Biblioteca Nacional E56. Primero que todo, gloria a Abducción Editorial, una editorial chilena especializada, aunque no limitada (hay también autores nacionales, ciencia ficción, fantasía, horror, literatura francesa y estadounidense, revisen su web), en literatura japonesa clásica y moderna, tradicional y underground, haciendo más accesibles títulos que de lo contrario no estarían a mano, por ejemplo los libros de Ryu Murakami, Edogawa Rampo, y claro, entre Akutagawa y Tanizaki también tienen a Osamu Dazai, cuya obra más conocida seguramente es la que tenemos entre manos: Indigno de ser humano. Dan ganas de leerla con ese título, ¿cierto?
Me sorprende la escueta extensión de esta novela, poco más de 150 páginas, pero una vez leída la verdad es que se justifica plenamente por su estructura: es la historia de tres cuadernos manuscritos en los que el protagonista nos narra su indigna y repugnante, a decir suyo, deriva vital, que va desde la infancia hasta una avanzada edad de 27 años, cuando ya parece un viejo decrépito, pasando entre medio por toda clase de miserias, humillaciones y degradaciones de la más pútrida calaña: el protagonista no sólo siente un hondo y encarnado desprecio por sí mismo, sino que también se encarga de manifestarlo en una autodestrucción sin frenos. Hay un prólogo y un epílogo en los cuales el hombre al que le pasan los cuadernos hace sus propias observaciones, primero porque los cuadernos vienen con unas cuantas fotos, y luego al final, leído los cuadernos, sus conclusiones de tan amarga aunque curiosa existencia.
Siempre me cuestiono ciertas cosas. Por ejemplo, el protagonista de los cuadernos, claro, se desprecia a sí mismo por no poder encajar y sobre todo por no saber encajar, por no entender cómo demonios funciona la sociedad aunque, de todas formas, tiene una idea bastante clara de cómo NO funciona, que no es lo mismo. Lo digo porque teniendo la lectura de La dependienta fresca, me pregunto qué hace que las observaciones y críticas del protagonista de ésta sean tan radicalmente diferentes de aquélla, no en lo obvio sino que en su fondo, su sustancia: la novela de Dazai es genuina y auténtica, parte de una verdadera mirada a partir de la cual va desarrollando el declive personal de su protagonista, mientras que la otra novela es tan plana, tan ingenua, tan pueril, que no le crees nada. El protagonista de los cuadernos está más cerca de Chinaski (ejemplo ilustrativo, claro) que de la "filosofía kawai" de la otra. Es la historia de un muchacho tan pero tan perdido y desesperado que inexorablemente se margina en un infierno alcohólico y sexual, una pesadilla social en la que cae y cae por un agujero sin fondo porque es el único remedio que encuentra para su desarraigo, para su dislocación con el estado de cosas: no entiende nada, las costumbres y estructuras lo enloquecen, lo desquician, la mejor solución es, sencillamente, no estar lúcido para que la frontalidad de dicha realidad no te ataque de manera tan deslumbrantemente clara, para que esas luces de provecho y orden no desgarren tus pupilas estragadas ni penetren tu cerebro marinado en alcohol y depresión.
Ahora bien, con lo intensa y entretenida (a su oscuro y tenebroso modo) que es Indigno de ser humano, debo decir que no me parece taaaan genial o magistral o magnífica novela. Sí, está escrito con el peso de la rabiosa mirada cargada en cada palabra, con escenas e imágenes que se te quedan grabadas en la retina (o en la mente), por el lado formal y estilístico no hay mucho drama, además no es poco mérito que en tan acotada extensión Dazai sea capaz de narrarnos una historia que abarca varios lustros, de tres a cuatro diría, sin que las transiciones ni elipsis sean antinaturales, impostadas, forzadas o rechinantes: la fluidez narrativa, su agilidad espacio-temporal, es encomiable y digna de estudio, incluso. ¿Qué le impide, según mi humilde opinión, alcanzar la grandeza y alzarse en el panteón de las grandes novelas? Mmmm... Yo diría que cierto ensimismamiento, reconcentrarse demasiado en su propio protagonista, lo cual es algo difícil y hasta improcedente de reprochar, porque al ser cuadernos manuscritos por su propia mano, ¿de qué otra cosa va a escribir sino de su propia desgracia y miseria? A lo que voy es que es un ensimismamiento no argumental sino que moral o ético: el protagonista no parece formar parte, aunque despreciado y marginal, de una sociedad y por ende a esta novela le falta esa necesaria mala leche crítica, esa ferocidad tan propia de este tipo de relatos de anti-héroes caídos en la desgracia, pues la inequidad social y política siempre tiene su cuota de responsabilidad y culpa en los descensos a los infiernos, el hombre y sus circunstancias materiales e históricas, sin embargo nuestro protagonista no parece querer ponderar dicho factor al contrario de Chinaski, que sin tampoco caer en victimismos ni trágicas maldiciones (lo cual es digno de elogio en la novela de Dazai, claro: a pesar del estilo tan auto-despreciativo del protagonista, el tono o atmósfera no es irritantemente lastimoso ni penoso: busca que su patetismo sea más bien grotesco y distanciado), sí es cabal y plenamente consciente de vivir en una trituradora de carne voraz e inmisericorde que se alimenta, justamente, de estos pobres bastardos cuyo único pecado es verse incapaz de cantar y bailar al humillante son de las convenciones sociales.
Como sea, una novela que no deja indiferente. Demonios, hasta me dan ganas de leerla de nuevo. Pero claro, hay que seguir nomás, nos esperan muchas historias todavía.
Cuatro préstamos en meses casi consecutivos, sólo en abril nadie pidió esta novela, quién sabe, a lo mejor sigue en buena racha y los cuatro préstamos que lleva en este 2025 pasan a ser diez, incluso más. Difundan la palabra, compartan esta genialmente cochina novela.




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