Bibliometro #123. Uno dos tres tenemos un libro de Bukowski otra vez. Ayer mismo debutamos en su literatura con Cartero, le sigue Factotum, acá está Factotum, yo pienso, yo pregunto, ¿cómo es que esperamos tanto tiempo para leer a este viejo cabroncete? Un alma gemela, eso es lo que es, cuán bien me habría hecho leerlo en mis decepcionantes años veinte, Bukowski habría tenido la respuesta, Bukowski habría tenido la solución, Bukowski habría sabido qué hacer, maldita sea. Pero no es demasiado tarde, ¿no?
Factotum se sitúa en los años de juventud de Chinaski, en la década de los cuarenta, y, entre otras cosas, nos cuenta las peripecias de su protagonista para sobrevivir en la jungla estadounidense entre gran cantidad de malos empleos, memorables borracheras de las que no queda recuerdo a la siguiente mañana y tormentosas relaciones con mujeres bellas, esculturales, pero peligrosas como un huracán. Factotum es la gran novela desmitificadora de aquella imbecilidad del american dream y del american way of life. Como Corso diría (en un verso sacado de un poema bien largo, eso sí, un verso sacado medio cherry picking, lo admito), I am telling you the American Way is a hideous monster... Es la Estados Unidos que nos muestra Bukowski, la Estados Unidos en la que Chinaski sobrevive a duras penas, una boca de lobo, una verdadera jungla en donde impera la ley del más fuerte, en donde la solidaridad es una ilusión, en donde el bienestar es un sol que solamente le sonríe a sus criaturas más finas y elegantes, en donde su grandeza y su mística no son más que espectros ciegos aterrorizando a sus ciudadanos con ominosos gritos de ultratumba. No he vuelto a leerlo desde los años del colegio, pero no dejé de tener la sensación de que Factotum es como una pesadilla kafkiana pero salvajemente alcoholizada, con una prosa agresiva, descarnada y rasgada como una garganta castigada por el hambre y los alaridos de furia y desesperación, aunque no por ello menos diáfana, no por ello menos malditamente honesta, no por ello menos poética. Insisto, además, en lo señalado en Cartero: Bukowski expone la realidad desnuda y despojada con un estilo directo y brutal, frontal como un directo al mentón: no le hablen de malditismo, de tragedia, ni siquiera de victimismo. En cierto modo es como dicen en los A.A.: ¿por qué bebes? No hay razón, bebes porque eres un borracho. Chinaski bebe porque es un borracho que, eso sí, está disgustado, repugnado, asqueado de la realidad, del maldito país en el que vive. El mismo libro lo dice: el alma está en el estómago, el coraje está en el estómago. Sí: Estados Unidos es una maquina malvada y perversa diseñada para alimentarse de perdedores, de fracasados, de la más inmunda y marginada flora y fauna social: para que la trituradora de carne funcione y escupa sus dólares verdes como praderas vírgenes, en el otro extremo deben ir ingresando aquellos pobres diablos pisoteados. Sí, así es la cosa, pero es un dolor, una furia más bien animal, tangible, concreta, tan real como un puño apretado de rabia. No son dolores ni pesares abstractos y sus soluciones tampoco lo son: para Chinaski y la fauna que lo rodea en sus barrios bajos, la solución que mitiga el dolor de los huesos, de los músculos desgarrados y machacados, es una botella de alcohol barato, una tarde en bares apestados por el humo de cigarros, un polvo en una cama cochambrosa. Pequeños placeres que te mantienen con vida mientras el trabajo te asesina por partes. Chinaski es un anti-héroe sin suerte: no recibe herencias, nadie lo rescata, no despierta compasión en los demás, está solo como un perro, más solo que un perro asilvestrado: sólo se tiene a sí mismo, literalmente. Hace tiempo que no leía a un personaje tan desamparado, perdido en medio de la oscuridad total alumbrado, él solo y su estómago, únicamente por la luz mustia de la desesperanza, pero a la vez tan fuerte a su modo, digno a su modo, insobornable y valiente a su modo.
Con respecto a Cartero hay que decir que hay un notorio avance en su prosa, que alcanza cotas de calidad brillantes, geniales, magníficas. Cartero es una novela también genial, pero Factotum es aún más genial, un gran y gigantesco paso adelante. El final es de antología, un final tremendamente triste y amargo pero también hipnótico y alucinante, un perdido éxtasis de desesperación. El ritmo es apabullante, mazazo tras mazazo, amén de su prosa más cuidada y compleja, y con un tono, si bien todavía con esa base socarrona y cínica, con algo más de melancolía y desolación, como si fuera una negrísima e incorrecta comedia negra apocalíptica, la risa cruel y perpleja de quien nada puede hacer cuando ve que todo a su alrededor y en su interior se cae a pedazos, porque ya ven, los milagros no existen, los oasis son ilusiones y las treguas, treguas son. Obra maestra de la literatura, no le cabe otra definición a Factotum, damas y caballeros. Grandísima novela: inmensa como los sueños calcinados.
Hay varios ejemplares en la red bibliometrense y este en particular tiene tan sólo cinco préstamos, pero lleva tiempo en existencias, miren, agosto del 2017, casi ocho años después, cinco préstamos, el mío el primero de esta década, ¿se puede creer? Yo ya no creo en nada, es mejor no creer en nada.
No hay comentarios. :
Publicar un comentario