Bibliometro #71. Para mí sorpresa me encontré con que en Bibliometro hay un libro que trata sobre el eroguro: sorpresas te da la vida, la vida te da sorpresas. Si me hubiesen preguntado antes de leer este libro, yo les habría dicho (y puede que lo haya hecho en Cine en tu cara alguna vez, hablando de cómics) que el eroguro es una especie de corriente o estilo artístico del manga japonés (yo juraba que se circunscribía exclusivamente al manga) que mezcla lo erótico y lo gore, de ahí su nombre, y cuyo mayor y principal exponente, poco menos que inventor, es Shintaro Kago, uno de los mejores mangakas que podrán encontrarse en el panorama japonés en general. Espero algún día poder agenciarme con ejemplares físicos de algunas de sus obras y comentárselas como corresponde, porque Kago es, para mí, un genio de la narrativa y del cómic cuya propuesta artística no sólo destaca por sus dibujos en donde mezcla a la perfección lo erótico/pornográfico con el gore (su imaginación es perturbadoramente amplia, ejem, y suelo tener bastante buen estómago pero Kago es uno de los pocos que me ha hecho sudar y sentir náuseas, ahí lo dejo) sino que además suele lanzarnos de lleno dentro de fascinantes ejercicios metanarrativos y experimentales en los que Kago juega con las posibilidades del lenguaje del cómic, empujando sus límites hacia extremos nunca antes vistos, y eso se los puedo firmar. Leer Fraction, quizás su obra más conocida, es toda una voladura de mente y una revelación, capaz de subvertir todas las ideas que puedas tener sobre la narración comiquera, y si encuentran por ahí en la web algunas obras recopilatorias suyas, verán que esas miniaturas o cápsulas son pura fantástica y transgresora, pero inteligentísima, experimentación formal: el dispositivo, el formato, el soporte mismo en el que el cómic está dibujado, todo eso entra en juego. Pero estaba equivocado. En primer lugar, eroguro, en realidad, es una mezcla de erotismo, grotesco y sinsentido (o en inglés: erotism, grotesque and nonsense) y no es una corriente reciente ni adscrita solamente al manga o narrativa gráfica: sus orígenes se remontan un siglo atrás aproximadamente (más todavía si se analizan sus antecedentes) y abarca varias artes, como por ejemplo la literatura, el cine, el teatro... De eso es lo que vamos a hablar un poco ahora...
Eroguro es un libro que consta de varios ensayos, gran cantidad de ilustraciones informativas para acompañar la lectura de los distintos ensayos, además de tres cuentos, me parece que dos de ellos inéditos en español (traducidos exclusivamente para la ocasión, toda una primicia), que según el autor reflejan a la perfección lo que es el eroguro.
El primer ensayo, a cargo del editor de este volumen, no sólo es el más largo sino que también el más interesante y el más completo. Se centra especialmente en la literatura, que sería el origen concreto del eroguro, pero es en realidad un exhaustivo repaso histórico al antes, durante y después del eroguro, además de analizar también aspectos socio-culturales japoneses, o, cómo es que un país que de buenas a primeras se ve tan sereno, sensible y espiritual es también cuna de imágenes, historias y expresiones artísticas tan extremas e incómodas para una visión occidental. Así es como el autor va recabando información al respecto para llegar a la conclusión de que el eroguro es el resultado natural y hasta necesario de una compleja y profunda pulsión que estuvo latiendo a través de distintas voces, distintos artes, distintos métodos incluso siglos antes de que el eroguro fuera oficialmente acuñado. Es, insisto, un ensayo completísimo, que te hace realmente comprender no sólo el tema central, con sus claves y características temáticas y narrativas, éticas y estéticas, sino que también su contexto histórico, lo que potencia su comprensión. Y uno que no pensaba que el eroguro fuera para tanto, queda encantado. Desde luego, después analiza la era dorada del eroguro hasta que se fue apagando, para luego quedar cenizas que se irían encendiendo con el correr de los años, materia que queda a cago de los otros ensayos que abordan el eroguro en artes distintas de la literatura y, por supuesto, en años posteriores a la Segunda Guerra Mundial.
Luego vienen tres cuentos de autores clásicos.
El primero, El caso criminal de los baños Yanagi, de Junichiro Tanizaki, es un entretenido relato en donde un atormentado hombre acude a la oficina de un respetado y célebre abogado para contarle su alocada historia, que tiene que ver con violencia intrafamiliar, vida disoluta, apariciones fantasmales en baños públicos y un giro final tan jocoso como inesperado, coqueteando con lo sobrenatural todo el relato pero siempre con su delicioso toque de ambigüedad. Ya habíamos leído un cuento de Tanizaki en Kaiki, recopilación de historias de fantasmas que comentamos hace un par de meses creo. Fue uno de los cuentos que nos gustaron por acá y que tiene que ver con una actriz que de repente se entera de que aparece en una película que no recuerda haber filmado. Sin duda, las claves del eroguro están en esos relatos: erotismo (más sugerido que frontal, claro), lo grotesco y, desde luego, el sinsentido o lo ridículo de ambos casos.
Luego viene Un cuento a pleno sol, del ínclito Edogawa Rampo, de quien también leímos un cuento en el mismo volumen mencionado en el párrafo anterior, también una de las historias que nos gustaron bastante. En este caso la cosa es diferente y, aunque es un cuento solvente y efectivo, no es ni tan terrorífico ni tan grotesco, ni siquiera tan convincente, pues trata de un hombre medio loco, casualmente dueño de un negocio en una concurrida avenida, que le cuenta a una multitud cómo es que mató a su esposa, a la cual exhibe en el escaparate de su negocio. La gente no le cree, el narrador sí y se propone descubrirlo, comprobar si el viejo loco habla en serio. Como digo, no es la historia más creativa ni sugerente, me parece bastante inverosímil, pero como curiosidad completista tiene su gracia.
El intestino viviente, de Unno Juzo. Juzo es un autor que no habíamos leído y El intestino viviente es un cuento divertidísimo, muy interesante y bien logrado, con su toque de mala leche e ironía, además del curioso y singular punto de vista con que lleva a cabo lo extraño, lo sobrenatural: un estudiante de medicina medio loco, solitario y centrado exclusivamente en ampliar sus conocimientos medicinales para hacer experimentos cada cual más descabellado, intenta mantener con vida un intestino humano extraído de algún desafortunado cadáver. ¿Será capaz de lograr mantener con vida un órgano fuera de su anfitrión? Tendrán que enterarse ustedes mismos por su propia cuenta. Es un cuento no digamos que genial, pero casi, escrito con una mezcla de elegancia y rabiosa ironía, que culmina con uno de esos finales de antología. Imperdible sin duda.
Luego vienen más ensayos que, a diferencia del primero, son más una pedante sucesión de nombres y títulos en donde los distintos autores despliegan sus conocimientos del tema, más que hacerte comprender y compartir dichos conocimientos. Uno se centra en el eroguro en el cine, otro en el cómic y otro en el porno, y este último sería la excepción pues de verdad propone interesantes reflexiones, además de datos curiosos que contextualizan dichas reflexiones, y ojo, que en ese ensayo no se habla solamente de películas porno japonesas, el autor aprovecha de hacer un profundo y agudo análisis sociológico en torno a dicha industria y fenómeno de masas, que alcanza cotas de lucidez sobre todo cuando compara las industria pornográfica japonesa con la estadounidense y la europea: la industria como ente social, ente económico, como reflejo de la sexualidad de la población.
En resumen, un volumen regular, pero que tiene elementos interesantes que valen la pena leer, y no me refiero únicamente a los tres cuentos, también hablo del ensayo del señor Jesús Palacios y de Germán Menéndez Flórez. Si pueden, les recomiendo leer este libro, y les recomiendo que dejen sus prejuicios aparcados en algún lugar lejano. Es cierto que algunas de las imágenes de abajo puede que no le agraden a todo el mundo; que si alguna vez escucharon del porno tentacular enarquen las cejas y hasta se espanten (no los culpo), más aún si se enteran de las subcategorías que pueden encontrar en el hentai, pero no se dejen llevar por el impacto: hay mucha materia detrás de lo aparente, bajo la capa de sordidez y suciedad pueden encontrar inesperadas perlas si están dispuestos a no cerrarse. No tiene que gustarles, no se trata de eso, se trata de estar dispuesto a descubrir y conocer más de lo que ya conocen. Y este libro cumple su propósito: te aporta nuevas, amplias y ricas miradas en torno a una corriente que puede ser malinterpretada de buenas a primeras. Yo, que ya conocía algo (aunque errado) del tema, no obstante la calidad regular del conjunto, salí encantado y con una visión más amplia y sustentada, y de eso se trata todo. Atrévanse.
Sorprendentemente, Eroguro es un libro que tiene una numerosa y saludable actividad lectora, con catorce préstamos en casi tres años, lo que no es poco, más aún tomando en cuenta la clase de material que tenemos entre manos. Sin duda, deben haber hartos fanáticos del eroguro dando vueltas por las estaciones de metro. Toda una perogrullada, claro: no te imaginas la clase de gente con la que te mezclas diariamente en el metro.
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