"LAS GRANDES PASIONES SON ENFERMEDADES INCURABLES"
-Goethe

domingo, 30 de marzo de 2025

Ratas de Montsouris, de Léo Malet

 

Bibliometro #93. Mayúscula con M mayúscula fue mi sorpresa cuando me encontré con que Bibliometro tiene un libro de Léo Malet a disposición, ¿y quién es Léo Malet?, me preguntarán ustedes, verán, Léo Malet es un escritor francés, prolífico y de prolífica actividad política en sus años mozos, creador de Nestor Burma, detective privado y protagonista de decenas de novelas de intrigas, misterios y complots. ¿Y cómo sabía yo de la existencia de este autor y este personaje? Pues porque Jacques Tardi, ese gran autor de cómics, adaptó cinco novelas de Malet en formato novela gráfica, las cuales yo pude disfrutar en los tiempos en que Howtoarseniolupin estaba vivo todavía, de hecho el dibujo de la portada está sacado de una de las adaptaciones comiqueras de Tardi, seguramente Niebla en el puente de Tolbiac o Calle de la Estación, 120, consideradas obras maestras (y yo concuerdo). Gracias a Tardi también descubrí la literatura de Manchette, en tanto también adaptó tres o cuatro novelas suyas al formato del cómic. Así que con estos antecedentes, mi alegría no era menor al momento de abrir estas páginas y sumergirme, por fin, en una de las misteriosas aventuras de Nestor Burma en su original literario.


Ratas de Montsouris pertenece a ese proyecto literario, que lamentablemente Malet no alcanzó a completar en vida, el cual, titulado Los misterios de París, consistía en escribir una novela por cada distrito de la capital francesa, es decir veinte novelas en total. Ambientada en el distrito XIV, mi consejo es que tengan el Google Maps a mano porque es un verdadero gusto no sólo adentrarse en la trama ideada por Malet sino que poder visualizar mejor las deliciosas descripciones que el autor nos da; es cierto que hay mucha diferencia entre el mapa que veremos hoy y el París de los años cincuenta, que es cuando se publicó esta novela, sin embargo, aunque ciertas calles han sido cambiadas o incluso sustituidas, los lugares más importantes siguen de pie (los parques, las plazas, ciertos edificios, una institución mental que luce bien siniestra por fuera, la reserva acuífera, etc.), ciertos barrios, ciertos cruces... Es un placer caminar, con cierto pequeño conocimiento de causa, junto a los personajes en sus idas y venidas por el distrito XIV.
La trama en sí también es una inteligente y enrevesada intriga que aúna varias tramas cuyo centro parece ser nuestro seguro y confiado Nestor Burma, de repente envuelto en capas y capas de misterios e incógnitas que irá resolviendo según vengan las cosas a punta de oficio, picardía y su buen toque de buena fortuna, en tanto el azar siempre está presente, siempre dice "¡no me olviden, no me ignoren!". Con una prosa alineada con la personalidad carismática, irónica y sesuda de su protagonista, el caso comienza cuando un antiguo compañero en un campo de prisioneros (ambos fueron soldados veteranos de la Segunda Guerra Mundial) le pide a Burma su asistencia con un asunto perfectamente legal y prometedoramente lucrativo, mientras, al mismo tiempo, un acaudalado y desalmado ex magistrado lo contrata por un asunto de extorsión. Sumen a ello que en el barrio hay un grupo de ladrones autodenominados como los Ratas de Montsouris que andan metiéndose en gran y variopinta cantidad y calidad de viviendas del distrito, robando a ciegas o buscando quizás algún objeto en concreto, además de otros llamativos personajes del ambiente artístico y pequeñoburgués del barrio, y tienen una novela cuyo intrigante y fascinante argumento apunta en todas direcciones y códigos (mujeres fatales, tesoros escondidos, redes criminales, pasado negro), sumando misterios y subtramas sin por ello perder el foco, perder un hilo maravillosa y magníficamente sostenido: la tensión del misterio, que más que ofrecer una luz al final del túnel se repliega en sus sombras. Y en las sombras quedaría todo de no ser por el genio investigativo de Nestor Burma, quien, como Sam Spade, tan seducido por el misterio también parece ir dos pasos adelante de la verdad.
Así las cosas, tienen una novela de detectives genial, narrada con la mano maestra, firme y sugestiva, de su autor, además de estar escrita con excelente gusto, una mezcla de sucio realismo, de toque coloquial y callejero, pero también de prosa elegante, sofisticada, dotada también de un sentido del humor libre, desprejuiciado y, lo mejor de todo, intertextual. Ratas de Montsouris es el vivo ejemplo de una novela escrita por una persona inteligente y talentosa/habilidosa que sabe cómo ensuciarse las manos y agitar un poco su pluma. Para mí, brillante escritura.
Una verdadera genialidad, Léo Malet eleva la novela de detectives a la categoría de bellas artes, sentando cátedra sobre literatura. Además la trama se resuelve por todo lo grande, de una manera plenamente satisfactoria. Recomendable total, un grande Léo Malet. Y de paso, un grande Jacques Tardi. Permítanse descubrir la obra de ambos artistas.


No es un autor muy conocido así que supongo que tiene sentido que solamente haya tres préstamos en dos años de existencia bibliometrusca, pero ya saben, ahora no hay excusa, si viven en esta ciudad vayan a pedirlo prestado y disfruten, es narrativa de detectives de gran calidad. Difundan la palabra, como decían los de subtítulos.es.

viernes, 28 de marzo de 2025

Misery, de Stephen King

 

Biblioteca de Santiago nº14. Más Stephen King, oh sí, y ahora venimos con un libro salido de su primera etapa como escritor, de su primera era. Tenía muchas ganas de leer Misery, cuya adaptación cinematográfica nunca alcancé a ver, así que me siento bastante contento. Por cierto, podría decirse que Rob Reiner fue el primer director "experto" en Stephen King, luego Frank Daranbont y hoy por hoy vendría siendo Mike Flanagan el que pretende adaptar lo que sea que caiga en sus manos que haya sido escrito por el autor de Maine, ya lleva tres o cuatro películas si no me equivoco, además de estar a cargo de una serie sobre La Torre Oscura. No le faltará trabajo, eso es seguro.

Bien, no ando muy inspirado estos días así que puede que no me salga una entrada muy ilustrativa o entusiasta, pero no se confundan: Misery puede que haya escalado al podio, al top five, de mis novelas favoritas de King, aunque espero leer más libros suyos antes de elaborar cualquier tipo de ranking.
Misery es una de las historias más conocidas de King, hasta yo sabía más o menos de qué se trataba: un escritor secuestrado por su admiradora número uno, una mujer de cuidado, de hecho una loca de remate, en realidad una psicópata peligrosa e impredecible que tan pronto como te trata como rey puede también causarte daños irreparables e irreversibles, jugar contigo como si fueras un gusano. Todo por culpa de una maldita tormenta de nieve y un accidente automovilístico, un accidente en el lugar equivocado y en el momento equivocado, mala pata la del escritor, rescatado por la fanática, enfermera retirada que lo lleva a la habitación de huéspedes de su aislada casita en una zona rural de Colorado, si bien los abnegados cuidados no tardarán en dar un vuelco tenebroso y siniestro, pesadillesco. Así las cosas, el autor mantiene la tensión a lo largo de 400 páginas, todo transcurriendo en tiempo presente (casi nada de flashbacks o recuerdos) y en ese escenario único: la habitación en donde convalece el protagonista, en la aislada casa de la mujer, en pleno invierno, rodeados de nieve, silencio y la solitaria naturaleza, en otras palabras: en Colorado nadie puede oír tus gritos.
Misery contiene y despliega, y con creces, lo mejor de la literatura de Stephen King. Primero que todo, su brutal, certero y glacial tratamiento de lo macabro, de lo grotesco, de lo violento y de lo infernal: una especie de realismo sucio, detallado y distanciado que potencia el efecto aterrador tanto de las atrocidades físicas que nos deparan así como el infierno psicológico que se abre con sus fuegos bajo la maltrecha psiquis del protagonista, diezmada por el miedo y los medicamentos. La incomodidad, la inquietud, cierta rabia contenida laten con una fuerza subyacente que en todo momento amenaza con explotar, haciendo de la atmósfera entre estos dos personajes un pesado reto claustrofóbico. Y eso es bueno, por supuesto, es lo que un lector quiere y desea: que la historia, los personajes y las palabras te acorralen, te perturben, te zarandeen.
Lo otro, es el universo interno que King crea, aunque sea solamente para una sola novela. No diremos que Misery haga gala de un graaaaan trasfondo informativo, pero no hay que desdeñar en lo absoluto la construcción "histórica", el contexto, a partir del cual se desarrolla todo. El pasado del escritor, el pasado de su admiradora número uno, el que poco a poco, de manera muy inteligente por lo demás, iremos descubriendo ya sea a través de esos pequeños lapsus que los mentirosos inevitablemente tienen (exponiéndose a sí mismos, a merced de un ojo o un oído atento) o a través de otros métodos que el protagonista irá sumando a su precario repertorio defensivo. Esto nos lleva, lógicamente, a otro aspecto destacable: la construcción de personajes. Tanto el escritor como la admiradora número uno son portentos de escritura de personajes, tanto en lo introspectivo, lo psicológico, como en sus costumbres, tics, formas y maneras de ser y hacer, en fin... Son personajes complejos, contradictorios, pero que se sienten vivos, reales, precisamente porque son entidades propias que responden a sí mismos y a sus circunstancias, no simples instrumentos dramáticos que hablan y se comportan igual que cualquier otro. Da gusto, sobre todo en novelas de largo aliento, cuando uno "reconoce" a los personajes gracias a sus rasgos distintivos. No siempre es así, a veces el mismo Steve, en sus historias menos inspiradas y más formulistas, cae en ese lastre de que los personajes sean modelos de fábrica apenas distinguibles unos de otros por señas de lo más rutinarias u obvias.
Un tercer aspecto que eleva esta novela es algo que solemos criticar en las obras de King, incluso en aquellas que nos gustan: cierta torpeza suya para desarrollar la trama, esa tendencia suya a caer en tópicos y clichés narrativos, además de no poder cerrar satisfactoriamente los flancos abiertos en el argumento. Misery, por su parte, es una novela redonda: comienza genialmente y termina aún mejor, la trama resuelta sin fisuras ni lagunas, con un acto final apoteósico, brillante y tremebundo que te deja con los pelos de punta: hasta la última página King no deja de jugar con tus miedos y expectativas, no deja que el terror se vaya del todo, flotando como un fantasma pasivo pero presente, el terror. Se nota que King se esforzó en lograr que esta historia estuviera a la altura de su potencial. El hecho que el protagonista sea un escritor como él, de best-sellers, que debe lidiar con toda clase de críticas, ya sean las despiadadas o las constructivas (que de todas formas no dejan de reprocharle cosas: te traten bien o te traten mal, todos los que opinan de tu trabajo sienten la imperiosa necesidad de decirte qué hacer y cómo hacerlo), y que pretende algún día escribir algo serio, alta literatura que le dicen, no es casualidad. Tampoco es casualidad que la admiradora número uno le critique al protagonista el uso de deus ex machina, lo que me pareció divertido porque ya hemos visto por acá que es un recurso que King no teme sacarse de la manga en varias de sus novelas, sobre todo de su etapa más reciente.
Yo creo que con Misery el autor de Maine sudó la gota gorda y los resultados están a la vista: es una novela sensacional, muy bien escrita (con un poderoso y oscuro uso del lenguaje, de las palabras), muy bien narrada (ocurre en un sólo lugar entre, en esencia, dos personajes a lo largo de 400 páginas y sin embargo el ritmo nunca decae, nada se siente repetido, de verdad es un relato ágil, dinámico, vibrante), construido todo su ser de una manera que te atrapa de inmediato, además de ser, de por sí, una historia que se impone, con contundencia, como un mazazo, por méritos propios.
Mucho mejor de lo que esperaba, ha sido todo un placer leer una novela de King con la que me sienta prácticamente 100% satisfecho. Léanla y, ejem, disfruten, aunque lo pasen mal, je, je.

jueves, 27 de marzo de 2025

Una liturgia común, de Joan Didion

 

Biblioteca Nacional S1502. He oído y sobre todo leído bastantes cosas buenas sobre Joan Didion, una de las escritoras más reputadas de Estados Unidos, creo que de eso no hay duda, por lo que al ver que había un libro suyo en la B.N.P.D. me propuse hacerle un espacio en los préstamos para ver qué tal. La obra de Didion parece que es más conocida por sus libros de crónicas, memorias, no-ficción, etc., pero también publicó varias novelas, siendo Una liturgia común una de las más apreciadas. Eso no lo sabía, desde luego, yo solamente conocía la buena recepción de su autora.


Una liturgia común es una buena novela. Está bien escrita, tanto en lo formal como en lo, digamos, sustancial: es una novela de una honda sutileza, una novela de capas y capas de perspectivas, significados, etc., una novela mordaz, con sentido del humor además, crítica y afilada a la vez que humana, intimista por así decirlo, sin embargo... Sin embargo, debo decir que no me ha interesado ni entusiasmado su lectura, que más allá de ciertas partes que me causaron ciertas risas (en el buen sentido, de verdad el componente satírico que saca a relucir por momentos es lo mejor de esta novela) me ha dejado bastante frío, algo desolado, porque siempre me siento desolado cuando una novela o película no me llega, no me gusta, no me causa ni provoca sensaciones más allá de lo que se entiende por encima.
Primero señalemos lo más sencillo, de qué se trata. Ambientada en un país centroamericano ficticio, Boca Grande (que no es lo mismo que Grande Boca, menos si eres de River o cualquier otro equipo, aún menos si no te importa el fútbol ni sus hipertrofiadas glorias), la novela es narrada por Grace, una mujer ya madura, viuda, que fuera la mujer del anterior líder (líder en las sombras) de dicho país y que por lo tanto pertenece a la élite de esa geografía marcada por la miseria, la inequidad socio-política, en fin, es una puta dictadura para qué andamos con cosas, una típica dictadura bananera. Aunque la historia de esta mujer y de este país no es, según ella misma dice, el motivo principal de este libro, sí le presta bastante atención a sus vaivenes históricos, a sus dinámicas y mecánicas sociales, a sus estructuras institucionales y arquitectónicas, en resumen, es como una crónica de cómo se vive en esta dictadura ficticia. Desde luego, las punzantes observaciones y el retrato esperpéntico de los miembros de esta élite hablan por sí solos, así que no ahondaremos en ello, podrán imaginarse más o menos como se desarrollan las cosas en esa alta sociedad dictatorial, un delirante núcleo de gente que vive en su privilegiada realidad alterna de lujos materiales y mezquindades personales, perfume caro sobre la piel y hedor a podrido por dentro, donde se supone que está el alma. La verdadera protagonista de la historia, sin embargo, tal como nos señala la narradora, es una mujer estadounidense llamada Charlotte, muerta en una de los enésimos golpes de estado que asolan Boca Grande, y cuya vida y muerte la narradora se propone averiguar y compartir con nosotros. La vida pre Boca Grande es una reconstrucción de sus aventuras y desventuras sentimentales-familiares, es decir otra oportunidad para elaborar y desarrollar certeros y mordaces retratos críticos sobre las clases sociales gringas, sobre el extraño sistema de valores que rige el país de los sueños, ese histerismo cotidiano y normalizado, nación neurótica, ya saben. Y luego la vida de esta gringa en Boca Grande, o, Cómo se las apaña una inestable e impredecible mujer en un medio político igual de inestable e impredecible.
Como digo, la novela está bien hecha, está bien escrita, al menos en lo formal, y desde luego que también se entienden sus puntos, sus ideas, sus perspectivas, incluso sus sentimiento o pesares: el retrato desencantado y desilusionado de esa clase alta estadounidense; el horroroso absurdo y el cruel sinsentido de una dictadura; la perpleja e indignante desconexión ética y moral de ciertas castas en relación a la vida de a pie, es decir la banalización del mal y la deshumanización de los seres humanos de abajo; el descontento y hartazgo y desorientación vital, existencial... Sí, comprendo que puede ser verdaderamente desesperante adentrarse en el laberinto de comprender la psiquis humana, la psiquis colectiva, o no sé, el destino, el azar, el porqué de las cosas, la derrota de los ideales, la caída de los ídolos, la ascensión de las mezquindades, en fin...

Mi problema es que la prosa de Didion, sofisticada, de buen gusto, lo que quieran, es demasiado desapasionada y gélida para su propio bien, casi como si no le importara realmente nada de lo que pasa; sé que tiene que ver con el estado de ánimo algo depre de la narradora y con su intención de narrar de una manera "científica" y objetiva, sin embargo es demasiado frío todo, cuesta creer que los personajes aman, sufren, se alegran, viven... Están tan alienados, tan decepcionados, tan desengañados que ni sus vidas ni bienestares e integridades corporales, mentales y emocionales parecen importarles: se enferman, se separan, se lastiman y ellos actuando como si todo fuera un chiste, malo pero chiste al fin y al cabo... Ese es, precisamente, el punto, ¡lo sé!, de todas formas no me convence el mecanismo... Houellebecq propone lo mismo y, según yo, lo logra, esto es, escribir una desapasionada y distanciada y casi repugnada crónica de los patéticos avatares de sus tristes personajes succionados por circunstancias y medios socio-políticos alienantes y ridículos. En Las partículas elementales y Serotonina, por ejemplo (y en menor medida, en la fallida Ampliación del campo de batalla), logra sublimar ese estilo "impersonal", ese estilo despojado, clínico, observador, que te lanza dentro de la trama. En Una liturgia común esta prosa de Didion (que, por cierto, en varios pasajes elabora observaciones conductuales basadas en criterios bioquímicos, como adelantando a Houellebecq, aunque no lleva esta vertiente a sus últimas consecuencias), para mí, ejerce el efecto contrario: me empuja y expulsa demasiado lejos del núcleo moral-sentimental-humano...
Y aunque también se entiende el retrato burlón de esta dictadura ficticia inspirada en dictaduras muy reales, el efecto es el mismo: la caricaturización de los vaivenes políticos de Boca Grande trivializa el horror que suponen estos gobiernos autoritarios. No digo que deba ser todo grave y pesaroso, la sátira existe por y para algo, al reírse de lo terrible se expone precisamente la atrocidad, pero siempre he dudado de los gringos que llegan a examinar políticas exteriores (sobre todo latinoamericanas) desde la comodidad de su engañosa libertad: para mí, siempre hay algo incompleto en la manera en que los gringos observan, hablan y escriben sobre dictaduras americanas, y acá sentí eso: las críticas de Didion son legibles, válidas, comprensibles, más aún porque escribe desde el conocimiento de causa (ella misma estuvo en Nicaragua, por ejemplo), pero su retrato se tuerce hacia una caricatura burda, simplista y casi insustancial, centrándose más en la grotesca vida familiar de los tiranos que en lo político y lo social, reducido a mero recurso colateral, mostrar aquí y allá la muerte de un anónimo o la explosión de un auto (y me dirán que, de nuevo, ese es el punto: mostrar el eterno ciclo de golpes y gobiernos de facto en donde mueren miles sin que a nadie le importe... Tienen razón, pero insisto que a Didion se le escapa de las manos lo caricaturesco y simplista: creo que nunca se interesó por la fauna local por así decirlo, sólo en esa élite, paradójicamente, extranjera gobernando un país en el que no tiene orígenes, sólo su residencia). Como digo, dudo que un gringo pueda comprender realmente el clima político de un país caído en dictadura: qué lo produjo, el contexto, todo eso.
Como sea, me he alargado demasiado. Una liturgia común está bien, es una novela solvente e inteligente a su modo, errada en otras cosas, pero comprensible ya que, como he dicho, en lo personal no espero mucho de un gringo hablando de países que nunca podrá conocer de verdad a fondo. Puede gustarles, así que denle una oportunidad, pero ya les he advertido de su prosa/tono extremadamente desapasionado, su algo rutinario y poco novedoso retrato de las clases altas estadounidenses, además de la caricatura plana que es ese exótico destino ficticio: Boca Grande.


Qué pereza cuando no hay mucho que decir en la tradición republicana de todo préstamo a domicilio. En casi un año solamente ha sido pedido en dos ocasiones este libro. Esperemos que, a pesar de mi falta de entusiasmo, otros más se animen a descubrirla y conocerla. 

miércoles, 26 de marzo de 2025

Algo que brilla como el mar, de Hiromi Kawakami

 

Bibliometro #92. ¿Qué pasa con estas portadas? Ninguna de las portadas de los tres libros de Hiromi Kawakami que hemos leído tiene mucho sentido, sólo son rostros de mujeres, poco que ver con el verdadero contenido de sus novelas. El efecto que sí causan es dar la impresión de que estamos ante una novelita romanticona y simplecita, que no es el caso. Díganme: ustedes ven este libro en un escaparate, observan la portada, mastican un rato el título, ¿qué imagen, que noción, se les arma en la mente? Por cierto, la traducción del título de esta novela tampoco es muy exacta con respecto a su original, que es Hikatte mieru monno, are wa, que según el traductor de Google significa... En realidad es una traducción bastante buena. La primera vez que hice el intento de traducirla me dio un resultado nada que ver y que no reproduciré acá, pero ahora cotejé resultados en dicho traductor así como en algunos modelos de IA y una traducción literal sería, aproximadamente, Algo que parece brillar, eso es todo. En fin, hablemos de la maldita novela.


Los amores de Nishino es una novela que me sorprendió gratamente y que además me encantó por como estaba estructurada, por como estaba escrita, por ser historias románticas pero construidas desde una mirada más bien desencantada, desilusionada, hastiada, sin perder de vista un certero y bastante áspero retrato de generaciones existencialmente vaciadas, o consumidas o, peor, explotadas. Además, claro, de usar el lenguaje de una manera bastante especial, como una suerte de agresiva melancolía o una brutal disección emocional. Ya con El cielo es azul, la tierra blanca me sentí algo menos entusiasmado, menos genuinamente interesado en lo que proponía Kawakami, al ser una historia romántica inusual entre un septuagenario y una treintañera que fue su alumna décadas antes, inusual no necesariamente por la diferencia de edad como por el ejercicio, libre y despojado de artificios, de ese romance inclasificable, ese romance no sustentado en "lo especial" como en lo normal, lo extremadamente cotidiano y rutinario, no ese amor incendiado y apasionado bigger than life, más bien ese amor sencillo, mudo, abnegado, el amor que se supedita a la vida misma en lugar de intentar derrotarla. A pesar de ese punto de vista tan interesante, de ese llamativo ejercicio de género, no dejaba de ser un relato meramente costumbrista, elevado lo justo por esa prosa serena, con buen gusto, de equilibrio justo entre liviandad y melancolía, además de su cuidada construcción y desarrollo de personajes, con los que terminas compartiendo acodado en un bar entre copas y anécdotas tragicómicas. Nada grave, pero en mi opinión no tan buena novela ni escrita de manera tan potente como Los amores de Nishino.
Y ahora tenemos Algo que brilla como el mar, que es también un relato costumbrista de ritmo pausado, de meditadas reflexiones, de personajes bien perfilados y construidos, de relaciones convincentes y empáticas, de tramas y acontecimientos tan deliciosamente triviales y cotidianos (aunque sea una cotidianidad bastante llamativa y no tan "normal" como una normalidad cualquiera) como inesperados y bellamente sorprendentes (no le veo mucho realismo mágico si me preguntan, ni a ésta ni a las otras novelas de esta autora, como se dice en otros lados). La prosa de Kawakami también sigue manteniendo su buen gusto, esa naturalidad excepcional en los diálogos así como su elegante oficio para la descripción de sensaciones, paisajes, etc. ¿Cuál sería el "problema"? Que me parece un libro formalmente muy bien hecho, bien escrito, pero, aparte de eso, muy simple, incluso convencional.
Es la historia de un grupo de personajes que viven, sienten y observan la vida de maneras bien particulares y peculiares, eso sí el protagonista es un muchacho, estudiante de bachillerato o secundaria, que es el más peculiar de todos, dueño de un existencialismo algo extraño, casi podría ser amigo del pastel que protagoniza Un grito de amor desde el centro del mundo, para quien las convenciones y reglas del mundo o de la sociedad no le hacen mucho sentido, palabras y términos o conceptos que no se corresponden con sus emociones, sentimientos o ideas, por ejemplo todo el rollo de familia: sabe lo que es una madre, pero a su madre la ve más como una "amiga" algo pesada que como a una "madre", capisci? En general todos los personajes son así y resulta interesante, hasta entretenido, prestar atención a sus ideas, a sus diálogos, a sus permanentes filosofadas entre medio de salidas, citas, días buenos, días malos, vacaciones..., pero tampoco es para perder la cabeza por lo que se lee. Es una solvente curiosidad.
Supongo que es raro porque, bien mirado, esta novela, al menos en sus situaciones y escenas, no es taaaan convencional, tiene un sentido o aire algo surreal de lo tragicómico de la vida, pero a la vez es bastante convencional en todo lo que ocurre en este coming-of-age inter o transgeneracional. Digamos que Algo que brilla como el mar es un coming-of-age convencional, pero convencional with a twist of lemon! Esperen quiebres amorosos, decisiones importantes en tardes nubladas, viajes inspiradores, conversaciones cruciales, incertidumbre vital, anécdotas vergonzosas, brecha intergeneracional con la consabida falta de conexión y entendimiento entre padres/madres e hijos, preguntas sin respuestas... Lo típico de este tipo de relatos, pero con un toque extrañamente ácido. No podría explicarlo de otra forma.
En cualquier caso, bien escrita como está, con sus toques distintivos innegables, no deja de ser otra historia sobre adolescentes ad portas de la adultez, decisiones impulsivas, cambios hormonales, el peso del futuro o de los sueños, además de adultos curiosamente infantilizados o "adolescentizados", todo aderezado con ese costumbrismo nipón siempre agradable, sobre todo cuando se trata de excursiones a templos, islas desiertas o pueblitos con tradiciones/celebraciones únicas, todo de lo cual ya hemos visto harto a lo largo de varias novelas japonesas, si bien nunca cansa (pero tampoco ya sorprende, tampoco es que sea una novedad). Novela solvente, no es un desperdicio en lo absoluto, pero yo no me sentí realmente compenetrado, implicado o identificado con personajes o tramas, con el alma del libro.
Si les gusta, bien por ustedes. Si no están tan convencidos, no pasa nada por privilegiar otras lecturas. De Hiromi Kawakami les recomendaría sí o sí Los amores de Nishino, el resto queda a sus respectivos criterios.


Tal parece que los libros de Hiromi Kawakami se leen harto en las redes bibliometrinas. Algo que brilla como el mar, en tres años y contando, es decir en  38 meses, ha sido prestado en  19 ocasiones, lo que da un resultado de un préstamo bimensual. Nada mal, ¿eh? Me alegro de que esta autora tenga su público, aunque esta novela no me haya impresionado ni conmovido ni entusiasmado demasiado. 

lunes, 24 de marzo de 2025

Todo es eventual, de Stephen King

 

Biblioteca de Santiago nº 13. Vamos avanzando, gracias a la BDS, en lo que arbitrariamente denomino como la etapa o era intermedia de Stephen King, ubicada, con perdonable margen de error, a lo largo de los noventa y dos mil. Todo es eventual es un conjunto de cuentos, catorce en total, 14 relatos oscuros como dice la portada. Pienso que, si King ha ido demostrando una calidad decreciente a lo largo de los años en lo que respecta a las novelas, a su narrativa larga, debo decir que sus cuentos han mantenido una media de calidad sobresaliente a lo largo de su carrera. Todo es eventual es otra buena prueba de ello.


Vayamos por partes, entonces.

Sala de autopsias número 4 es un tenso, asfixiante y algo desesperante (en el buen sentido) relato sobre un hombre atrapado en su propio cuerpo, su consciencia libre como un río aunque por fuera no se mueva ningún músculo, como si estuviera muerto. Y ese es el problema. Como indica el título, el protagonista es llevado a una sala de autopsias en donde procederán a, bueno, analizarlo, a menos que ocurra algo que lo devuelva demostrablemente a la vida. Aderezado con un negro sentido del humor, este cuento sigue la angustia perpetua de este personaje desde que despierta, cobra consciencia de la gravedad de su situación, hasta que ya perece inevitable que le abran el cuerpo en canal. ¿Podrá salvarse o seremos testigos de esas memorables y macabras escenas que King describe tan perturbadoramente bien cuando se pone malévolo?

El hombre del traje negro es un caso interesante. No me parece un graaaaan cuento, en tanto lo que cuenta es la enésima historia de un mortal común y corriente siendo visitado y acosado por el malo supremo, pero está muy pero que muy bien escrito, con una habilidad evocadora impresionante que recuerda a la mejor prosa de King. En este caso el protagonista es un muchacho que, luego de hacer los deberes, se va a pescar al río que corre detrás de su granja. Estamos hablando de principios del siglo pasado, cuando la naturaleza no había sido violada ni horadada por la hambrienta y codiciosa mano del hombre, cuando un niño pasaba las tardes recorriendo los bosques que rodeaban la granja familiar, respirando y caminando al unísono con la naturaleza. King te describe y transmite maravillosamente bien todo eso: la naturaleza, la vida de campo, con sus bellezas y durezas, plácida y severa, la vida familiar... Casi puedes sentir el roce de las hojas o las ramas, el tacto suave de los senderos, el murmullo del río, la calidez de los rayos solares, el grácil y eterno azul del cielo, el susurro de los trigales, y el miedo, la desesperación, la peste, el temblor del mal personificado en un hombre vestido de negro decidido a incordiar a un muchacho pescando a la vera del río. Supongo que todo esto hace que sea un excelente cuento, sin duda: una historia argumentalmente normalita elevada magistralmente por la prosa de su autor, que curiosamente no le tenía fe al relato.

Todo lo que amas se te arrebatará. Interesante título para un cuento también interesante aunque no del todo memorable. Es sobre uno de esos agentes/vendedores que trabajan recorriendo las carreteras, de Estado en Estado, que comenzando una tormenta de nieve llega a un motel cualquiera a descansar, o peor, a suicidarse. Este cuento es un ejercicio introspectivo, de la vertiente más psicológica de King, quien, como vimos en Carretera maldita, es perfectamente capaz de describir y transmitir estados psicológicos desesperados, desamparados, oscuros y ahogados. No es el caso en este cuento, apreciable y estimable, pero que no logra profundizar en la construcción de su protagonista, en su desesperanza o pesimismo vital que lo tiene al borde del abismo, y que no es más que la excusa que King encontró para lo realmente interesante del cuento: ser un compendio de esos rayados en las paredes de los baños, de las cabinas telefónicas, etc., que el mismo autor "colecciona" en una libreta al igual que su personaje, que entre reflexión y reflexión sobre pegarse un tiro o dormir para levantarse al otro día y seguir su camino, especula con los posibles significados de algunos rayados más crípticos y surreales. Por ejemplo: todo lo que amas se te arrebatará, garabateado en el cubículo inmundo de una zona de descanso.

La muerte de Jack Hamilton. Acá tenemos uno de esos entretenidos y notables ejercicios en donde King se sale un poco de su zona de confort, narrándonos, como indica el título, la muerte de Jack Hamilton, que resulta que fue uno de los compinches de Dillinger. El narrador es otro de los compinches, uno de los compinches que sigue vivo para contarla, y no sólo nos cuenta la última malograda aventura del tal Hamilton, sino que también una que otra cosa más sobre Dillinger y su pandilla. Un relato criminal con todas sus letras, un ejercicio pulp de esos bien jugosos y sabrosos, una delicia para los amantes del género. Y yo me pongo a pensar: ¿por qué demonios King no es capaz de escribir algo así para la Hard Case Crime? Estoy seguro que el bueno de Steve-O podría mandarse una magnífica, sangrienta, violenta, grosera, rotunda novela de gángsters si se lo propusiera: una historia con una buena trama, con una buena descripción de la violencia y el lado oscuro humano, además de excelentes personajes y elaboradas tramas, todos aspectos en los que King ha demostrado talento y oficio de sobra (y vergonzosos patinazos, cierto, pero sus cumbres son más grandes y más numerosas, eclipsan sus escandalosos tropiezos). En lugar de ello, para la HCC ha escrito naderías insulsas adolescentes como Después o Joyland, y apenas salvaría Colorado Kid. En fin, a estas alturas dudo que King se lance con una novela de mafiosos.

En la habitación de la muerte demuestra y confirma lo que decía del cuento anterior. Éste no es de mafiosos ni nada de eso, pero es también un cuento violento, realista a su modo (nada sobrenatural, quiero decir), en donde el peso del relato, tenso y reconcentrado, se sostiene en la construcción/descripción de unos personajes rodeados de un enigma, de una maraña de misterios o mentiras. Estamos en un país centroamericano, en una dictadura típica de los ochenta, el protagonista es un periodista gringo conducido a una habitación en donde será interrogado por tres siniestros personajes, todo custodiado por un gorila de mal carácter. Si no responde correctamente, podrán imaginarse qué clase de castigos vendrán. El protagonista, que es el narrador, tiene que escapar. Pero cómo, esa es la pregunta: parece imposible, uno contra cuatro. Así las cosas, tensión psicológica se suma a la tensión del ambiente, de una atmósfera pesada y viciada como un salón para fumadores, e insisto en lo mismo: cuando quiere, King puede escribirte historias "desencasilladas" como si nada, imaginen si este cuento se expandiera en forma de adulta y negrísima novela de aventuras y espionaje... La escena en esta habitación de la muerte se pone violentísima y hay imágenes que no se quitarán de la cabeza. Excelente cuento.

Las Hermanitas de Eluria. ¡Primer encuentro que tenemos con la saga de La Torre Oscura! Se supone que Las Hermanitas de Eluria es una precuela, en términos cronológicos es lo que sucede más temprano en toda la saga, poco antes de lo que acaece en El Pistolero. Con todo, para mi propia sorpresa y perplejidad, debo decir que no me ha gustado esta historia, que califica de novella, novela corta. Digamos que el mundo en sí luce sumamente interesante, también que al inicio parezca una especie de weird western con malas pulgas, además de ese particular lingo que sale a relucir ocasionalmente y un poco de la mitología interna que mueve los engranajes de este oscuramente fantástico universo. ¿El problema? La trama en la que se ve envuelto nuestro pistolero es bastante rutinaria y predecible, eso en primer lugar. En segundo, ese tono polvoriento y semi-adulto del inicio, como cínico y descreído, irónico o desencantado, comienza a ponerse muy juvenil, pero en el peor sentido: la narración se vuelve cursi y condescendiente, paternalista, como si King nos estuviera dando palmaditas en la cabeza y de repente la trama, en lugar de ser un ejercicio de género y atmósfera, pasara a ser un relato pedagógico, una fábula infantil medianamente sombría. No deja de ser llamativa esa transformación. Tercer punto, nada de lo que se nos describe es muy original que digamos; se les cambia el nombre y todo eso pero las criaturas a las que se enfrenta el pistolero no dejan de ser zombis, vampiras y fantasmas, con sus peculiaridades y particularidades, pero en esencia lo mismo de siempre. La guinda de la torta: otro burdo deus ex machina que el bueno de Steve se saca de la manga sin pudor alguno. A Annie Wilkes no le gustaría nada, oh no. Ignoro si estas hermanitas de Eluria tendrán mayor peso en la trama de La Torre Oscura en alguno de sus siete libros principales, en cualquier caso he tomado nota de ciertos detalles, pero lo importante es que esta novella es de una intrascendencia total. Algo me dice que más pronto que tarde llegaremos al primer libro de esta saga, ya veremos qué tal entonces.

Todo es eventual. Otra novella. Claramente un antecedente de El instituto. Narrada en primera persona por un muchacho que no tenía nada salvo una madre que lo trataba mal, un pésimo empleo en donde un par de compañeros se burlaban de él, con suerte un par de amigos y un futuro negro, un presente nada prometedor, sólo la promesa de la miseria, miseria eres la más honesta tus palabras como un cerco de púas marcadas quedan, entonces llega un hombre y le ofrece un empleo sinigual, un empleo feliz, un empleo que no parece empleo: básicamente vivir a su anchas mientras, de vez en cuando, como si de un hobby se tratara, hace cosas con un talento muy peculiar que tiene. La gracia de esta historia es que comienza siendo bien realista, con ese tono medio desenfadado propio de su protagonista, pero poco a poco va adquiriendo tintes fantásticos para nada desmadrados, sólo esas habilidades sobrenaturales que algunas personas desarrollan ejercidas sin espectáculo, como un empleo banal. Con ello además viene un dilema moral para el protagonista, primero cegado por ese provecho material en el que vive, luego ya más abierto a cuestionar la naturaleza de su empleo, que intuye mucho más turbio y siniestro y deshonesto de lo que se lo pintaban. 
Nada del otro mundo, pero es una historia bien narrada, con buenos personajes y, por suerte, nada de cursilerías, pedanterías ni paternalismo. Todo es eventual > El instituto. Escrito queda.

La teoría de L.T. sobre los animales de compañía. Divertido y ágil relato en modo anécdota sobre un hombre que nos cuenta la historia de un colega suyo del trabajo, un hombre solitario abandonado por su mujer, un hombre solitario al que le gusta contar a los demás la historia de su amor fallido, una historia en donde las mascotas del matrimonio, un perro y un gato que se llevan mejor que el marido y la esposa, parecen ser las figuras estelares de la función. Un cuento muy entretenido y ligero que, de manera interesante, va tomando un giro tenebroso hacia el final, seguramente dejando sin palabras a más de alguno.

El virus de la carretera viaja hacia el norte es uno cuento que recuerda deliciosamente a los primeros cuentos de Stephen King, aquellos cuentos malsanos y enfermizos, como escritos por un loco de remate sin remedio ni salvación, que se regodean en su lodazal de sangre y violencia y maldad pura e imparable. Un escritor compra un cuadro en una de esas ventas de garage; el cuadro es de temática grotesca y de terror, como la escena de un slasher, un fotograma pictórico. El problema es que el cuadro parece moverse, el problema es que no sólo parece moverse, sino que parece moverse dirigiéndose hacia ciertos lugares muy concretos. ¿Podrá el escritor librarse de sea lo que sea que signifique esa pintura tan amenazante? Un cuento que es puro King: atmósfera opresiva, vibrante recreación del miedo y sensaciones semejantes, locura y violencia y crueldad, su prosa precisa y paciente y algo sádica...

Almuerzo en el café Gotham es otro glorioso cuento de un King en estado de gracia, pero más aún que en el anterior cuento, estamos hablando de un King rabioso, enloquecido, arrebatado en una endemoniada espiral de sinrazón y violencia. Lo más gracioso, lo más genial, es que este cuento no tiene nada de sobrenatural, es un cuento perfectamente realista, pero es un cuento que es terror puro de la misma manera en que la primera "The Texas Chainsaw Massacre" lo es: terror como impacto, terror como experiencia inconmensurablemente espantosa. Un matrimonio en proceso de divorcio se reúne, abogados mediante, en un restaurante de Manhattan para tratar los detalles del caso. No entrarán mucho en detalle, eso sí, porque el infierno se desata como una feroz erupción volcánica y no hay quien lo pare, sólo queda intentar sobrevivir. Sólo queda decir: IM-PRE-SIO-NAN-TE. De los mejores y más brutales cuentos que Stephen King ha escrito jamás.

Esa sensación que sólo puede expresarse en francés. Tiene su gracia este cuento, sabe jugar con el desconcierto y la desorientación, la confusión. Ese es el principal leitmotive del relato, el de no saberse bien ubicado en la realidad, dónde estamos, quizás, mejor dicho, cuándo estamos. Pero, siendo honestos, tampoco es un cuento muy memorable o genial, sí es solvente, bien logrado, etc. Yo no me sentí taaaan interesado ni atraído ni subyugado por la experiencia que proponía, que tampoco es el colmo de la originalidad. Pero si les gustó la película "Triangle", quizás les guste este relato, que por lo demás tampoco es muy violento ni pródigo en imágenes o descripciones impactantes. Un cuento blandito, como de relleno. No es malo, eso aclarémoslo, pero no se pierden nada por no leerlo.

1408. Otro sensacional y magistral cuento de Stephen King, otro relato de terror puro. Pura atmósfera, puro miedo, pura inquietud y claustrofobia. La verdad es que me dio cosa leer este cuento, por momentos podía ser muy evocador, aunque evocara sensaciones tan aciagas y desasosegantes. Tan sólo diré: un escritor de libros sobre fenómenos paranormales llega a una habitación de hotel que tiene muy mala fama. El escritor no cree mucho en estas cosas, hace caso omiso de las advertencias del encargado del hotel. Cuando entra en la habitación, ¡bum!, ahí tienen su cuento de terror puro y duro, otro de los grandes cuentos que King ha escrito jamás. 

Montado en la Bala. Si "Eraserhead" es la película más espiritual de David Lynch, quizás por motivos muy similares Montado en la Bala también sea una de las historias más espirituales y descarnadas de Stephen King. Se nota cuando un escritor escribe con las tripas abiertas en canal. El mismo King dijo que lo escribió cuando su madre se estaba muriendo, lo escribió con el dolor de la pérdida vivo en cada vena. Es un cuento muy bello, muy hermoso, muy conmovedor, y lo es porque a la vez es un cuento sumamente siniestro, gótico, oscuro, triste. Es sobre un muchacho universitario que tan pronto como recibe la noticia de que su madre ha sido hospitalizada producto de un derrame cerebral (o algo así) se lanza a la carretera para llegar donde ella haciendo autostop. En el camino, ya de noche, cuando no le queda mucho para llegar al hospital, lo recoge un personaje muy peculiar, que tiene muchas cosas interesantes que decirle al aturullado y expectante muchacho. A fin de cuentas, es un cuento sobre la muerte: sobre lo inevitable de la muerte, pero sobre lo impredecible de la muerte; sobre lo invisible de la muerte, sobre que nadie piensa en la muerte hasta que se presenta frente a ti, ¿hasta que es demasiado tarde? Y no tiene por qué ser así, ¿cierto? En última instancia, y he acá lo hermoso que nos dice King con este cuento, que es entonces un cuento sumamente vitalista y humanista, lo que nos dice es, atentos: que SÍ podemos vencer a la muerte. ¿Cómo? No dando la vida por sentado, abriendo los ojos, disfrutar a pleno pulmón y pleno corazón del aire que respiramos, la tierra que recorremos y, por supuesto, las personas que conocemos y que amamos: no tenerle miedo a la muerte, que en el fondo siempre nos ha acompañado furtivamente, porque hemos sabido vivir, porque hemos sabido existir. La muerte será dura, será implacable, pero también te puede enseñar una o dos lecciones sobre la vida, y eso no te lo dicen en la escuela ni en la iglesia ni en ninguna parte, puede que en algunas novelas o cuentos.
Gran, excelente y precioso cuento. No deja de sorprenderte y maravillarte mientras lo lees.

La moneda de la suerte es una modesta y pequeña maravilla en donde King vuelve a demostrar que sin el lado humano, sin la emoción, no hay magia o fantasía (o terror, por mencionar otra "casilla" dentro de la que suele encerrársele) por más que te inventes toda clase de parafernalias. Una mujer que trabaja como mucama en un motel de carretera recibe como propina una miserable moneda, para más remate con un papelito que indica que la susodicha es una moneda de la suerte. Burla o no, verdad o no, lo cierto es que la mucama tiene que seguir trabajando, tiene un hijo, tiene una hija, tiene deudas y tiene sueños que cuestan millones de monedas de la suerte. La diferencia entre la realidad y la fantasía puede ser abismante, puede haber millones de dólares de diferencia entre cada una. Sólo basta con meter dicha moneda en una máquina tragamonedas para comprobar si está tan encantada o no. Este cuento también tiene otra lección, otra reflexión que personalmente me toca porque es algo que no dejo de preguntarme mirando cómo va girando el mundo: el dinero... ¿hacemos todo lo posible por acumularlo... o para deshacernos de él? ¿Cuál es el verdadero valor de una moneda? Este cuento es mucho más triste, crítico y nihilista o existencial de lo que aparenta. Si lo piensan bien, es un mazazo que cuesta digerir. Para leer más de una vez.

En resumen, este volumen de cuentos es de una calidad sobresaliente. Solamente el cuento ambientado en el universo de La Torre Oscura y ese otro sobre el déjà vu no me han gustado, todo el resto vale la pena leer, sin mencionar que tenemos al menos cuatro genialidades, cuatro magistrales piezas cuentísticas: Almuerzo en el café Gotham, Montado en la bala, La moneda de la suerte, 1408 y El virus de la carretera viaja hacia el norte, quinteto de antología.
Otra cosa que quiero mencionar. Detesto que se encasille a Stephen King, ya sea a manos de sus admiradores como de sus detractores. King escribe más que sólo cuentos de terror y de fantasía o magia; King puede escribir condenadamente bien, y lo hace, historias realistas, sociales, incluso políticas, poéticas y de tipo slice-of-life. Es un gran observador de la realidad, además de ser un gran observador psicológico. Como dije más arriba, el terror de calidad, en tanto género, en tanto efecto, sobresale del mero terror de pacotilla precisamente porque parte de una base realista y psicológica: no puede haber buen terror con personajes planos en escenarios de cartón: King se adentra en los recovecos internos de sus personajes y nos construye asentamientos humanos en los que puedes caminar de lo bien que terminas conociendo dichos lugares, y por eso sus mejores historias son tan terroríficas: porque los conocemos por dentro y por fuera, a flor de piel. Por lo demás, también detesto que se simplifique y malinterprete el concepto de magia: la magia es creer, la magia es una cuestión de fe: la magia, como la belleza, está en el ojo, en el alma de la persona. Hay más magia en el cuento La moneda de la suerte que en Cuento de hadas, esa insustancial novela de 800 páginas (que sí tiene unas buenas y mágicas 300 primeras páginas, curiosamente cuando la cosa transcurría en el mundo real).
Como sea, ha llegado el momento de poner fin a esta entrada. Si les da algo de pereza leer novelas de King, por último denle una oportunidad a sus cuentos. Y si no les da pereza nada de King, nada más hay que decir.

domingo, 23 de marzo de 2025

El cielo es azul, la tierra blanca, de Hiromi Kawakami

 

Bibliometro #91. Con el buen sabor de boca y la excelente impresión que nos dejó Los amores de Nichino nos lanzamos a buscar más libros de su autora, Hiromi Kawakami, y he acá que hemos encontrado otro más: El cielo es azul, la tierra blanca, aunque su título original, haciéndole caso al traductor de Google, significa algo próximo a El maletín del maestro, que por lo demás es, justamente, el título del último capítulo de la novela, como pueden ver en la fotito de abajo. Ahora, listas las formalidades y las curiosidades, entremos en materia.


Es una buena novela, destaca a su favor el hecho de que no recurra a aspavientos ni estridencias emocionales ni a ningún tipo de cursi manipulación efectista, pero tampoco es una graaaan novela, ni tan novedosa ni tan impactante o profunda. Es demasiado sencilla y naturalista para su propio bien, aunque es cierto que sus personajes, otro elemento que destaca a su favor, están bien construidos, perfilados y desarrollados a lo largo de la trama, que de hecho no es tan común: el plácido y caballeroso romance entre una  treintañera y un septuagenario, que décadas antes fueron alumna y maestro, respectivamente, en los tiempos de escuela. Un buen día, en un bar cualquiera, se reencuentran, se saludan, se hablan, se hacen amigos o algo similar, y de ahí la relación continúa en sus particulares y singulares derroteros.
La trama en sí, ya digo, no es nada del otro mundo y de hecho se desmarca de los romances comunes y corrientes al no ser precisamente una pasión arrebatada, borrascosa y súper intensa con melodramáticos giros argumentales de culebrón. Es una relación pausada, como agazapada, como no admitida, esquiva, en donde es más revelador lo que no se dice, lo que no se hace, lo que no se evidencia: el amor parece reflejarse no en besos o en declaraciones bajo la lluvia, sino que en esa plácida y solitaria cotidianidad que cada uno de los improbables amantes lleva por su cuenta, incluyendo al otro en momentos contados. Así las cosas, la novela nos lleva por caminos más o menos conocidos ya: el aspecto costumbrista, el de ir conociendo ciertas tradiciones o rasgos culturales, además de funcionar como un retrato sobre la soledad y la alienación urbana, sobre cierto cansancio e incertidumbre existencial: la protagonista, que nos narra la novela, es una mujer que vive sola y que prácticamente no tiene vida social, nada que valga la pena contar al menos según nos dice, mientras que el abuelo (el señor maduro, perdón) también, hombre viudo/separado con hijos con vida propia que parece estar conforme con el minimalista modo en que discurre esa postrera etapa de una vida bien llevada y trabajada. El inesperado romance se instala como un suceso más de perplejidad que de vitalidad, aunque suene extraño decirlo así, y ambos personajes reflexionan y a su modo furtivo fantasean en cuál es la mejor manera para abrazarse y entregarse, si es que eso, a este sorpresivo regalo de cupido.
Así las cosas, no estamos ante una novela de emociones muy fuertes ni acontecimientos impactantes, todo flota muy a pequeña y humilde escala, un pequeño relato sobre vidas mínimas sorprendidas ante el flujo de unos sentimientos que creían aparcados. Es una novela agradable, narrada con la prosa sencilla de Kawakami, para nada dulzona, en general más tirado a lo agridulce, que si se eleva un poco sobre la media es por su capacidad de observación, para captar y expresar a través de las palabras ciertos estados emocionales que suelen quedar bajo el radar. Es una novela escrita con respeto hacia el lector, sin tomarlo por tonto, que busca su complicidad y compañía y que la logra, porque si bien no descuida el apartado introspectivo y psicológico de sus personajes, lo cierto es que por sobre todo se mantiene bastante dinámico en lo que concierne a sucesos, salidas, paseos, celebraciones, rememoraciones, anécdotas, festividades, etc.. lo cual se agradece en tanto genera un clima de complicidad, de cotidianidad, de camaradería con los personajes, que en general es algo que se le da muy bien a estas autoras japonesas.
No está a la altura de Los amores de Nishino, pero si quieren leer una buena novela para una tarde tranquila y sin pretensiones, El cielo es azul, la tierra blanca es una opción perfectamente digna y confiable que cumple lo que promete con buena prosa, buenos personaje y una trama bien narrada en su sencillez. Nada del otro mundo, pero no todo deben ser fuegos artificiales, ¿no?

En 36 ocasiones se ha pedido prestado este libro a lo lago de poco más de seis años de presencia bibliometrina, lo cual da un promedio nada desdeñable de seis lecturas al año. Pueden ver que las fichas bibliográficas están bastante rellenas, no tan prolijas, pero da gusto ver tantos estampados, ¿cierto?

viernes, 21 de marzo de 2025

El corazón de Yamato, de Aki Shimazaki


Bibliometro #90. Ya hemos comentado dos novelas de Aki Shimazaki recientemente y de paso mencionamos que esta escritora japonesa radicada en Montreal y que escribe y publica en francés agrupa sus novelas en pentalogías. El corazón de Yamato es la segunda pentalogía, es un libro de poco más de 500 páginas, pero con sus cinco novelas incluidas. Obviamente no íbamos a pasar olímpicamente de este volumen, ¿cierto?


Primero que todo vale la pena señalar que tenemos entre manos cinco novelas perfectamente independientes, que funcionan y se entienden por propia cuenta, es decir si se encuentran con una de las novelas editadas de manera aislada poco importa si es la primera o la cuarta porque cada una responde y remite a sus propias circunstancias, personajes y argumento, si bien, desde luego, la lectura conjunta de todas las partes crea una especie de comunión espiritual entre ellas, un entendimiento más profundo y cabal, cierto, pero en el ámbito emocional. Argumentalmente, si no pueden leerlas en orden o conjunto, no es tan terrible. Es verdad, eso sí, que desde la segunda en adelante todas esas novelas hacen mención a acontecimientos de las otras historias y que dichas menciones son sucintas y concisas, sin embargo, como dije, si no han leído la novela en donde la referencia ocurre igual se entiende el porqué de dicha mención porque lo hace explicando bien su razón de ser. Todo esto lo digo como aviso nada más, a lo mejor ni siquiera los pone tan nerviosos el hecho de leer de manera desordenada una pentalogía. Como sea, El corazón de Yamato no va en orden cronológico y en cierta forma tampoco sigue una progresión causal entre una novela y otra; si bien sus argumentos están cuidadosamente hilados, el interés supremo y primordial de la autora es adentrarnos en la vida y/o psiquis de sus personajes, en el enlace vital más que fáctico, en cómo las cosas pueden cambiar por completo de un momento a otro sin previo aviso, para bien o para mal, para mejor o para peor, y a la larga uno nunca sabe si es para bien o para mal, pero supongo que de eso iremos hablando a medida que lleguemos a las novelas, porque las comentaremos una por una.

Mitsuba es la más potente, la más sorprendentemente rabiosa, una primera novela que da inicio a esta pentalogía como un uppercut directo al mentón, k.o. inmediato e indiscutible. En esta novela la autora construye un feroz alegato en contra de los valores más rancios, retrógrados y machistas de Japón, ese paraíso kawai para turistas pero, a veces, un infierno de reglas y "tradiciones" inamovibles para sus ciudadanos, hombres y mujeres, atenazados por un sistema socio-político espantosamente mecánico, desalentadoramente robótico, asfixiantemente inhumano incluso, que debes seguir a rajatabla a menos que quieras ser un paria, poco menos que un criminal o un terrorista.
El protagonista es un adulto joven dedicado, cual devoto, cual creyente, a su empleo de shosha-man en una gran empresa/corporación económica: clientes, especulaciones, inversiones, lo que quieran. El shosha-man es una especie de ejecutivo-para-todo que hace carrera más allá de las horas laborales, ahogado, sumergido en una cultura de la entrega total, más que al empleo como autorrealización, a la empresa misma, como si fuera una iglesia y el capital fuera dios, el presidente el mesías, tus superiores los apóstoles. Cumples tus nueve o diez horas pero si el jefe quiere irse de copas contigo o hacer reuniones hasta bien entrada la noche, se acepta; los fines de semana no existen, si en la empresa te necesitan debes estar listo y dispuesto a dejarlo todo; si los directivos te quieren enviar a otro país, sonríes y te vas a ese otro país, tus superiores lo son todo, tus superiores dictan las leyes de tu vida y si no quieres seguir el juego de las apariencias, si tienes una vida exterior propia o familiar que proteger y enriquecer, o te aguantas y aceptas o te vas, aunque seas un empleado eficiente, porque pareciera que más que la eficiencia lo que importa de verdad es la genuflexión. Cómo será que uno de los personajes, un empleado que cumple con su trabajo pero que luego de la hora de salida se dedica exclusivamente a su esposa e hijos, es poco menos que despreciado por ello, ¡hasta le tienen un mote a los tipos como él! Y no empecemos con los otros tradicionales valores y rituales nipones, que si no nos da depresión...
En este contexto, este entusiasta y entregado shosha-man, cuya carrera va viento en popa, comienza a reflexionar en torno al matrimonio, ¿un hombre cerca de los treinta que no se ha casado?, un hombre que no se ha casado no es un hombre confiable, como sea, el protagonista guarda algo de idealismo en su corazón: no quiere casarse por miai (matrimonios arreglados... o mejor dicho "recomendados"), quiere encontrar a la mujer ideal por la que sienta sentimientos genuinos y verdaderos. Y cree conocerla: una recepcionista de su empresa con la que tiene hartas cosas en común. Y puede que este romance vaya bien, tiene todos los indicios de que así sea, pero quién sabe, quizás todas estas tradiciones se entrometan con sus indignantes y repugnantes obstáculos, la corrupción e inequidad, el abuso de poder, señas de identidad de una sociedad menos espiritual de lo que aparenta, ¿y qué es lo que triunfará?, ¿el amor verdadero o ese conservador modelo/juego de apariencias y deberes?
Lo dicho, Mitsuba es todo un bajoneante puñetazo en el estómago. Qué digo, un mazazo directo al cerebro.

Zakuro también tiene como elemento central un certero ataque a otro de los aspectos más hipócritas y pusilánimes de Japón: ese obstinado orgullo imperial, histórico, que según la autora no es más que una burda y denigrante fachada que esconde vergonzosas mentiras e ignominiosos episodios, como si no existieran. Como lo de Nanjing, aunque en este libro el contexto histórico es el secuestro por parte de los soviéticos de miles y miles de militares y civiles japoneses, llevados a Siberia para trabajos forzados, lo cual debería ser tema de indignación nacional, sin embargo, tal como se nos cuenta en esta novela, es un episodio que los gobernantes japoneses prefieren barrer bajo la alfombra: la repatriación de japoneses se hizo en silencio y esos presos fueron olvidados, sin ayudas o indemnizaciones ni redes de apoyo, quizás para negar a su modo la vergüenza de la derrota, la vergüenza de verse arrodillado ante otras potencias. Una manera poco gloriosa de enfrentarse al pasado, sobre todo a uno tan reciente, pero eso es lo que nos muestra de manera tan desnuda y despojada la autora: es preferible olvidar y hacer borrón y cuenta nueva, el sol naciente ya se erigirá glorioso más pronto que tarde, iluminando el futuro y sumiendo en las sombras el pasado.
El protagonista de esta novela es Tonba, uno de los altos ejecutivos de la corporación, el jefe bueno que tenía el anterior protagonista, pero que acá lo vemos unos años más joven cumpliendo con sus deberes de shosha-man veterano, trabajando para proveer y proteger materialmente a su familia y para ayudar a la reconstrucción económica de su país. Su rutina se ve algo trastocada por dos hechos: la avanzada demencia senil de su madre y la revivida memoria de su padre, uno de esos prisioneros forzados a trabajar como esclavos en Siberia pero que nunca volvió, perdido entre los sucios pliegues de la historia, pero que podría estar vivo, de repente le llega un soplo y nuestro protagonista decide ir de frente, no ignorar ese pasado incierto y brumoso, aclarar los hechos y descubrir si su padre efectivamente murió o si logró sobrevivir, y si es así, por qué nunca volvió, por qué los dejó solos a él, a su madre, a su hermano y dos hermanas, por qué, a merced de la miseria del Japón de post-guerra.
La trama, entonces, funciona como un urgente y emotivo retrato/reconstrucción familiar a lo largo de los años así como un frontal enfrentamiento histórico, una manera de denunciar las deudas históricas no saldadas que Japón mantiene con sus propios habitantes. Otro mazazo de Shimazaki.

Tonbo, la tercera novela, está protagonizada por ese empleado que luego del trabajo en la corporación se iba directo a su casa a disfrutar la vida con su familia. Unos años después, la acción transcurre lejos ya de esa empresa tan vil, tan embrujada, ahora dueño de uno de esos institutos o academias con distintos cursos destinados a jóvenes y adultos, un vivir estable y plácido, los negocios van viento en popa y la vida familiar aún mejor. Si bien la trama es más tranquila por así decirlo y de ambiciones más modestas, podemos identificar dos elementos importantes que se desprenden de la trama: la locura económica de Japón, a raíz de una fea crisis económica en torno a la cual giran los personajes con mejor o peor fortuna, y, cómo decirlo, el circo social en que a veces se convierte la cotidianidad, esos pequeños infiernos que no por silenciosos resultan menos dañinos.
En la memoria del protagonista le pesan algunas cosas: el suicidio de su padre y el ruido mediático que lo rodeó antes y después de su muerte a raíz de un contradictorio episodio ocurrido en una sala de clases (el padre era profesor, como acabó siendo su hijo, el protagonista) que acabó con la muerte de un estudiante. Un buen día nuestro protagonista, dirigiéndose a su instituto a impartir clases, recibe una noticia interesante de su secretaria: un hombre que conoció a su padre quiere reunirse con él para hablar del pasado, para aclarar las cosas. Y más o menos de eso trata esta novela: la revelación exacta de cómo ocurrieron esos acontecimientos aciagos tanto tiempo atrás, hallar equilibrio y armonía con la memoria propia y de los otros, la verdad te liberará, además de ser otra certera y afilada crítica con ciertos valores sociales japoneses, ciertos rituales, ciertas ideas, ciertas nociones, que parecen ser más bien perjudiciales, si bien todo depende de según qué carácter y qué personalidad, ¿no? Sumisión, debilidad, bravuconería, sensacionalismo...
Pero claro, para ser justos, también la autora nos presenta rasgos encomiables: el sentido de responsabilidad, de justicia, de honestidad y honradez, que a la larga acaban por imponerse a las mezquindades pasajeras y efímeras: Japón sí puede ser un país justo si sus individuos son capaces de ser íntegros en sus valores y principios ético-morales aunque el camino esté repleto de sombras y baches. La autora parece señalarnos que hay dos países nipones: ese nuevo sistema de posguerra orgulloso y materialista y consumista, más embobado en el juego de apariencias y el abuso del poder, y aquellas tradiciones pasadas más equilibradas, armónicas, espirituales, en fin... No pondremos las manos al fuego por ningún modelo, pero me parece bastante claro que Shimazaki tiene una visión crítica y desencantada de la sociedad nipona moderna, aumentando el halo romántico de eras menos occidentalizadas, más "puramente" orientales. Como sea, me he alargado mucho para una novela sencilla, minimalista y de una concisión argumental y narrativa y estilística notables. No será la historia más potente e impactante de la pentalogía, pero está bien contada y se entiende su carácter más bien reflexivo...

Tsukushi quizás sea la novela más relacionada con la primera, con la que funciona como díptico aunque tenga su independencia. La protagonista es la recepcionista de aquella historia. Ahora la tenemos post-romance, años después. Comienza mostrándonos su perspectiva, su punto de vista de tan aciagos y desalentadores acontecimientos, y ya por esta parte comenzamos a sentir de manera algo más contundente y desasosegante la propuesta general de Shimazaki, esa mezcla de sentimientos y pesares provenientes de distintas percepciones y perspectivas a lo largo de décadas de argumento. Es una obviedad, claro, pero la autora describe y enlaza personajes y acontecimientos con una maestría sensacional, y muy sutil, casi ni se nota. Lo que quiero decir es que el efecto es raro, pero raro en el buen sentido, porque lo que en una historia vivimos de manera rabiosamente desalentadora, por ejemplo, acá la vivimos con un resignado pragmatismo, pero pragmatismo algo optimista al fin y al cabo: al final nada era tan trágico, tan definitivo: mirando hacia atrás, siempre hay una salida, una solución, las que en cierta forma restan intensidad y emoción a los sentimientos vividos entonces. Como digo, el efecto es bajoneante: ¿el amor no es tan puro entonces, qué tan real y confiable es el amor? ¿Uno era el que estaba equivocado, nuestra pasión rebelde es un juego anecdótico? ¿El maldito sistema es sabio entonces, de verdad funciona aunque tengamos que sufrir sufrimientos que luego, con indulgencia, nos parecen necesarios? ¿Somos meras piezas de la maquinaria, somos más débiles que su mecanismo serial? Gaspar Noé tenía razón: el tiempo lo destruye todo: el tiempo no es sabio, el tiempo es cruel. Lo que en una historia era catastrófico y devastador, en la otra es una bella e inolvidable aventurilla. Hay tantas válvulas emocionales como personajes, como personas, y nada puede ser tan terrible como lo que viva otra persona, nada puede ser tan hermoso como lo que pueda sucederle a otra persona, uno puede creer que lo peor le está pasando pero al mismo tiempo hay muchas historias y dramas interpersonales que alteran dicha percepción. Luego de un quiebre, de un romance malogrado, no todo es infelicidad y perpetua miseria o depresión. No sé si me hago entender: aquella recepcionista ahora tiene otros problemas, otras alegrías.
El caso es que la protagonista, lejos ya de aquel amor verdadero, vuelve a sufrir un terrible vuelco en su vida, quizás no tan terrible per sé pero sí es algo que cuestiona y hasta demuele los cimientos de ese resignado pragmatismo por el que se decidió hace tanto tiempo, convirtiendo en cierta forma toda su vida posterior en un sinsentido, en un absurdo chiste de mal gusto. No les destripo nada al decir que la protagonista se entera de que su marido es gay, lo importante de esta novela es el impacto psicológico y vital que tal descubrimiento obra en su psiquis, en su alma incluso: ¿dejó al hombre que amaba por consideraciones materiales y sociales por un hombre que no la quiere, que no la desea? ¿Es toda su vida una mascarada? De paso la autora viene, nuevamente, a meter el dedo en la llaga: otra crítica social, feroz, a cómo ese férreo esquema de tradiciones y apariencias es en realidad una putrefacta prisión que descompone a quienes caen tras sus rejas.
De una manera sutil pero lacerante, Tsukushi quizás sea la novela más cruel de las cinco. Pónganse en los zapatos de su pobre protagonista.

Yamabuki, el cierre de la pentalogía, viene a ser la novela más sencilla, más linda y más amable, luminosa, del conjunto. La protagonista es la esposa del protagonista de Zakuro, el alto ejecutivo de la corporación que de repente se lanza tras la pista que indica que su padre largamente desaparecido sigue con vida. En este caso el efecto mencionado arriba funciona desde su propia vereda feliz, acrecentando esa sensación como de desorientación e incerteza moral o vital, porque aquel sistema de tradiciones y apariencias sociales que tan ferozmente critica la autora en las novelas anteriores, sobre todo en Matsuba y Tsukushi (aunque Tonbo también reparta palos a diestra y siniestra) en donde el cumplimiento y ejecución de tales reglas es el declive y final y destrucción  de un amor verdadero, ha sido para esta protagonista y su marido, el veterano shosha-man ya plácidamente jubilado, poco menos que una bendición. Es cierto que ambos eran conscientes de los sacrificios inherentes de ese tipo de trabajo y, en consecuencia, de ese estilo de vida, pero para ellos la vida funcionó prácticamente a la perfección. Esta novela no tiene grandes giros argumentales, ni sorpresas ni terribles, descorazonadores contratiempos: es la animosa y cuasi juvenil rememoración que esta anciana evoca de sus años de juventud y temprana adultez, la historia de cómo conoció, más de medio siglo atrás, al hombre con el que actualmente pasea todos los días por el parque o recibe a los nietos en su casa. Esta historia, no carente de ciertas complicaciones menores (y más que nada curiosas), es también una reconstrucción histórica por cuanto la protagonista fue una testigo de primera línea de la devastación de la guerra en Japón, del antes y el después, los cambios, la sanación, la reconstrucción, etc.
Puede que no sea tan memorable o poderosa como otras novelas de la pentalogía, pero sin duda es bastante buena y como cierre funciona la mar de bien por ese contraste de tono y de trama más amable, tranquila y conforme, por ese inspirador y apasionado halo romántico de su protagonista, como una abuelita contándole a los nietos historias de su vida temprana pero, sobre todo, una abuelita constatando que sigue viva, por dentro y por fuera, que la vejez puede ser digna, entre otros luminosos aspectos.

Así las cosas, tenemos una pentalogía genial, incluso magnífica, un sólido conjunto de novelas, rotundo, por momentos apabullante aunque en general siempre te mantiene atento, interesado, implicado en las turbulencias vitales de los personajes. Todas las novelas están narradas en primera persona y, como he dicho en este post y en los otros de Shimazaki, aunque su prosa tienda a ser sencilla y minimalista, con retazos de contenida pero expresiva poesía, bajo dicha sutileza subyace una honda y compleja construcción de personajes (a nivel psicológico, personal e interpersonal, a nivel moral y ético, en fin), además de una cuidada y ambiciosa, casi épica (una épica intimista), red de historias y acontecimientos desarrollados a lo largo de décadas, que sustenta y empodera las palabras de la autora. Puede que algunas novelas parezcan narraciones casuales, pero esa es la maravilla: nada es casual en esta pentalogía, cada acto, cada palabra, cada silencio, esconde un mundo y una eternidad de significados, de emociones, de sentimientos. Podemos estar ante una celebración de la vida, del individuo, o de la fortaleza colectiva amparada en un legado y orgullo milenario, también podemos estar ante una mirada fatalista en donde el destino es un peso irrevocable, tanto como lo son las tradiciones socio-culturales. Las historias de estas novelas no se cierran perfectamente, no se explican, simplemente llegan a un punto aparte: el tiempo lo cambia todo, lo destruye todo (diría Noé... Gaspar, claro), lo difumina todo, qué es el presente, qué es el futuro. Insisto, el efecto de la lectura de esta pentalogía es raro y me cuesta definirlo, pero me gusta: le quita peso a los hechos presentes a la vez que retrata dichos presentes con una intensidad arrolladora. Como sea, ya me he alargado suficiente, será mejor que lean ustedes a esta autora y saquen sus conclusiones.
Lo cierto, lo más certero que podré decirles de momento, es que es una escritora genial, de sensibilidad e inteligencia incuestionables, de una mirada crítica a la vez que compasiva, y sus novelas están maravillosamente escritas, que son muuuucho más de lo que aparentan.
No lo duden, si pueden, háganse con algo de Aki Shimazaki. Si es con una pentalogía entera, mejor aún.


Vaya año de gloria que tuvo el 2023 esta pentalogía: ¡nueve préstamos ese año!, a los que hay que sumar los cinco préstamos del 2024, un préstamo estampado dos veces del 2022 (que por alguna razón se encuentra entre fechas del 2024, quién entiende a estos "bibliometrecarios"), y el préstamo de este año 2025 que, por alguna razón (de nuevo), no está estampado, por lo que bien podría quedármelo ya que al parecer no hay registro de que esté en mis manos, pero obvio, eso no me dejaría muy tranquilo conmigo mismo y qué le vamos a hacer, se devuelve nomás.

miércoles, 19 de marzo de 2025

El baile, de Irène Némirovsky

 

Biblioteca Nacional S15E01. Vaya, ya llevamos quince temporadas en la B.N.P.D., eso significa que hasta el momento hemos leído 42 de sus libros, quizás no tantos tomando en cuenta todo este tiempo, pero es que Bibliometro le hace la competencia y además hace poco se nos sumó la Biblioteca de Santiago. Como sea, ya hemos leído su buena cantidad de libros de Némirovsky, eso lo sabemos, y en la B.N.P.D. hay algunos varios más, por ahora me traje El baile, que pasa por ser, si no el primero, uno de sus primeros libros publicados. Además no supera las cien páginas, lo cual es bastante cómodo en estos días...


Será un libro de pocas páginas y todo, pero viejo, la energía que desborda El baile es tremenda.
En términos argumentales: la protagonista es una muchacha triste y solitaria, también soñadora, frustrada, hija única de un matrimonio nouveau riche que, como tales, son el colmo del arribismo, la presunción y la afectación, la ostentación vacua y vulgar de sus nuevas riquezas como tapadera de sus humildes y algo sombríos y dudosos orígenes. El padre judío, la madre una mujer salida de una vida disoluta, marcas que el dinero no puede hacer desaparecer, menos dentro del café society del que ahora forman parte y al que quieren impresionar con un baile en donde prometen tirar la mansión por la ventana... pero de un modo elegante, claro, con clase, educación y cultura. La muchacha quiere formar parte de ese mundo deslumbrante y esplendoroso pero sus padres no se lo permiten, de hecho casi ni la toman en cuenta, relegada al rincón de la servidumbre, menos aún con toda la organización del baile encima: qué podrá importarles la hija.
De acá se desprenden al menos dos fuertes e intensas vertientes. Primero, ese teenage angst de la protagonista, su abrasadora angustia existencial, una melancolía devoradora, dañina, bestial, que la ahoga en una depresión terrible. Todo el mundo a su alrededor parece disfrutar de la vida, cumplir sus sueños, menos ella, poco menos que abandonada, olvidada, repudiada por ser en cierto modo un recuerdo viviente de esos tiempos de vacas flacas en donde sobrevivían precariamente antes del gran golpe de suerte del padre, inversionista en la bolsa. La muchacha nos transmite su visión cínica de la vida, rabiosa, destructiva de toda noción romántica e idealista de los valores que cimentan esa civilización en que vive, en que sufre. El sinsentido vital, ese juego de apariencias absurdo, deforme, grotesco... Que se pudra todo, básicamente, aunque en el fondo ella quiere vivir y ser feliz, he ahí el triste conflicto que le llueve sobremojado. Con unas pocas palabras la autora te transmite y transporta al mundo interior de esta muchacha de manera tremenda y sin eufemismos, lo cual me parece elogiable, admirable y valiente de su parte, en especial porque se suma lo que sigue...
Que vendría siendo la consecuente crítica social, también feroz, como si metiera las garras dentro de los órganos de la clase alta y los retorciera a gusto, sin asco, porque a fin de cuentas, nos dice la autora, esos ricos y nuevos ricos y aristócratas no son más que personas comunes y corrientes pero mejor vestidas, mejor alimentadas y mejor educadas, pero igualmente mezquinas, envidiosas, mentirosas, corruptas y deshonestas que cualquier mortal de a pie. Qué veladas sublimes, qué almas nobles, qué riqueza intelectual: no son más que viles juegos de máscaras para disfrazar el vacío que tienen en su interior, la mugre nauseabunda maquillada, para aparentar plenitud con lujos como quien intenta disimular una trampa-agujero con un montón de paja endeble encima (o quien barre el polvo bajo la alfombra).
Todo un sistema de valores corrupto que aniquila la humanidad y la deshonra, ningún personaje se salva en este descarnado y desencantado relato (aunque de un fondo intensamente adolorido, ingenuo, optimista, no perdiendo del todo la fe), ni siquiera la protagonista, que de tan resentida y rencorosa con su familia y todo lo demás, impelida por una pulsión arrebatadoramente nihilista, también se ve a sí misma como otra persona presuntuosa, consumista, clasista, quizás a su pesar, quizás no, pero siendo el innegable fruto de ese estilo de vida decadente, espurio, despreciable: un estilo de vida que la asquea tanto como la fascina, que la entristece tanto como la haría feliz si pudiera presentarse en sociedad, formalmente. La casta de uno: una relación de amor-odio si es que se le concede demasiada importancia.
Una novelita impresionante, la verdad, me ha encantado tanto por lo bien escrita y narrada que está, tan directa al grano en los hechos como lo suficientemente profunda y compleja en sus descripciones emocionales/existenciales, como por esa fuerza volcánica, visceral, que destila cada palabra, cada página, de inicio a fin. Así se demuestra que un ser humano lo escribe, qué pedazo de individua es Némirovsky, insobornable y libre a pesar de todo lo que le tocó pasar: ajena a modas y dueña de una mirada crítica y humana, además de una sensibilidad y buen gusto literarios propio de los grandes. Recomendadísima, otra prueba más del enorme e intemporal talento literario de su autora, gran cronista y retratista de su tiempo pero también gran, ágil y habilidosa narradora y fabuladora. Genia.


Ah, la tradición republicana de todo préstamo a domicilio. En casi un año tan sólo tres préstamos, para un excelente libro de menos de cien páginas. Ojalá corra mejor suerte a partir de ahora, pero es sólo un decir, un deseo al aire, raramente se cumplen las cosas...