Biblioteca de Santiago nº4. La verdad no pensé que Lanzarote iba a estar también en los estantes de la Biblioteca de Santiago pero tal parece que es una biblioteca muuuuuucho más completa de lo que pensaba, así que, como solemos decir, aprovechamos y ahora sí tenemos claro que todo indica que podremos ir leyendo la obra de Houellebecq de manera cronológica, aceptando, eso sí, que comenzamos con Serotonina, pero no todo puede ser perfecto, ¿cierto?
Lanzarote es un relato de poco más de cien páginas, 109 si no me equivoco, una historia compacta (je, je), precisa y concisa, en donde Houellebecq despliega sus talentos habituales aunque con cierto cambio de registro, un tono algo más ligero y puede que entusiasta, algo optimista incluso, lo cual es un sorprendente soplo de aire fresco. ¿De qué trata la cosa?
Pues bien, un francés apocado y solitario, cínico y desencantado, como cabría esperar de un personaje de Houellebecq, decide tomarse unas vacaciones y viajar a algún destino turístico, aunque para variar un poco las cosas y no asistir a los mismos lugares de siempre, se decanta por Lanzarote, una isla castigada por gran cantidad de accidentes y catástrofes geográficas pero que, en el 1999/2000 que se sitúa el relato, es un lugar vacacional medianamente visitado, es decir un lugar tranquilo y más o menos libre de tanto pretencioso turista imbécil. Lo interesante y atractivo de Lanzarote, el libro, es que a su modo funciona como una crónica e incluso guía turística más que como una de esas complejas, mordaces y agudas reflexiones socio-políticas de Houellebecq (de lo que hay, naturalmente, pero no tan cargado), desde luego que todo aderezado con el ácido y corrosivo sentido del humor marca de la casa, obviamente no una crónica tipo Disney para toda la familia, en tanto el protagonista, entre que se deja llevar por las salidas incluidas en el pack turístico que le compró a la agencia de viaje y sus propios impulsos de viajero que quiere conocer cada rincón de esa isla inhóspita, también se dedica a conocer y entablar amistades con otros turistas, como por ejemplo un policía belga deprimido que odia Bélgica y se lanza con fuertes diatribas contra su país, o una pareja de curvilíneas alemanas cuyo estilo de vida es más festivo, optimista, carpe diem y eso. Siendo el motor narrativo de Lanzarote el relato de esta cotidianidad, con sus altos y bajos, sus sorpresas e inquietudes, Houellebecq aprovecha los acontecimientos y su certera y aguda construcción de personajes para elaborar, con sutileza argumental, un retrato de esa Europa que tan desencantado y agrio lo tiene siempre y, también, el estado de cosas de la moderna civilización occidental. Nada sorprendente viniendo de él, pero desarrollado con este registro diferente y refrescante. Hay retazos de las ideas apuntadas en Las partículas elementales, de hecho en la trama de Lanzarote se habla de biología molecular y todo eso, pero como digo, en esta ocasión el foco está en mostrar y sugerir: el paisaje, el comportamiento de los turistas, de los que se infiere la visión del protagonista.
Debo agregar que el tono general de Lanzarote, como ya adelanté, es sorprendentemente ligero y cómico, de hecho es una novela bien graciosa y animosa, al menos esa es la impresión que me dio. Claro, Houellebecq a través de su prosa y sus observaciones sigue destilando ese ácido sentido del humor, pero no puede compararse con el absoluto desencanto y pesimismo de las novelas que le anteceden, con esa gelidez existencial, con esa científica indiferencia, con ese nihilismo en el cual hasta lo más bello perece en una negrura insondable. En Lanzarote parece que Houellebecq y el protagonista, de hecho, están disfrutando plenamente de lo que la isla les ofrece, a pesar de la decadencia europea u occidental que no los alcanza del todo en ese lugar tan apartado (acaso a través de ese belga deprimido), sobre todo cuando están en escena esas deliciosas alemanas tan desenvueltas.
Al principio hay un par de páginas en donde el narrador se embolina con reflexiones demasiado enredadas para el propósito del libro (aunque dice unas cosas bien interesantes, como es usual, sólo que ese estilo algo más sesudo no encaja con el estilo "crónica vacacional"), por ejemplo algunas cosas sobre estrategias para aprender español o un mini ensayo sobre la moral de los turistas según su nacionalidad (de los ingleses dice que a estos no les interesa nada, que sólo turistean en donde haya otros ingleses, y me dio risa porque leyendo algunas novelas sobre ingleses turisteando en otros países tal parece que eso es exactamente lo que hacen: lo mismo que en Inglaterra, sólo que en otro país más soleado), pero no tarda en recuperar el ritmo y genuinamente entretenernos con las peripecias vacacionales de este francés soltero y algo misántropo que, sin embargo, lo pasa genial. No les voy a contar lo que hace con esas alemanas, además de un par de escabrosas sorpresas de índole moral que lo devuelven a la realidad, sobre todo terminado el tiempo de vacaciones en la isla...
Si leen Lanzarote, pienso que se sentirán gratamente sorprendidos.
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