"LAS GRANDES PASIONES SON ENFERMEDADES INCURABLES"
-Goethe

lunes, 29 de septiembre de 2025

El libro de las ilusiones, de Paul Auster

 

Biblioteca de Santiago nº34. Llegamos ya a los años 2000 de la obra narrativa de Paul Auster, luego de Tombuctú, pero sobre todo, luego de sus años cinematográficos de mediados de los noventa/principio de milenio, años que, sin duda alguna, dejaron una honda y gran impresión en este autor que, con El libro de las ilusiones, nuevamente, nos entrega otra magistral y magnífica novela embellecida con la inconmensurable magia del cine.


Paul Auster es el gran mago de las pequeñas grandes historias, y también de las rotundamente grandes, y en El libro de las ilusiones, gracias a las posibilidades que entrega el cine como arte y como narración, es más transparente al expresar y transmitir aquel mantra que emana del gran pilar fundamental de su obra: toda historia es maravillosa e increíble en su modesta e íntima manera, la vida misma es una ficción si se sabe mirar y escuchar adecuadamente, con la mente abierta, libre y dispuesta, a dejarse sorprender por los giros que las existencias grises y monótonas invariablemente tienen aunque no haya nadie para registrar, para recordar, al menos no en el presente, pero quizás sí en el futuro: cada individuo, cada persona, cada ser humano y cada vida es como una botella con un mensaje en su interior, perdida en altamar, hundiéndose y resurgiendo en las mareas del tiempo, esperando a ser encontrada y conocida, consagrada y sublimada. Del mismo modo, toda ficción es también real en tanto es una historia, como toda historia, con sentimientos, pensamientos, con una vida en sí misma, una vida propia e inherente cuyo adn también forma parte de aquella realidad que va más allá, y más acá, de la frontera de su formato intrínseco.
El libro de las ilusiones nos cuenta la historia de David Zimmer, un académico literario ahogado en el luto y la tristeza, que se embarca, o mejor dicho que se ve succionado, hipnotizado, por una aventura extraordinaria que tiene tanto de imaginación como de viaje y odisea. Todo parte (es un decir) cuando, para escapar de su devastadora depresión, se dedica a estudiar la obra cinematográfica de un tal Hector Mann, uno de esos actores/realizadores de la época muda que, a la sombra de los grandes como Chaplin Keaton Lloyd, de todas formas construyó y legó una filmografía innovadora a su modo, en un estante secundario de la historia del séptimo arte (junto a otros nombres como los que se pueden ver en una de las fotitos de arriba, lista a la que sumo el nombre de Max Linder, búsquenlo). Además de la calidad de su escueta pero elocuente obra, Mann es recordado (por unos pocos) por su repentina y nunca aclarada ni resuelta desaparición, como evaporado en el aire, sin que nunca se haya vuelta a saber nada de él... ¿nunca más?
Así, El libro de las ilusiones es Auster puro: es adentrarse, dejarse caer, en los hermosos abismos de la vida misma y del arte, de las artes, del conocimiento, que en la persona (o la sombra), en la presencia (o ausencia) del cómico Mann encarna esa unión sublime entre el hombre de carne y hueso, como tú y como yo, y el ícono, el símbolo, la estrella y la obra en sí misma: es como dije antes, la vida como arte y como relato, el arte y las historias imbricadas en la vida misma. La lectura de esta novela, de casi 350 páginas, es absolutamente fascinante e hipnótica, se la leerán de un tirón, como por encantamiento, perdidos, pero con la brújula dramática maestra del autor, en la vida y obra de Hector Mann y también en la de su protagonista y la de los demás personajes, porque todos tienen vidas de alguna u otra manera dramáticas, épicas, emocionantes. La novela no deja de invitarte a querer saber más y más, a navegar y bucear más y más adentro y a fondo, es imposible saciarse con todo lo que tiene para ofrecer: las películas de Mann (la descripción precisa y evocadora, sugestiva, de una de sus películas avant-garde te deja babeando: un genio de la proyección fílmica mental), la historia de su desaparición, la fascinación de su espectro, el vital entusiasmo de Zimmer, el arte y el conocimiento como tablas de salvación, en fin... Y para qué hablar de los temas habituales de Auster, que siempre encuentra el modo refrescante y renovado para desarrollarlos: la búsqueda de la identidad, la lucha encarnizada contra el destino, la pelea contra las rígidas estructuras sociales, esa especie de feroz anarquismo intelectual de todos los personajes de Auster, de su arquetipo de héroe o anti-héroe: el que quiere forjar su vida y su muerte aún a costa de su propia integridad física y mental con tal de rasgar los chapuceros telones de la gran farsa "americana".
Qué más se puede decir: El libro de las ilusiones es otra maravillosa y fabulosa novela de un autor dotado de una sensibilidad artística tan diáfana y frontalmente honesta, genuina, como compleja e intrincada y seductora, incitante, un genial prestidigitador de la literatura y la narración, un gran fabulador y contador de historias, dueño de una creatividad sin límites aparentes precisamente porque dicha creatividad copula febril y tórridamente con todas las manifestaciones artísticas y culturales posibles. Vida y arte, arte y vida.

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