"LAS GRANDES PASIONES SON ENFERMEDADES INCURABLES"
-Goethe

miércoles, 18 de septiembre de 2024

Serotonina, de Michel Houellebecq


Bibliometro S05E06. Serotonina, del siempre polémico Michel Houellebecq, es el último libro de esta temporada. Había un séptimo libro, pero no alcancé a leerlo; me encantaría culpar a La información, de Martin Amis (por cierto, Serotonina también sufrió estrés post-traumático por culpa del británico, pero ya en mucho menor medida), pero sería deshonesto, de todas formas no iba a alcanzar. Dicho libro no se pudo pedir de inmediato para la próxima temporada, así que ojalá esté disponible para la séptima, ojalá nadie lo pida, me ha dejado amargado tal cuestión. Por cierto, ¿cómo pronuncian el apellido de este escritor francés? Recuerdo que, cuando aún iba en el colegio, pedí justamente un libro de este sujeto y por alguna razón el bibliotecario de la sucursal a la que fui, que en ese entonces era un miserable y escuálido quiosquito apretujado en la esquina de un delgado pasillo de salida, se puso a dar su opinión y hablaba de /Jou-le-bek/, y siempre he pensado que así se pronunciaba. (En ese entonces ni siquiera leí ese libro, que ya no recuerdo cuál era, parece que uno de sus primeros). En la actualidad, la bibliotecaria que me tocó, que por alguna razón también se puso a hablar, opinar y entregar datos no sólo erróneos sino que improcedentes (¿Revival es la continuación de El resplandor?, vete a la mierda, anda a engañar a otro que sepa menos), de repente me pregunta si había leído Sumisión, le dije que no, ella me dijo que es bueno, que es súper interesante este, ejem, /Julia-bak/. Luego de eso pensé "ok, resolvamos esta mierda de una buena vez, si el tipo es francés no holandés o polaco o quién-sabe-qué-país-de-lenguas-impronunciables", y acá está la respuesta: Houellebecq se pronuncia /uel-bek/. ¿Y Virginie Despentes? ¿Será /des-pen-tes/? ¡No señor!, atentos: es /de-pant/.


Bueno, el nombre de Houellebecq siempre viene acompañado de polémicas y controversias, yo apenas he prestado atención a ello porque como no había leído nada suyo entonces para que entrar en detalles, pero a vuelo de pájaro es imposible no fijarse en que al hombre lo tachan de misógino, machista, xenófobo, clasista, en fin... Creo que Serotonina se ganó en su momento algunos de estos adjetivos, pero, como suele ocurrir, a veces toman las cosas demasiado lejos, exagerándolo para provocar una reacción en cierto consumidor no sólo pasivo sino que ignorante, en el sentido de que uno puede decir lo que sea y quien lee, si no ha leído el libro pero sí la reseña o crítica, no tiene cómo comprobar y sólo le queda reproducir el mar de violentos epítetos vertidos, y, si bien esta novela me ha gustado y me ha parecido una obra sumamente bien lograda y potente en cierto punto (sobre todo en su tramo final), la mar de lúcida, consciente y circunspecta al expresar sus minuciosas y punzantes observaciones, lo cierto es que, más allá de un par de salidas de tono, podría decirse que Serotonina es también bastante inofensiva (no por ello carente, en lo absoluto, de ironía y mordacidad, de sentido del humor), casi todo lo contrario al carácter provocador o de enfant terrible que suelen endilgarle a Houellebecq. En ese sentido me he visto sorprendido leyendo estas páginas, pero insisto, nada tiene que ver con su innegable calidad.
Serotonina es la crónica de un hombre perdido y desencantado con la vida, con la sociedad. Es un hombre enfermo (de melancolía, de depresión) en una sociedad aún más enferma, más agresiva y salvaje y brutal. El protagonista, con ese estilo lúcido y moderado que adelantábamos, disecciona fría y clínicamente sus propios demonios y fracasos (su soledad, su nula sexualidad, su desencanto moral, su hastío vital, su apatía emocional, su desesperación existencial, su inestabilidad ético-filosófica) a la vez que hace lo propio con la sociedad francesa, apuntando su mirada a múltiples asuntos de vital importancia: la política y el manejo de las políticas, de los acuerdos, de la economía y su efecto a niveles macro y micro, en los poderosos y en los vulnerables; las clases sociales y sus mundos abismantemente lejanos y diferentes, la configuración moral y existencial de sus respectivos habitantes; la vida en la ciudad y en las periferias, en sectores rurales, lo que se entiende por éxito o fracaso dependiendo de donde vives y cómo vives; las relaciones entre hombres y mujeres, la manera en que todo lo anterior afecta a cada cual, individualmente o ya juntos y revueltos. Todas opiniones sustentadas en la acción, en la narración en sí; no es un ensayo disfrazado de novela, es una novela enriquecida con características ensayísticas. El protagonista, ya completamente aburrido de su forma de vida, sin estímulos posibles que puedan entusiasmarlo (como dijimos, sexual e intelectualmente vacío y abatido, cerrado el futuro para él), decide desaparecer del mapa, deshacerse de todo aquello que podía identificarlo como hombre, ahora convertido en espectro de carne y hueso, espectro de la realidad y del presente, mientras intenta aferrarse aún a ciertas cosas a lo largo de este camino que ha decidido emprender. Entre medio también hay rememoraciones, recuerdos, recuentos del pasado: los amores fallidos, algunos fracasos profesionales, la derrota del idealismo, en fin, ya se imaginan, todo lo que lo ha llevado a ser el desolado cuarentón actual. Desde luego, no es menor el componente químico o farmacéutico (por algo se intitula de esta forma, ¿nones?): la influencia, el poder, que tienen en su personalidad los antidepresivos, cómo varía la personalidad de una persona de acuerdo no sólo a sus circunstancias socio-económicas sino que también biológicas, los niveles de serotonina, cortisol, testosterona, todas esas cosas que parecieran ser tan importantes como la configuración socio-política del constructo social en que se ha visto consumido, a todas luces un punto de vista polémico para ciertos análisis de los males de la sociedad occidental. Y así, lo que comenzaba siendo un curioso e interesante relato sobre las penurias sentimentales y sexuales de un hombre de clase media alta, poco a poco se transforma en un brutal e implacable descenso (dos descensos consecutivos, vamos en racha) a los abismos del yo y del otro, de la sociedad, cada vez más deshumanizado (capitalismo mediante) a medida que frente a sus ojos suceden escabrosos y violentos acontecimientos, relatados, como ya se dijo, con ese estilo fríamente lúcido, clínicamente sarcástico, que son como el impulso final a su (auto)exilio: no hay lugar para ti, no hay lugar para quien no comulga espiritualmente con el nuevo credo de los tiempos modernos.
En resumen, la crónica de una renuncia total que pega donde más duele y no deja títere con cabeza. Serotonina me ha gustado y convencido, es una lectura totalmente recomendable, dura, implacable. Como una película de Lars Von Trier sin tanto efectismo. Si pueden, háganle.

No es el único ejemplar, no he ido a mirar cuántos hay pero hagamos de cuenta que teníamos en mano la única Serotonina, entonces son tres lecturas en dos años, el primer timbre, por si no se nota (porque está terriblemente mal colocado), es del 29 de junio del 2022, luego dos años de silencio hasta el agosto que recién se fue y es como un revivir, quizás, pero en una de esas durante esos dos años otro ejemplar andaba moviéndose más. Tiene sentido: como se ha dicho, éste lo fui a buscar a la sucursal más lejana (no específicamente eso sí, pero dicha sucursal no contaba con algunos libros que en la web decía tener, y tuve que improvisar). Como sea, de alguna forma hay que rellenar un poco cuando la ficha bibliográfica queda tan vacía. Ya saben, clásica pregunta: como llenar el vacío.

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