"LAS GRANDES PASIONES SON ENFERMEDADES INCURABLES"
-Goethe

viernes, 31 de mayo de 2024

Nuestra parte de noche, Mariana Enríquez


Ya, ahora sí. No saben la tremenda satisfacción que sentí al terminar el primer lote de préstamos, no sólo por volver a leer, a retomar la lectura que había perdido por culpa del trabajo, sino que además porque los tres libros me gustaron en distinta medida: Crimen, de Irvine Welsh; Los cuentos reunidos de Andrea Maturana y; la novela de ahora, Nuestra parte de noche, de la argentina Mariana Enríquez.


A veces, cuando una obra es de tal magnitud y te deja tan entusiasmado, conviene ser más bien escueto y conciso. No sé si será el caso en el presente post, pero lo intentaremos.
Nuestra parte de noche no es una novela de terror al uso. Desde el comienzo que no esconde sus cartas y nos presenta la historia de unos personajes cuyos destinos están clavados en las garras, como si fueran pedazos de carne atrapados bajo las uñas luego de un banquete hambriento, de la Oscuridad, una entidad salvaje y cruel que es peor que la muerte. Los personajes se mueven en un mundo subterráneo al de nosotros, el mundo que los simples mortales conocemos: un mundo de dioses sanguinarios y almas en pena, el mundo de la espiritualidad hecha carne y de las criaturas místicas convertidas en compañeros de copas. Hablamos de un horror de género mezclado natural y orgánicamente con el horror de la vida cotidiana, de la violencia de los humanos, de la oscuridad inherente de los humanos (no necesariamente la Oscuridad como entidad del otro mundo), del sino trágico del ser humano. No es casualidad, tampoco, que la novela se sitúe en los años de la dictadura argentina (bueno, que comience ahí). Y esto es, precisamente, una de los aspectos que me han encantado de esta novela: la construcción y unión, perfectamente fluida, entre esos dos mundos que en otras manos siempre resultan excluyentes: Enríquez nos habla de esta fascinante (aunque rancia) secta, su historia interna, sus objetivos, sus creencias, de la mitología en la que se sustenta, a la vez que nos sitúa en escenarios normales, cotidianos, barrios argentinos de clase media con la reconocible vida vecinal, provincias rurales en donde impera la ignorancia y la precariedad social, niños que van al colegio y andan en bicicleta y hacen travesuras propias de la edad, adultos metidos en política o luchando contra la crisis económica, y un país en general, vibrante y real, que celebra un Mundial de fútbol o vive los días álgidos de las elecciones o respira la tensión post-dictadura. Cada mundo por separado y revuelto a la vez, y con capacidad de generarte muy mal rollo. La escritura de Enríquez es aterradora cuando debe serlo (el clímax de La cosa mala de las casas solas me dejó tiritón, tembleque), sensual cuando le toca, serena y cercana, urgente y quirúrgica, triste y graciosa a veces (ver el diálogo de una de las páginas, la concha de su madre); su narrativa fluida y potente como el cauce de un río, misteriosa y bella como la superficie de un lago. Además la historia es fenomenal; todo lo que abarca, esa ambición que pacientemente se va armando, como un puzle fascinante y adictivo, perfectamente calculado cuando por encima aparenta cierta casualidad. La novela te atrapa por el misterio, por esa atmósfera malsana y cotidiana, y luego te remata con como todo cae en su lugar, con el perfecto discurrir de estas más de 600 páginas de maestría narrativa y literaria. Sin haber leído el resto de su obra aún, la lectura, rotunda y monumental, de Nuestra parte de noche bien podría ser una cumbre que cualquiera querría para su corpus bibliográfico.
¿El único achaque? Si bien el final-final, el clímax total, la resolución en esta batalla del bien y del mal, me encantó, siendo el perfecto remate de todo lo que de a poco fuimos descubriendo, debo decir que el acto o arco argumental final que lo envuelve y sustenta lo encontré algo apresurado o abrupto (algo similar me generó Crimen), considerando la pulcritud y paciencia con que Enríquez tejía e hilvanaba todos los elementos en las páginas previas, con que construía ese tenso e impenetrable in crescendo. Es cierto que ya estaba todo contado y dicho, todo cabo atado por así decirlo, que no había más que descubrir realmente en términos argumentales, pero es que el tedio del protagonista se contagia a la narración y es como si dijera, "ya, terminemos con esto de una buena vez", cuando, a decir verdad, haber ahondado un poco en ese proceso final, aunque sea en su parte psicológica y moral, en esa preparación teórica para la estocada última, también habría resultado fascinante: habían fantasmas y memorias por revisitar aún en mi opinión, como para dotar de más fuerza y rabia este in crescendo, apoteósico si cabe.
Con todo, nada le quita lo genial y magistral a esta novela, visceral y apasionante, a esta lectura como endemoniada que me provocaba. Si pueden háganse un favor y lean Nuestra parte de noche...
Por último...


Por último, la tradición de todo préstamo: he sido la décima persona en casi dos años que ha leído esta monstruosa genialidad de Mariana Enríquez. Seguiremos intentando leerla, para descubrir más de este fascinante universo que parece haber construido.

miércoles, 29 de mayo de 2024

Los Intramarchas, de Josefa Barraza


Muy bien, debo aclarar algo: cuando me decidí a retomar la lectura, y por ende renovar mi suscripción en la sección Préstamo a domicilio de la Biblioteca Nacional, lo hice con tres libros de los cuales he comentado dos, Crimen de Irvine Welsh y El Querisque de Andrea Maturana; el tercero es Nuestra parte de noche, monumental novela de la argentina Mariana Enríquez. Si no la he comentado es porque a veces ciertas obras, por sus dimensiones, exigen más tiempo para elaborar algo decente, a la altura de sus méritos artísticos. Pues bien, terminé esos tres libros y he acá lo siguiente: como estoy loco, fui a la Biblioteca a devolver los ejemplares y pedir otros tres más, hasta ahí todo bien; lo loco es que Metro de Santiago tiene un programa de lectura que se llama Bibliometro, el cual consiste en pedir prestados libros en cualquiera de sus sucursales, como kioskos que encuentran dentro o fuera de las estaciones, entonces, camino a la Biblioteca Nacional, me dije "bueno, aprovechemos de pedir más libros", y sin planearlo mucho, pedí otros tres libros. "Estás loco", me dijo una amiga. Tiene razón.
"Los Intramarchas: cómo el poder se infiltró en el estallido social" es uno de los tres libros que pedí a Bibliometro. Hablemos de ello.
 

El estallido social. Para qué resumirlo, para qué explicarlo. Todo quedó en nada, por desgracia. Un lustro después, la llama se ha apagado y quedó como un sueño que se esfumó demasiado rápido. El Poder, haciendo de las suyas. Ni siquiera el triunfo de Boric en las presidenciales significó algo, ahí lo tienen diciendo en el funeral de Piraña (que murió como el imbécil egoísta y estúpido que siempre fue) que el difunto fue un baluarte de la democracia, un gran estadista. Y vamos a ir a peor porque para nosotros el único horizonte es ser gobernados por gente de derecha, tal es el cambio de la gente, del electorado, y nada bueno sale de un gobierno de derecha, al menos por acá en latinoamérica.
Pero, como digo, fue un sueño que brilló con una intensidad impensada. Era hermoso salir a protestar, a pesar de ciertos desmanes inevitables en ciertos sectores. Y una de las tantas cosas que sucedieron, con fuerza y alevosía, fue la represión policial (y del ejército, cuando los milicos andaban en las calles) encabezada por el difunto defensor de la democracia, el señor brazos cortos. Ojos mutilados, arrestos arbitrarios, golpizas y torturas psicológicas, abusos sexuales y de influencias... Carabineros de Chile actuó sin control, y los resultados fueron heridas que aún no cicatrizan, especialmente en las víctimas, en la falta de justicia y reparación sistémica.

"Los intramarchas" ahonda en este asunto. Casos con arrestos arbitrarios y profundas capas de irregularidad y oscuridad metódica, policial, judicial. Los intramarchas eran los pacos que se infiltraban en las manifestaciones, apuntando "sospechosos" para delitos de sospechosa procedencia. Operando al margen de la legalidad y del Estado de Derecho, leemos con rabia e impotencia cómo la Justicia chilena fue el brazo cómplice, el perrito faldero de montajes policiales. Edificios en llamas, estaciones de metro en llamas, sofisticados grupos de saqueadores que conocen a la perfección sistemas de seguridad... El rol de la prensa, de los poderes fácticos para crear culpables de la famosas tesis de la intervención extranjera y, sobre todo, la criminalización de la protesta social, que a la larga ha funcionado porque por algo el electorado ahora se inclina hacia la derecha: todo lo que tenga que ver con reivindicaciones sociales y derechos humanos es sinónimo de destrucción e inestabilidad.

En todo caso el presente libro se atiene a lo factual, a los hechos, no a la especulación, acotados también a los casos en los que la actuación y presencia de los intramarchas ha sido corroborada. Se nos informa desde varios ángulos: desde el de las víctimas, desde el de los carabineros, explorando también la parte judicial, los casos en tribunales, pruebas desestimadas para mandar de todas formas a los acusados a la cárcel... Para una persona medianamente informada esta lectura no será tan sorpresiva, sin embargo es un valioso compendio de información y una forma de recordar que en Chile impera la mentira y el clasismo para resolver sus problemas. La diferencia de clases existe y hay un Chile para los ricos, un Chile para los pobres y de clase media. En cualquier caso, estoy seguro de que si no pueden acceder a este libro, bastaría con googlear el nombre de la autora para encontrar los casos en distintos medios informativos; a fin de cuentas, "Los intramarchas" es una recolección de artículos e investigaciones periodísticas, actualizadas en su segunda edición, que es la que pedí prestada.

En términos artísticos, es como ver esos documentales true crime en donde no hay mucho cine, en donde no destaca el lenguaje cinematográfico/documental, sólo la exposición de datos y acontecimientos. "Los intramarchas" se limita a describir datos y hechos, de manera sucinta y algo reiterativa en su redacción y lenguaje (errores de tipeo incluidos), y algo de estilo encontraremos cuando los protagonistas de ciertos casos tiene el habla/la pluma a través de cartas en donde exponen sus puntos de vista. Tampoco se le debe pedir mucho más, el objetivo de este libro es otro y se logra: exponer casos en donde ha imperado la Injusticia, aunque sea de manera algo superficial. Es cierto que la mayoría son casos judiciales que aún están en proceso y que no se pueden divulgar según qué cosas, pero tampoco esperen investigaciones muy reveladoras o respuestas rotundas. Pero como digo, es elocuente en su forma de demostrar la existencia e irregularidad del actuar de los intramarchas, y de poner en duda otros casos delictuales emblemáticos que ocurrieron durante el estallido. Pero como estamos en Chile, la verdad nunca se sabrá por completo y, como es usual, los culpables tampoco serán peces gordos, solamente los perros rabiosos que cumplen en la calle las órdenes que vienen de arriba, ¿de quiénes?, podemos imaginarlo, pero nunca se confirmará y nunca pagarán. Que sirva también para limpiar el nombre de los acusados y del acto de protestar por una sociedad más justa y equitativa.

Finalmente, la tradición republicana de todo préstamo: checar el panel de devoluciones. Soy la quinta persona que ha leído este ejemplar en casi un año. Seamos más.

miércoles, 22 de mayo de 2024

El Querisque, de Andrea Maturana

 
Bueno bueno, seguimos. El otro libro de los tres que pedimos en este retorno a la sección de préstamo a domicilio de la Biblioteca Nacional es El Querisque, de Andrea Maturana, el cual, como se puede apreciar en las fotos, es la recopilación de la obra cuentística de la autora, cuya escueta pero potente y rotunda bibliografía queda casi completa en este volumen (solamente El daño, novela, queda fuera, por obvias razones).


Aparte de los libros de cuentos (Des)encuentros (des)esperados y No decir, el presente volumen comienza con El Querisque, un cuento que, tras una fugaz y superficial (e infructuosa) búsqueda por la web, no sabría decir dónde apareció (si es que apareció en alguna otra publicación, o quizás simplemente estuvo guardado en el cajón), sin embargo hay otras cosas más importantes que decir, por ejemplo que es una notable y clarísima manera de introducirnos tanto en la prosa como en el mundo literario de la escritora, sutil, elegante pero profunda la primera, como complejo y lleno de capas, miradas,  el segundo. La escritura de Maturana es sensual y reveladora, puede pegar mazazos de cruda y brutal verdad con un lenguaje preciso y casi sereno. Con trazos suaves pinta cuadros de desesperación, abandono, soledad, desamor, en fin..., si bien también crea vívidas sensaciones de piel, cercanía, sensualidad, pasión, amor verdadero. Todo esto gracias a que Maturana construye, con gran profundidad psicológica y moral, personajes a los que no juzga, pase lo que pase, pues se pone en los pies de los muchos hombres y muchas mujeres que ríen y lloran en estas páginas en las cuales las realidades aparentes esconden sombras y presencias subterráneas que, como en la vida real, pueden cambiarlo todo, para bien o para mal, de un plumazo: uno nunca sabe lo que pasa más allá de nuestras narices y sería iluso pensar, o creer, lo contrario. Retratos de personalidades solas, relaciones interpersonales, trabajos dentro y fuera de casa, malentendidos y confusiones, revelaciones y secretos, mundos interiores y exteriores, todo escrito maravillosamente por Maturana. Todos los cuentos, sin excepción, son un placer de lectura y provocan sensaciones marcadas.
Bueno, quizás El Querisque, el cuento inaugural, sea el único que no me convención tanto, pero básicamente por un cierre bastante cursi y buenista que pega raro luego de un inicio y desarrollo demoledores: una mujer pilla a su pareja durmiendo con otra mujer, ante lo cual su mundo se desmorona por dentro y por fuera y, en fin, si pueden de alguna manera, descúbranlo por sus respectivas cuentas qué es lo que sigue.
Resultaría banal reseñar cada cuento por separado, pero insisto en que el poder de evocación y observación y narración de Maturana encuentran en su escritura, en su literatura, un poderoso y bello vehículo, estilizado y reluciente vehículo, capaz de pasarte por arriba sin frenos si no te avivas.
Totalmente recomendada esta lectura, y yo definitivamente me compraría esta recopilación solo para poder leer de vuelta, cuando se me dé la gana, cuentos como Doble Antonia, Roce I-II-y-III, Piernabulario, Cita, Como en el teatro, Las dos vidas de Perrito, Del boceto, Caperucita Roja y los perros, En el fondo del patio, Las cosas como son...

Por último, en Crimen mostraba la página final en donde se anotan los préstamos anteriores, viendo que la novela de Irvine Welsh llevaba once años en la Sección y yo era el lector número 13 o algo así. Pues bien, resulta que soy el primer lector de (Des)encuentros (Des)esperados. ¿Significa algo? No, pero la tradición de ver la hoja de préstamos ya está instalada.

martes, 14 de mayo de 2024

Crimen, de Irvine Welsh

Desde el 2017 no escribíamos nada en este blog. 7 años. ¿Se puede creer?

Pues bien, como decíamos en Cine en tu cara, vamos a empezar a comentar libros, cómics, videojuegos, lo-que-sea, incluso música, por acá. Lo que caiga en nuestras manos.

A Irvine Welsh ya lo conocen. Es el autor de Trainspotting. Conocido por escribir historias sobre la clase media y más abajo, las clases obreras y trabajadoras, las clases olvidadas y desfavorecidas, historias delirantes pero a la vez profundamente realistas, historias oscuras y escondidas bajo la alfombra. Irvine Welsh exorciza esa mugre, esa suciedad. No tiene miedo, por qué, lo que existe no se puede ignorar por mucho tiempo porque siempre nos explota en la cara en el momento menos pensado, menos esperado, menos deseado. La locura y el caos no se caracterizan por ser oportunos.


Crimen es un tipo de secuela de Filth. En aquélla el protagonista de ésta, Ray Lennox, es un secundario. Acá, valga la redundancia, es el personaje principal y comenzamos imaginándolo en un avión a Miami junto a su prometida. Ray Lennox es policía, de la sección de delitos graves, especialista en crímenes sexuales. El relato transcurre en dos líneas mayoritariamente: el presente, con sus vacaciones en Miami yéndose al diablo debido a sus problemas personales y psicológicos (drogas, traumas) mezclado, cuál cóctel diabólico, con la sordidez y la oscuridad escondida bajo el glamoroso brillo de Miami, que parecen perseguirlo allá donde vaya y sobre lo cual no puede simplemente hacer la vista gorda; y el pasado, no tan lejano, de hecho de hace un par de meses, en su Edimburgo natal, cuando le toca resolver el secuestro, violación y asesinato de una pequeña niña, caso tan terrible y atroz que lo dejará sumido en un estado tan lamentable (por sonoros ecos de un pasado aún más remoto pero dolorosamente arraigado en su ser) que, precisamente por eso, una vez resuelto le dan licencia por salud y lo mandan a refrescarse un poco a los Estados Unidos.

Lo primero que podría decirse de Crimen es que es una novela negra, enmarcada en dos tipos de relato: el policial (en su Edimburgo natal) en su vertiente procedural, y el thriller criminal en Miami. El autor sale airoso de esta empresa, no tan sencilla como parece, la de crear relatos cuyos entresijos argumentales sean lo suficiente atractivos de seguir y enganchar mientras respeta las bases de la novela negra, todo bien sazonado con su particular estilo literario y capacidad de crear y dar profundidad humana y psicológica a personajes y escenarios que en su mayoría no son más que efectivos y solventes arquetipos (el policía atormentado, los malos perversos, los compañeros y jefes entre la hipocresía y la hermandad, las víctimas y su grácil vulnerabilidad). El mayor logro de Welsh en esta novela es la de crear un clima de miedo, de violencia soterrada, de terrible incomodidad, como una perpetua nube negra que amenaza con dejar caer  todo el mal que puede contener en sus entrañas. No estamos ante una novela particularmente violenta (si bien hay escenas grotescas y repugnantes, perturbadoras, que te dejan con mal cuerpo y hasta tiritón), más bien ante un ejemplar que se atreve a mirar al mal a la cara, a las múltiples caras del mal y del asco, porque no todos los héroes ni las víctimas son iguales de la misma forma en que no todos los malos, los hijos de puta, son iguales (motivaciones, orígenes, etc.). Welsh logra retratar y describir la complejidad del tema que trata, que, por si no se había notado, tiene que ver con los crímenes sexuales y cómo estos hechos afectan tanto a las víctimas como a los perpetradores a lo largo de sus vidas. El trauma no es algo que se deba mirar a huevo, ningún tipo de trauma se debe tomar a la ligera. En última instancia, Crimen destaca porque su armazón de rotunda novela negra es, como decíamos en un inicio, una forma del autor para exorcizar ese mal tan bien disfrazado en la normalidad: tan bien disfrazado en sus victimarios, que en la mayoría de los casos parecen personas comunes y corrientes, como en las víctimas, que viven escondiendo, por miedo y vergüenza, una verdad que los carcome y destruye por dentro; una forma de arrojar luz en esa oscuridad y como esa luz puede traer de vuelta la inocencia, la tranquilidad, algún tipo de justicia, algún atisbo de felicidad en un historial de abuso y (auto)desprecio. Welsh logra crear una resolución conmovedora, para nada fácil y complaciente, pues nadie ha dicho que los asuntos complejos tengan salidas sencillas, nadie ha dicho que enfrentarse a la verdad (la propia, la de los otros, la de este mundo tan loco y de esta sociedad tan enferma) sea un paseo por el parque. En lo personal, no pude evitar emocionarme y dejar caer un par de lágrimas. Crimen es una novela estremecedora en sus múltiples capas y niveles.

Lo único que le achacaría es que a veces la prosa de Welsh, de común bastante singular y propia, se pone muy normal, a falta de una palabra mejor. Como cuando de una película decimos que su puesta en escena es muy televisiva e impersonal, pero aplicado en este caso literario. La forma de describir las cosas, a veces innecesariamente (para mí) amanerada y trillada, no lo sé. Y ahora que lo pienso, si es que había una intención extra de levantar una especie de crítica social al modus vivendis estadounidense, ese país que parece vivir en una realidad alterna de autoindulgencia y autogenuflexión, la verdad es que tampoco es que se haya logrado por completo; si bien Irvine Welsh tiene un negro sentido del humor y una mirada/pluma aguda y mordaz, lo considero más un humanista (perdón si exagero) que busca retratar, sin medias tintas, la dureza del medio en que vive el ser humano, los buenos y los malos, y para el cual no es chiste la superficialidad de la sociedad occidental, sino un tumor maligno que se extiende dolorosamente...

Por lo demás, qué se puede agregar, Crimen es una novela que debe ser leída, ya sea por formar parte de la obra de Irvine Welsh, uno de esos autores que uno debe visitar si le interesa esto de la literatura, como por sus propios méritos narrativos y artísticos.

Para terminar, y como curiosidad, el ejemplar que tiene la Biblioteca Nacional está más o menos a mal traer. Me fui a la parte de atrás del libro y me fijé que lleva más de diez años siendo prestado: la primera vez que alguien lo pidió fue para devolverlo el 11 de septiembre (¡!) del 2013; desde entonces, 14 personas lo han pedido, y ahora yo, dando un total de 16 personas que, gracias a la sección de préstamo a domicilio de la Biblioteca Nacional, han podido leer Crimen, de Irvine Welsh. Gracias.

Por volver