"LAS GRANDES PASIONES SON ENFERMEDADES INCURABLES"
-Goethe

jueves, 10 de abril de 2025

Yo, robot, de Isaac Asimov

 

Biblioteca Nacional S16E01. Bien, otro ciclo ha comenzado en la B.N.P.D. y lo hacemos de la mano de un libro que me tenía tentado hace tiempo pero que había pospuesto básicamente para satisfacer las necesidades temáticas de determinadas temporadas, en especial las dos más recientes; por ahora volvemos al caprichoso azar al momento de ir sacando libros de los estantes de esta querida y generosa sección, ese instinto, ese impulso en el estómago que te hace decir o pensar "ése es el libro que quiero leer". Dicho libro es Yo, robot, de Isaac Asimov, por supuesto, como pueden ver desde luego, faltaba más.

Yo, robot es un conjunto de varios relatos que, de todas formas, se leen como una novela. No estoy al tanto de los pormenores, no he investigado exhaustivamente en Wikipedia, pero supongo que Asimov fue publicando algunos de estos relatos de manera individual y que luego, al reunirlos en este libro, limó un par de cosas e incluyó la introducción y pequeños "intermezzos" para unificar de manera más coherente los relatos, o mejor dicho para otorgarles una linealidad más visible. Dicho marco unificador es la entrevista que un periodista le hace a Susan Calvin, una científica especializada en robopsicología (o psicología de robots) que es testigo privilegiada de todos los grandes avances de la robótica y la cibernética como ciencia aplicada o campo de estudio, además de los avances aún más grandes que la robótica ha significado para la humanidad en términos de exploración y colonización espacial. Así las cosas, Susan Calvin procede a relatarle al periodista historias que no sólo abarcan cronológicamente la era dorada de la robótica (desde que los robots eran meros armatostes que ni siquiera podían hablar hasta... bueno, ya lo verán), con sus avances y logros técnicos, sino que también profundizan en el aspecto ético-moral y, justamente, psicológico de la robótica: los dilemas y los misterios (suscitados de las tres esenciales leyes de la robótica, cuyo cumplimiento mandatorio puede ser, también, un obstáculo para la consecución de según qué objetivos) que los robots, observados y analizados por los humanos, enfrentan en el terreno práctico y cómo la resolución de estos intrigantes y fascinantes casos suponen una nueva victoria de la ciencia y la humanidad.

La primera historia, Robbie, aborda, supongo, el tema de la robótica versus la humanidad y el cómo (y hasta cuánto, cuán a fondo) la robótica puede penetrar la vida cotidiana, la vida íntima de las personas de carne y hueso. Robbie es el nombre con que una niña bautizó a su robot niñera, uno de los primeros robots o androides en salir al mercado, un armatoste gris sin habla que sin embargo posee gran entendimiento de su entorno y que, por supuesto, es capaz de cumplir su función a rajatabla: ser niñero de la niña, protegerla a toda costa. El conflicto proviene de la madre, una estirada mujer que no ve con buenos ojos la estrecha relación de amistad entre su hija y el robot, señalando que es una aberración, que cómo es posible que prefiera la compañía de una cosa metálica por sobre amistades de su edad, en fin, poniéndose en campaña para sacar a Robbie de la familia aunque eso ponga triste a la niña. ¿Acaso Robbie siente una genuina emoción de amistad y afecto por la niña? ¿Ser una criatura inteligente y a su modo autónoma son acaso meras fruslerías? ¿Entraña un peligro para la esencia humana la presencia preponderante de las máquinas y los robots en la vida cotidiana?, ¿iremos perdiendo nuestro carácter, no lo sé, gregario, autónomo, individual, si nos acomodamos demasiado a las bondades de estos avances tecnológicos? Podrá leerse como un cuento algo familiar, pero como ven, las cuestiones que plantea son complejas y, acaso por ser también bastante "rudimentarias" debido a sus elementos (una niña, con toda la honesta y honrada simplicidad -en el sentido de carente, libre de los turbios enredos y nudos típicos de los adultos- infantil de su mirada, es decir "Robbie es mi amigo y lo quiero, sea robot o no", y uno de los robots más primitivos cuya única función pueda ser considerada por él mismo como su esencia vital), resulta más potente y frontal, más directa y con más profundidad de campo y de llegada. Es como suele decirse: algunas cosas escapan a nuestro discernimiento porque son tan obvias, se presentan tan a simple vista, que los intrincados análisis adultos y especializados lo pasan por alto...

Las tres siguientes historias están protagonizadas por los mismos dos protagonistas, un par de ingenieros-astronautas-algo-similar, algo así como unos Holmes y Watson del futuro, de la robótica y de la colonización espacial, que se ven envueltos en urgentes y complicados problemas prácticos cuyos núcleos u orígenes son, a su vez, recursivos dilemas robóticos. Vale la pena señalar que este dúo dinámico es enviado a distintos puntos del espacio exterior para analizar y evaluar el comportamiento/rendimiento de los robots enviados a cumplir labores de campo a modo de experimentación de modelos robóticos (y para relevar a los humanos de labores tan peligrosas): ¿son capaces estas máquinas de cumplir con sus trabajos, con sus misiones? De ocurrir problemas, ¿a qué se deben?, ¿tienen solución?, ¿son un peligro para la humanidad? Así las cosas, estamos ante tres fascinantes "casos Asimov" en donde el eje fundamental de los misterios o incógnitas es ¿funcionan del todo bien las tres leyes básicas? En el primer caso veremos a un robot que puede haberse visto atrapado en las paradojas producidas al confrontar las tres leyes consigo mismas y con el letal (para los humanos) entorno de los planetas del espacio exterior... El segundo caso, ya con un robot más sofisticado e inteligente, de esos que pueden hablar y todo eso, ser verdaderamente conscientes de sí mismos más allá de las funciones con que fueron programados, trata sobre ese androide que se pone, digamos, religioso para sus cosas, si bien, ¿entorpece ello su cumplimiento de la misión encomendada? El tercer caso también tiene que ver con robots, más complejos y sofisticados aún en tanto ya no se trata de una máquina individual sino de una máquina "líder", a cargo de una pequeña tropa cuya comunicación interna está vedada a los humanos, enfrentándose a las infinitas ramificaciones que las sutiles paradojas de las leyes básicas provocan en sus circuitos. En los tres casos, si nuestro dúo dinámico no resuelve los problemas oportunamente, hay peligro de muerte, por lo que no sólo tenemos tres historias que son, en esencia, entretenidísimas y cautivantes relatos de misterios y deducción/pensamiento lógico, sino que también intensos y frenéticos dramas contra el tiempo.

Los dos siguientes tienen como protagonista a Susan Calvin, la mentada robopsicóloga que trabaja para la U.S. Robotics, la compañía ficticia, la líder indiscutida que va a la vanguardia de la investigación robótica y cibernética en todo el mundo, en toda la galaxia incluso, amén de sus patentes positrónicas. Estos casos, a diferencia de los anteriores, que son de naturaleza más práctica, de robots comportándose de manera excéntrica debido a las paradojas de las tres leyes básicas con que fueron programados, tienen una cuota mayor de complejidad, al centrarse, digamos, en la mente y el pensamiento de estas máquinas, que son como un reflejo de la psicología humana salvo que dominada y enmarcada en las dichosas leyes. ¡Embustero! es sobre un robot que puede leer la mente humana, como un telépata, y el peligro de su inesperada habilidad, que puede ser aprovechada con fines benéficos como maliciosos... supongo que eso depende de las intenciones del robot, y esas intenciones intentará descubrir nuestra brillante científica, llegando a descubrir nuevas dimensiones, incluso metafísicas, en el ámbito robótico. Pequeño robot perdido es otro exquisito caso de misterio en el cual Susan Calvin deberá encontrar, prácticamente, una aguja en un pajar: en una estación espacial, un robot con la primera ley modificada se ha escondido entre otros 62 robots sin ninguna ley modificada. ¿Por qué quiere esconderse ese robot?, ¿qué tan grave y peligrosa puede ser esa "pequeña" y "leve" modificación a una ley tan crucial, ¡la primera de todas!, la que dice que ningún robot puede dañar a humano alguno? ¿Qué clase de argucias y astucias deberá emplear la doctora Calvin para atrapar a un robot perfectamente consciente de su "falla", de que se está escondiendo y que debe seguir escondido a toda costa? Un juego mental y psicológico, eso es lo que es.

Los tres últimos cuentos proponen y siguen sus propios derroteros, introduciendo nuevos temas, personajes y conflictos. Evasión, que trae de vuelta al dúo dinámico, es una combinación de las características de los relatos de dichos personajes con el estudio mental/psicológico/racional  efectuado por la doctora Calvin, rodeado de un incitante clima de desafío corporativo: resulta que una compañía competidora se contacta con la U.S. Robotics para proponerle un reto: intentando resolver lo de los viajes intergalácticos, estos rivales, en palabras simples, fundieron su cerebro central (por las leyes, recuerden, y sus paradojas que arrojan error 404), por lo que le pasan la pelota a nuestra compañía amiga a ver si ellos son capaces de resolver el entuerto (con la secreta esperanza de que a la U.S.R. también se le fundan sus cerebros y pierdan años de avances, logros e inversión multimillonaria). Así las cosas, mientras la doctora Calvin inventa estrategias para encontrar una respuesta sin enloquecer a la máquina, el dúo dinámico deberá investigar in situ si todo marcha bien o no y por qué, por lo que aparte de todo el asunto de la robótica tenemos una historia que acaso sea la más "puramente" de ciencia ficción si entendemos ciencia ficción como viajes o travesías por el espacio exterior a través de sistemas planetarios y galaxias y dimensiones en pulcras naves futuristas, todo impulsado por la más sana y vivaz imaginación. Eso, y un sorprendente e inesperado segmento, ejem, lisérgico, alucinante, místico, que es toda una maldita gozada y que no deja de tener, por supuesto, su toque auténticamente aterrador, oscuro, abismante. Toda una sorpresa.

La evidencia, en palabras simples y acotadas, es sobre un hombre que acusa a otro de ser un androide que finge ser un ser humano, y no cualquier humano, sino que un humano que postula a un cargo de elección popular (vale la pena mencionar que, en el universo creado por Asimov, los robots están prohibidos en la tierra: se pueden fabricar y mandar a otros planetas y colonias, pero en la Tierra nones, no pueden caminar ni convivir entre nosotros); como el acusador amenaza a la U.S. Robotics con culparlos de haber construido un robot humanoide en secreto para soltarlo dentro de la población, nuevamente nuestra querida Susan Calvin debe asumir el reto y probar si ese hombre, ese candidato, es un robot o un humano de carne y hueso. Como ven, ahora los dilemas son otros: ya no se trata de estudiar robots; tal es la tecnología y sus avances que ahora hay que estudiar a los humanos para determinar la naturaleza o esencia de un individuo, que nos hace volver un poco a lo planteado por el caso de la niña y su Robbie: ¿es la esencia de un ser humano tan diferente de un robot avanzado?, ¿es realmente plausible que lleguemos a confundir unos con otros si se plantea la duda, independiente de si sea falsa o veraz?

Por último, Un conflicto evitable, el cuento que lo cierra todo, el único relato al que le pongo ciertos reparos básicamente porque, si bien mantiene la esencia de ser una historia que plantea retos y enigmas lógico-narrativos, es esencialmente un caso dialéctico, pura información cayendo a raudales, lo que puede ser algo pesado considerando el notable equilibrio entre reflexión/deducción y acción/movimiento de todas las historias anteriores. Como sea, dos cosas importantes sobre este relato final: primero, la exposición de tanta información nos permite, eso sí, vislumbrar en todo su esplendor la detallada e interesante construcción de mundo lograda por Asimov, ofreciendo un nuevo y curioso orden mundial; segundo, la pregunta fundamental en este caso sería si acaso un cerebro artificial perfecto se puede equivocar y si es posible determinarlo, si en verdad es posible que seres humanos seamos capaces de señalar un supuesto error de una máquina pensante perfecta, o si somos tan pequeños que lo que para nosotros es un error para una máquina no es más que un pequeño paso en una planificación virtualmente infinita, lo que nos conduce a otro interesante problema: si el supuesto error nos afecta ahora en el presente a nosotros, ¿es ético interferir para corregir las implicancias negativas inmediatas de ese "error"?, ¿o lo dejamos así porque no hay que ser egoísta y un sacrificio hoy será abundancia mañana para nuestro hijos venideros? ¿Quién puede ser más ecuánime y compasivo y justo y equitativo: seres humanos que se enfrascan en guerras fratricidas y destruyen el planeta y aniquilan animales sólo para llenar sus asquerosos bolsillos y malcriados estómagos, o una máquina capaz de ver más allá de lo que podría ver el más visionario de los hombres? ¿Quién es más grande y avanzado a fin de cuentas?, ¿nosotros los salvajes, o nuestra creación, esas máquinas frías sin sentimientos? Vaya que me dejé llevar, pero esa es la idea, ¿no?, que la literatura resuene en nosotros y que esas resonancias hagan eco más allá del lector en ondas magnéticas de recomendaciones. Pero en fin, en resumen: planteamientos/debates fascinantes y complejos desarrollados en un cuento algo iterativo en su fórmula y ejecución, pero que de todas formas no pierde la fluidez y legibilidad propias de la prosa de Asimov, a todas luces un escritor capaz de hacerse entender perfectamente.

Como ven, tenemos varios cuentos que destacan maravillosamente por sus respectivos estilos y conflictos, algunos asumiendo un aire más familiar y didáctico, mientras que otros apuestan por el misterio y tramas más adultas y complejas, pero que en conjunto también nos revelan otro aspecto importante y capital: la construcción de mundo que lleva a cabo Asimov, ¡qué construcción de mundo!, toda una maldita línea temporal rica y pletórica de detalles, de su propia simbología e historiografía interna que resulta fascinante, absolutamente subyugadora. Los relatos abarcan unos sesenta años, más o menos desde el 2000 hasta la década de los nuevos sesenta, pero ojo, que se hace referencia a hechos históricos acaecidos en los 1980's y 90's, por ejemplo, y tengamos en cuenta, por favor, que estos relatos fueron escritos en los años 40 y 50 de nuestra línea temporal, es decir, no sólo estamos hablando de un trabajo magnífico en su capacidad innovadora y adelantada a su tiempo, un verdadero pilar de la ciencia ficción, sino que tenemos un "futuro" compleja y cuidadosamente escenificado y desarrollado que no sólo se manifiesta en las meras predicciones robóticas y cibernéticas que contiene: también es toda una anticipación geopolítica y económica nueva la que propone, una construcción que, no obstante las diferencias con que marcha el nuestro loco mundo en la actualidad, no va tan descabellada si se sabe leer entre líneas... Es realmente magistral porque, no obstante lo desafiante e inteligente de sus relatos, es cierto que la prosa eminentemente diáfana, sofisticada y sobria de Asimov puede confundir a algunos e inducirlos a pensar que están ante una invención sencilla y meramente entretenida, de consumo rápido e ingenua predicción, cuando lo que tenemos es, ya lo hemos dicho, una perfecta amalgama entre libertad fabuladora/creadora y una sesuda y punzante capacidad de observación y estudio de la realidad y su ¿impredecible? porvenir. Como sea, un libro imperdible, y no creo haber estado a la altura comentando sus contenidos. O sea, ahora les toca el turno a ustedes.

¡Por fin tenemos una ficha bibliográfica más nutrida en esta tradición republicana de todo préstamo a domicilio! Extrañaba ver fechas escritas o estampadas amontonadas una encima de otra, evidenciando lecturas y actividad para el ejemplar en cuestión. En este caso tenemos trece préstamos en siete años y contando, y ojo, que resulta bastante interesante la dinámica observada: el 2018 fue, sin duda, el año de gloria de este pilar de la ciencia ficción, con siete préstamos, es decir la mitad y fracción de toda su actividad lectora, y si miramos mejor, vemos que de esos siete préstamos los seis se dieron en sus primeros seis meses de disponibilidad, luego en noviembre de dicho año vuelve a ser prestado y luego en agosto del 2019 lo piden otra vez, y luego ¡tate!, la siesta lectora que hemos acusado tantas veces ya: un silencio de casi cinco años que se rompe el 2024, el año pasado, con cuatro préstamos, y el mío ahora, al borde del primer trimestre del 2025. ¿Qué le deparará a este libro de ahora en adelante? Menos mal no me creo como uno de esos chistosos bookfluencers (y ojo con los filmfluencers, por dios, vaya laya de batracios egotistas), de lo contrario me ahogaría en el delirio de pensar que alguien va a ir a pedir o comprar en otro lado este libro gracias a mi recomendación, ja, ja. Se extrañaban estos análisis, ¿ah?

martes, 8 de abril de 2025

Pechos y huevos, de Mieko Kawakami

 

Bibliometro #95. Tenemos otra novela japonesa escrita por una autora que por acá no conocíamos para nada, lo cual siempre es motivo de entusiasmo: conocer lo desconocido, descubrir. Debo decir que me llamó la atención el título de la novela, Pechos y huevos, curiosa pero, leída la novela, coherente y justificada traducción en cuanto a la trama, porque en cuanto a una traslación literal, no va por ahí la cosa. El título en japones es Natsumonogatari, y cualquiera que haya visto películas japonesas sabe que monogatari significa historia de, por lo que luego fui a ver qué significa Natsu y resulta que significa verano, por lo que quedamos en Historia(s) de verano, pero ojo, que hay algo más: la protagonista se llama Natsuko Natsume y el apodo con que se refieren a ella, por ejemplo su hermana, es Natsu, por lo que quedamos con un interesante y significativo juego de palabras que nos indica que, además de ser historias de verano, también son historias de Natsu, la protagonista. Por cierto, Mieko Kawakami no está emparentada en lo absoluto con Hiromi Kawakami, autora japonesa de la que hemos comentado ya tres novelas, con especial entusiasmo Los amores de Nishino. Mieko Kawakami, por su parte, parece que es toda una respetada figura y celebridad literaria en su país, autora de una obra aclamada por otros importantes escritores del panorama nipón, como por ejemplo Haruki Murakami. Con todo esto entre manos, pasemos a hablar de Pechos y huevos, novela que me puse a leer a ciegas, sin saber nada de lo que les he comentado en este párrafo.


Como pueden ver abajo, las casi 500 páginas de este libro se dividen en dos partes, y por acá podemos decir sin temor a revelar nada que, en realidad, ambas partes son novelas distintas aunque compartan, claramente, a la protagonista, algunos otros personajes y, más o menos, el tono general de las historias. La primera novela se centra en los pechos, la segunda en los huevos (femeninos, los óvulos).
La primera me ha gustado un montón. La protagonista es una escritora freelance (hemos visto hartas escritoras freelance en estas novelas japonesas, ¿cómo demonios se consigue un empleo de escritor freelance en estos tiempos? Digo, para ganarme el pan) que vive sola en Tokio, con sueños de convertirse en una gran escritora aunque apenas puede escribir nada importante, nada digno, nada salvo los encargos que le llegan de pequeñas páginas o marcas. Vive más o menos bien, sin complicaciones financieras graves, pero la suya es una existencia algo apagada, apocada, abúlica, desorientada, a la deriva... Recibe la visita de su hermana mayor y la hija de ésta, es decir su sobrina, una pareja peculiar por cuanto la primera es una madre soltera que trabaja en un snack (como un café con piernas pero con algo más de categoría, si es que la decadencia inherente de estos establecimientos permite hablar de "categoría"), envejecida por las estrecheces de la vida y la dureza de su maternidad a solas, que quiere hacerse un aumento mamario, y la hija es una niña reservada y mal agestada que se niega a pronunciar palabra, como Paul Dano en "Little Miss Sunshine". Esta primera novela, bien concreta y concisa, transcurre en un par de días, el par de días que dura la visita de la hermana y la sobrina provenientes de Osaka, en la región de Kansai, y nos narra, de modo bien naturalista, cámara al hombro y luz natural en locaciones reales, la dinámica familiar que se arma entre estas tres mujeres paradas en distintos estadios vitales: la mayor, en la cuarentena, intentan revitalizar una existencia abnegada al cumplimiento familiar; la del medio, en la treintena, atascada en un cruce de caminos existencial o mejor dicho aparcada al borde de la carretera porque se le ha pinchado una rueda y aunque tiene las herramientas y el repuesto no sabe cómo cambiar una rueda por otra; y la adolescente, en la furiosa etapa de la rebeldía y la repugnancia hacia ese mundo que se le viene encima, esos cambios que se manifiestan dentro de ella, en su cuerpo y a su alrededor... Así las cosas, a estas fluidas conversaciones, salidas a parques de diversiones o humildemente generosas cenas en restaurantes arrinconados en callejones sucios, se suma la reconstrucción personal y memorística de esta familia: la pobreza en que las hermanas crecieron, la obligación de trabajar para mantener un sustento precario, la ausencia del padre, la presencia vital de la madre y la abuela rompiéndose la espalda y las manos para proveer a las niñas, y el ciclo de la vida que así continúa porque el círculo de la vulnerabilidad es casi irrompible, sobre todo en países en donde la competencia más salvaje ha empujado a un costado a la solidaridad y el bienestar común.
Con una prosa, como dije, a caballo entre un delicioso y fluido naturalismo y una áspera y ruda nostalgia, cierta adusta contemplación de la realidad y del tiempo pasado, con un uso del lenguaje que puede ser tan dulce como amargo, tan arrullador como espinoso, la autora nos ofrece una historia familiar sutilmente compleja escrito desde una perspectiva de género, feminista, prestando especial atención al retrato y construcción psicológico y personal de sus personajes en relación a su entorno, a las estructuras e instituciones sociales, políticas, al cuerpo femenino por así decirlo, que puede ser invisible para ciertas cosas y visible para otras, dependiendo de quien indisimulada o descaradamente mire. Son muchas las reflexiones, las preguntas y las cuestiones que surgen a raíz de la rememoración familiar, del florecimiento de la identidad y de los cuerpos, de la maduración introspectiva y externa... Qué significa ser mujer en la sociedad japonesa, qué tanto importa el tamaño de los pechos y por qué algunas lo quieren más grandes y otras se quedan cómodas con otros más pequeños, en fin ya se imaginan. Y todo esto sin perder el foco del relato a modo de desesperado grito generacional, que siempre conlleva una crítica social a cómo los adultos-jóvenes caen en una espiral de hartazgo vital y personal... Como sea, muy buena primera novela. Es sencilla y fluida de leer (lo que no quiera decir que la prosa no esté cuidada y trabajada), pero te va dejando un hondo pozo de reflexiones, sensaciones y emociones.

La segunda, la de los huevos, no me ha gustado taaaaanto, a ratos sí a ratos poco, es una novela tambaleante, irregular.
La protagonista es la misma, la escritora freelance que ahora, ocho años después de esa visita familiar tan decisiva, se encuentra un poco más estable, al menos en lo económico e incluso lo profesional: escribió un libro de relatos que fue publicado y recibido positivamente por público y crítica, lo que le ha asegurado un buen pasar por concepto de derechos de autor, además de que al ser más o menos conocida tiene más encargos freelance. Por esa parte todo ok, aunque se encuentra enfrascada en la escritura de un nuevo libro, bloqueada, poco inspirada, sin fe en sus palabras. Sin embargo lo crucial es que, ya ad portas de los cuarenta, de nuevo se siente vacía, a la deriva, y quiere ser madre. Pero no quiere tener pareja, no quiere tener sexo, no son cosas que le intereses ni que le gusten, por lo que, anegada en dudas e inseguridades, se lanza a investigar cómo sería embarazarse por inseminación artificial.
Por un lado, esta segunda parte es como un manual de "cómo embarazarse con inseminación artificial en Japón si eres una mujer soltera" disfrazado de novela; uno de esos artículos de revista escrito, al menos, con un lenguaje más literario que el meramente informativo, pero lo informativo y didáctico, lo reporteril, late con fuerza en el desarrollo de la trama, que consiste en la protagonista haciendo su vida normal, su rutina de escritora bloqueada y algo solitaria y antisocial, mientras recaba datos y descubre cosas sobre la inseminación artificial en Japón y en el mundo: estadísticas, vacíos legales, discusiones ético-morales nebulosas y grises, la falta de regulaciones, procedimientos transparentes y otros algo turbios, pros y contras, el estigma social y los prejuicios, testimonios de mujeres que se embarazaron de esta forma, testimonios de hijos/hijas que en la adultez descubren que sus padres no son sus padres sino que son hijos de un frasco donado por un hombre anónimo lo cual los sume en una profunda crisis existencial e identitaria... De paso vienen reflexiones y cosmovisiones sobre la maternidad en sí, sobre la reproducción humana, sobre la sexualidad, sobre para qué tenemos hijos y por qué, si es diseño o programación genético-instintiva o si es real voluntad, ya saben la vieja discusión entre el peso de la naturaleza misma versus la supuesta superioridad de nuestra voluntad consciente e informada, sobre si es moral traer niños a este mundo tan jodido sólo para que sufran y así... Siguiendo un poco la estela de la primera parte, todo esto escrito desde distintas perspectivas pero principalmente desde una visión feminista, que también nos conduce por preguntas como si la maternidad o el embarazo hace y/o define a una mujer, si una mujer es tal porque cumple con este supuesto mandato natural de perpetuar la especie, sobre si la protagonista es más o menos mujer dependiendo de si sigue sola y soltera o si se aventura a ser madre y criar a una criatura...
Toda esta segunda parte son casi 350 páginas en donde la narración se resiente en torno a reflexiones y conversaciones que caen en la redundancia y en la vaguedad, aunque sean reflexiones interesantes e importantes sin duda. Entre comidas regadas con abundante alcohol, salidas familiares, citas incómodas, encuentros imprevistos, coloquios y simposios y congresos sobre inseminación artificial, la prosa nostálgica y naturalista de Mieko Kawakami, esa escritura como desenfadada a la vez que depurada y pulida, poética incluso, se desdibuja e inconcreta continuamente con el fin de mantener a flote y legible el sinfín de informaciones y opiniones que propone esta especie de novela-debate, volviéndose algo tedioso en sus tramos más "reporteriles". Hay, por supuesto, bastantes escenas en donde la prosa, el estilo, la atmósfera de Kawakami salen a relucir sin esfuerzo y te mantienen genuinamente interesado y enganchado al slice-of-life de los personajes, con sus situaciones cotidianas y complejos existenciales, pero no tarda en alternar con esa gravedad, esa solemnidad tan de artículo-reportaje de revista que contrasta notoriamente con la primera parte, la primera novela de este libro, mucho más libre, o liberada, de esa "responsabilidad" de tocar y abordar un tema de la manera más precisa y exacta posible.
Así las cosas, por momentos estarás perfectamente implicado en el caudal de conversaciones y encuentros y reflexiones, por momentos vas a estar leyendo disertaciones informativas insertadas con calzador sin mucha fluidez dramática ni narrativa.

Ha sido una pequeña decepción la novela Pechos y huevos, sobre todo al comparar la primera parte con la segunda, la primera siendo mucho más literaria y novelesca que la segunda, ese manual informativo de periodista jugando a ser escritor de literatura que chirría porque queda claro que Mieko Kawakami puede escribir literariamente, sin los asépticos e impersonales vicios de ese tufo a reportaje investigativo o no-ficción. Comprendo sus intenciones de abordar lo de la inseminación artificial con respeto y responsabilidad, pero aún así el resultado no es coherente en mi opinión y la trama avanza a trompicones en esa segunda parte. Un libro raro, supongo. No me parece que sea para ponerse a babear ni tirar fuegos artificiales, pero de todas formas lo recomendaría y voy a ver si logro encontrar otro libro de Mieko Kawakami disponible, porque de que tiene talento, estilo y visión, los tiene.


Tan sólo tres préstamos en un año de existencia bibliometrusca, qué pasa con estas ficha que son cada vez menos interesantes y movidas :(

domingo, 6 de abril de 2025

Diario de un viejo loco, de Junichiro Tanizaki

 

Bibliometro #94. Junichiro Tanizaki es un autor con el que ya estamos familiarizados por acá, aunque es la primera vez que leemos una novela suya. Leímos un par de cuentos de su autoría en los volúmenes compilatorios de Kaiki, y también en aquel libro sobre el eroguro, siendo Tanizaki uno de los más destacados escritores de la era dorada del eroguro literario, aunque con el correr de los años, avanzando su carrera y su vida, se fue alejando de esa primera corriente que tanta celebridad le dio para escribir historias, según se nos decía en aquel libro, de orden más psicológico y realista. Y vaya que hay razón en ello, pues Diario de un viejo loco, la última novela que escribió y publicó, es un ejemplo bien potente y rotundo de dichas características.


Algo me dice que Tanizaki era gran lector de Dostoievski, pero no es algo en lo que pueda profundizar mucho ahora mismo. Mejor hablemos de la novela como tal, ¿vamos?
Obviamente escrita en primera persona, Diario de un viejo loco es precisamente eso, un diario, escrito por un hombre maduro, de la tercera edad, que hasta hace poco tenía una salud más que decente y aceptable considerando su edad, casi ochenta años, pero de la que, poco a poco, podremos ir notando, ahí en primera línea, su declive generalizado, tanto en sus achaques puramente físicos, que lo han convertido en un experto en medicamentos con conocimientos aún mayores que ciertos médicos novatos, como en una psiquis progresivamente confundida, desorientada, pero no en su sentido más esperable de senilidad, no es que este señor se pierda en las calles y ni siquiera en los recuerdos o en incoherentes mundos de fantasías, no le falla la memoria ni la cordura precisamente, es más bien su capacidad de discernimiento para los incuestionables matices de la vida diaria lo que tambalea su aparente estabilidad de viejo apaciguado: el decoro, cierta moral, un límite de comportamiento que separa la serenidad de la preocupación de terceros. Si acaso, este señor sufre contenidos y sutiles delirios de grandeza y de poder manifestados en su empeño por manejar con mano firme las riendas de una familia que inevitablemente escapa a su control y, sobre todo, en intentar satisfacer sus fantasías y deseos sexuales, los cuales, debido a su impotencia (como decimos, el viejo es bastante lúcido en algunos aspectos: sabe que no se le para, pero por dentro el fuego sigue ardiendo como una maldición), intenta satisfacer de las maneras más intrincadas y complicadas posibles, convirtiendo la vida en su casa en un hervidero de calma tensión.
De esta forma, esta novela es bastante cómica, por los malentendidos y los equívocos, por los chismes y el tejemaneje familiar, por la mirada perpleja con que este abuelo observa y evalúa una actualidad desaforada de costumbres y tradiciones a años luz del Japón en el que nació y creció, alrededor de principios de siglo. Pero también es una novela bastante jodida de leer. Se notan los ecos del eroguro de Tanizaki, ya sea por el fuerte y palpitante componente sexual alimentado por el encaprichamiento que el protagonista siente hacia su nuera, la superficial y casquivana esposa de su hijo mayor, como por esa soterrada decepción e ira con que experimenta su vida actual, intentando mantenerse civilizado y todo, pero siempre al borde de un estallido porque todo le importa una mierda a excepción, claro, de la tersa piel de la melindrosa de su nuera... si es por todo lo demás, mejor desea morirse de una buena vez y adiós mundo cruel. Y digo que es jodido porque, con sutileza como hemos dicho, Tanizaki elabora un complejo y desasosegante retrato psicológico de su protagonista, ahogado y aprisionado por una desesperación vital que late como el parsimonioso y tortuoso ritmo de unas gotas que caen, una a una, sobre la frente de una persona atada a un camastro; Tanizaki vierte en el diario del protagonista todo un torrente de angustias, de dudas, de anhelos inútiles, de deseos condenados al fracaso, de desorientación y patetismo... todo producto de la edad y también, seguramente, como efecto secundario de tanto medicamento que toma para aliviar sus dolores físicos, entre otras cosas igual de profundas y complejas, porque algo jodido late en estas páginas. Imaginen una especie de Trainspotting pero de viejos y más encima en las últimas, acuciados e impelidos por cerebros menoscabados por los cortocircuitos bioquímicos, estirando indignamente los brazos en un último intento de aplacar sus ansias carnívoras, escenas de una cotidianidad normal seguidas de tristes y espantosos espectáculos para ganarse, como fueran animales amaestrados, un último chute de alivio y evasión, lejos del humillante acto de vivir con lucidez...
Al principio tendrán que prestar harta atención a los nombres de los personajes para poder ubicarse bien con quién es quién y cómo se relacionan, porque, debido a que es un diario, el protagonista obviamente no nos explica quiénes son sino que simplemente nos dice "hoy fuimos con tal y tal a hacer esto, y este otro nos llamó y habló" y así, pero luego de situarnos, quedamos de lleno a merced de la vida de este viejo loco, viejo enloquecido, carcomido por las últimas fuerzas que le van quedando. Sólo me queda recomendarles esta novela, tan entretenida como poderosamente desalentadora a su modo, porque así sucede con los locos: uno los escucha con cierta cómica distancia, "mira las cosas que cuenta", pero si te pones a pensarlo bien, demonios, detrás de tanta extravagancia senil hay todo un abismo de desamparo y perdición: el declive de un viejo es el declive, la decadencia, del hombre como tal: ustedes podrán reírse de sus rarezas aparentes, pero en en fondo, no nos mintamos, el miedo acecha con sus dientes, mordiendo aquí y allá, con paciencia esperando que nosotros caigamos en esa voraz espiral de locura. Hay escenas que te dejarán tiritón, con la piel de gallina y una leve sensación de repugnancia, avisados quedan.
Tremendo libro. Como digo, mientras lo vas leyendo te invade una sensación tal que al final no sabes si sientes alivio o más desazón. En sus manos queda... 


La ficha bibliográfica nos muestra que el año de gloria de este libro fue el 2023, con siete de los diez préstamos que en total acumula en poquito más de dos años. No hay mucha prolijidad, la tinta de los timbres es además escuálida, pero oigan, qué le vamos a hacer. Lo importante es que los libros se lean.

sábado, 5 de abril de 2025

El Pistolero. La Torre Oscura I, de Stephen King


Biblioteca de Santiago nº16. Y por fin ha llegado el momento, por fin hemos llegado a la primera entrega de la saga de La Torre Oscura, compuesta por siete libros que abarcan toda la historia, más una octava novela que al parecer se sitúa entre medio, además, claro, de esa novela corta, Las hermanitas de Eluria, que leímos en el volumen Todo es eventual, por lo que ya llegamos relativamente familiarizados a este universo tan aclamado por medio mundo. Veamos qué tal.


No sé qué pasa pero no puedo sentir ni una pizca del entusiasmo que medio mundo siente por esta saga. Cierto, estamos en la primera novela, El Pistolero, que les aviso no es más que una alargada y aletargada introducción, pero oigan, no es que haya quedado muy emocionado que digamos en cuanto a lanzarme con los libros que siguen. Ni las Hermanitas de Eluria ni las cinco historias que componen El Pistolero me han gustado... Por cierto, estamos leyendo la versión revisada y reescrita por King el año 2003, cuando se decidió a ponerle fin a una saga que comenzó a escribir en los setenta y publicar en los ochenta, razón por la cual era preferible corregir ciertas imprecisiones que surgieran entre un libro y otro, a fin de cuentas no es que el bueno de Steve-O lo tuviera todo precisamente calculado y mapeado desde el inicio. Como sea, vayamos a lo medular, a lo importante, a las razones de mi nulo entusiasmo por La Torre Oscura 1.
Primero que todo, no entiendo la razón de ser de esta prosa pomposa y alambicada (en el sentido de rebuscada, complicada, enredada) con que King escribe estas historias. Ya llevaba tiempo escribiendo y publicando, puliendo su prosa clara y legible pero detallada, minuciosa y sobre todo lacerante, punzante, afilada, por lo que no comprendo la necesidad de abarrotarse de figuras retóricas chapuceras ("volcanes que escupen furiosamente lava rompiendo la superficie de la tierra como granos de acné en el rostro de un adolescente grasiento"... parafraseando nada más, pero ¿qué les parece semejante truco? Y hay figuras literarias peores, de peor gusto, imaginación y sensibilidad escritural), de privilegiar ininteligibles descripciones místicas o abstracciones sin venir a cuento en detrimento de una narración y descripción más clara y concreta, que es lo que en teoría este weird western fantástico con toques de ciencia ficción, pero sobre todo, esencialmente, acción y aventura, reclamaba: poder describirnos y hacernos partícipes de este particular universo narrativo con sus tramas interconectadas y sus paisajes sobrecogedores, en vez de agotarnos y hartarnos con una pobre grandilocuencia de manual.
Por cierto, me mosquea la falsa épica, la grandiosidad espuria de todo esto. ¿Se supone que debo sentirme impresionado e intimidado simplemente porque hay un desierto gigantesco y árido, luego unas montañas que rozan el techo del cielo y bosques milenarios, quedarme boquiabierto por el simple hecho de que están ahí? Supongo que aquí volvemos a lo de antes: esa prosa autocomplaciente que se solaza en devaneos sin importancia y por lo mismo falla en sugerirte y provocarte una verdadera y genuina sensación de inmensidad, de textura, de sensaciones... incluso de inmediatez, de fisicidad, de solidez, como si en realidad estuviésemos ante un simple fondo de cartón pintado toscamente por un aficionado incapaz de plasmar visualmente el impresionismo visual que pide a gritos esta historia, y frente a ello, precarios atrezos de cartón piedra y personajes vestidos con el vuelto del pan: Es como si todo estuviera en el aire, todo lo que se supone que tiene peso en realidad es flojo, vago: la mitología y simbología interna, la historiografía detrás del viaje del Pistolero, sus confusas motivaciones para perseguir al Hombre de negro y hallar la Torre Oscura... Como una obra de teatro en donde el reparto recita sus líneas sin tener idea clara de por qué hacen lo que hacen y dicen lo que dicen, por lo tanto sin poder convencer al público, perplejo ante un espectáculo tan amateur.
Sumen a ello que todo lo que ocurre es tan estándar, tan manido, tan ya-visto-mil-veces: el extraño y solitario pistolero que hace estragos en un pueblucho desértico (capítulo uno, que resulta que es lo mejor del libro, un promisorio inicio que tristemente se desinfla con los siguientes episodios, y que curiosamente no se erige como un capítulo esencial o imprescindible dentro del relato total; con suerte se habla un poco de los poderes del Hombre de negro y crear ese aura de mago maligno y tenebroso, pero fuera de eso... Aunque, como digo, en tanto western esta primera historia funciona la mar de bien y su estilo no entorpece ni tropieza la narración); la curiosa relación-alianza entre el extraño malas pulgas y un asustado muchachín al que encuentra por ahí y que guarda más secretos de los que él mismo sabe, además del consabido flashback en donde el extraño malas pulgas rememora sus típicos entrenamientos a manos de brutales y agresivos instructores/entrenadores; y el resto de la búsqueda, una aventura que pasa por desiertos y bosques nativos y manantiales puros y virginales y montañas nevadas y negras cuevas sin solución de continuidad, con los típicos obstáculos geográficos, previsibles trampas humanas y la presencia de monstruos descerebrados para complicarlo todo, aunque la sensación de lucha por la supervivencia brilla por su ausencia, es como si andar dos semanas o más en una estepa desértica fuera coser y cantar. Yo diría que hasta el programa de Bear Grylls te causa más ansiedad e interés, que sus planificadas aventuras tienen más atmósfera, relato y verosimilitud que la expedición de este pusilánime pistolero.
Por lo demás, la construcción y desarrollo de personajes es plana, es banal, es trivial, es contradictoria. No comprendo la supuesta amoralidad de un Pistolero que se las da de duro pero que se enamora de la primera vagina que encuentra en el camino o que adquiere afectos poco menos que paternales por un chico que encuentra en mitad del desierto y cuya única gracia es su aparente inocencia e ingenuidad, perdido como luce en ese universo "que se ha movido", que ha vomitado sobre sí mismo. Esta inconsistencia se puede apreciar en los otros personajes principales, por ejemplo el niño, pero sobre todo el Hombre de negro, temible hechicero que se las sabe todas y va de arrogante y canchero pero que una frase después no sabe nada y actúa como un cahorrito temeroso de su entorno... ¿Se supone que estos son hombres duros y malos, antihéroes con pelotas, o héroes timoratos que no quieren ensuciarse los ponchos? Se siente todo tan improvisado, tan poco serio, tan inventado sobre la marcha... Ningún personaje resiste un análisis mínimamente crítico y psicológico, parece que fueran tres o cuatro personajes a la vez y que te encuentras con el amoral o el jodido sentimental por pura casualidad.
¿Y todo para qué? Para una conversación final entre El Pistolero y el Hombre de negro completamente decepcionante, que no revela nada genuinamente importante o crucial (que no justifica EN LO ABSOLUTO la "épica búsqueda" que este inútil Pistolero ha emprendido a lo largo de laaaaargos años a través de exteeeeeeeensos y hostiles parajes), y que es sólo un "sigue tu camino", y que demuestra que las 300 putas páginas de La Torre Oscura 1 son una burda introducción innecesariamente alargada, aletargada y estirada más allá de sus cualidades y propiedades inherentes. ¿Por qué King rellenó 300 páginas para un encuentro tan simplón? ¿Por qué, en la lógica interna, el Hombre de negro se deja perseguir y alcanzar a lo largo de lustros y lustros? Quizás a nivel diegético se explique en entregas posteriores, pero insisto, leyendo este libro de por sí nada en su interior se explica. es un libro completamente vacío, deforme, desestructurado. ¿Que la épica búsqueda es para curtir y madurar al Pistolero? Las pelotas, me cago en todo...
Como sea, El Pistolero. La Torre Oscura I ha sido enorme y terriblemente decepcionante. En el peor de los sentidos me he visto sorprendido por lo pobre y por lo plano, por lo exageradamente escuálido, de cada aspecto de su propuesta: prosa, trama, personajes, escenario, narración... Comparado con la cutrez de este libro, Las hermanitas de Eluria poco menos que está para ganar el Pulitzer. Noooo, así no dan muchas ganas de seguir con las siguientes entregas, de hecho ni siquiera estoy seguro de si están todas en la Biblioteca de Santiago. Ya veremos, total, apuro no hay...

jueves, 3 de abril de 2025

Lapvona, de Ottessa Moshfegh

 

Biblioteca Nacional S15E03. Termina otro ciclo de la B.N.P.D. y lo hacemos con otra novela de Ottessa Moshfegh, y con miedo llegamos a esta lectura, primero porque McGlue, el otro libro de la autora que comentamos hace poco, no nos gustó, no nos interesó ni entusiasmó a pesar de que no tenía mala pinta, ¿cierto?, y sin embargo resultó ser una novela algo tediosa, anodina, intrascendente... En segundo lugar, me puse a leer Lapvona después de Una liturgia común, que como recordarán, tampoco resultó ser una novela muy entretenida, sustanciosa, atractiva, a pesar de sus elementos a priori prometedores, entonces cuando esas cosas se juntan me entra un tembleque, una mini depre, ¿estaré perdiendo el gozo de la lectura?, ¿estaré perdiendo la concentración o algo similar? ¿Recuerdan lo vacío, lo apaleado que me sentí luego de haber terminado ese calvario de libro que era La información, de Martin Amis? Me da miedo volver a sentirme de esa manera...


Entre McGlue y Lapvona han pasado casi diez años, Lapvona es la novela de publicación más reciente de Moshfegh. No sé si sea un dato muy relevante, no es que la escritura de esta autora sea muy diferente, que haya dado un significativo salto cualitativo o estilístico, pero algo debe pesar el paso del tiempo. Me gusta que siga manteniendo ese interés suyo por personajes, mundos, espacios, temas y mentes fuera de norma, tétricos, perturbadores. Y claro, es mejor ser claro desde el inicio: me ha gustado Lapvona: me ha entretenido, me ha interesado, me ha entusiasmado, me ha hecho pensar y reflexionar bastante, incluso me ha inspirado, me ha hecho imaginar cosas, me ha empujado a extraviarme en imágenes, en sensaciones pictóricas, en tactos y relieves visuales...
Lapvona es una aldea de gente pobre pero sencilla y trabajadora que vive de la tierra, de la naturaleza, y que lo haría en paz y armonía, ya que entre vecinos prima la cordialidad y la solidaridad, además del respeto, si no fuera por los esporádicos pero letales y devastadores ataques de los bandoleros y, sobre todo, la presencia del Amo de dichas tierras, de dicha región, un acaudalado noble o aristócrata que les exige altos impuestos y que vive en lo alto de un monte, entre lujos y abundancia, mientras en las tierras bajas los aldeanos están a merced de los elementos, a las inclemencias del clima y de sus caprichosos vaivenes.
Lapvona es una novela del mal gusto, de lo grotesco, de lo marginado, de lo desagradable, de lo incómodo. Es cierto que, por decir algo, le sobra sofisticación y pulcritud a su prosa en desmedro de una más que necesaria viscosidad, suciedad, feísmo, asquerosidad y espanto; que escribe del modo en que un doctor, protegido con mascarilla y guantes de látex en una estancia aséptica, describe u observa lesiones, tumores, deformidades con la distancia clínica de su profesión, mientras que, para potenciar aún más esa atmósfera malsana y desquiciada, esa pulsión violenta y desaforada, pudo haberse recreado más en una fisicidad que se echa de menos. Es cierto que en ello algo tiene que ver que la novela esté narrada por un narrador omnisciente que va de un personaje a otro, contándonos todo cuanto acontece en el presente, en el pasado, revelándonos secretos e historias mientras nuestros personajes viven en la oscuridad total, en un oscurantismo devorador. Por decirlo de otra manera, debería ser como caminar por un camino de tierra húmedo y repleto de mugre a pie descalzo, pero se siente como estar caminando por un camino perfectamente asfaltado y puntillosamente limpio, barrido, aspirado. Con todo, Lapvona sigue siendo un libro sumamente entretenido, subyugante, apabullante y tenebroso, muy tenebroso, porque todo lo que ocurre es de un nihilismo atroz, de un absurdo desesperante.
Ambientada en la mentada aldea de Lapvona, en un universo propio que recuerda a tiempos feudales, los personajes más importantes que iremos conociendo son un muchachito deforme y solitario, pero curioso y entusiasta, además de un feroz y autodenigratorio creyente, hijo de un pastor de ovejas también agobiado entre la precariedad de su vida y una fe que parece lastimarlo más que cobijarlo y protegerlo, los dos solos, la madre muerta en parto, algo marginados de la aldea y de los brutales ataques de los bandoleros. También hay una señora ciega a la que toman por bruja, una vieja sabia. El Lord de la aldea y en fin para qué seguir, la verdad es que el argumento, que sigue una línea bien precisa y narrada con gran brío y habilidad y agilidad (la ascensión y escala social de cierto personaje, agobiado por dudas místicas y éticas, en contraposición a la decadencia material y espiritual de su entorno), sirve principalmente para mostrarnos la dureza y la rudeza de una forma de vida en donde reinan la depravación, la crueldad, la corrupción, la inconsciencia, la estupidez y una retahíla de carencias que se dejan caer como plagas, con la fuerza de un martillo, en la vida cotidiana de una aldea devota pero ingenua, amansada. No se pasan por alto los componentes políticos, filosóficos y existenciales sobre enfrentarse a la religión, a las autoridades, al poder, a las injusticias divinas o metafísicas o puramente sociales, sobre el valor del individuo y su autonomía moral versus un gregarismo letal y plenamente connivente con las castas dominantes: la ignorancia versus la sabiduría, la libertad del ser uno contra las cadenas de la vida en comunidad bajo el yugo de una figura autoritaria. Hay mucha más sustancia detrás de su apariencia grotesca y tragicómica. Los personajes no sólo deben sufrir terribles horrores climáticos (sequías, hambrunas) que los empujan a aún peores horrores de lesa humanidad, también se enfrentan al horror cósmico y espiritual de ver cómo todo un sistema de valores, principios y leyes se desmorona como un castillo de naipes, dejándolos huérfanos, inermes, porque si no tienen en qué creer, a quién seguir y obedecer, ¿qué demonios pueden hacer por sus vidas?
Pero bueno me he dejado llevar... Con lo que me ha gustado Lapvona, debo decir que no es una graaaan novela, es cierto que tiene ciertas inconsistencias dramáticas que no son difíciles de advertir (a veces, de manera sutil, la trama y ciertos personajes varían algo para acomodarse a las peticiones del argumento general), además de la ya mencionada prosa demasiado pulcra y limpia para describir lo que necesitaba más bestialidad, sin embargo, con todo eso en cuenta, sigue siendo una novela sensacional, una novela que me ha gustado mucho, ya lo dije, mucho más mordaz y mala leche de lo que aparenta, una novela que de verdad quiere decir y transmitir y expresar algo y que lo logra, una novela que de verdad termina siendo incómoda, perturbadora, con un final que te deja turulato, temblando, descorazonado, un final demoledor, y que a pesar de todo te atrapa en esa infecta maraña de personajes desquiciados, enfermos, repulsivos que viven, sufren y gozan de maneras que es mejor no contar en horario para todo público.
Mi recomendación es: lean Lapvona y déjense llevar por su tremebunda propuesta, aunque sea imperfecta. Es una novela que no deja indiferente, y a veces eso vale más que un paquete perfectamente empacado pero con un magro objeto en su interior. Lapvona, siguiendo esa analogía, sería como un regalo envuelto un poco con urgencia pero que, revelado, vaya que no se despega de tus manos. Vayan con confianza.


Tan sólo dos préstamos en unos cuatro meses, supongo que mal no está, pero tampoco hay mucho que decir por desgracia, tan sólo dos prestamos. En unos cuatro meses o así. Es un libro que llegó hace poco a la B.N.P.D., paciencia, denle tiempo...

martes, 1 de abril de 2025

El gran arte, de Rubem Fonseca

 

Biblioteca de Santiago nº15. Quizás lo recuerden, quizás no, pero hace tiempo, gracias a Bibliometro, nos leímos seis libros de Rubem Fonseca, escritor brasileño, de un tirón aquella vez. Cuatro novelas, dos libros de cuentos. La primera novela, El caso Morel, un interesante aunque descompensado y deslavazado ejercicio noir, también la última, El seminarista, una novela para nada descompensada o deslavazada pero demasiado simple para su propio bien, un Fonseca light, y dos novelas intermedias, las fascinantes y geniales Bufo y Spallanzani y Vastas emociones y pensamientos imperfectos, en las que podemos decir que Fonseca depuró, enriqueció y sublimó la novela negra a la categoría de arte: novelas de misterio y asesinatos, pero también sociales a su manera, policiales en lo procedimental así como en lo callejero, sucio-realista. En aquel entonces no se nos pasó por alto que entre la primera novela y aquellas intermedias (entre las cuales apenas hubo dos años de diferencia entre sus respectivas publicaciones) pasaron quince años, como si, en efecto, Fonseca se hubiera pasado el tiempo perfeccionando su estilo narrativo y literario. El gran arte forma parte de esas novelas intermedias, esas novelas magníficamente depuradas: publicada diez años después de El caso Morel, tres antes de Bufo..., les adelanto que tenemos otra gran novela negra que, al igual que las otras dos, bien podría ser dirigida por el Orson Welles de "Touch of Evil". Suena bien, ¿no? Tienen que leer El gran arte en dicho caso.


La verdad es que en cuanto a características El gran arte es bastante similar a Bufo & Spallanzani y Vastas emociones y pensamientos imperfectos, pero sigue siendo un trabajo exquisitamente original, modestamente ambicioso (perdonen la aparente contradicción, je, je), desbordado por un incontenible entusiasmo fabulador que parece ramificarse incansablemente sin perder por ello su centro, su núcleo, su principal pilar narrativo, que es además un saludable mantra en lo referido a esto de contar historias: toda realidad es interesante y, más aún, la realidad toda es una maraña de historias tan independientes como entrelazadas, que no termina nunca porque la realidad es eterna así como sus historias: es oficio del narrador saber comenzar, desarrollar y terminar. Y Fonseca vaya que es un gran narrador, al menos en este y en los otros dos libros mencionados.
El gran arte, digamos, nos cuenta la historia de un abogado criminalista mujeriego que de repente se ve relacionado con el caso de un doble asesinato de masajistas estranguladas, cuyos rostros fueron marcados con una P escrita a filo de cuchillo, a partir de lo cual el asunto se complica y oscurece peligrosamente abarcando todopoderosas corporaciones, desalmadas organizaciones criminales, redes de corrupción económico-política y tráfico de influencias, el jet set carioca y paulista, narcotráfico, sicarios y militares retirados, decadentes familias antaño influyentes, depravadas sagas familiares, venganzas y rencores despiadados, en fin, toda una serie de enredos, enigmas, confabulaciones, secretos y pactos de silencio que pueden remontarse a más de un siglo atrás, y que nuestro protagonista irá descubriendo con tal de comprender semejante caos de desgracias, a fin de poder interpretar satisfactoriamente cómo un simple y rutinario caso de masajistas asesinadas puede en realidad diabólicamente albergar tantas capas de historia secreta. Y por ahí va la cosa, supongo: el abismo, el salto al vacío narrativo. El caso de las masajistas es un macguffin a partir de lo cual el autor y nosotros, los lectores, nos asomamos pasmados ante un embravecido océano de muerte, miseria, bajas pasiones humanas, como si la narración misma fuese una especie de boomerang lanzado con fuerza sobre ese paisaje inhóspito, ese cementerio de manuscritos olvidados, para luego volver a su origen, porque eso es lo genial de este libro: por más que se ramifique hasta un infinito inexplorado, eventualmente, so riesgo de verse consumido en ese agujero negro narrativo, el relato retorna a su punto de partida, con algunas respuestas a cuestas, pero más importante, con todo un amplio y fantasmagórico bagaje de hechos, conocimientos y acontecimientos que, en efecto, ayuda a interpretar de una manera más compleja una sucesión de interrogante que pudieron haberse resuelto de la manera más peregrina. Es más o menos como lo haría Lynch, también: puede que la respuesta a un ¿quién mató a X y por qué? sea algo simple y directo, sin embargo esta especie de mise en abyme nos ofrece una experiencia mucho más avasalladora, vertiginosa y apabullante, asomándose a unos rincones oscuros tan deliciosos como perturbadores, que te hacen comprender y aprehender de manera más profunda y penetrante su desconcertante caudal de acontecimientos, el elusivo "sentido" de las cosas. 
Narrado, por lo demás, con esa prosa que mantiene algo del ritmo agresivo y seco de sus inicios pero depurado hacia un fraseo más elegante, El gran arte es una novela que es la viva demostración del gusto, del placer de narrar: una narración erudita y pletórica, inteligente, pero también escurridiza, que sabe moverse a nivel de calle, cual sombra navegando callejones y umbrales sin tropezarse y sin desentonar de la flora y fauna local, más o menos como lo que hace Malet en Ratas de Montsouris sólo que con un poco más de, podríamos decir, elegancia, al ser el protagonista y narrador un curtido abogado criminalista sibarita y amante de las bellas artes.
En cualquier caso, El gran arte es una novela excelentemente narrada o contada, además de escrita de manera deliciosa y exquisitamente estilizada. No hay por dónde perderse la verdad, la presente junto con Bufo... y Vastas emociones... conforman un tríptico noir genial y magistral. Un auténtico placer de lectura.

domingo, 30 de marzo de 2025

Ratas de Montsouris, de Léo Malet

 

Bibliometro #93. Mayúscula con M mayúscula fue mi sorpresa cuando me encontré con que Bibliometro tiene un libro de Léo Malet a disposición, ¿y quién es Léo Malet?, me preguntarán ustedes, verán, Léo Malet es un escritor francés, prolífico y de prolífica actividad política en sus años mozos, creador de Nestor Burma, detective privado y protagonista de decenas de novelas de intrigas, misterios y complots. ¿Y cómo sabía yo de la existencia de este autor y este personaje? Pues porque Jacques Tardi, ese gran autor de cómics, adaptó cinco novelas de Malet en formato novela gráfica, las cuales yo pude disfrutar en los tiempos en que Howtoarseniolupin estaba vivo todavía, de hecho el dibujo de la portada está sacado de una de las adaptaciones comiqueras de Tardi, seguramente Niebla en el puente de Tolbiac o Calle de la Estación, 120, consideradas obras maestras (y yo concuerdo). Gracias a Tardi también descubrí la literatura de Manchette, en tanto también adaptó tres o cuatro novelas suyas al formato del cómic. Así que con estos antecedentes, mi alegría no era menor al momento de abrir estas páginas y sumergirme, por fin, en una de las misteriosas aventuras de Nestor Burma en su original literario.


Ratas de Montsouris pertenece a ese proyecto literario, que lamentablemente Malet no alcanzó a completar en vida, el cual, titulado Los misterios de París, consistía en escribir una novela por cada distrito de la capital francesa, es decir veinte novelas en total. Ambientada en el distrito XIV, mi consejo es que tengan el Google Maps a mano porque es un verdadero gusto no sólo adentrarse en la trama ideada por Malet sino que poder visualizar mejor las deliciosas descripciones que el autor nos da; es cierto que hay mucha diferencia entre el mapa que veremos hoy y el París de los años cincuenta, que es cuando se publicó esta novela, sin embargo, aunque ciertas calles han sido cambiadas o incluso sustituidas, los lugares más importantes siguen de pie (los parques, las plazas, ciertos edificios, una institución mental que luce bien siniestra por fuera, la reserva acuífera, etc.), ciertos barrios, ciertos cruces... Es un placer caminar, con cierto pequeño conocimiento de causa, junto a los personajes en sus idas y venidas por el distrito XIV.
La trama en sí también es una inteligente y enrevesada intriga que aúna varias tramas cuyo centro parece ser nuestro seguro y confiado Nestor Burma, de repente envuelto en capas y capas de misterios e incógnitas que irá resolviendo según vengan las cosas a punta de oficio, picardía y su buen toque de buena fortuna, en tanto el azar siempre está presente, siempre dice "¡no me olviden, no me ignoren!". Con una prosa alineada con la personalidad carismática, irónica y sesuda de su protagonista, el caso comienza cuando un antiguo compañero en un campo de prisioneros (ambos fueron soldados veteranos de la Segunda Guerra Mundial) le pide a Burma su asistencia con un asunto perfectamente legal y prometedoramente lucrativo, mientras, al mismo tiempo, un acaudalado y desalmado ex magistrado lo contrata por un asunto de extorsión. Sumen a ello que en el barrio hay un grupo de ladrones autodenominados como los Ratas de Montsouris que andan metiéndose en gran y variopinta cantidad y calidad de viviendas del distrito, robando a ciegas o buscando quizás algún objeto en concreto, además de otros llamativos personajes del ambiente artístico y pequeñoburgués del barrio, y tienen una novela cuyo intrigante y fascinante argumento apunta en todas direcciones y códigos (mujeres fatales, tesoros escondidos, redes criminales, pasado negro), sumando misterios y subtramas sin por ello perder el foco, perder un hilo maravillosa y magníficamente sostenido: la tensión del misterio, que más que ofrecer una luz al final del túnel se repliega en sus sombras. Y en las sombras quedaría todo de no ser por el genio investigativo de Nestor Burma, quien, como Sam Spade, tan seducido por el misterio también parece ir dos pasos adelante de la verdad.
Así las cosas, tienen una novela de detectives genial, narrada con la mano maestra, firme y sugestiva, de su autor, además de estar escrita con excelente gusto, una mezcla de sucio realismo, de toque coloquial y callejero, pero también de prosa elegante, sofisticada, dotada también de un sentido del humor libre, desprejuiciado y, lo mejor de todo, intertextual. Ratas de Montsouris es el vivo ejemplo de una novela escrita por una persona inteligente y talentosa/habilidosa que sabe cómo ensuciarse las manos y agitar un poco su pluma. Para mí, brillante escritura.
Una verdadera genialidad, Léo Malet eleva la novela de detectives a la categoría de bellas artes, sentando cátedra sobre literatura. Además la trama se resuelve por todo lo grande, de una manera plenamente satisfactoria. Recomendable total, un grande Léo Malet. Y de paso, un grande Jacques Tardi. Permítanse descubrir la obra de ambos artistas.


No es un autor muy conocido así que supongo que tiene sentido que solamente haya tres préstamos en dos años de existencia bibliometrusca, pero ya saben, ahora no hay excusa, si viven en esta ciudad vayan a pedirlo prestado y disfruten, es narrativa de detectives de gran calidad. Difundan la palabra, como decían los de subtítulos.es.

viernes, 28 de marzo de 2025

Misery, de Stephen King

 

Biblioteca de Santiago nº14. Más Stephen King, oh sí, y ahora venimos con un libro salido de su primera etapa como escritor, de su primera era. Tenía muchas ganas de leer Misery, cuya adaptación cinematográfica nunca alcancé a ver, así que me siento bastante contento. Por cierto, podría decirse que Rob Reiner fue el primer director "experto" en Stephen King, luego Frank Daranbont y hoy por hoy vendría siendo Mike Flanagan el que pretende adaptar lo que sea que caiga en sus manos que haya sido escrito por el autor de Maine, ya lleva tres o cuatro películas si no me equivoco, además de estar a cargo de una serie sobre La Torre Oscura. No le faltará trabajo, eso es seguro.

Bien, no ando muy inspirado estos días así que puede que no me salga una entrada muy ilustrativa o entusiasta, pero no se confundan: Misery puede que haya escalado al podio, al top five, de mis novelas favoritas de King, aunque espero leer más libros suyos antes de elaborar cualquier tipo de ranking.
Misery es una de las historias más conocidas de King, hasta yo sabía más o menos de qué se trataba: un escritor secuestrado por su admiradora número uno, una mujer de cuidado, de hecho una loca de remate, en realidad una psicópata peligrosa e impredecible que tan pronto como te trata como rey puede también causarte daños irreparables e irreversibles, jugar contigo como si fueras un gusano. Todo por culpa de una maldita tormenta de nieve y un accidente automovilístico, un accidente en el lugar equivocado y en el momento equivocado, mala pata la del escritor, rescatado por la fanática, enfermera retirada que lo lleva a la habitación de huéspedes de su aislada casita en una zona rural de Colorado, si bien los abnegados cuidados no tardarán en dar un vuelco tenebroso y siniestro, pesadillesco. Así las cosas, el autor mantiene la tensión a lo largo de 400 páginas, todo transcurriendo en tiempo presente (casi nada de flashbacks o recuerdos) y en ese escenario único: la habitación en donde convalece el protagonista, en la aislada casa de la mujer, en pleno invierno, rodeados de nieve, silencio y la solitaria naturaleza, en otras palabras: en Colorado nadie puede oír tus gritos.
Misery contiene y despliega, y con creces, lo mejor de la literatura de Stephen King. Primero que todo, su brutal, certero y glacial tratamiento de lo macabro, de lo grotesco, de lo violento y de lo infernal: una especie de realismo sucio, detallado y distanciado que potencia el efecto aterrador tanto de las atrocidades físicas que nos deparan así como el infierno psicológico que se abre con sus fuegos bajo la maltrecha psiquis del protagonista, diezmada por el miedo y los medicamentos. La incomodidad, la inquietud, cierta rabia contenida laten con una fuerza subyacente que en todo momento amenaza con explotar, haciendo de la atmósfera entre estos dos personajes un pesado reto claustrofóbico. Y eso es bueno, por supuesto, es lo que un lector quiere y desea: que la historia, los personajes y las palabras te acorralen, te perturben, te zarandeen.
Lo otro, es el universo interno que King crea, aunque sea solamente para una sola novela. No diremos que Misery haga gala de un graaaaan trasfondo informativo, pero no hay que desdeñar en lo absoluto la construcción "histórica", el contexto, a partir del cual se desarrolla todo. El pasado del escritor, el pasado de su admiradora número uno, el que poco a poco, de manera muy inteligente por lo demás, iremos descubriendo ya sea a través de esos pequeños lapsus que los mentirosos inevitablemente tienen (exponiéndose a sí mismos, a merced de un ojo o un oído atento) o a través de otros métodos que el protagonista irá sumando a su precario repertorio defensivo. Esto nos lleva, lógicamente, a otro aspecto destacable: la construcción de personajes. Tanto el escritor como la admiradora número uno son portentos de escritura de personajes, tanto en lo introspectivo, lo psicológico, como en sus costumbres, tics, formas y maneras de ser y hacer, en fin... Son personajes complejos, contradictorios, pero que se sienten vivos, reales, precisamente porque son entidades propias que responden a sí mismos y a sus circunstancias, no simples instrumentos dramáticos que hablan y se comportan igual que cualquier otro. Da gusto, sobre todo en novelas de largo aliento, cuando uno "reconoce" a los personajes gracias a sus rasgos distintivos. No siempre es así, a veces el mismo Steve, en sus historias menos inspiradas y más formulistas, cae en ese lastre de que los personajes sean modelos de fábrica apenas distinguibles unos de otros por señas de lo más rutinarias u obvias.
Un tercer aspecto que eleva esta novela es algo que solemos criticar en las obras de King, incluso en aquellas que nos gustan: cierta torpeza suya para desarrollar la trama, esa tendencia suya a caer en tópicos y clichés narrativos, además de no poder cerrar satisfactoriamente los flancos abiertos en el argumento. Misery, por su parte, es una novela redonda: comienza genialmente y termina aún mejor, la trama resuelta sin fisuras ni lagunas, con un acto final apoteósico, brillante y tremebundo que te deja con los pelos de punta: hasta la última página King no deja de jugar con tus miedos y expectativas, no deja que el terror se vaya del todo, flotando como un fantasma pasivo pero presente, el terror. Se nota que King se esforzó en lograr que esta historia estuviera a la altura de su potencial. El hecho que el protagonista sea un escritor como él, de best-sellers, que debe lidiar con toda clase de críticas, ya sean las despiadadas o las constructivas (que de todas formas no dejan de reprocharle cosas: te traten bien o te traten mal, todos los que opinan de tu trabajo sienten la imperiosa necesidad de decirte qué hacer y cómo hacerlo), y que pretende algún día escribir algo serio, alta literatura que le dicen, no es casualidad. Tampoco es casualidad que la admiradora número uno le critique al protagonista el uso de deus ex machina, lo que me pareció divertido porque ya hemos visto por acá que es un recurso que King no teme sacarse de la manga en varias de sus novelas, sobre todo de su etapa más reciente.
Yo creo que con Misery el autor de Maine sudó la gota gorda y los resultados están a la vista: es una novela sensacional, muy bien escrita (con un poderoso y oscuro uso del lenguaje, de las palabras), muy bien narrada (ocurre en un sólo lugar entre, en esencia, dos personajes a lo largo de 400 páginas y sin embargo el ritmo nunca decae, nada se siente repetido, de verdad es un relato ágil, dinámico, vibrante), construido todo su ser de una manera que te atrapa de inmediato, además de ser, de por sí, una historia que se impone, con contundencia, como un mazazo, por méritos propios.
Mucho mejor de lo que esperaba, ha sido todo un placer leer una novela de King con la que me sienta prácticamente 100% satisfecho. Léanla y, ejem, disfruten, aunque lo pasen mal, je, je.

jueves, 27 de marzo de 2025

Una liturgia común, de Joan Didion

 

Biblioteca Nacional S1502. He oído y sobre todo leído bastantes cosas buenas sobre Joan Didion, una de las escritoras más reputadas de Estados Unidos, creo que de eso no hay duda, por lo que al ver que había un libro suyo en la B.N.P.D. me propuse hacerle un espacio en los préstamos para ver qué tal. La obra de Didion parece que es más conocida por sus libros de crónicas, memorias, no-ficción, etc., pero también publicó varias novelas, siendo Una liturgia común una de las más apreciadas. Eso no lo sabía, desde luego, yo solamente conocía la buena recepción de su autora.


Una liturgia común es una buena novela. Está bien escrita, tanto en lo formal como en lo, digamos, sustancial: es una novela de una honda sutileza, una novela de capas y capas de perspectivas, significados, etc., una novela mordaz, con sentido del humor además, crítica y afilada a la vez que humana, intimista por así decirlo, sin embargo... Sin embargo, debo decir que no me ha interesado ni entusiasmado su lectura, que más allá de ciertas partes que me causaron ciertas risas (en el buen sentido, de verdad el componente satírico que saca a relucir por momentos es lo mejor de esta novela) me ha dejado bastante frío, algo desolado, porque siempre me siento desolado cuando una novela o película no me llega, no me gusta, no me causa ni provoca sensaciones más allá de lo que se entiende por encima.
Primero señalemos lo más sencillo, de qué se trata. Ambientada en un país centroamericano ficticio, Boca Grande (que no es lo mismo que Grande Boca, menos si eres de River o cualquier otro equipo, aún menos si no te importa el fútbol ni sus hipertrofiadas glorias), la novela es narrada por Grace, una mujer ya madura, viuda, que fuera la mujer del anterior líder (líder en las sombras) de dicho país y que por lo tanto pertenece a la élite de esa geografía marcada por la miseria, la inequidad socio-política, en fin, es una puta dictadura para qué andamos con cosas, una típica dictadura bananera. Aunque la historia de esta mujer y de este país no es, según ella misma dice, el motivo principal de este libro, sí le presta bastante atención a sus vaivenes históricos, a sus dinámicas y mecánicas sociales, a sus estructuras institucionales y arquitectónicas, en resumen, es como una crónica de cómo se vive en esta dictadura ficticia. Desde luego, las punzantes observaciones y el retrato esperpéntico de los miembros de esta élite hablan por sí solos, así que no ahondaremos en ello, podrán imaginarse más o menos como se desarrollan las cosas en esa alta sociedad dictatorial, un delirante núcleo de gente que vive en su privilegiada realidad alterna de lujos materiales y mezquindades personales, perfume caro sobre la piel y hedor a podrido por dentro, donde se supone que está el alma. La verdadera protagonista de la historia, sin embargo, tal como nos señala la narradora, es una mujer estadounidense llamada Charlotte, muerta en una de los enésimos golpes de estado que asolan Boca Grande, y cuya vida y muerte la narradora se propone averiguar y compartir con nosotros. La vida pre Boca Grande es una reconstrucción de sus aventuras y desventuras sentimentales-familiares, es decir otra oportunidad para elaborar y desarrollar certeros y mordaces retratos críticos sobre las clases sociales gringas, sobre el extraño sistema de valores que rige el país de los sueños, ese histerismo cotidiano y normalizado, nación neurótica, ya saben. Y luego la vida de esta gringa en Boca Grande, o, Cómo se las apaña una inestable e impredecible mujer en un medio político igual de inestable e impredecible.
Como digo, la novela está bien hecha, está bien escrita, al menos en lo formal, y desde luego que también se entienden sus puntos, sus ideas, sus perspectivas, incluso sus sentimiento o pesares: el retrato desencantado y desilusionado de esa clase alta estadounidense; el horroroso absurdo y el cruel sinsentido de una dictadura; la perpleja e indignante desconexión ética y moral de ciertas castas en relación a la vida de a pie, es decir la banalización del mal y la deshumanización de los seres humanos de abajo; el descontento y hartazgo y desorientación vital, existencial... Sí, comprendo que puede ser verdaderamente desesperante adentrarse en el laberinto de comprender la psiquis humana, la psiquis colectiva, o no sé, el destino, el azar, el porqué de las cosas, la derrota de los ideales, la caída de los ídolos, la ascensión de las mezquindades, en fin...

Mi problema es que la prosa de Didion, sofisticada, de buen gusto, lo que quieran, es demasiado desapasionada y gélida para su propio bien, casi como si no le importara realmente nada de lo que pasa; sé que tiene que ver con el estado de ánimo algo depre de la narradora y con su intención de narrar de una manera "científica" y objetiva, sin embargo es demasiado frío todo, cuesta creer que los personajes aman, sufren, se alegran, viven... Están tan alienados, tan decepcionados, tan desengañados que ni sus vidas ni bienestares e integridades corporales, mentales y emocionales parecen importarles: se enferman, se separan, se lastiman y ellos actuando como si todo fuera un chiste, malo pero chiste al fin y al cabo... Ese es, precisamente, el punto, ¡lo sé!, de todas formas no me convence el mecanismo... Houellebecq propone lo mismo y, según yo, lo logra, esto es, escribir una desapasionada y distanciada y casi repugnada crónica de los patéticos avatares de sus tristes personajes succionados por circunstancias y medios socio-políticos alienantes y ridículos. En Las partículas elementales y Serotonina, por ejemplo (y en menor medida, en la fallida Ampliación del campo de batalla), logra sublimar ese estilo "impersonal", ese estilo despojado, clínico, observador, que te lanza dentro de la trama. En Una liturgia común esta prosa de Didion (que, por cierto, en varios pasajes elabora observaciones conductuales basadas en criterios bioquímicos, como adelantando a Houellebecq, aunque no lleva esta vertiente a sus últimas consecuencias), para mí, ejerce el efecto contrario: me empuja y expulsa demasiado lejos del núcleo moral-sentimental-humano...
Y aunque también se entiende el retrato burlón de esta dictadura ficticia inspirada en dictaduras muy reales, el efecto es el mismo: la caricaturización de los vaivenes políticos de Boca Grande trivializa el horror que suponen estos gobiernos autoritarios. No digo que deba ser todo grave y pesaroso, la sátira existe por y para algo, al reírse de lo terrible se expone precisamente la atrocidad, pero siempre he dudado de los gringos que llegan a examinar políticas exteriores (sobre todo latinoamericanas) desde la comodidad de su engañosa libertad: para mí, siempre hay algo incompleto en la manera en que los gringos observan, hablan y escriben sobre dictaduras americanas, y acá sentí eso: las críticas de Didion son legibles, válidas, comprensibles, más aún porque escribe desde el conocimiento de causa (ella misma estuvo en Nicaragua, por ejemplo), pero su retrato se tuerce hacia una caricatura burda, simplista y casi insustancial, centrándose más en la grotesca vida familiar de los tiranos que en lo político y lo social, reducido a mero recurso colateral, mostrar aquí y allá la muerte de un anónimo o la explosión de un auto (y me dirán que, de nuevo, ese es el punto: mostrar el eterno ciclo de golpes y gobiernos de facto en donde mueren miles sin que a nadie le importe... Tienen razón, pero insisto que a Didion se le escapa de las manos lo caricaturesco y simplista: creo que nunca se interesó por la fauna local por así decirlo, sólo en esa élite, paradójicamente, extranjera gobernando un país en el que no tiene orígenes, sólo su residencia). Como digo, dudo que un gringo pueda comprender realmente el clima político de un país caído en dictadura: qué lo produjo, el contexto, todo eso.
Como sea, me he alargado demasiado. Una liturgia común está bien, es una novela solvente e inteligente a su modo, errada en otras cosas, pero comprensible ya que, como he dicho, en lo personal no espero mucho de un gringo hablando de países que nunca podrá conocer de verdad a fondo. Puede gustarles, así que denle una oportunidad, pero ya les he advertido de su prosa/tono extremadamente desapasionado, su algo rutinario y poco novedoso retrato de las clases altas estadounidenses, además de la caricatura plana que es ese exótico destino ficticio: Boca Grande.


Qué pereza cuando no hay mucho que decir en la tradición republicana de todo préstamo a domicilio. En casi un año solamente ha sido pedido en dos ocasiones este libro. Esperemos que, a pesar de mi falta de entusiasmo, otros más se animen a descubrirla y conocerla.