desaparecido padre, de quien su madre no ha querido decir ni pío, encontrando siempre un callejón sin salida cada vez que se propone investigar al respecto, lo que la deja aún más desencantada con la vida, consigo misma, con el futuro. Sin embargo, algo que prefiero no revelar vendrá a dar un giro en 180 grados a su vida, y a partir de entonces los círculos del destino se moverán con más apabullante e imparable fuerza. Así las cosas, aparte de Purity conoceremos novelistas fracasados, periodistas investigando oscuras equivocaciones, amantes neuróticos, gurús de la libre información, asesinatos escondidos, los años postreros de la Alemania Oriental, toda una red de escenarios y personajes que tienen elementos propios con los que destacar así como una perfecta correspondencia con los otros elementos de este amplio entramado argumental y narrativo. Y así como Franzen nuevamente crea, a su modo afiladamente crítico pero afectuosamente compasivo, personajes complejos, imperfectos, profundos, dolorosamente humanos, afectados por toda clase de tribulaciones y males y urgencias que para otros podrían ser invisibles, pero que para Franzen son tan importantes y cruciales como sus actos mismos, también elabora un retrato mordaz, crítico e inevitablemente resignado, o desolado, de las distintas sociedades que cobijan a este mar de seres perdidos en el tiempo, perdidos en el espacio, poniendo especial atención a la actual inmanencia de internet y cómo esto afecta tanto a la esfera política y económica como al ámbito privado, individual y comunitario de las personas de a pie; Franzen lanza sus dardos contra todo el lío de las filtraciones de información pero también a esta especie de realidad paralela en que se ha convertido internet y las redes sociales, que virtualmente ha creado personas duales que en carne y hueso son así pero en las redes son asá, o peor, que somos prisioneros de la libre información y que ya no puede existir verdaderamente la privacidad, porque hay ojos y oidos en todos lados. Desde luego, sus preocupaciones y obsesiones habituales siguen presentes, pero en menor medida, todo en pos del rol preponderante de la Información en la vida de las personas, ese Poder e Influencia que puede tener dependiendo de en qué manos se encuentre, y de este puzle de personajes y acontecimientos que se van esclareciendo y conectando a medida que avanzan las páginas. En última instancia, todo se trata sobre el calor humano, el afecto y el amor y su transparencia enturbiada por tal o cual cosa: lo bella que puede ser la vida si es que ignoramos lo accesorio y abrazamos lo esencial, lo real, lo concreto, lo natural, lo puro.
Porque, por fuerza, hay que hablar del título, pues de la misma manera en que Las correcciones y Libertad estaban presentes en cada página, cada personajes de sus respectivas historias, la pureza es un concepto, bastante escurridizo, que sobrevuela sobre personalidades cargadas de culpa, de miedos, por actos cubiertos de segundas intenciones, por secretos y contradicciones, y acaso sea la protagonista, Purity, la que lo tiene todo y nada a la vez: apenas sabe quién es, no tiene futuro previsible ni posesiones materiales o propiedades a su nombre, sólo se tiene a ella, ella contra el mundo, contra todos, ella y sus principios, la pureza de sus principios. Es una lectura, claro, no puedo desentrañar todo pormenorizadamente, eso se los dejo a ustedes porque les recomiendo encarecidamente este pedazo de libro, de 700 páginas, que es Franzen en estado puro, y no esperábamos algo distinto. Por cierto debo mencionar que Pureza es un libro menos recargado en su información y más centrado en los acciones y la descripción del mundo interior y las psiquis de sus personajes, por si eso fuera algo que les preocupara, sin embargo, como ya he dicho antes, la escritura de Franzen, con todo su apasionante caudal, jamás resulta repelente, al contrario es casi como si te la estuviera contando, de manera formal claro, acodado en la mesa de un bar. Imperdible y quizás mi novela favorita suya, pero es difícil de decir considerando la calidad de su obra. Como sea, les toca a ustedes ahora.

En comparación con los otros dos libros de Franzen, Pureza no ha sido leído tanto, apenas seis veces en más de ocho años de circulación en la Biblioteca Nacional. Quizás los hábitos van cambiando, no sé, porque en los nuevos locos años veinte, como hemos comprobado, los libros no se piden tanto como en la década anterior (cuando se da el caso que lleven circulando tanto tiempo, claro), como se puede apreciar en esta ficha bibliográfica, inactiva desde marzo del 2020 para luego, para variar, venir yo a romper la larga hibernación.