Biblioteca Nacional S1402. Debo decir que me sorprendí al ver libros de Despentes en los estantes de la B.N.P.D., no sabría decir por qué, pero ahí estaban y no podía resistirme, el mismo título parece indicar que el libro va a ser, cuanto menos, interesante.
Apocalipsis bebé es una novela que comienza bastante bien, de hecho comienza como un relato de detectives, noir, al estilo Despentes, claro, pero indudablemente noir. La protagonista trabaja en una agencia de vigilancia, de seguridad, de seguimiento, y su actual caso es sobre una adolescente problemática a la que no debe perderle el rastro, sólo que le pierde el rastro, tan sólo un descuido en el metro y ¡zas!, de repente la adolescente ya no está, se ha esfumado como por arte de magia y la abuela de la muchacha, que además es la clienta, la que ha encargado el dossier de vigilancia, está hecha una furia, gritando a los cuatro vientos, amilanando incluso al gordo cabrón y prepotente del jefe, que no sabe como enfrentársele a su indignación de abuela/clienta. Y aunque la protagonista no es una especialista, pues sólo se encarga de seguir adolescentes, de todas formas le tiran encima este nuevo caso, esta nueva mutación indeseada: un caso de desaparición, para más remate de una adolescente conflictiva que no quiere nada con su familia. Y por ahí comienza el asunto, con esa interesante atmósfera que mezcla la insolente frontalidad de Despentes con esos códigos del noir más sombrío, penumbroso y decadente, de los personajes marginados, las calles sucias y aisladas como cementerios, los misterios cerrándose sobre sí mismos para no ser desentrañados ni destripados. Todo muy bien. Además la protagonista se agencia la ayuda de una tal Hiena, mujer de armas tomar, una cabrona de cuidado pero muy efectiva en su trabajo, una verdadera leyenda del ambiente.
Además de seguir el curso de investigación al estilo noir, Despentes alterna la investigación del caso con capítulos dedicados al seguimiento conductual o exploración introspectiva de algunos personajes relacionados con la muchacha desaparecida, por ejemplo el padre, un escritor inseguro, la madre, una mujer egoísta y materialista, la madrastra, una mosquita muerta pequeñoburguesa, un primo árabe de mal carácter, recurso que sirve tanto para reconstruir los pasos previos conocidos de la muchacha antes de esfumarse y algo de su rocambolesca, desconcertante, incierta personalidad, como para, fiel a su estilo, elaborar una suerte de retrato/análisis de la diversa o estratificada sociedad francesa en los albores de las redes sociales, del abismante salto tecnológico efectuado como de un año para otro, retrato enfocado tanto en la intimidad de los individuos y sus relaciones interpersonales como en un nivel más macro, más general y global: sexualidad, racismo, clasismo, machismo; escena literaria, política, economía, lógicas y dinámicas de mercado mezclándose con lógicas y dinámicas sociales e interpersonales. Privacidad, industrias privadas que lucran con la privacidad, las policías, los espacios públicos, los ojos electrónicos observándonos, vigilándonos sin que nadie los vigilen a ellos. El derecho a la información, la información como arma de doble filo. Sin ser la primera en escribir una novela sobre estas cosas, hay que conceder que Despentes lo hace desde una perspectiva más callejera y aterrizada, fiel a su estilo nuevamente, enfocando el asunto desde la piel, la mirada y las pisadas de gente común y corriente y no de ágiles agentes gubernamentales o espías extranjeros entrenados desde la infancia, es decir, desde la perspectiva de personas que no están muy enteradas del asunto, apenas algo asombradas de las posibilidades positivas de las nuevas tecnologías, y que sólo se enteran de los verdaderos peligros solamente cuando ya se ciernen inevitablemente sobre ellos, como un pececito que intenta luchar contra la corriente sólo para darse cuenta que todo el tiempo ha estado nadando dentro de la boca de un gigantesco depredador. Y de repente tienes a Elon Musk de pie en la oficina de Trump manejando recursos públicos...
En términos de estilo y de sustancia, Apocalipsis bebé es un ejercicio muy bien logrado por parte de Despentes.
Mis reproches son varios pero tampoco tan terribles, solamente hacen que Apocalipsis bebé pase de ser una novela realmente buena a una novela correcta, bien lograda. Para empezar, es de esos relatos detectivescos que se "resuelven solos". Ya me he quejado de esto en varias películas en Cine en tu cara, como en "Todos lo saben" de Asghar Farhadi, incluso es algo que me mosqueó lo suyo en "True Detective", esa serie gloriosa. Saben a lo que me refiero: el relato se presenta como una investigación llevada a cabo por los protagonistas, los motores narrativos exclusivos, que nos van descubriendo, desde sus perspectivas, pistas que puedan ir esclareciendo el panorama completo hasta que, miren ustedes, no hay nada más que saber ni descubrir porque los caminos se han cerrado. Y como el misterio no puede ser resuelto por los detectives, el relato se los pasa por el forro y se posiciona desde la solución, esperando la llegada de unos investigadores reducidos a meros secundarios. Algo así sucede acá, estamos investigando y al capítulo siguiente se nos cuenta todo lo que la muchacha ha hecho y el porqué, así de simple, logrando que la protagonista y la Hiena no sean más que decorado.
Lo otro es que, a decir verdad, ¿era necesario adentrarse en las vidas privadas de todos estos personajes? Se entiende que sirvan para elaborar en conjunto este crítico retrato social, pero insisto, tampoco es que se nos ofrezca nada nuevo, nada que Despentes no haya dicho en otros libros de manera algo más elaborada, acá siendo apuntes ingeniosos aunque obvios, pero poco más. Incluso llega a contarnos en detalle el pasado de la Hiena, ¡el personaje más misterioso de todos!, un personaje que era la encarnación del misterio y del peligro, y que con la explicación de su pasado se banaliza, se trivializa, como diría Lynch, explicas el misterio y éste muere, pierde su encanto y su verdadero poder. Supongo que lo que la autora quería transmitir era que la Hiena era una mujer de carne y hueso a fin de cuentas, que se convirtió en la Hiena como una manera de enfrentar sus traumas, que ya podrán imaginar en qué consisten. Aún así, mala decisión narrativa, en mi opinión. Y bueno, el tramo final recupera un poco el estilo noir del inicio, agregando además un vibrante clima de paranoia y un latente pulso de terror mudo, pero la trama da un salto al vacío tan repentino y gratuito que resulta algo difícil de creérselo. Un salto al vacío que, entiendo, para la autora debe representar el absurdo, el sinsentido de la vida tal como lo veía esta adolescente decepcionada y enajenada, pero aún así...
En resumidas cuentas, Apocalipsis bebé es un libro que es como dos libros: uno, el más interesante, es este caso de dos detectives mujeres, un relato noir en toda regla, cínico y desencantado, con una sequedad y agresividad behaviorista y una atmósfera violenta que recuerda por ejemplo al más rabioso Manchette, ese que encontraba cierto placer en el sangriento fango al que caían sus personajes, en donde Despentes demuestra que puede ser ella misma a la vez que acepta el desafío de escribir acorde a ciertos códigos (algo que siempre valoraremos por acá: que los escritores se desafíen y sepan salirse de su zona de comfort sin perder por ello sus identidades y rasgos propios); el otro, un libro más convencional en donde Despentes no ofrece nada nuevo ni distinto a lo hecho antes, acaso "más actualizada", todo escrito con su estilo claro y directo, y con esa mirada crítica pero mordaz que tanto me gusta de ella, ofreciendo reflexiones lúcidas y complejas, pero con gusto a repetido no obstante. Curiosamente, mucha de la información entregada en esos capítulos centrados en personajes anexos/colaterales pudo haberse expresado/narrado de manera noir, no entiendo muy bien la decisión de hacerlo en modo "mosaico de personalidades".
Como sea, siendo una novela algo descompensada y desequilibrada en sus elementos, no deja de ser una lectura lo suficientemente recomendable, Despentes es una autora que no deja indiferente y que, a pesar de todo, se nota, asume riesgos o desafíos narrativos y estéticos. A propósito, algo me dice que corre el riesgo de banalizarse a sí misma y de convertir esa energía combativa suya en algo perfectamente domesticado y calculado, amaestrado.
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