Biblioteca de Santiago nº6. Quizás lo haya dicho alguna vez en Cine en tu cara pero nunca está demás decirlo otra vez: Carlos Trillo es uno de mis historietistas favoritos, puede que mi preferido, un guionista dotado con una creatividad y una sensibilidad sin parangón, una pasión activa incansablemente durante décadas de carrera, a lo largo de la cual trabajó con increíbles y legendarios dibujantes, que sólo se detuvo cuando Trillo murió, un verdadero genio cuya obra, en su momento, me inspiró sobremanera (en los tiempos en que sentía pasión e inspiración). Si bien puede que la obra que más me guste sea Cosecha verde y El Iguana (que podríamos considerarlas como una sola), Custer, el volumen que tenemos hoy entre manos, sin duda comparte el podio ahí bien alto. No sé cuántas veces he leído Custer, o solamente contemplado sus páginas; ahora, por vez primera, lo tenemos en físico. No saben lo contento que me sentía mientras volvía a casa desde la BDS, y no es para menos, como dije, para mí Carlos Trillo es un autor fundamental. Esperemos que nadie se escandalice con la portada de este cómic esta vez, dios santo...
Primero que todo, vaya por delante todo el aprecio y reconocimiento del mundo al arte gráfico de Jordi Bernet, otro gran artista y talento que, como ven, acá nos deleita con unas imágenes preciosas, bellísimas, expresionistas y sensuales, de un lirismo y romanticismo arrebatadores pero también cargados con una suerte de furtiva y lacerante melancolía, creando una atmósfera agridulce, de amores y sueños perdidos, de desaliento y alienación, sin perder ese delicioso y cautivante toque noir, de cine europeo, de película de Douglas Sirk ("The Tarnished Angels"), de cine de ciencia ficción existencial... Tan sólo admiren la ciudad que dibuja, esos cuerpos, esos rostros, esa cantidad de detalles... Una verdadera maravilla.
En cuanto a la historia, Custer nos cuenta la vida de una mujer llamada Custer, una vida que es seguida de cerca por una cámara invisible que lo graba todo y que luego lo emite todos los jueves en la noche, todas las aventuras que esta mujer sin intimidad tiene, ya sean sus aventuras románticas y sexuales, sus líos con policías y criminales, sus paseos a lo largo y ancho de una ciudad como distópica, en ese futuro desgarrado, quebrado, desilusionado, una ciudad tan sola y alienada como sus habitantes, que circulan por entre sus entrañas buscando un sentido a sus existencias... Aunque no lo harán, y en una ciudad perdida, abandonada al pesimismo y al materialismo más salvaje, no es sorprendente que Custer se encuentre con toda clase de desagradables y grotescas sorpresas, como bandas que mutilan a sus musas en vivo o espacios diseñados específicamente para suicidas.
Lo que me encanta de Custer, y que demuestra tanto el talento como la incendiaria pasión artística y profundo entendimiento de la narración, es que es una historia, en esencia, de género, un cruce entre ciencia ficción y cine negro, pero todo construido con una energía bien punki y una visión filosófica y existencial innegables, como si pudiera ser una película de Godard o incluso de Alex Cox, sólo que escrito por un guionista argentino a mediados de los ochenta, un innovador que, pienso yo, no ha recibido el reconocimiento crítico que merece, eclipsado por nombres más pesados y rimbombantes, aunque basta un vistazo a su obra como guionista para comprobar la maestría creativa y narrativa de Trillo, un genio tan adelantado a su tiempo como perfecto heredero de maestros pasados, un genio que los animo a descubrir, su vasta obra está ahí afuera, disponible, en compañía de los Breccia (padre e hijo), de Mandrafina, Altuna, Saborido, Giménez, entre otros grandes dibujantes que de seguro estoy olvidando momentáneamente. Hay un mundo creativo allá afuera, hay que interesarse y lanzarse, ¡vamos!
Como sea, me encanta Custer, adoro Custer, Custer es de esa clase de obras que te abre la mente y en cierta forma cambia la forma en que entiendes las cosas, al menos para mí lo fue. He leído otro par de veces este cómic antes de devolverlo a la BDS, sus páginas no pierden ni un ápice de su magnetismo y fascinación. Para mí, obra maestra.
Descúbranla, recupérenla, disfrútenla. Espero poder comprar un ejemplar para mi biblioteca personal.
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