"LAS GRANDES PASIONES SON ENFERMEDADES INCURABLES"
-Goethe

lunes, 3 de marzo de 2025

El péndulo de Foucault, de Umberto Eco

 

Bibliometro #88. Hace tanto tiempo que quería leer esta novela, de hecho era una de mis resoluciones de año nuevo: "Lee El péndulo de Foucault, de Umberto Eco, maldita sea, antes de que sea demasiado tarde y el arrepentimiento te carcoma y oxide esas entrañas tuyas ya retorcidas por años de rencor y amargura". Como todos saben, es una novela que Umberto Eco escribió basándose y como homenaje a la vida y obra de su colega filósofo Michel Foucault, lo cual, como deben saber, y perdonen si les dio un mini ataque al corazón o un indicio de aneurisma, es una absoluta mentira porque el Foucault del título es Léon Foucault y el péndulo es una invención suya cuyo movimiento tiene que ver con la rotación de nuestro perforado planeta Tierra, pero nada de eso tiene mucho que ver tampoco con esta inteligente, desquiciada, lúcida y alucinante novela.


Uff... Ok, entonces El péndulo de Foucault es una novela de ochocientas páginas, 800, todo un viaje, toda una odisea, toda una experiencia. Estuve seis días leyendo esta novela y creo que habré soñado unas cinco o seis veces, que recuerde, con sus personajes, sus especulaciones, sus diálogos, sus confabulaciones y tramas, sus símbolos y sus secretos. Suele pasarme cuando me involucro mucho con ciertas historias o si dichas historias me dejan una marca. Imaginen, estoy leyendo El péndulo de Foucault durante el día, luego en la noche, y luego ya cuando me duermo, en el mundo onírico me encuentro leyendo la misma novela, aunque no es exactamente la misma, son otras páginas, páginas escritas en un universo paralelo que mi yo inconsciente y durmiente le ha robado a algún otro Umberto Eco paralelo perdido en los pliegues del cosmos, y luego despierto, vuelvo a sumergirme en las páginas con algo de confusión y perplejidad porque algunas cosas que recordaba del sueño no se corresponden con el libro real entre mis manos. Obviamente la perplejidad pasa y puedo retomar la lectura con cabal plenitud de mis facultades, sólo para que el ciclo se repita porque estamos ante una novela generosa, feliz, festiva, un verdadero regalo a los lectores. Me gusta sentirme así.
Y me ha gustado, me ha encantado y me ha fascinado El péndulo de Foucault, novela narrada en 120 capítulos divididos en 10 sefirot. No es una experiencia fácil, desde luego. Es deliberada y conscientemente críptica, enrevesada, cargada de información inútil y descabellada y contradictoria que es también sumamente interesante per sé, por lo que recomendaría no dejarse abrumar (sobre todo en su primer sefirot), pero es también una divertidísima y mordaz sátira sobre el mundo de las conspiraciones, una visión rebosante de mala leche y punzante ironía hacia el mundillo de las sociedades secretas, las pseudociencias y los supuestos conocimientos ocultistas (¿u oscurantistas?), una negrísima y entretenida comedia negra sobre el extraño magnetismo de los sombríos y polvorientos rincones de la industria del conocimiento y de la autorrealización. Por otra parte es también una obra en la que Eco defiende y celebra el genuino y auténtico deseo de conocimiento, de curiosidad, de aprender y explorar y empaparse de arte y cultura por el mero gusto de disfrutar y gozar de cualquier expresión u obra artística; el genuino placer de narrar y crear y fabular, tristemente enlodado por las industrias culturales con sus rockstars intelectuales, las industrias religiosas o espirituales y los falsos gurús, lo cual nos lleva, de paso, a otro aspecto de esta novela que es ser una especie de estudio o análisis socio-cultural, feroz y rabioso, pero presentado en formato novela. La verdad es que El péndulo de Foucault es increíblemente sencilla por un lado (no te cuesta dejarte llevar por sus, ejem, corrientes sublunares y subterráneas) a la vez que es exquisita y deliciosamente compleja en su entramado argumental, sus estilos narrativos, en sus redes y recovecos simbólicos, en sus múltiples capas de significados y retratos e interpretaciones intelectuales, teóricas, filosóficas, psicológicas e históricas. Eco toma la Historia, la presenta en sus hechos, pero también juega con ella y la retuerce a gusto, le da formas tan verosímiles como inverosímiles resultan las conexiones establecidas entre tal o cual cosa. Es lo lindo y lo peligroso de narrar.
En términos concretos y simples, podemos reducir la premisa de esta novela a la siguiente frase: tres colegas de una editorial se meten en un berenjenal cuando inventan o descubren una conspiración mundial y centenaria que involucra a los templarios, los masones, las monarquías, las guerras, descubrimientos tecnológicos y geográficos, etc. Es todo sobre la gran conspiración, en cuyas ramificaciones te ves atrapado irremediablemente, lo que es lo mismo que decir que todo en esta novela trata sobre las historias, las manifestaciones culturales, las tradiciones, las mezclas, los conocimientos, etc... El narrador es el más joven de los tres colegas y nos cuenta, meticulosamente, todo el rollo en el que se ve envuelto, tanto los hechos mismos como, digamos, la mística o el espíritu de esos hechos, es decir cómo demonios comenzó a gestarse en él y en los otros esa manera de pensar, de percibir las cosas, que a fin de cuentas será la manera de pensar que lo condenará a verse encadenado a tan fatal e infortunado curso de acontecimientos.
Y, honestamente, no sé muy bien qué más decir. Es una novela de 800 páginas, es una novela densa y exigente a su desprejuiciado modo. Pero también es sencilla, entretenida y sobre todo un canto al entusiasmo, porque su misma trama te invita a zambullirte en otros conocimientos y datos de la vida real. Mientras leía con frecuencia me ponía a buscar esto o lo otro, a mirar mapas, a buscar conceptos, personajes históricos, a descubrir muuuuuchas cosas que no conoces, policías secretas, recuentos fidedignos de sociedades secretas, tratados ocultistas, clubes de asesinos... Eco nos cuenta una historia de locos, pero también nos muestra y demuestra que la misma realidad, que la misma Historia, ¡es una cosa mutante de locos! Cómo no van a surgir locos de este pantano de esquizofrenias y alucinaciones. Con todo, vale la pena mencionar que también es una novela muy aterrizada en sus cosas: una novela sobre la amistad, sobre el amor, sobre el trabajo, sobre los paisajes y la naturaleza, sobre los recuerdos y las memorias sentimentales, sobre las manifestaciones políticas y el paso/cambio de los tiempos, el entusiasmo y la nostalgia... Una novela muy humana, a fin de cuentas, razón por la cual todo su entramado conspirativo resulta tan potente: teniendo la paz y la belleza tan a mano, ¿por qué perderse en una pegajosa maraña de intrigas y absurdos secretos de salón?

Como sea, no puedo sino recomendarles esta novela, una novela obligatoria e imprescindible. E inolvidable. Una verdadera y magistral genialidad. Ofrece mucho más de lo que se puedan imaginar. Estoy seguro que me dejo muchas cosas en el tintero, que varias otras cosas pude expresarlas de manera más clara y precisa, pero ya no hay nada que hacer, espero que al menos se sientan interesados y atraídos hacia esta magnífica y sensacional novela. Definitivamente espero poder comprar un ejemplar más adelante y así tener esta obra en mi biblioteca personal para disfrutarla cuando se me dé la puta gana. Recemos e invoquemos a los espíritus adecuados para que así sea.


En esta ficha vemos que solamente hay dos préstamos pero es una ficha nueva, puedo asegurarlo porque en la página siguiente está marcada la tinta de los timbres de la ficha anterior, y les puedo decir que era una ficha bastante llena, aunque como ya no está, es imposible decir cuántos préstamos exactos eran y cuánto tiempo abarcaban. Sin embargo, este libro ha sido leído por más de dos personas, eso seguro.

domingo, 2 de marzo de 2025

Colorado Kid, de Stephen King


Biblioteca de Santiago nº5. Volvemos a las lecturas King y vaya cantidad de libros del escritor de Maine que hay en los estantes de la BDS, tal parece que el adentrarnos en la obra del maestro del terror es un sendero que aún no ha terminado después de todo. Colorado Kid es la primera de las tres novelas que King publicó en la editorial Hard Crime Case, especializada en reeditar historias clásicas o ignotas de las letras negras estadounidenses, ese viejo y querido pulp de toda la vida, así como en publicar obras de autores contemporáneos que se ajusten a dicho espíritu. Las otras dos, Joyland y Después, no nos impresionaron mucho la verdad, ni como novelas ni como "historias de misterio", pero a Colorado Kid le tenía algo más de fe.


Tampoco es que Colorado Kid sea la gran cosa, pero es mejor que Joyland y Después, si bien la comparación no es precisamente exigente ni digna de orgullo. Colorado Kid es una interesante y solvente novelita, modesta y acotada en su premisa y planteamiento, que destaca por mantener el misterio y su seductor halo a lo largo de todo el relato (150 páginas). La novela se ambienta en una de esas encantadoras islas de Maine y el pueblito del continente que tiene más cerca, en donde dos bonachones ancianos se encargan del periódico local, acompañados de momento por una empeñosa y animosa estudiante de periodismo haciendo su práctica. Un buen día, invitados por un periodista de Boston a un almuerzo en uno de esos restaurantes de temporada alta con el fin de entrevistarlos sobre los misterios no resueltos de la zona, la muchacha, que ya conoce a los viejos y sus respectivas mañas, les pregunta si es que acaso no se guardaron un misterio para sí mismos, contándole al periodista de Boston solamente los más anodinos y conocidos misterios locales de siempre. Los ancianos, entonces, animados por el esprit de corps, habida cuenta de que la muchacha ya es una colega más que se ha ganado su lugar entre ellos, se animan a contarles un misterio que los ha venido acosando durante el último cuarto de siglo, un auténtico misterio sin resolver, y que se inicia cuando una mañana en temporada baja de 1980 un par de adolescentes encontraron el cuerpo de un forastero en una playa de la isla. De ahí en adelante, el caso se complica de maneras impensables y que escapan a la lógica.
La novela, entonces, consiste en este largo racconto en el cual los ancianos le cuentan, a lo largo de la tarde luego del almuerzo, los pormenores del caso y todos los intentos humanamente posibles para encontrar la respuesta a cómo demonios acabó un hombre de Colorado (de ahí el título, dah!) muerto tirado en una playa de la más alejada isla de Maine, además de a todas las incógnitas que surgen a medida que se acumulan las pistas (o despistes). Y esa es la gracia de esta novela, que juega a su modo con esas expectativas, porque nos están contando un caso jamás resuelto y que, obviamente, no se va a resolver ahora, y sin embargo ahí está la fascinación, la seducción de una historia que parece pedir, rogar, suplicar, que la resuelvan, que la aclaren. Entre medio del racconto, por supuesto, están los diálogos y reflexiones y conjeturas entre la muchacha y los ancianos, que no sólo disfrutan el estar contando nuevamente esta historia, también lo hacen al observar el detectivesco interés de la muchacha, empeñada en resolver el misterio, aunque a estas alturas ya sea imposible.
Con una prosa sencilla, descriptiva, casi behaviorista, sin adentrarse mucho en los oscuros entresijos de la psiquis humana (aunque se intuya que algo muuuuy raro y puede que tenebroso hay en este caso) y sin tampoco comerse mucho el coco en lo que respecta a crear una atmósfera malsana o incómoda (a fin de cuentas el racconto es casi como un relato de halloween contado entre amigos alrededor de una fogata, tiene más ese aire festivo y ligerito), Colorado Kid sí funciona como lo que es sin aspirar a más: un enganchador relato de misterio. Todo recurso gira en torno a mantener vivo el misterio, mantenerlo incitante, por lo que no es realmente necesario tanta complejidad ni profundidad en los personajes o en los otros aspectos mencionados (aunque claro, se echa de menos al King rabiosamente macabro). Y el misterio tiene su encanto, tiene ese halo seductor, tiene su verdadero e impenetrable enigma que te mantiene atento de inicio a fin, sediento de curiosidad. Por lo que es una recomendable lectura para una tarde tranquila o una noche de insomnio.

sábado, 1 de marzo de 2025

Lanzarote, de Michel Houellebecq

 


Biblioteca de Santiago nº4. La verdad no pensé que Lanzarote iba a estar también en los estantes de la Biblioteca de Santiago pero tal parece que es una biblioteca muuuuuucho más completa de lo que pensaba, así que, como solemos decir, aprovechamos y ahora sí tenemos claro que todo indica que podremos ir leyendo la obra de Houellebecq de manera cronológica, aceptando, eso sí, que comenzamos con Serotonina, pero no todo puede ser perfecto, ¿cierto?


Lanzarote es un relato de poco más de cien páginas, 109 si no me equivoco, una historia compacta (je, je), precisa y concisa, en donde Houellebecq despliega sus talentos habituales aunque con cierto cambio de registro, un tono algo más ligero y puede que entusiasta, algo optimista incluso, lo cual es un sorprendente soplo de aire fresco. ¿De qué trata la cosa?
Pues bien, un francés apocado y solitario, cínico y desencantado, como cabría esperar de un personaje de Houellebecq, decide tomarse unas vacaciones y viajar a algún destino turístico, aunque para variar un poco las cosas y no asistir a los mismos lugares de siempre, se decanta por Lanzarote, una isla castigada por gran cantidad de accidentes y catástrofes geográficas pero que, en el 1999/2000 que se sitúa el relato, es un lugar vacacional medianamente visitado, es decir un lugar tranquilo y más o menos libre de tanto pretencioso turista imbécil. Lo interesante y atractivo de Lanzarote, el libro, es que a su modo funciona como una crónica e incluso guía turística más que como una de esas complejas, mordaces y agudas reflexiones socio-políticas de Houellebecq (de lo que hay, naturalmente, pero no tan cargado), desde luego que todo aderezado con el ácido y corrosivo sentido del humor marca de la casa, obviamente no una crónica tipo Disney para toda la familia, en tanto el protagonista, entre que se deja llevar por las salidas incluidas en el pack turístico que le compró a la agencia de viaje y sus propios impulsos de viajero que quiere conocer cada rincón de esa isla inhóspita, también se dedica a conocer y entablar amistades con otros turistas, como por ejemplo un policía belga deprimido que odia Bélgica y se lanza con fuertes diatribas contra su país, o una pareja de curvilíneas alemanas cuyo estilo de vida es más festivo, optimista, carpe diem y eso. Siendo el motor narrativo de Lanzarote el relato de esta cotidianidad, con sus altos y bajos, sus sorpresas e inquietudes, Houellebecq aprovecha los acontecimientos y su certera y aguda construcción de personajes para elaborar, con sutileza argumental, un retrato de esa Europa que tan desencantado y agrio lo tiene siempre y, también, el estado de cosas de la moderna civilización occidental. Nada sorprendente viniendo de él, pero desarrollado con este registro diferente y refrescante. Hay retazos de las ideas apuntadas en Las partículas elementales, de hecho en la trama de Lanzarote se habla de biología molecular y todo eso, pero como digo, en esta ocasión el foco está en mostrar y sugerir: el paisaje, el comportamiento de los turistas, de los que se infiere la visión del protagonista.
Debo agregar que el tono general de Lanzarote, como ya adelanté, es sorprendentemente ligero y cómico, de hecho es una novela bien graciosa y animosa, al menos esa es la impresión que me dio. Claro, Houellebecq a través de su prosa y sus observaciones sigue destilando ese ácido sentido del humor, pero no puede compararse con el absoluto desencanto y pesimismo de las novelas que le anteceden, con esa gelidez existencial, con esa científica indiferencia, con ese nihilismo en el cual hasta lo más bello perece en una negrura insondable. En Lanzarote parece que Houellebecq y el protagonista, de hecho, están disfrutando plenamente de lo que la isla les ofrece, a pesar de la decadencia europea u occidental que no los alcanza del todo en ese lugar tan apartado (acaso a través de ese belga deprimido), sobre todo cuando están en escena esas deliciosas alemanas tan desenvueltas.
Al principio hay un par de páginas en donde el narrador se embolina con reflexiones demasiado enredadas para el propósito del libro (aunque dice unas cosas bien interesantes, como es usual, sólo que ese estilo algo más sesudo no encaja con el estilo "crónica vacacional"), por ejemplo algunas cosas sobre estrategias para aprender español o un mini ensayo sobre la moral de los turistas según su nacionalidad (de los ingleses dice que a estos no les interesa nada, que sólo turistean en donde haya otros ingleses, y me dio risa porque leyendo algunas novelas sobre ingleses turisteando en otros países tal parece que eso es exactamente lo que hacen: lo mismo que en Inglaterra, sólo que en otro país más soleado), pero no tarda en recuperar el ritmo y genuinamente entretenernos con las peripecias vacacionales de este francés soltero y algo misántropo que, sin embargo, lo pasa genial. No les voy a contar lo que hace con esas alemanas, además de un par de escabrosas sorpresas de índole moral que lo devuelven a la realidad, sobre todo terminado el tiempo de vacaciones en la isla...
Si leen Lanzarote, pienso que se sentirán gratamente sorprendidos.