Bibliometro #92. ¿Qué pasa con estas portadas? Ninguna de las portadas de los tres libros de Hiromi Kawakami que hemos leído tiene mucho sentido, sólo son rostros de mujeres, poco que ver con el verdadero contenido de sus novelas. El efecto que sí causan es dar la impresión de que estamos ante una novelita romanticona y simplecita, que no es el caso. Díganme: ustedes ven este libro en un escaparate, observan la portada, mastican un rato el título, ¿qué imagen, que noción, se les arma en la mente? Por cierto, la traducción del título de esta novela tampoco es muy exacta con respecto a su original, que es Hikatte mieru monno, are wa, que según el traductor de Google significa... En realidad es una traducción bastante buena. La primera vez que hice el intento de traducirla me dio un resultado nada que ver y que no reproduciré acá, pero ahora cotejé resultados en dicho traductor así como en algunos modelos de IA y una traducción literal sería, aproximadamente, Algo que parece brillar, eso es todo. En fin, hablemos de la maldita novela.
Los amores de Nishino es una novela que me sorprendió gratamente y que además me encantó por como estaba estructurada, por como estaba escrita, por ser historias románticas pero construidas desde una mirada más bien desencantada, desilusionada, hastiada, sin perder de vista un certero y bastante áspero retrato de generaciones existencialmente vaciadas, o consumidas o, peor, explotadas. Además, claro, de usar el lenguaje de una manera bastante especial, como una suerte de agresiva melancolía o una brutal disección emocional. Ya con El cielo es azul, la tierra blanca me sentí algo menos entusiasmado, menos genuinamente interesado en lo que proponía Kawakami, al ser una historia romántica inusual entre un septuagenario y una treintañera que fue su alumna décadas antes, inusual no necesariamente por la diferencia de edad como por el ejercicio, libre y despojado de artificios, de ese romance inclasificable, ese romance no sustentado en "lo especial" como en lo normal, lo extremadamente cotidiano y rutinario, no ese amor incendiado y apasionado bigger than life, más bien ese amor sencillo, mudo, abnegado, el amor que se supedita a la vida misma en lugar de intentar derrotarla. A pesar de ese punto de vista tan interesante, de ese llamativo ejercicio de género, no dejaba de ser un relato meramente costumbrista, elevado lo justo por esa prosa serena, con buen gusto, de equilibrio justo entre liviandad y melancolía, además de su cuidada construcción y desarrollo de personajes, con los que terminas compartiendo acodado en un bar entre copas y anécdotas tragicómicas. Nada grave, pero en mi opinión no tan buena novela ni escrita de manera tan potente como Los amores de Nishino.
Y ahora tenemos Algo que brilla como el mar, que es también un relato costumbrista de ritmo pausado, de meditadas reflexiones, de personajes bien perfilados y construidos, de relaciones convincentes y empáticas, de tramas y acontecimientos tan deliciosamente triviales y cotidianos (aunque sea una cotidianidad bastante llamativa y no tan "normal" como una normalidad cualquiera) como inesperados y bellamente sorprendentes (no le veo mucho realismo mágico si me preguntan, ni a ésta ni a las otras novelas de esta autora, como se dice en otros lados). La prosa de Kawakami también sigue manteniendo su buen gusto, esa naturalidad excepcional en los diálogos así como su elegante oficio para la descripción de sensaciones, paisajes, etc. ¿Cuál sería el "problema"? Que me parece un libro formalmente muy bien hecho, bien escrito, pero, aparte de eso, muy simple, incluso convencional.
Es la historia de un grupo de personajes que viven, sienten y observan la vida de maneras bien particulares y peculiares, eso sí el protagonista es un muchacho, estudiante de bachillerato o secundaria, que es el más peculiar de todos, dueño de un existencialismo algo extraño, casi podría ser amigo del pastel que protagoniza Un grito de amor desde el centro del mundo, para quien las convenciones y reglas del mundo o de la sociedad no le hacen mucho sentido, palabras y términos o conceptos que no se corresponden con sus emociones, sentimientos o ideas, por ejemplo todo el rollo de familia: sabe lo que es una madre, pero a su madre la ve más como una "amiga" algo pesada que como a una "madre", capisci? En general todos los personajes son así y resulta interesante, hasta entretenido, prestar atención a sus ideas, a sus diálogos, a sus permanentes filosofadas entre medio de salidas, citas, días buenos, días malos, vacaciones..., pero tampoco es para perder la cabeza por lo que se lee. Es una solvente curiosidad.
Supongo que es raro porque, bien mirado, esta novela, al menos en sus situaciones y escenas, no es taaaan convencional, tiene un sentido o aire algo surreal de lo tragicómico de la vida, pero a la vez es bastante convencional en todo lo que ocurre en este coming-of-age inter o transgeneracional. Digamos que Algo que brilla como el mar es un coming-of-age convencional, pero convencional with a twist of lemon! Esperen quiebres amorosos, decisiones importantes en tardes nubladas, viajes inspiradores, conversaciones cruciales, incertidumbre vital, anécdotas vergonzosas, brecha intergeneracional con la consabida falta de conexión y entendimiento entre padres/madres e hijos, preguntas sin respuestas... Lo típico de este tipo de relatos, pero con un toque extrañamente ácido. No podría explicarlo de otra forma.
En cualquier caso, bien escrita como está, con sus toques distintivos innegables, no deja de ser otra historia sobre adolescentes ad portas de la adultez, decisiones impulsivas, cambios hormonales, el peso del futuro o de los sueños, además de adultos curiosamente infantilizados o "adolescentizados", todo aderezado con ese costumbrismo nipón siempre agradable, sobre todo cuando se trata de excursiones a templos, islas desiertas o pueblitos con tradiciones/celebraciones únicas, todo de lo cual ya hemos visto harto a lo largo de varias novelas japonesas, si bien nunca cansa (pero tampoco ya sorprende, tampoco es que sea una novedad). Novela solvente, no es un desperdicio en lo absoluto, pero yo no me sentí realmente compenetrado, implicado o identificado con personajes o tramas, con el alma del libro.
Si les gusta, bien por ustedes. Si no están tan convencidos, no pasa nada por privilegiar otras lecturas. De Hiromi Kawakami les recomendaría sí o sí Los amores de Nishino, el resto queda a sus respectivos criterios.
Tal parece que los libros de Hiromi Kawakami se leen harto en las redes bibliometrinas. Algo que brilla como el mar, en tres años y contando, es decir en 38 meses, ha sido prestado en 19 ocasiones, lo que da un resultado de un préstamo bimensual. Nada mal, ¿eh? Me alegro de que esta autora tenga su público, aunque esta novela no me haya impresionado ni conmovido ni entusiasmado demasiado.
No hay comentarios. :
Publicar un comentario