"LAS GRANDES PASIONES SON ENFERMEDADES INCURABLES"
-Goethe

domingo, 15 de junio de 2025

Mr. Vértigo, de Paul Auster

 

Biblioteca de Santiago nº29. Después de Leviatán viene Mr. Vértigo, libro disponible en la BDS, por lo que felizmente podemos seguir leyendo la obra narrativa de Paul Auster lo más cronológicamente posible. Me gustan más los libros editados por Anagrama que los otros de Booket, ¿no les parece que sus portadas son mucho mejores? Y bueno, aparte de las portadas, también está el interior, el papel, las letras o fuentes, etc. No quiero pecar de pedante o de ampuloso, perdónenme por favor, pero diría que hasta casi da más gusto leer los libros de Auster cuando son editados por Anagrama. Insisto, perdónenme la impostura y la presunción, lo sé, lo sé, soy consciente.


Mr. Vértigo es una novela en la que Paul Auster se desafía a contarnos una historia diferente de sus novelas anteriores (aunque ninguna de dichas novelas sea una repetición de la otra, claro), al menos en lo referente a tiempo y lugar, incluso en estilo. Ok, es una novela narrada en primera persona por su protagonista, que nos escribe su historia en un cuaderno común y corriente con la amplia perspectiva y madurez del tiempo pasado de su lado, pero ojo, es una novela en la que Auster experimenta con otro tipo de narrativa, imagino que más cercana a la de autores del siglo XIX y principios del siglo XX, quizás Twain (no podría decirlo, no lo he leído, pero como posibilidad...), quizás London. Es la historia de un muchacho, una historia que transcurre mayoritariamente en la década de los veinte y de los treinta, años de esplendor y pobreza en Estados Unidos, un muchacho, decíamos, huérfano que malvive y sobrevive con lo justo, pero que es "adoptado" por un extraño señor que le promete volar y, con dicha habilidad dominada, una vida de abundancia y éxito sin parangón. Funciona como novela histórica, recreando con detalle cómo era la vida en aquellos tiempos tan rudos y duros en ciudades y paisajes espectrales, lunares, desérticos, en pueblos pobres y polvorientos en donde impera la ignominia, la ignorancia, la violencia, la podredumbre, la corrupción, la soledad, la locura: granjas moribundas, carreteras decrépitas, personas consumidas por los vicios propios y ajenos, embrutecidos y envilecidos, chupados hasta los huesos por la miseria, y este muchacho, que en su camino para aprender a volar y triunfar es testigo de todo ello, observando cada vez más de arriba cuán bestial puede ser la vida en las entrañas, en las planicies de Estados Unidos. Es a su modo una novela "road movie", una novela errabunda y vagabunda, de freaks y espectáculos grotescos, una novela de gángsters, una novela de tiempos cuasi pretéritos en donde era posible lo imposible, como por ejemplo volar y conquistar las mentes hambrientas con hazañas milagrosas y maravillosas antes de que cierto paradigma social y/o mental se asentara en el común de la población, que nunca más volvería a ser tan impresionable como entonces. Una novela en la que Auster visita y crea personajes distintos de sus habituales intelectuales o escritores y de sus ambientes neoyorquinos; acá tendremos negros deformes, indias obesas, paletos estúpidos pero peligrosos, toda una flora y fauna marginal, marginada, de los extrarradios, lejos del orgulloso esplendor de las grandes ciudades del este. Eso sí, sigue siendo una búsqueda de la libertad e identidad personal, individual, una especie de individuo vs. la sociedad, individuo vs. la naturaleza, individuo vs. el destino, individuo vs. el hombre, vs. sí mismo.
Como pequeño reproche, debo decir que ya en su tramo final, digamos su último quinto (por decir una fracción), el relato como que se apresura y despacha casi con desgana todos los años, los años de madurez, que ocurren entre "lo más interesante" y el momento en que el protagonista se halla escribiendo, recordando, esta historia. Sin embargo no es nada grave, en el fondo se entiende que así sea, es también una novela de formación y deformación, el auge y caída que te marca para el resto de la vida: lo esencial de la novela es la lodosa aventura del aprender a volar y de viajar a lo ancho de Estados Unidos conociendo su cara más abyecta, además de la dura y cruda aventura de aprender a arrastrarse, a levantarse y a caminar por los empedrados y áridos caminos de la vida cuando los sueños, que sueños son, se esfuman en el aire y dejan de levantarte del suelo, de mecerte entre las nubes; además de inicio a fin la narración es fluida, por supuesto, las tramas son interesantes y entretenidas y narradas con pulso firme, los personajes son atractivos en su variedad y diversidad, y para qué estamos con cosas, se nota el placer por la narración y la escritura de Auster, se nota que disfruta el contarnos esta historia, de adentrarse en ese tiempo, en esa era, en esa época, en ese mundo que se fue; se nota su calidez y entusiasmo creativos que hacen que sea todo un gusto leerlo. Por lo demás, la prosa también varía, amén de la educación o crianza del protagonista, cuya estilo es algo más grosero, arrabalero, frontal e incluso soez, más en consonancia con esa voz de chico insolente y sencillo, directo para hablar y expresar lo que se le cruza por la mente sin importar si recibirá un coscorrón por respuesta, total, otro más no lo va a matar.
Por lo demás, debo agregar algo importante: las tramas e historias de Auster son tan amplias en un sentido temporal que, a pesar de leerme sus libros de un placentero tirón, siempre siento que llevo días leyendo la novela, que he estado entre sus páginas mucho más tiempo del que realmente he ocupado, y esto lo digo en el buen sentido, no en el sentido de cansino o aletargado o agotado: Auster es un maestro del tiempo, del tiempo narrativo pero también del tiempo, cómo decirlo, de camaradería: uno siente que ha pasado, en efecto, en compañía de sus personajes a lo largo de todas sus travesías y peripecias, incluso entre las elipsis temporales propias de todo relato de su calibre, historias que se extienden por décadas o, si no, en su defecto, que recorren extensas distancias y diversidad de paisajes. Uno siente que ha vivido todo ello a flor de piel, uno siente la fisicidad, la vivacidad de ese mágico discurrir del tiempo narrativo, el tiempo humano. Esto aplica también a Leviatán, lo digo porque quizás no soné muy efusivo en su post, pero es una sensación fantástica que, al igual que Mr. Vértigo, me provocó de inicio a fin: cuán rica y diferente de sí misma, no obstante lo dura, puede ser una vida con sus múltiples aristas, rostros y ramificaciones. Los dos protagonistas de ambas novelas viven cosas que por momentos parecen tan contrapuestas, pero así es el tiempo, nunca sabes dónde te llevará, con quien te encontrará.
Sólo tienen que confiar en Mr. Paul Auster, no les defraudará.

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