"LAS GRANDES PASIONES SON ENFERMEDADES INCURABLES"
-Goethe

lunes, 3 de noviembre de 2025

Misceláneas primaverales, de Natsume Soseki

 

Biblioteca de Santiago nº38. Natsume Soseki es un autor que definitivamente se ha instalado en mi mente, no sólo por las dos novelas suyas que hemos leído (que no es que nos hayan encantado ni nada por el estilo, pero es que se nota que son "diferentes") sino que también, sobre todo, por lo inusitado de su aparición en mi campo de visión y porque en casi todos los libros japoneses que hemos leído, de alguna u otra manera, se le menciona, tal es su influencia en la literatura nipona. Por ejemplo, los cuentos de Hiromi Kawakami, que leí antes que este Misceláneas primaverales, contiene varias referencias no tan obvias de las que con cierto goce he ido identificando en la lectura de este libro. No deja de sorprenderme, por ello, continuaremos leyendo a este autor tan fundamental para los japoneses aunque no nos sintamos particularmente entusiasmados o impactados con su obra, que de todas formas tenemos que ir conociendo más, tan sólo estamos empezando.

Bien, como pueden ver en el índice de la fotito de más abajo, este libro consta de, digamos, dos libros: Los sueños de diez noches, que si mal no recuerdo Soseki fue publicando a lo largo de un mes o poco menos en una revista literaria o un periódico, y Misceláneas primaverales, ídem de ídem. El primero consta de diez sueños y el segundo de veinticinco misceláneas, sería banal listarlos uno por uno, por lo que haremos un comentario bien sucinto, bien generalizado.

-Los sueños de diez noches, entonces, como su nombre indica, es la narración de diez sueños, que van desde aquellos de atmósferas más manifiestamente oníricas y surreales, pasando por otras en donde el límite entre la realidad de la vigilia y la realidad de los sueños es algo más ambiguo y confuso, terminando en aquellos que son o imaginaciones plausibles o recuerdos dormidos, a fin de cuentas no es extraño soñar con escenas perfectamente cotidianas en donde no se rompe ninguna regla de la lógica o de la física. ¿No sería interesante inventarse un subgénero así?: El slice-of-life onírico. Como sea, independiente de qué tan surreal sea el sueño narrado, estos sueños de diez noches, que no superan las 35 páginas diría, se caracterizan por un lenguaje, por una prosa, ciertamente poética, pero con la sencillez y la diafanidad de un haikú por ejemplo, en los cuales la atmósfera, evocadora y sensual, remite a la dulce y humilde perplejidad de lo extraordinario, de lo inesperado, a fin de cuentas en los sueños hasta el escenario más delirante es una cosa perfectamente natural aunque residuos de desorientación nos sigan desde la vigilia. Mujeres que te dicen que se van a morir; una visita a la peluquería (casi) perfectamente normal; una madre y su hijo caminando por los bosques nocturnos hacia un templo; un padre cargando a su hijo ciego y demente; un hombre mirando a un monje budista esculpiendo estatuas de madera gigantes... Todo puede significar algo, puede significar nada, pero Soseki logra transmitir precisamente eso: el misterioso e indómito encanto de los sueños, en donde lo tenebroso se cruza con el impresionismo hiperrealista, sí, exacto, así son los sueños. Piensen en la película de Kurosawa, la última que hizo, su despedida fílmica: si les gustó ver aquella obra de arte, entonces también les gustará leer estos modestos pero hipnóticos cuentos. ¡MIERDA!, tan pronto como hice esa conexión mental, me puse a googlear y resulta que Kurosawa sí se inspiró en esta obra de Soseki, tanto que, de hecho, cada sueño de la película comienza con la misma frase de cada sueño de este librito (al menos eso dicen, yo no recuerdo tan exactamente la película): "Soñé este sueño".

-Misceláneas primaverales: Según internet este libro, algo más extenso, casi cien páginas, es un libro de memorias. Obviamente de eso hay, pues la mayoría de las veinticinco historias, de manera más, o menos, evidente, son historias protagonizadas por el propio Soseki o historias que él vio o escuchó, siendo una porción importante de las mismas aquellas centradas en su estadía en Inglaterra (y un cuento en el campo escocés), de la cual no guarda las mejores o más calurosas o iluminadas impresiones, de hecho hace un retrato bastante gris, frío y neblinoso de la vida inglesa, al menos en el aspecto humano, social, arquitectónico, casi pesadillesco por momentos, lo que contrasta bastante con el tono más bien bonachón y ligerito de las historias japonesas, con sus tertulias literarias, conversaciones, anécdotas ajenas, incluso se toma bastante a la ligera un episodio en el que un ladrón ingresa a su hogar y se lleva prendas, en fin, que Soseki está en casa, en su patria, bajo el sol naciente que tan bien conoce y que ha iluminado casi toda su vida. Quizás yo sea el idiota, pero hay algunas otras historias que no parecen ser precisamente memorias, a menos que sean episodios veraces relatados de un modo más bien ficticio, a fin de cuentas dichas historias no parecen protagonizadas por Soseki, o en su defecto, por un escritor maduro. Es cierto que una de las estampas está protagonizada por una niña que bien podría ser su hija o alguna familiar, qué sé yo, pero entienden mi punto, ¿no? Como sea, poco importa si todas las historias son memorias o no, lo importante es que todas, sin excepción, son historias deliciosamente narradas; no diría que como conjunto sea algo muy genial, así como para perder la cabeza, son historias agradables de leer, escritas con la prosa elegante, sobria pero expresiva, sencilla pero lírica (como un haikú, insisto), y con el tono nada solemne, nada grave, nada pesado, de Soseki, quien, sin embargo, amén de dichas cualidades, logra capturar, digamos, la esencia o el núcleo emocional/psicológico/dramático de cada cuento en cuestión, por ejemplo, sus historias ambientadas en Inglaterra transmiten perfectamente el desarraigo y la melancolía, los indicios de esa mezcla tan desagradable de locura y tristeza; la historia de la niña captura la intensidad infantil de las "pequeñas batallas"; las estampas sociales/literarias captan el ambiente plácido de personas a las que ya no se les puede perturbar con pequeñeces... No sabría decir qué tan novedoso o innovador es este libro, pero debe serlo bastante, al menos en Japón, porque, aunque no he leído casi nada de literatura japonesa de fines del siglo XIX-principios del XX, la manera en que está escrito casi parece contemporáneo, incluso si lo comparamos con cuentos y novelas de otras latitudes, no sólo por la naturalidad con que escribe desde la propia intimidad, en plan ficción testimonial, también por el estilo mismo, por el ir al grano, por no empezar con los "esta historia trata sobre", "entonces nuestro héroe tuvo" tan habituales de la época (y que no estoy criticando ni menoscabando, solamente las menciono para ilustrar cómo se desmarca Soseki de dicho estilo)... Cada vez me voy convenciendo que Soseki de verdad es un pionero, con razón todos los escritores famosos y no famosos le rinden tanta pleitesía, de hecho cómo se nota el modo en que varios, ejem, lo homenajean (por no decir que le copian). Y así como Soseki influye en generaciones literarias niponas posteriores, para qué hablar de las generaciones más nuevecitas, más noveles, esas sí que copian descaradamente a referentes que, entre inspiración e inspiración, llegan a Soseki como origen. Por cierto, el relato veinticinco, El profesor Craig, perfectamente pudo ser escrito (es un decir) por Bolaño, y de hecho es así, ahí tienen Sensini (eso sí, dudo que Bolaño haya alcanzado a leer algo de Soseki, pero quién sabe, con un obseso como él).

En fin, 

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